Kong es un esclavo, sin derechos, sin futuro. Cultivar y superar su destino es casi imposible, pero inesperadamente encuentra un camino. El sexo es la clave. Un harén es el camino. Visitad patreon.com/lordescritor para más capítulos, y apoyarme para que pueda seguir escribiendo. Pronto también habrá imágenes.
Hoy me han hecho trabajar hasta tarde, pero no puedo quejarme. Soy un esclavo, ni mi vida ni mi tiempo me pertenecen. Además, soy un esclavo de la clase más baja, ni siquiera he empezado la cultivación, aunque llevo un tiempo sintiendo la energía dentro de mí. Quizás pronto lo consiga, con lo que mi condición mejorará un poco. En lugar de un esclavo del más bajo nivel, lo seré del segundo más bajo.
Suspiro, es todo a lo que puedo aspirar. Ya he pasado de los veinte años. Si lo hubiera conseguido antes de los diez, quizás algún maestro se hubiera fijado en mí y hubiera tenido la posibilidad de dejar de ser esclavo, hubiera pasado a ser estudiante. Pero ya es demasiado tarde. Ahora lo único que puedo hacer es intentar mejorar un poco mi condición.
Tampoco puedo quejarme demasiado, al menos suelo volver al dormitorio de una pieza. Mi talento con el dibujo es apreciado por el maestro Mu, el copista. No somos muchos los que podemos ayudarlo a copiar los manuales, así que si nos dan una paliza tan fuerte que no podemos trabajar para él, coge un buen cabreo. Por eso nos suelen dejar un poco en paz, aunque nuestra seguridad no es absoluta.
El dormitorio está como siempre, bastante silencioso. No es más que un almacén, con grandes habitaciones en las que ponemos sábanas viejas para separar nuestras porciones de suelo. En ellos están nuestros colchones, hechos de sábanas viejas y paja.
Shi está media dormida en el colchón. Parece que hoy no ha tenido un mal día y no está dolorida. Su mayor defecto es que tiene algo de atractivo, lo que hace que los estudiantes suelan abusar sexualmente de ella. Y la envidia de algunas estudiantes.
Viene a menudo con moratones, y a veces heridas más graves, pero no hay nada que hacer al respecto, solo somos esclavos, poco más que un mueble, o menos si es un mueble caro.
Nadie castiga a un estudiante o esclavo de mayor nivel por abusar de un esclavo menor. Solo si no puede hacer su trabajo pueden ser multados con una pequeña cantidad, la que se considera que vale el tiempo que estamos sin trabajar. Lo mismo si alguien nos mata, deberá pagar por un esclavo nuevo, lo que marque el mercado. En mi caso particular, además tendrán que enfrentarse a la ira del maestro Mu.
Me recuesto a su lado y le agarro de la cintura. Ella se gira despacio, no estaba dormida. Fuerza una sonrisa y estira sus brazos hacia mí para besarme. Acepto su beso mientras mis manos acarician sus piernas, subiendo por ellas y arrastrando su túnica.
–Hola– me dice.
–Hola.
No lleva ropa interior, solo la utilizamos cuando vamos a trabajar, pues no tenemos tanta ropa. La suya se está secando un poco más abajo.
Mi mano izquierda acaricia sus nalgas, pasando por encima de una de sus muchas cicatrices, mientras que la derecha sigue subiendo la túnica, hasta que sobrepasa sus pechos, cada uno de los cuales cabe perfectamente en la palma de mi mano.
Ella se separa de mí para quitársela del todo, mientras yo acerco mi boca para succionar su pezón derecho. Mi mano derecha agarra con suavidad su pecho izquierdo, mientras mi mano izquierda agarra su culo redondeado.
Ella gime en voz baja y consigue quitarse del todo la túnica, tras lo cual se recuesta en el colchón, abriendo las piernas. Yo me quito entonces la camisa y el pantalón, mostrando mi miembro erecto de tamaño medio. Lo acerco despacio a los humedecidos labios de su vagina, penetrándola con suavidad.
Ella pone sus manos sobre mí, acariciando mi musculoso tórax, producto del duro trabajo diario de los esclavos. Yo pongo una mano acariciando su mejilla, recorriendo la fea cicatriz que le dejó una estudiante celosa. La otra recorre su cintura, su pecho, los músculos que protegen su estómago, sus otras cicatrices.
Me muevo rítmicamente, sin brusquedad. Mi respiración se acelera. La suya también. El movimiento de sus pechos es tan hipnótico como sus gemidos entrecortados. De vez en cuando nos miramos a los ojos, incluso nos besamos.
Entro y salgo de ella, acelerando poco a poco, aproximándome al clímax. El espasmo en su vagina me indica ha tenido un orgasmo, esta vez no lo ha fingido, y yo no puedo evitar que la repentina presión me fuerce a eyacular, penetrando en ella con fuerza tres últimas veces.
Ha sido rápido, siempre lo es. No tenemos tanto tiempo como para recrearnos en los placeres de la carne. De hecho, creo que solo lo hacemos para seguir sintiéndonos un poco humanos, no solo objetos. Lo hacemos con dulzura, pues es la única dulzura de la que disponemos. Para la brusquedad y el dolor ya tenemos nuestro día a día, sobre todo ella.
Nos miramos unos segundos, yo aún dentro de ella, mientras nuestras respiraciones van volviendo a la normalidad. Finalmente me aparto, ella vuelve a forzar una sonrisa y se vuelve, cerrando los ojos para descansar. Mañana volverá a ser un día tan agotador y falto de esperanza como lo ha sido hoy. Como lo han sido todos los días desde que nos convertimos en esclavos.
La miro con cierta ternura y también me tumbo en la cama. No la abrazo, eso sería demasiado íntimo. Podríamos llegar a enamorarnos, y eso es algo que no podemos permitirnos. Quizás mañana ella muera. O muera yo. O un estudiante decida tenerla en su habitación durante varias noches seguidas.
O incluso podría pasarme a mí. Un o una estudiante. O incluso un maestro. Es cierto que es difícil que me pase. El halo del maestro Mu me otorga cierta protección, aunque solo cierta. Pero aún tengo recuerdos borrosos de cuando era niño, recién comprado por la secta, cuando un maestro decidió que yo era su siguiente víctima.
Mientras me voy durmiendo intento circular dentro de mí el qi. Cada vez estoy más cerca de llegar a la primera etapa del reino del Génesis, pero aún me falta. Quizás el año que viene.
No es que mi talento sea desastroso, debe de ser medio. Pero no nos dan ni el tiempo ni los recursos para cultivar. Si hubiera nacido en una familia poderosa, puede que a los diez ya hubiera estado en la quinta etapa.
Pero eso es algo que no sucedió. Mi familia debía de ser pobre y me vendieron como esclavo a los cinco años, como a tantos otros. O quizás murieron, quién sabe, tampoco es que importe. La realidad es la que es, soy propiedad de la secta.
Nadie va a invertir recursos en nosotros, y la única razón por las que nos incentivan un poco para cultivar, en nuestro poco tiempo libre, es para tener esclavos que puedan trabajar más. Pero no hay motivo para negarse, se vive un poco mejor si subes tu fuerza.
No puedo intentar cultivar mucho más. Mi cuerpo se siente cansado después de otro día de trabajo. Tampoco es tan importante. Poco a poco cierro los ojos y pierdo la conciencia. Mañana será otro día más.