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Sin compasión

Siendo cómplice de las conspiraciones de las otras tres, traigo a las dos gemelas con la cama. Aún adormiladas, las ataco. Acaricio sus piernas. Sus entrepiernas. Chupo alternativamente sus pezones.

–¡Aaah! ¿Qué…? ¡¡¡Kong!!!– exclaman casi al mismo tiempo.

Las otras tres se ríen.

–¡Es cosa vuestra!– las acusa Yi.

–Kong, traidor– me acusa Yu tímidamente. Casi me hace sentir culpable.

Pero, de repente, reaccionan. No sé cómo, pero soy yo el que está en la cama. Mi miembro agarrado por las dos. Ambas orejas siendo atacadas por sus lenguas. Aunque lo peor está por venir. Song y Liang se unen contra mí. Shi se queda vigilando.

–Traidoras– soy yo ahora el que protesta.

Pero nada puedo hacer contra ellas. Al cabo de un rato, Yi me está cabalgando y besando. Las otras tres juguetean con mi cuerpo. Ya hace rato que me he rendido. Y cuando Yi acaba conmigo, sigue Yu. Quizás algo más reticente. La verdad es que no me dan opción. Pero casi prefiero no tenerla. Solo que preferiría que no me pellizcaran. Ni se rieran de mí. Liang parece haberse integrado demasiado bien.

Cuando acaban conmigo, las envío a todas a la Residencia. Para que discutan el plan. Mientras yo me ocupo de las otras dos. Mientras vengo mi "humillación" con ellas. A Rui la penetro analmente como premio por haber soportado a Ning. Yo de pie. Ella alzada. De espaldas a mí. La cojo por las piernas abiertas. Está totalmente expuesta. A Ning le hago que le lama su entrepierna. Rui gime ahogadamente. Su boca cubierta por un trozo de tela que muerde. Convulsiona violentamente en sus orgasmos.

A Ning la penetro de pie. Con una de sus piernas en el suelo. La otra alzada hasta mi cabeza. Ha ido ganando mucho flexibilidad. Supongo que el qi ayuda. La penetro desde un lado. Está totalmente expuesta. Totalmente sumisa.

Llevo sus piernas hasta el límite. Mezclo dolor con placer. La hago besarme. Servirme con un beso. Que busque mi placer en lugar del suyo mientras me la follo. Que me apriete con su vagina. Que intente frotar sus pechos contra mi cuerpo. Que con sus manos me acaricien. Que me sirva. Solo cuando estoy satisfecho le dejo correrse.

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Convoco a las cinco para acabar de decidir nuestros planes. Acordamos ir hasta el acantilado, dando un rodeo. Queremos llegar a la cima. Lejos del alcance de las hienas. Quizás podríamos enfrentarlas, pero no queremos correr ese riesgo.

Me acompañan las gemelas como "escolta". O, más bien, porque "ahora les toca a ellas". A Liang no le han dado la oportunidad. Dicen que ya ha estado mucho conmigo. Aunque creo que solo es por hoy. Además, Liang tiene un arma muy poderosa. Una adorable tigresa que, por ahora, solo le hace caso a ella.

Me preocupa un poco que usen dagas. Una lanza parece mucho más segura. Al menos contra bestias. Poco después, por dos veces, me demuestran que son más que diestras. Quizás no sean las armas ideales para cazar, pero son suficientes para enfrentarse a bestias de menor nivel. Puede que incluso de nivel comparable. Sobre todo, si luchan las dos juntas.

Se sincronizan increíblemente bien. Mientras una la distrae, la otra asesta un golpe en sus puntos vitales. La primera vez les ha costado un poco más. No están habituadas a buscar esos puntos en bestias. La segunda, no les ha durado nada. Aunque mi nivel es superior al suyo, dudo que me pueda compararme a ellas juntas. Mi único mérito es detectar a los enemigos. La verdad es que casi dan miedo. Diría que tienen mucho talento. O a mí me lo parece. Cuando les digo lo increíbles que son, se sonrojan. Adorables es poco para describirlas. Incluso Yi se muestra tímida.

A pesar del peligro que siempre acecha, ha sido un "paseo" de lo más agradable. Con sus risas. Con su conversación. Con sus besos. Con el contacto. Si no hemos follado, ha sido porque no era buen momento. Y porque tenemos un objetivo que cumplir. Yi ha dicho que era como una cita. No es algo que haya experimentado como esclavo, pero no me importaría repetirlo. De hecho, con Shi y Song también ha sido parecido.

Mi situación ahora mismo es un tanto extraña. De alguna forma soy libre. No tengo que rendir cuentas a nadie. Me estoy incluso preguntando si tengo que volver. Si quizás no pueda quedarme aquí, al menos hasta que llegue al siguiente reino y pueda convertirme en estudiante. Es cierto que el lugar es peligroso, pero hay zonas que no lo son tanto. No para nosotros. Es algo que tendremos que discutir. La verdad es que, por ahora, todo esto es nuevo para mí.

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Cuando llegamos al acantilado, podemos ver lo que pasa más abajo. Los estudiantes han subido por una especie de sendero, hasta donde han podido. Ahora están atrapados, el supuesto sendero acaba en la pared de piedra. Las hienas tienen que pasar por ese mismo estrecho camino para llegar. Parece fácil de defender.

–No están en muy buenas condiciones– señala Yi.

–Hay varios en el suelo. No sé si están heridos o descansado. Y hay menos de los que decíais– observa Yu.

Es cierto, solo hay cinco. Faltan tres. Uno debe de ser el que hemos visto los restos. Los otros dos deben de haber caído en algún momento. O han escapado. Llamo a las otras tres. Los seis vemos de lejos una pelea entre uno de ellos y una hiena. La hiena se retira al cabo de un rato. Y sube otra. Supongo que la han herido.

–Las bestias pueden atacar sin parar. Para ellos, cada herido es difícil de recuperar. Pueden defenderse bien allí, pero no pueden escapar. Si siguen así, irán cayendo poco a poco– valora Shi.

Siempre me sorprende. Creo que a todos. En un momento ha entendido la situación. Nadie lo ha visto tan claro como ella. Hasta que lo ha explicado. Creo que tiene toda la razón. Están sentenciados. Podríamos salvarlos con una cuerda. Pero no ganamos nada con ello. Todo lo contrario, me pondría en peligro. Y, sinceramente, si mueren, me está bien.

–Acerquémonos– sugiere Song.

–Mejor que nos tapemos primero, por si acaso. No vaya a ser que nos reconozcan y al final no mueran– sugiere Yu.

Yu ha sido muy dura en su tono de voz. Incluso había desdén. Supongo que Liang les ha explicado el trato que han tenido con nosotros. La verdad es que tampoco ni Shi ni Song parecen tenerles ninguna simpatía.

–Lo que tenemos que pensar es como hacernos con el anillo y lo que contiene. Sería una pena que se lo tragara una hiena. Sería muy difícil de recuperar– añade Yi.

–Podemos ofrecerles salvar a la estudiante que quiera, incluso si es Pu Rong. Siempre que se conviertan en esclavas de Kong– sugiere Liang.

Hay ánimo de revancha en su voz. Y la esclavitud es algo normal para nosotros. A pesar de que eso podría salvarle la vida a Pu Rong. También podríamos subirlos a todos y matarlos. Y quizás forzar a las estudiantes como esclavas. Pero tiene algunos riesgos. Y creo que ninguno queremos cruzar esa línea. La de la traición.

Matarlos no nos importa. Pero mentirles para ejecutarlos a traición es algo que va más allá de lo que estamos dispuestos a hacer. Quizás sea el haber sido esclavos. Quizás nuestra mentalidad lo impide. O quizás sea nuestro carácter, no estoy seguro. Aún menos en el caso de las gemelas, que sé que no podrían. De hecho, de hacer algo así, no sé como nos mirarían. La traición de su prima les ha dolido mucho.

Llevamos las caras tapadas con capuchas y unas máscaras. Yi ha tenido que darle un golpe en la cabeza a Yu. Hemos tenido que detenerlas antes de que la armaran de nuevo. No aquí. Ya se pelearan luego, de eso no hay duda. El motivo es que a Yu se le estaban "subiendo los humos". Yi se había reído cuando su hermana compró las máscaras, diciendo que no servirían de nada. Ahora se ha vengado sin decir nada, pero con una sonrisa que lo decía todo. Mirando por encima del hombro a su hermana. Shi y Song casi no podían contener la risa. Liang no entiende nada. Supongo que ya se lo contarán.

Llegamos al punto más cercano. Sobre sus cabezas. Por ahora, no nos han visto, no están mirando hacia arriba. Más bien lo hacen hacia abajo. De los cinco, hay tres heridos. A uno de ellos le falta un brazo. Los otros dos están vendados. No sabemos cuán grave es. Hay dos candidatas. Pu Rong y una estudiante herida. Era una de las que nos apuntaba con la espada. No me da ninguna pena. Ninguno de ellos.

Decidimos que sea yo quien hable. Bueno, deciden. Me asomo de nuevo al acantilado. Intento dar un tono más grave a mi voz. Y sonar arrogante. Aunque dudo que la reconozcan de todas formas. Poco o nada me han escuchado.

–Salvaré a las mujeres que acepten convertirse en mis esclavas. Y que traigan suficientes regalos. Seguro que habéis recogido algunas pieles.

Se giran sorprendidos hacia mí. No esperaban que alguien pudiera acudir. Aunque no creo que les haya gustado mis palabras. La verdad es que no sé si alguna aceptará. O le dejarán que acepte. Pero no vamos a correr el riesgo de subirlos a todos. Los queremos muertos. A ellas, si aceptan ser mis esclavas, las puedo confinar en la Residencia. Y usarlas cuándo y cómo quiera. Reconozco que la idea de follar a Pu Rong me excita. Pero no voy a hacer ninguna tontería para conseguirlo.

Si no hay suerte, intentaremos buscar entre los restos cuando las hienas se vayan. Una vez hayan acabado con ellos. Es cierto que estaría bien tener la carne, pieles y demás, pero tampoco es cuestión de vida o muerte.

–Sácanos de aquí. Te daremos todo– grita uno.

–Esas eran mis condiciones. No voy a cambiarlas.

–Vete a la mierda. Prefiero estar muerta– me escupe la que está herida.

Aunque difícilmente su saliva va a llegar hasta mí. Los otros gritan, primero pidiendo ayuda y luego enfadados. Pu Rong no dice nada. ¿Se lo estará pensando?

–Estaremos por aquí, hasta que os devoren. Si alguna acepta las condiciones, que haga una señal. Nos asomaremos de vez en cuando.

Me aparto del acantilado. Ignoro sus insultos. Subía otra hiena. Pronto estarán entretenidos. Cuando miro hacia las chicas, están en el suelo. Retorciéndose. De risa.

–Lo siento, ja, ja. Esa voz… Ja, ja– ríe Song.

–Pffffft– reprime la risa Shi, con una mano en el estómago, sin mirarme.

–Has estado muy bien– me halaga Liang –. Ja, ja, ja, ja.

Pero tampoco aguanta mucho más la risa. Y las gemelas se tapan la boca la una a la otra. Tienen lágrimas en los ojos. Y están un poco rojas. No puedo hacer sino resignarme y esperar que se calmen. Aunque es tentador enviarlas a todas al agua. Si no fuera porque aún sería peor.

–Vamos, vamos, no pongas morros– se acerca Liang.

Se está aguantando la risa, es demasiado evidente. La verdad es que no me había dado cuenta de que lo estaba haciendo. Todas me miran. Y estallan a carcajadas.

–¡Ya está bien!– protesto.

Pero no puedo hacerlo sin reír. Al final me han contagiado. Y eso que es un tanto humillante. Yo pensaba que sonaba muy serio. Tardamos en calmarnos. Lo que es peligroso. Podría acercarse alguna bestia.

Al final estamos los seis un rato charlando. Sin dejar de vigilar. Incluso nos traemos a la tigrecita. La rodean para evitar que escape. Pero no hace falta. Se acerca a mí y se restriega en mis piernas. Y en las de Liang. A las otras las ignora, muy a su pesar.

Hacemos que sean ellas quienes le dan de comer. No se acerca hasta que se apartan un poco. Luego vuelve y se acomoda sobre mis piernas. Me había sentado y me ha tomado como una cama. Justo antes, había estado jugando en la Residencia con unas ramas. Estará cansada. Es muy suave. Es relajante acariciarla. Espero que se acabe acostumbrando a ellas pronto. Su expresión de lástima por no poder cogerla es conmovedora.

A Liang le va a dar algo si vuelve a reírse. La están mirando mal. Y a mí. Al final no podemos evitarlo. La cría nos mira, como si no entendiera que nos pasa. De repente oímos un grito.

–Uno se ha caído o lo han tirado. Lo están devorando. Los otros me han mirado con bastante odio, pero también parecen bastante desesperados. Se lo merecen. La de pelo azul parecía querer decir algo, pero no se ha atrevido. Puede que acepte si tiene la oportunidad– explica Shi, que se ha asomado –. Podríamos dejar a Bang Rui que vigile.

Song pone mala cara al oír el nombre, pero acepta. Le doy ropa y espero que se vista. La traigo. Le explico lo que tiene que hacer. La cuerda está atada a un árbol cercando. La cogimos del almacén en la secta hace algún tiempo. También le dejo que esté armada. Las demás esperan más allá. Ella obedece sin poner ninguna pega.

Quedan cuatro, uno malherido. El resto cansados, y no en plena forma. Tienen un breve descanso mientras se comen a su compañero. No sé si se atreven a mirar como le abren y se comen sus entrañas. Pero pronto volverán a estar bajo ataque. No sé si durarán hasta la noche. Nosotros disfrutamos de un inusual pícnic. Habría quien diría que somos muy fríos.

Cocemos la carne de una especie de jabalí gigante. Se ha acercado y le hemos atacado entre todos. Su piel es dura, pero entre seis y de más poder, no ha podido resistir. No hemos querido encender un fuego allí, así que Song y Liang lo han hecho en la Residencia. Luego hemos comido todos juntos. Los siete. Cría incluida. Las mira con recelo. Y a veces les gruñe. Pero cada vez menos. Parece entender que están con Liang y conmigo. Me pregunto si sentía la hostilidad de los estudiantes.

Al final, Liang le lleva algo a Rui. Estaba babeando. A pesar de todo, tampoco es cuestión de matarla de hambre. Aunque tampoco a Liang le cae bien. La odia por lo que le hizo a Song. Pero, por dentro, creo que es la más blanda de todos nosotros.

Me sorprender un poco que Rui no tenga ninguna reacción a la situación. O a la muerte de un estudiante. Puede que incluso conociera a alguno de ellos. Pero ni se inmuta.

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