Entre risas y avergonzada, me cuenta lo que hicieron mis pervertidas. Regateaban enseñando bastante escote. O casi enseñando su ropa interior. Quejándose de que era mucho. Seductoramente. Haciendo al vendedor seguir bajando. Para que se quedaran más. Queriendo acabar de ver bajo su falda. Que se agacharan un poco más y mostraran sus pechos. No es que me sorprenda. Suspiro.
Está encantada con la roca. La ha estado abrazando durante un rato. Hasta que la he puesto en mi anillo de carga cuando se ha cansado. Ha querido pagármela. Pero le he asegurado que era un adelanto. Que tengo trabajo para ella.
–¿Qué quieres que haga?– pregunta con curiosidad. No ha dudado de mi palabra ni por un instante.
–¿Has hecho alguna vez piercings?– le pregunto.
–No. ¿Cómo son?– se interesa.
–Luego vamos a ver a esas negociantas pervertidas. Dijeron que tenían, aunque ya no los llevan– le propongo.
–Ji, Ji. No las llames así– me regaña.
–¿Por qué? ¿No son negociantas?– me hago el sorprendido.
–Ji, ji. Malo– me acusa.
Al menos, está más relajada. Ya me coge la mano con naturalidad. Aunque a veces aún se sonroja. No ha querido ir a probarse ropa. Ha dicho que ya compró bastante. Y se ha avergonzado.
Supongo que estar conmigo a solas en la habitación con probador es demasiado para ella. No es que le vaya a hacer nada. Al menos, no sin su permiso.
No se ha dado cuenta de que he dejado salir a Rui. Con la orden de comprar unos cuantos crepes. Sorpresa para las chicas. Yo estaba junto a un árbol. Mi joyera ensimismada en el diseño de un anillo. He dejado a mi mascota que comprara el que quisiera para ella. Ahora está saboreándolo en su habitación. No sé de qué es. Algo azul.
De lejos, he visto que el vendedor ponía una cara muy sorprendida. Aunque pronto se ha puesto a hacerlos. Hemos comprado muchos de todo tipo.
Cuando llega la hora, Yan Xiulan incluso parece reticente a irse. Se para a media subida. Mira alrededor.
–Cierra los ojos un momento– me pide.
No sé qué quiere. Pero le hago caso. Noto unos suaves labios en mi mejilla. Cuando los abro, está muy roja. A pesar de ello, me mira.
–Gracias por todo– me dice.
La miro. Sonrió. Esto no puede quedar así.
–Cierra los ojos un momento– le pido yo.
Ella quiere decir algo. Pero los cierra. Se la ve nervioso. Sus labios parecen deliciosos. Su cuerpo tentador. No sé si algún día podré acariciarlo. Por ahora, considero que me ha dado permiso para un beso en la mejilla. Suave. Me permito añadir un muy ligero qi. Para que sea simplemente agradable.
–Gracias a ti. Ha sido muy divertido– le aseguro.
Ella se toca la mejilla tras abrir los ojos. Ya no me mira. Aunque me coge con la otra mano. Y me lleva hacia la secta. Deprisa. Muy roja.
Sin decirme nada, me arrastra por las calles de la secta. Yo la miro sonriendo. Aunque no esperaba que se parara indecisa. Frente a su cabaña.
Le he preguntado antes cuando abriría la roca. Me ha dicho que lo haría en su habitación, cuando volviera. Cuando le he preguntado si podía verlo, ha aceptado, muy avergonzada. No me he dado cuenta de que le he pedido entrar en su habitación. Y no hay vuelta atrás. Sería peor.
Respira hondo y me deja pasar. Es una habitación ordenada. Predomina el rosa. En sus sábanas. Parece una cama cómoda. También en las cortinas. Mmm. Yo no tengo cortinas.
Ella intenta no mirarme. Se dirige a una mesa de trabajo. Me ha llamado la atención. Parece muy sólida. Muy estable. Tiene varios cajones. Y varias herramientas colgadas en la pared. Cogidas por clavos. Todo muy ordenado.
Coge un pequeño martillo y una pieza de metal. Parece nerviosa. Creo que más porque esté yo allí que por lo que tiene que hacer
–¿Me das la roca?– me pide.
–Una habitación muy bonita– la halago. A la vez, saco y la dejo sobre la mesa
Ella se sonroja ligeramente. Mira la roca para no mirarme a mí. ¿No está demasiado nerviosa como para cortarla? Bueno, tampoco sé si es difícil.
Me ha dicho que podía abrirse de muchas formas. Pero se podían estropear más gemas de lo necesario si no se hace con cuidado. La veo respirar hondo. Su respiración se estabiliza. Su vista se centra en la roca. En el martillo. Oh. Nunca la había visto así. Tan concentrada. Su aura ha cambiado de golpe. Debe de estar así siempre que trabaja.
Está inclinada sobre la mesa. Muestra ligeramente su escote. Me da ganas de cogerla en brazos. Llevarla a la cama. Desnudarla. Desvirgarla. Follarla hasta agotarla de placer.
Me muerdo el labio. En silencio. Maldiciéndome. ¿En qué estoy pensando? No puedo dejarme ir así. Y menos con ella. No sé qué pensaría de mí si me leyera el pensamiento. Hasta yo quiero golpearme.
Veo que tantea con la pieza de metal varios puntos. Golpea la roca en todos ellos. Escuchando. A veces, golpea muy débilmente con ayuda del martillo. Y cambia de lugar. Finalmente, se decide. Golpea varias veces con el martillo la pieza de metal. No muy fuerte.
La roca se va agrietando a cada golpe. La grieta acaba rodeándola. Ella mete el metal dentro de la grieta. Vuelve a golpear el metal. Haciendo que se separe. Ella la sujeta. Deja que se abra poco a poco.
Oh. Es sorprendente. Realmente está hueca por dentro. Hay cristales en las paredes. Aunque ella parece un poco decepcionada.
–¿No está bien?– le pregunto –Es bonita.
–Ah. No. Soy yo que deseaba que fuera aún mejor. Para el precio que pedía, se queda un poco corto. Pero para el que has conseguido, es una ganga. Podré hacer muchas joyas con estas gemas. He sido un poco codiciosa– se disculpa.
–Ja, ja. Está bien. Todos siempre queremos más. Realmente me has impresionado. Cambias totalmente cuando te concentras en el trabajo– la halago.
–No puedo evitarlo…– se sonroja.
–No, no. Si es admirable. Y mira el cuarto. Un lugar de trabajo perfecto. La cama, la mesita. Aprovechando el espacio y encima con gusto. ¡Tendré que contratarte para que decores la mía! Bueno, quizás tendrías que empezar por dos que yo me sé– critico a mis pervertidas.
–No te metas con ellas… Mira que me chivo– me regaña, aunque medio riéndose, intentando ocultar su sonrojo.
–No hace falta, ya se lo he dicho yo muchas veces. No me hacen ni caso. Con un poco de suerte, estarán durmiendo– las sigo criticando.
–Imposible. Han venido esta mañana– niega ella
–Xiulan'er, las estás subestimando– me rio –. Ven, vamos a ver si están o no durmiendo.
Ella me mira con incredulidad. La verdad es que estoy casi seguro de que están durmiendo. O eso, o han tenido que salir.
—————
Se deja coger de la mano. Aunque me suelta avergonzada cuando nos cruzamos con otras chicas. ¿Las conoce? Me sigue hasta la cabaña de Bei Liu.
–Espera un momento– le pido.
Entro y salgo enseguida.
–No están aquí. A ver si en la otra.
–¿Puedes entrar?– pregunta sorprendida.
–Sí, me dieron permiso– respondo sin darle importancia.
–Pero… Y si están…
No acaba la frase. Se sonroja. ¿Si están desnudas? No les importaría. Como si no se desnudaran delante de mí.
Cuando salgo de la otra, sonrío triunfante.
–Están dormidas. Ven, ayúdame a despertarlas– le propongo.
–¿Estará bien?– pregunta, no muy convencida.
–Claro. Si no, dormirían todo el día.
La llevo dentro. Mis dos pervertidas están tumbadas de cualquier forma sobre la cama. El camisón semitransparente de Bi Lang medio subido. Bei Liu está bocarriba. Sus pechos apreciables a través de la tela. Yan Xiulan totalmente roja. ¿Quizás no ha sido una buena idea?
Me siento junto a Bei Liu. Sacó dos trozos de hielo. Había un vendedor antes. No le he dicho a mi joyera para qué los quería.
–Pónselo en la espalda– le pido con una sonrisa.
Ella abre mucho los ojos. Duda. Pero lo coge.
–Está frío.
–Esa es la idea.
–Eso es ser muy malo– me regaña.
–¿No quieres vengarte por obligarte a maquillarte? Seguro que tenían ideas peores– aseguro. Las conozco.
Ella se sonroja. Pero asiente. Sonríe un poco. Su mirada es algo más traviesa.
–¡Iiiiiiihhhh! ¡Está frío! ¡Kong!
–¡Iiiiiiihhhh! ¡Está helado! ¡Xiulan'er!
Nos reímos los dos. Ellas se quejan un rato más. En especial a Yan Xiulan.
–No me esperaba esto de ti. ¿Cómo te dejas convencer por él?– la regaña Bei Liu.
–¡Pensábamos que éramos amigas!– protesta Bi Lang.
Ella se ríe. Yo me río. Al final, tengo que besarlas para que me perdonen. Yan Xiulan enrojece de nuevo. Y más cuando le exigen que me bese para que la perdonen. Al final, no insisten. Verla tan roja es su venganza.
–No deberíais poneros algo– sugiere nuestra joyera.
–Supongo que sí– acepta Bi Lang.
Avergüenzan a Yan Xiulan otra vez. Las dos se desnudan completamente delante de nosotros. Sus preciosos pechos a la vista. Sus movimientos sensuales. Sus suculentas nalgas. Su suave piel. Sus largas piernas que se acarician eróticamente al ponerse las medias. Si estuviéramos solos, quizás habrían tardado bastante más en vestirse.
Un poco de qi desvanece todo sudor. Aunque a pesar de ello, prefieren bañarse cuando tienen tiempo.
–¿Y ahora nos vais a decir para qué habéis venido? ¿Qué tal la cita? ¿Os habéis divertido?– pregunta Bei Liu,
–Yo creo que sí. Mira que roja está– señala Bi Lang.
Y claro. Se pone más roja. Se están vengando por el hielo. O simplemente les gusta avergonzarla.
–Me dijisteis que hace tiempo llevabais piercings, ¿verdad?– les pregunto.
–Sí. Si quieres, nos los ponemos para ti. Hay sitios muy eróticos– sugiere sensualmente Bi Lang, mirando de reojo a Yan Xiulan.
Intento no reírme. Son un poco malvadas. Aunque no remolonean en sacarlos y enseñarlos.
–Tengo más en mi cabaña. Si quieres, voy a buscarlos– ofrece Bei Liu.
–No, por ahora es suficiente. ¿Pueden ponerse escondidos? Cómo en la boca– pregunto –. He oído algo así. Pero nunca lo he visto.
–Sí, aunque nunca los he llevado así. Me gusta que se vean. Los más pequeños serían mejores para eso– sugiere Bi Lang.
–Xiulan'er, ¿qué opinas? ¿Podrías grabar runas en algo tan pequeño?– pregunto.
–Creo que sí, aunque sería mejor saber dónde y cómo irían. ¿Qué quieres exactamente?– pregunta.
Parece tan confundida como curiosa. Mis dos pervertidas también me miran inquisitivas.
–Había pensado que hicieras joyas para guardar qi. Si los esclavos las llevan a escondidas, pueden ir almacenando mientras están en sitios donde abunda. Suelen trabajar en algunos de ellos. Así, podrían utilizar el qi para cultivar más tarde. A los estudiantes normales, no les hace falta, pero donde duermen los esclavos el qi es muy poco denso. Podríais consultarlo con Pen. O con Ken, si está disponible. ¿Qué pensáis?– les pregunto.
Las tres se me quedan mirando muy fijamente. Con los ojos bastante abiertos.
–¿No os parece buena idea?– me preocupo.
¿Quizás hay algo en lo que no he pensado? Igual no funcionaría. Tendría que haberlo consultado con las chicas antes.
–¿Quién eres tú y qué has hecho con Kong?– inquiere Bei Liu.
–No puede ser que se te haya ocurrido a ti esa idea. Es demasiado buena– duda Bi Lang.
–Quién lo hubiera dicho– las apoya Yan Xiulan, divertida.
–Xiulan'er, traidora– la acuso.
–¡Es una de las nuestras!– ríe Bei Liu.
–¡Bienvenida!
–Sois odiosas– las critico mientras la abrazan.
Aunque no puedo dejar de sonreír. Son muy divertidas. Incluso han conseguido que Yan Xiulan colabore. Y muy sensuales. Sobre todo cuando me besan apasionadamente en los labios. Entre risas, le dicen a nuestra joyera que ella también. Se niega. Aunque consiguen un tímido beso en la mejilla. Ella no las ha visto. Pero han chocado las palmas cuando lo hacía. Muy roja.
—————
Las tres se van a ver a Pen. Suelen ser un poco perezosas. Pero cuando quieren hacer algo, no hay quien la pare. Y parece que la idea les ha gustado. La pobre Yan Xiulan ha sido arrastrada por ellas. Y amenazada con interrogarla acerca de la cita. Sé fuerte.
Yo me voy a hacer las copias que no he hecho antes. Hago una pausa como siempre. Empotro a Rui contra la pared. Lo disfruta. Por mucho que no tenga piedad. Estoy un poco excitado. En parte culpa de mis pervertidas. Aunque Xiulan'er también es muy sexy.
Incluso después de absorber el qi, continúo penetrándola un rato. Con su boca tapada. Con su pecho presionado por mi mano. Con sus piernas abiertas. Con su espalda chocando una y otra vez contra la pared. Con su vagina siendo perforada sin parar. Apretándome. Vibrando de sus orgasmos. Llena de mi semen.
–A… mo…– me llama, agotada y satisfecha.
Estoy tentado de salir de ella y penetrar su culo. Pero ya llevo demasiado rato fuera. Quizás esta noche.
Tengo que probar un poco más la joya para guardar qi. Así, no necesitaré follarlas para recuperarlo. Las podré disfrutar con más tranquilidad.