La civilización mágica había alcanzado su apogeo. El mundo que la forjó estaba al borde de la destrucción. El último superviviente trasmigró al pasado cuando la civilización mágica comenzaba a crecer. Innumerables magos transitaban con torpeza el arduo camino del conocimiento mágico. Él, que provenía del fin de la era mágica, busca alcanzar la cima.
Tras copiar el último carácter de la fórmula Fígaro, Lin Yun cerró cuidadosamente
su libro y abandonó la decadente biblioteca.
Una grieta profunda se extendía en el cielo, proveniente de la tormenta del
inframundo. El sol de color rojo sangre parecía estar dando sus últimos rayos,
derramando luz y calor. La cruel y ardiente luz solar inundaba cada esquina de la
ciudad y formaba una niebla de vapor, llevándose con ella los pocos vestigios de
vida del lugar.
La torre en el centro de la Ciudad Heiss aún funcionaba, pero con una luz tenue y
deprimente que hacía creer a la gente que el hombre anciano que la había
protegido durante los últimos trescientos años, ya había pasado sus mejores años
y, al igual que esta era, estaba llegando a su fin.
Este lugar era Noscent, un mundo que alguna vez fue la cuna de una magnifica
civilización mágica, pero ahora estaba a punto de morir debido al agotamiento del
maná.
Cuando Noscent estaba en auge, los humanos eran capaces de llevar la magia a
niveles extraordinarios. Los magos de aquel tiempo poseían un poder
descomunal. Solían enviar expediciones a través de las numerosas praderas y
otras razas se estremecían ante su presencia tras ser subyugadas.
Incluso se proclamaban dioses. De hecho, si el maná no se hubiera agotado,
varios de ellos podrían haber vivido casi eternamente con poderes divinos gracias
a sus conocimientos acerca de los secretos de la magia.
Lamentablemente, estos tiempos de grandeza habían llegado a su fin junto con el
maná del mundo.
Los humanos se debilitaban día a día. La gran flota mágica se mantenía encallada
en el puerto. El cañón de cristal mágico ya no dejaba salir su estruendo
ensordecedor y aquellas numerosas praderas recuperaron nuevamente su paz,
libres de la amenaza de estos conquistadores.
Incluso los magos que alguna vez se atrevieron a desafiar a los dioses
comenzaron a caer. Quedaron impactados al descubrir que estaban a la merced
del inexorable paso del tiempo tras haber perdido sus habilidades mágicas.
Nombres que solían conjurar memorias heroicas ahora se encontraban
engravados en tumbas. Sufrieron el declive de Noscent y gradualmente quedaron
olvidados en las cenizas de la historia.
Las únicas cosas que quedaron fueron los libros de magia en la biblioteca de la
que Lin Yun había salido. Cada uno de ellos contenía la cristalización de las
experiencias y el conocimiento de muchas vidas. En la era pasada, antes del
agotamiento de maná, un botín así hubiera hecho que cualquier mago saltara de
alegría.
Pero ahora, estos libros yacían en la biblioteca intactos, cubiertos de una gruesa
capa de polvo. Carecían de significado, salvo como recuerdo de la gloria pasada
de Noscent.
Para Lin Yun, ni siquiera eran tan útiles como la fórmula Fígaro. Al menos la
fórmula le permitía extraer un poco de maná del vacío al meditar. En este mundo
privado de maná, libros con poderosos hechizos y gran conocimiento mágico
servían solo como material de lectura ociosa.
Desde que llegó a Noscent hacía veinte años, Lin Yun lamentaba su infortunio.
¿Acaso no era la migración una manera de salvar su mundo y disfrutar de una
vida plena? ¿Por qué debía cazar su comida en el desierto? ¿Por qué tenía que
ser enterrado junto con este mundo moribundo?
La vida era muy injusta.
Por lo menos, debería haber terminado en una mejor época. Como el Noscent de
hace muchísimos años.
Aunque la civilización mágica estaba lejos de la madurez en ese tiempo, montones
de magos se abrían camino explorando los distintos usos de la magia. Los
humanos aún no habían alcanzado su máximo potencial, el cual algún día les
daría la capacidad de hacer milagros usando la magia.
Al menos, en aquel tiempo, Noscent todavía no había visto su cielo destrozado por
la tormenta del inframundo, ni su tierra reducida a interminables desiertos. El
mundo todavía estaba rebosante de maná.
Pero lo más importante de todo era que la gente de aquel tiempo no sufría
incontables pesadillas sobre el inminente fin del mundo.
Lin Yun resopló. Arrastró su cansado cuerpo por una calle con un silencio
sepulcral. No había ningún sonido en los alrededores, dando la impresión de que
Lin Yun era la última persona en el mundo entero.
Noscent estaba encaminada lentamente hacia su muerte. Los recursos naturales
de los cuales la humanidad dependía para sobrevivir estaban siendo
desmantelados a diario. La población humana de Heiss era cada vez más escasa.
A este ritmo, no durarían hasta el verdadero fin del mundo. Con este silencio,
Heiss parecía estar convirtiéndose en una ciudad fantasma.
Lin Yun sentió escalofríos al pensar en ese desesperante futuro tan cercano.
—Qué extraño, hace un poco de frío —pensó Lin Yun—. En los veinte años que
llevaba viviendo en Heiss, se había acostumbrado al cruel sol y al desierto
recalcitrante en las afueras de la ciudad. Esta sensación de frío, que jamás había
experimentado en todo ese tiempo, recorría su cuerpo como una serpiente,
dejando una sensación cosquilleante en su espalda.
Una expresión de pánico brotó en la cara de Lin Yun, mientras levantaba su
cabeza para mirar al cielo antes de empalidecer de miedo.
El cielo en Heiss estaba completamente negro, la oscuridad sin fin se apoderaba
de toda la luz entre el cielo y la tierra. La torre refugio que había protegido la
ciudad por varios milenios finalmente agotó todo su maná.
Con la extinción de ese resplandor, la tormenta del inframundo se extendió por el
cielo. Un gran meteorito en llamas cayó desde el cielo.
La tierra estaba colapsando. El mundo entero se movía ferozmente de lado a lado
mientras grandes edificios se derrumbaban. Las vidas se extinguían, una tras otra.
Había gritos de ayuda, plegarias, alaridos…
Heiss, silenciosa por un milenio, de repente se tornó extremadamente ruidosa.
Sangre y llamas atestaban cada esquina de la ciudad. La última ciudad de la
humanidad llegaba a su fin.
Cuando Lin Yun despertó, vio que el cielo estaba despejado. No había ninguna
grieta rasgando el cielo ni ningún sol sangriento. Tampoco había ningún desierto
afuera.
Bosques frondosos con cordilleras de montañas, ríos fluyendo, todo en este
mundo estaba lleno de una vitalidad infinita.
Naturalmente, también había maná. Maná por todos lados.
Comparado a la era final de hace tantos años, este Noscent la superaba en
riqueza con abundante maná por doquier. Incluso el aire parecía expedir un fuerte
aura de maná, inagotable maná que cualquier mago podría aprovechar y
despilfarrar sin remordimiento.
Para Lin Yun, quien había vivido más de veinte años en una era de infertilidad y
decadencia, pendiente de juntar de cualquier manera la más ínfima cantidad de
maná, este era el paraíso que anhelaba.
Pero ahora Lin Yun no tenía tiempo para estar feliz por haber despertado en tal
paraíso.
Acababa de descubrir que estaba ocupando un cuerpo desconocido.
De las memorias que quedaban en su mente, el dueño original de este cuerpo se
llamaba Mafa Merlin y era un mago aprendiz que se encontraba bajo el tutelaje del
Archimago Sethman. Su padre, Locke Merlin, llevaba un negocio de alquimia.
Solía estar a cargo del Oro Destellante, una de las siete grandes cámaras de
comercio de la Ciudad de Mil Velas.
Todo parecía genial: una familia acaudalada y un futuro prometedor.
Lamentablemente, esto era algo del pasado. Mafa Merlin era muy desafortunado.
Acababa de consagrarse como Aprendiz de Mago nivel 9, tan solo a un paso de
poder usar la túnica negra y convertirse en un mago respetable. Pero entonces, su
influyente padre tuvo un accidente.
Una tormenta engulló una flota de la cámara de comercio «Oro Destellante»,
incluyendo a Locke Merlín. Cientos de personas no lograron sobrevivir y los
invaluables bienes se hundieron en el fondo del océano.
Fue un verdadero desastre y conmocionó a la Ciudad de Mil Velas.
Naturalmente, eso incluyó a los acreedores de la cámara de comercio.
La cámara de comercio «Oro Destellante», una de las siete cámaras de la Ciudad
de Mil Velas, fue vaciada de la noche a la mañana por estos acreedores. No solo
eso, las familias de las víctimas fueron a pedir compensaciones a diario, llorando
por sus familiares y llevándose los remanentes objetos de valor de la cámara.
Tras perder su fuente de ingreso, Mafa Merlin no podía permitirse continuar con
sus costosos estudios mágicos y no tuvo más opción que renunciar a su camino
para convertirse en mago un mes antes y volver a casa para ayudar a lidiar con
las deudas.
Su enorme residencia ahora estaba completamente vacía, ni siquiera las ratas
querían estar ahí. El último sirviente había escapado hacía tres días con algunas
docenas de monedas de oro y todo lo que pudiera encontrar. Y ahora, además de
un mayordomo anciano con lealtad inquebrantable, solo quedaba Lin Yun.
—Ah, claro, también está el contrato —recordó.
El primo más joven de Locke, Fario, había enviado un contrato. De acuerdo al
árbol genealógico, era el tío de Mafa. Cuando Locke aún estaba allí, se encargaba
de este joven primo, dándole tajadas de sus negocios cada año. Luego, gastó
mucho dinero y usó todas sus conexiones para conseguirle una posición como
oficial de seguridad pública. Era un trabajo muy lucrativo y le daba grandes sumas
de dinero.
Era lo mismo esta vez. Antes de que Locke se embarcara al mar, le entregó a su
primo un contrato prometiendo una parte de las ganancias, como siempre. No
necesitaba hacer nada y recibiría un gran pago al final del viaje.
Nadie podría haber pensado que un desastre extraordinario iba a ocurrir en el
viaje, como nadie había esperado que, justo después de la muerte de Locke, este
querido primo traería el contrato para exigir el dinero prometido en los términos.
Este era el contrato que se encontraba ahora frente a Lin Yun. No era una gran
cantidad, un total de 8000 unidades de oro. Cuando Locke aún vivía, uno de los
experimentos de magia de Mafa habría costado más que eso.
Pero en este momento era un problema.
Para el Mafa Merlin actual, deber esa cantidad de dinero era suficiente para
inducirle desesperación. No sería capaz de conseguir esa cantidad de dinero aún
si vendiese su cuerpo entero. Incluso eso no funcionaría. El Fario actual no era tan
amable como antes…
Conforme se acercaba la fecha de pago, Mafa estaba cada vez más y más
exhausto física y mentalmente. Un día, finalmente, colapsó después de comerse el
desayuno. Inexplicablemente, quien despertó horas más tarde fue Lin Yun.
— Este hombre es tan desafortunado…—reflexionó Lin Yun.
Luego de digerir las memorias que quedaban en su mente, no quedaba nada que
hacer más que suspirar. Este tipo, Mafa Merlin, era verdaderamente
desafortunado. Caer en tal pozo no era fácil para un joven de una familia
acaudalada y con un futuro prometedor.