Es una sensación extraña. Estar con mis dos pervertidas sin podernos meter mano. Sin poder follar. Como mucho, algo de contacto. Hablando. Riendo. Comentando algunos combates. Se lo parecen estar pasando bien. Yo también.
Estamos especialmente atentos a los combates que nos interesan por el arma. Yo también miro de reojo a las gemelas de vez en cuando. Cuando alguien se acerca a ellas, me siento tentado de ir también. Son un par de estudiantes. Diría que quieren ligar. Respiro aliviado cuando se van con cara de pocos amigos. Parece que los han rechazado sin miramientos. Me miran. Yi me guiña un ojo.
He visto dos combates con bastón. No he encontrado nada inspirador. Sé que hay al menos uno en los combatientes del reino del Cuerpo. Quizás haya algo interesante allí. Aunque no podré verlo de cerca.
De abanico o cintas, algo similar. No son armas muy populares. Las gemelas tienen más suerte. Shi, Song y Ma Lang también podrían haberlo encontrado interesante. No hay combates con arco. Es una arma que brilla a rango. Las arenas son demasiado pequeñas. Al menos a estos niveles.
Finalmente, vuelve a salir Fen Huan. Sus amigas la animan. Su rival usa lanza. Tiene algo más de rango que ella. Pero los ataque son más limitados. Creo.
A diferencia de la anterior, su rival es mucho más serio. Aunque la mira con aires de superioridad.
Ninguno se mueve cuando empieza el combate. Se quedan mirando. Mi pelirrosa es la primera en actuar. Empieza a girar el arma sobre la empuñadura. Cada vez más rápido. Sin duda, es algún tipo de técnica. Hay qi fluyendo. Aunque no sé exactamente qué hace.
Su rival frunce el ceño. Toma una posición defensiva. Apostaría que tampoco sabe lo que ella está haciendo.
Se abalanza hacia él. Cuando está suficiente cerca, le lanza el arma. Va hacia él girando. Parece muy peligroso. Él está inquieto. Imbuye qi en la lanza. Y ataca el arma que rueda hacia él.
Sorprendentemente, la desvía sin muchos problemas. Tarda un poco más en darse cuenta. En realidad, era una finta. Recibe un rodillazo en su entrepierna. Eso debe doler. Me estremezco inconscientemente. No soy el único. También un codazo en la cara.
Consigue saltar hacia atrás. Está arrodillado. Dolorido. Mirándola furioso. Ella se aleja. Aprovecha para recoger su arma. Fen Huan es mejor de lo que pensaba. Aunque he visto otros igual de buenos. O mejores. La verdad es que no sé hasta dónde llegan. Cómo compararlos
Mientras él la mira, ella vuelve a girar el arma. De nuevo ataca. Lanzándola hacia él. Pero esta vez está preparado. No parece una buena idea usar el mismo truco dos veces. Interpone la lanza. Sin mucha preocupación. No deja de mirarla. Seguramente está preparando su contrataque.
De repente, sucede lo inesperado. La lanza es cortada en dos. Ha subestimado el ataque. No ha sido el único. La doble espada de mi pelirrosa sigue hacia él. Rotando sobre sí. No tiene tiempo de esquivar. Apenas puede poner los brazos. Sufre un fuerte daño. Y Fen Huan le ataca justo después.
Hay que decir que todos usan armas proporcionadas por la secta en este torneo. Para que nadie tenga ventaja por el arma usada. Porque se la haya dejado algún pariente. No ocurre lo mismo en reinos superiores. La adquisición de una buena arma se considera entonces parte de la fuerza.
Mi masoquista le pega una patada en el estómago. Al mismo tiempo, recoge su arma. Y la clava hacia abajo. Escudo rojo. Ha ganado de nuevo.
Ya veo. La primera ha sido una finta. La segunda, un ataque real simulando una finta. Muy lista. Aunque no le volverá a servir. Su rival se baja de mala gana. No le gusta haber perdido. Pero no hay duda de que lo ha hecho.
Fen Huan sonríe en nuestra dirección. A sus amigas y a mí. Y se va para prepararse para mañana. Quizás para ver a su rival si no ha luchado aún. O para que la informen. Por sus tácticas, parece que conocía a sus rivales.
Las gemelas también han estado atentas al combate. Y también parecen alegres de que haya ganado. La consideran una de las suyas. También están atentas al segundo combate de los gemelos. Vuelven a ganar. Aunque por poco. Sus adversarios estaban un poco menos coordinados. Pero sus técnicas parecían un poco más poderosas. Su técnica de movimiento los ha salvado más de una vez. Lástima que no hayan perdido.
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Mis pervertidas me despiden con un beso en la mejilla. Como si fueran unas chicas puras e inocentes. Se ríen cuando se van. Parecen incluso algo sonrojadas. Aunque no cuando me han pedido que vuelva pronto a visitarlas. Su sentido de vergüenza es cuanto menos peculiar.
Intento una hoja de la etapa del Alma. Acabo fallando. Hay que tener en cuenta la fuerza del qi. Su concentración. Su densidad. Y no he acabado de hacerlo bien. Aunque creo que no me ha faltado mucho.
Salgo un momento a un callejón. Mejor que recupere un poco de qi. Así que me follo a Rui. La invoco. Le tapo la boca. La otra mano llega a su entrepierna. Juego con su vagina y su clítoris. Frotándolos. Excitándola.
Cuando esta mojada, la empujo contra la pared. Le hago subir las piernas. Paralelas al cuerpo. Abiertas. Aún le tapo la boca. La miro a los ojos. Fuerzo mi miembro en su interior. Mojado. Una y otra vez. Empotrándola contra la pared. Siento su cuerpo desnudo contra mí. Entregado. Llevándonos a los dos rápidamente al orgasmo. La uso. La disfruto.
Entro de nuevo, tras devolverla. Después de que me haya limpiado. También ella se está limpiando. Luego se vuelve a entrenar. Diría que sonríe.
Las gemelas están charlando con la otras. Han querido entrar cuanto antes. Al menos no han ido a ver esos gemelos. Me da rabia pensar en ellos.
Respiro hondo. Tengo que concentrarme. Hago un par de la etapa nueve. Mañana volveré a intentar otra de Alma. Creo que le he pillado el truco.
No veo ninguno de la pandilla esperándome cuando salgo. ¿Quizás vendrán para nuestra cita? Me vuelvo a la cabaña. Para follar a Ning y Rong. Para acabar de recuperar el qi. Y para disfrutarlo mientras lo hago. Penetrando sus vaginas empapadas. Agarrando con firmeza sus suculentos culos. Sus mullidos pechos.
Hoy las chicas no me acompañan más que para comer. Dicen que estoy vago y tengo que practicar. Se ríen.
–¿Pasa algo?– pregunta de repente Yu –Antes también parecías raro.
–No, no pasa nada. ¿Qué tal el torneo?– pregunto, cambiando de tema.
–¡Muy interesante! Había dos gemelos que usan dagas como nosotras. Creo que tendríamos que aprender una técnica de movimiento como ellos. Era muy efectiva– explica entusiasmada.
–Ah, sí, he visto a esos gemelos– digo, intentando disimular lo mal que me caen.
–Oh, ¿qué pasa con esos gemelos?– me pregunta Shi, inquisitiva.
–¿Qué quieres decir? No pasa nada– me defiendo.
–¿Seguro? ¿Cómo es que los estabas mirando? No usaban bastón– sigue interrogándome.
–Bueno, ellas estaban mirando y me he fijado– respondo, en un tono que quiere ser neutro.
–Mmmm, parece que no te caen bien– sugiere Liang.
–Ja, ja. Está celoso– se burla Song.
–¿¡Quién está celoso!?– protesto.
–No hay duda– afirma Shi.
No eran celos, ¿verdad? Empiezo a dudar. ¿Yo un exesclavo teniendo celos?
–Oh, si no tienes celos, quizás deberíamos hacerles una visita. Eran guapos– sugiere Yi, traviesa.
–¡Yi!– exclama Yu.
–Mirad que cara ha puesto– se burla de nuevo Song.
Aparto la mirada. Sí que me ha dolido cuando ha hablado Yi. ¿Quizás sí que estoy celoso?
–Solo los mirábamos por el combate. No hagas caso a Yi. Solo te estaba molestando– me abraza Yu.
–¿De verdad estabas celoso? Je, je– ríe Yi.
De repente la cojo del pie y la arrastro hacia mí.
–¡IIiih! ¡Para! ¡Ja, ja, ja! ¡¡Para!! ¡¡Ja, ja, ja!! ¡Era broma! ¡Para! ¡Ja, ja!
Le he empezado a hacer cosquillas. Pero paro. Me siento culpable.
–Lo siento. No lo entiendo. Cuando has dicho de ir a verlos. La sola idea de perderos…– confieso, soltándola. Soy incapaz de ocultarles nada.
–Tonto– me abraza también Yi, junto a su hermana.
Me doy cuenta de que las dos están llorando. Pero no parecen tristes. Hay también lágrimas en mis ojos. No tardo en ver más abrazos. Todas acaban sobre mí. Medio riendo. Medio en broma. Medio en serio. Y aprovechan para burlarse. Incluso me inmovilizan para que Yi pueda vengarse y devolverme las cosquillas.
No sé muy bien cómo ha sido. Como he podido sentir celos de repente. Y más cuando sé cuánto me quieren. Aun así, acabo pidiendo unos cuantos besos. Y, aunque con algunas risas, me consienten.
Cuando se van, me quedo practicado la técnica de Ying y Yang. He conseguido imbuir varias fibras musculares sueltas. Shi ha dicho que mañana la llene bien. Que mantendrá mi semen en su interior. Para tener Yang para practicar. Lo ha dicho muy seductora.
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Aparece Shu. No es una sorpresa. Ya lo había mirado en la lista de trabajos para los esclavos. Por suerte, no hay torneo por la tarde. Si no, estarían todas muy ocupadas.
Se tira en mis brazos cuando entra. Me acaba tirando a la cama. Desvistiéndome. Agresiva. Sin duda, ha sido premeditado.
Me cabalga con pasión. A menudo inclinándose para besarme. Dejándome contemplar su cuerpo desnudo. Dejándome sobarla a veces. Teniendo por una vez ella el control. Luego se queda estirada sobre mí. Abrazándome. Hablándome de las demás. De sus problemas. De lo que han averiguado sobre los matones.
Me mira inquisitiva cuando me dice que muchos están en sus cabañas. Al parecer, no se encuentran muy bien. Con diarrea. Aparto la mirada. Se ríe. Sabe que no puedo contárselo. Y sabe que he sido yo. Aunque, como solo es una opinión, no tendrá que confesarlo. Nunca nos lo preguntan. Solo hechos.
Me entristece una vez más cuando se tiene que ir. Me la hubiera quedado un rato más. Mimándola. Alejándola del infierno de todos los días. Incluso para siempre. Por ahora, es imposible. Aunque me estoy asegurando de ayudarlas para que vayan avanzando a la etapa dos. Espero que anuncien algo sobre los esclavos pronto. Espero que no acabe en nada.
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Sigo practicando hasta que se pone el sol. Y voy a mi cita. Hay unos quince esperándome. Algunos parecen estar sufriendo un poco. Y rascándose. Sonrío para mí. Se lo tienen merecido. Espero que salga bien.
–¿Qué es lo que quieres para parar esto?– pregunta nada más llegar el que debe de ser el jefecillo, apretando los dientes.
Está menos arrogante que la última vez. Quizás furioso. Pero no puede empezar una pelea aquí. No puede hacerme nada. Ni creo que sea capaz en su estado.
–Nunca he querido nada. Vosotros empezasteis. Yo solo reacciono. Prometed dejadme en paz y yo haré lo mismo.
–¿Solo eso?– pregunta sorprendido.
Supongo que esperaba que le pidiera puntos. O píldoras. Podría hacerlo. No me sentiría culpable por extorsionarlos. Pero decidimos que mejor no forzar demasiado. Si los arrincono, podrían buscarme problemas de alguna forma. A pesar de la promesa.
–Quiero la promesa firme. Por el dao– exijo.
Se miran. Una promesa de ese tipo no se puede romper así como así. Pondría en grave peligro su futuro progreso. El cabecilla me mira.
–Prometo por mi dao no actuar contra ti si tú no lo haces contra nosotros. ¿Es suficiente?– me pregunta, con la mano en el estómago.
Supongo que está sufriendo. Que tiene prisa. Eso juega en mi ventaja.
–Es suficiente para ti– respondo, mirando el resto.
Los demás lo prometen también. Bien, debería ser suficiente.
–Los síntomas desaparecerán en dos días. Mañana serán menores. No volverán a surgir sin mi intervención. Para los picores, devolved las ropas que hayáis recibido en los tres últimos días a la lavandería. Mejor también las que recibáis en los siguientes dos. Y bañaros bien. Eso es todo.
Me miran con algo de sorpresa. Pero no dicen nada. Se van bastante rápido. Supongo que necesitan "evacuar". No sé si me han creído, pero lo harán en un par de días. Quizás no sabían que también tenía que ver con los picores. Bien, no creo que me molesten más. Si corre la voz, menos querrán meterse conmigo. Si consigo que me dejen en paz, será perfecto.
Me vuelvo. Me esperan mis esclavas. A las que hago servirme. De práctica para Ning. Intento que el resto le sirva de ejemplo. Quizás con Rui lo consigo. A Bronceada le falta un poco de entusiasmo. Aunque es obediente. Lo contrario que Ning. Le sobra entusiasmo.
Las chicas deciden "curarme" los celos mimándome. O solo es una excusa. Pero no seré yo quien me queje. Las gemelas se quedan las dos durmiendo conmigo. Me ha costado darme cuenta. Me lo han tenido que chivar. Se han enfadado un poco por los celos. Pero también se han conmovido. Me han hecho mimarlas más de lo de costumbre.
También me han amenazado. Me han prohibido volver a tener celos. No sé si es algo que pueda evitar del todo. Lo que está claro es que tengo que disimular mejor. Que los lleve solo por dentro.
Como advertencia, me han hecho cosquillas antes de dormir. He intentado contratacar, pero eran dos contra uno. Dos preciosas rubias de ojos verdes que se ven adorables cuando duermen. Una a cada lado. Usando mi cuerpo de almohada.