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Torneo: preliminares (VI)

–¿Estás bien?– se preocupa Liang.

Las gemelas les han contado lo que ha pasado con Qin Zixuan. Se las ve preocupadas. Y furiosas.

Lia Qin aparta la mirada cuando mis ojos se posan en ella. Algo sonrojada. Todavía no se ha acostumbrado a su situación. Aunque ayer por la noche estaba muy apasionada. 

–Sí, no ha sido grave. Solo un poco magullado. Por suerte, llevaba la protección debajo. No entiendo por qué ha querido matarme– me pregunto en voz alta.

–¿Quizás odia a los esclavos?– sugiere Song.

–¿O también quería la recompensa de esa basura de Dai Fen?– propone Shi.

–Puede que sea del grupo de esa zorra de Chun Hua, o del idiota de Lin Man. ¿Quizás esas puritanas de la tal lady Lin y compañía?– se suma Yi.

–No lo sé. No parecía odiarme, o al menos lo ocultaba bien. Veremos si los esclavos descubren algo. Qin'er, esto es para ti– le acerco el manual que he cogido antes de la librería.

Solo contiene lo básico, pero es lo que ella necesita. Tiene conocimientos de formaciones, pero poco sólidos, dispersos. Le falta una base. Espero que el manual ayude.

–¿Para mí? Esto… ¡Un manual de formaciones! Oh… Tiene… Yo…– se sorprende ella.

Las chicas sonríen ante su reacción. Algunas ya lo sabían. Puede que todas. De repente, aparecen lágrimas en sus ojos.

–¿Qin'er? ¿Estás bien?– me preocupo, acercándome un poco a ella.

Ella asiente. Abre la boca para decir algo. Pero parece incapaz de pronunciar palabra. No sé muy bien qué hacer. ¿Qué le pasa?

Medio riéndose, Hong hace un gesto para que la abrace. Yu que me dé prisa. Supongo que es todo lo que puedo hacer.

La abrazo suavemente. Ella solloza en mi pecho. Tarda en calmarse y hablar. Bajito.

–Gracias. Nunca antes nadie… Había sido tan bueno conmigo… Y ayer éramos enemigos. No sé qué decir– confiesa ella, sin levantar la cabeza de mi pecho.

–Por qué no le pides que lo haga contigo. Sabes, le iría bien para recuperar qi y acabar de curarse– sugiere Shun.

–¿No te quejabas antes de que habías perdido tu turno por la mañana? Ahora puedes recuperarlo– la anima Ma Lang. No estoy seguro si es sincera o se está burlando.

–¡Yo no…!– quiere negar ella.

Levanta la cabeza de golpe. Nuestros ojos se encuentran. Se pone muy roja. Vuelve a esconderse en mi pecho.

–Qué mona– murmura Yu.

–Je, Je. Te dejamos a solas con ella. Sé bueno– se burla Hong. Le encanta bromear.

–Va, devuélvenos. Tenemos cosas qué hacer– interviene Song.

–Eso, tenemos que acabar de ver las grabaciones. A ver si encontramos algo con lo que criticarte– concuerda Shi.

–No te olvides de llamarnos cuando salgas– me recuerda Yi.

Así que las devuelvo a todas menos a Lia Qin. Evidentemente, nos han querido dejar solos.

–Se han ido– le susurro al oído.

Ella se separa de mí tímidamente. Aunque no acaba de mirarme. Así que alzo su barbilla con un dedo. Acerco mis labios a los suyos. La beso suavemente. Aumentando la intensidad poco a poco. Acariciando su cuerpo sobre sus ropas. Por ahora, no la han convencido para que vaya desnuda.

Le cuesta un poco empezar a colaborar. A perder de nuevo la timidez. Cuando lo consigue, su lengua me ataca con pasión. Sus manos me abrazan. Sentada sobre mí.

–Ah… Ah…– recupera la respiración cuando nos separamos.

No se resiste cuando le quito la ropa. Ni cuando la cojo en brazos y la llevo sobre la cama. Me mira expectante cuando la acuesto sobre ella. Sus ojos fijos en los míos. Dejándome acariciarla. Gimiendo incluso antes de que mis dedos lleguen a su entrepierna. A su vagina. A su clítoris.

No tarda en llegar a un orgasmo. En estar suficiente mojada para penetrarla. Poco a poco. Mirándonos con deseo. Hasta que estoy totalmente dentro de ella. Sobre ella.

Besándola a veces. Mirándola otras. Entro y salgo de ella. Poco a poco al principio. Acelero a medida que noto que me lo pide.

Sus uñas se clavan en mi espalda si darse cuenta. Aunque no llegan a arañarme. Quizás porque es más dura debido a la técnica Yin Yang.

Su vagina me aprieta cuando se corre de nuevo. Aunque no tanto como para que no pueda moverme. Está bien lubricada. Sus espasmos me tientan para que me corra yo también. Pero quiero oírla gemir un poco más. Que siga disfrutando. Mientras abro un poco más sus meridianos. Sigo curando sus cicatrices. La ayudo con su cultivación.

También circulo su Yin y mi Yang alrededor del golpe que he recibido en el combate. Y absorbo su qi para completar el mío.

Cuando la lleno, también es su cuarto orgasmo. Está agotada. Me sonríe débilmente. Encantadora. Nos abrazamos un rato. Se duerme en mis brazos. La devuelvo a su habitación, a su cama. Y dejo el manual cerca.

Su cultivación es baja, así que no he podido absorber mucho qi. Por lo que llamo a Pu Rong. La follo de pie. Ella de espaldas a mí. Sus manos contra la pared. Las mías sobre sus enormes pechos.

La penetro sin contemplaciones. Disfrutando de su estrecha vagina. Mientras ella no dice nada. Solo obedece. Y gime. Hasta que la lleno. Empujando dentro de ella y contra la pared.

–Aún tengo tiempo– me digo.

Así que me divido en dos. Y sigo disfrutando de ella. De su culo y su boca. Quizás soy más rudo con ella que con las demás. A no ser que me lo pidan. Me molesta que siga sin acabar de aceptar su situación. Ella aceptó el trato por salvarla. Somos Liang y yo los que la deberíamos odiar por lo que hizo antes de ello. Aunque nada de eso evita que gima y se corra.

Cuando está llena por los todos los agujeros, empieza a ser hora de marcharse.

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–Estoy bien– vuelvo a asegurar.

Ji'er me lo ha preguntado. Y el de la lanza. La del hacha. Incluso mi próxima rival. Aunque no los dos que empuñan espadas. Y, por supuesto, tampoco Qin Zixuan. En cuanto a Dai Quon, está desaparecido. Lo sancionarán por perderse varios combates. Mejor. Se lo merece.

Un rato después, subo a la tarima para iniciar el combate. Tengo otro bastón. El anterior se rompió. Por suerte, no te cobran ni ponen impedimentos por sustituir el arma. Tampoco es que sean muy caras. Son armas bastante básicas. Para todos la misma calidad.

Mi adversaria sube despacio. Sensualmente. Moviendo mucho las caderas. Guiñándome un ojo. Levantando su pecho. Su escote prominente. Su lengua humedece sus labios. Se muerde uno por un lado. Sus esbeltas piernas totalmente expuestas.

–¿Por qué no hacemos algo más interesante en lugar de pelearnos?– sugiere insinuante.

Sonrío. Es realmente sensual. Resulta tentador. Aunque las chicas me matarían si me dejo engañar. Debería saber que es difícil que funcione a estas alturas. Cuando todos nos hemos visto luchar. Pero aun así, lo intenta. Igual se lo toma como una práctica.

Podría intentar engañarla. Hacer ver que estoy tentado y dejarla acercarse. Pero entraría en su terreno. Podría ser peligroso. Mejor me limito a lo que sé hacer.

–Me temo que no es posible. Tendría problemas serios si caigo en tu trampa– le respondo honestamente, sin dejar de sonreír.

–Tsk. No hagas caso a esas envidiosas. Tengo mucho más que ofrecer– sugiere seductoramente.

Se inclina ligeramente. Con las manos en las caderas. Mostrando una porción mayor de sus pechos. Realmente tentadores. Ignoro ciertos gritos en las gradas.

–¡Empezad!– anuncia el árbitro.

Yo la miro fijamente. Sujetando el bastón frente a mí. Ella me mira.

–Me rindo– suspira, sin ni siquiera intentarlo.

–Ganador, Kong– anuncia de nuevo al árbitro.

–Eres malo. Querer abusar de una pobre chica… Cuando hay otras formas de abusar más interesantes…– sigue, a pesar de haber terminado el combate.

Su dedo acaricia mi mejilla suavemente, sensualmente. Me vuelve a guiñar un ojo. Y se aleja. Moviendo también mucho sus caderas. Sus nalgas vibran provocativas. Apenas contenidas en unos pantalones cortos y ajustados.

Bueno, al menos ha sido un combate fácil. Aparte de tener que controlarme para evitar una erección. Hubiera sido un tanto humillante. Aunque no hubiera sido el primero. Creo que hay quienes lo estaban esperando. Me alegro de defraudarlos.

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Me quedo mirando los combates. Y hablando con algunos mis anteriores rivales. Incluso Jian'er se une. Aunque no dice mucho. Se la ve algo cohibida. Especialmente cuando los dos seductores se unen. Se esconde detrás de la del hacha cuando el seductor le guiña un ojo. Son más bien simpáticos. Aunque demasiados desinhibidos para algunos. Para una en especial.

Mientras espero, veo a lo lejos el combate de Yan Xiulan. Diría que ha mejorado desde el primer día. Al menos, se la ve con más confianza. Con más soltura.

Es menos hábil que su rival. Que consigue sobrepasar su defensa. Acercarse a ella más allá del rango de la alabarda. En ese instante, activa el escudo de qi. La segunda de sus joyas.

Su rival se ve confundido por un segundo, que aprovecha ella para atacar. Es un golpe directo. Otro más, y ganaría el combate. Aunque el otro se ha recuperado. Salta hacia atrás para ganar distancia. Para salir de una posición muy peligrosa. Aunque tenga que volver a acercarse después.

Nuestra joyera ataca. Él se defiende. Y entonces recibe el qi de la otra joya. Estaba demasiado cerca del borde. La explosión de qi lo ha empujado fuera. ¡Victoria para Yan Xiulan!

Sus fans la corean. Son realmente ruidosas. Ella hace como que las ignora. Pero seguro que se alegra de oírlas. Por muy vergonzoso que le resulte. Bueno, a todos. A mí también me corean cuando gano. Son ruidosas pero adorables. Lo peor de todo es que los saben.

La verdad es que Yan Xiulan lo ha hecho bastante bien durante este torneo. Mejor de lo que ella misma esperaba. El anterior fue mucho peor. Ha mejorado bastante. En parte, por mi ayuda y la de Fen Huan. Estamos orgullosos de nuestra estudiante. Aunque principalmente, por el esfuerzo que ha puesto. Me alegro por ella. Aunque lo quisiera disimular, ayer al acabar la primera ronda, estaba exultante.

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Finalmente, me vuelve a tocar. Mi último combate. El que decide si paso o no las preliminares.

Fen Huan ha valorado que tengo un 43% de posibilidades. Yo creo que se lo ha inventado. Pen también. Al menos las posibilidades exactas. Aunque sí que cree que estamos igualados.

–Dale fuerte a ese arrogante– me anima la del hacha.

–Aplástalo. Me sulfuro solo de verlo– me anima el del martillo

–Estamos contigo– me apoya el de la lanza.

Aunque no puede decirse que seamos amigos íntimos, al menos hay cierta camaradería. Y no la hay con mi adversario. No se ha molestado en ni siquiera cruzar un par de palabras con los demás. Como si estuviera por encima de nosotros. Eso les ha irritado.

A mí me da un poco igual. Ya estoy acostumbrado. Me basta con que no sea hostil. Si no quiere mezclarse con nosotros, pues que no lo haga. No será un amigo, pero tampoco un enemigo. Supongo que el haber sido un esclavo hace que lo vea desde otra perspectiva.

Subimos los dos. Llegamos a nuestras posiciones y nos miramos. Fijamente. No veo condescendencia en sus ojos, solo concentración. Sí que la he visto en él contra algunos otros. Lo que los ha enfurecido. Lástima. Hubiera preferido que también me mirara así a mí. Si se hubiera confiado, tendría más posibilidades.

Tiene la ventaja de que me ha visto luchar. Sobre todo contra Qin Zixuan. Yo no le he visto usar todos sus recursos. Mi única referencia es el combate con su compañero. Y los consejos de Tai Feng y Yawen.

Pertenecen a la misma facción. Pero prefieren que gane yo. Dicen que son prepotentes, arrogantes, aunque no especialmente problemáticos. Simplemente, ignoran a los que no están en su grupo.

Mucho peor es Ga Gui. El que me retó tiempo atrás en la zona de entrenamiento. Parece ser que ha sido eliminado. Por mucho que fanfarroneara, es bastante peor que los rivales de su facción en mi grupo. No sé de dónde le venía la confianza. Me pregunto si le servirá como cura de humildad. Tai Feng lo duda. Se cree un genio. Que si pierde, es porque acaba de subir. Como yo.

Aunque ahora, lo que importa es el adversario que tengo delante. Él toma una posición un tanto extraña. Ligeramente agachado e inclinado hacia delante. Un pie hacia delante y otro hacia atrás. Ambos con las rodillas ligeramente dobladas. El brazo con el que empuña la espada hacia arriba y doblado hacia delante. Su arma apunta ligeramente hacia abajo y hacia mí. El otro brazo, un poco por encima de la cintura. Hacia delante. Con la mano abierta.

En ningún otro combate lo he visto así. Tengo que estar atento. Me lo quedo mirando. Flexionando ligeramente las rodillas. El bastón frente a mí en diagonal. Preparado para lo que pueda venir.

–¡Empezad!– anuncia el árbitro.

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