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La banda

Seni bela diri
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Ringkasan

¿Cómo un borracho, drogadicto y un terrible ser humano puede ser un buen líder? Ese es el problema, ¡NO SE PUEDE! Cuando Houston despierta, la vida le recuerda sus errores pasados en forma de cuatro criminales furiosos. En un encuentro con ellos, termina brutalmente golpeado. Por suerte, le llega una salvación (o desgracia). Un dios lo elige a él y a los criminales para participar en un juego que consiste en tres pruebas mortales y peligrosas. Ahora, Houston termina convirtiéndose en el líder de los criminales y deberá embarcarse en una frenética y peligrosa aventura, donde se explorará como ser humano y entenderá que hasta el peor de los hombres puede cambiar.

Chapter 11. Houston y Max

Toda aventura siempre tiene a un héroe digno, capaz y valiente; sin embargo, es absurdo pensar que existe alguien así en este mundo de mierda. 

A las afueras de una inmensa colonia se hallaba un sujeto que parecía y se comportaba como un niño pequeño. Era alguien peculiar por sus coloridos ojos: el izquierdo de un intenso rojizo y del lado derecho un vivo verde. Su actitud infantil combinaba con su brilloso y coqueto cabello castaño. Era alguien único; alguien peculiar. 

La gente que notaba su presencia, lo percibían con rareza. Aunque es algo normal, porque ver a un hombre de más de veinte años dando saltitos era algo extraño. ¡Pero no para Max!

—¿Dónde estará mi bello novio? —se preguntó. Dudoso se fijó en todas las casas de aquella colonia en la que estaba rondando. Sorprendentemente, las casas no eran más que carpas y alguna que otra estructura de madera algo podrida. —Dios, este lugar es algo curiosito... No sé porque tuvo que vivir aquí mi pitudo—comentó. 

Así qué, observó su teléfono buscando una ubicación entre varios mensajes en el chat de alguien llamado "Houston". —¡Listo, aquí está! —exclamó. 

Caminó por las banquetas mientras se guiaba por un GPS. Y después de un rato, se detuvo. Había llegado.

—Creo que es aquí—. Frente a sus coloridos ojos se postró una casa (horrible). 

El patio muerto, la entrada no era más que una reja y, además, no había ni una ventana. —¿¡Cómo puedes vivir aquí!?—se sorprendió. Con suavidad y delicadeza, tocó. —¡Príncipe hermoso, despierta! —. No hubo respuesta. 

De nuevo volvió a tocar. Fue en ese segundo toque donde una voz demasiado ronca y grave se escuchó. —¿¡Quién carajo es!?—preguntó la voz grave.

—¡Soy yo, tu noviecito Max! —comentó con dulzura.

—¿Novio? —preguntó desconcertado.

—Chi.

—Mierda, ¿Me haces el favor de irte, Max? —solicitó.

—¡Nopi! Quiero que me abras y la puerta también —albureó.

—¡Ya vete! ¿Qué haces aquí? —preguntó la voz grave.

—Es que tengo que decirte algo importante— dijo Max.

—¿Eh? ¿Qué puede ser más importante que la dormida que me andaba echando ahorita? —preguntó molesto.

Max soltó un pequeño suspiro. —Solo abre—dijo.

Aparte de la reja en la entrada, también había una puerta hecha de madera. 

La chapa de la puerta sonó hasta que se abrió por completo. Fue en ese momento que un hombre hizo su aparición. Y no solo eso, pues una extraña combinación de olores llegó a su nariz: Sudor, humo, humedad y posiblemente sangre. El rostro de Max fue indescriptible a oler aquello.

—¿Y bien? ¿Qué quieres? —preguntó el hombre. 

Max estaba a punto de responder su pregunta, pero vio algo extraño. 

—¿Entonces? —volvió a preguntar el hombre.

—¡Estás desnudo! —exclamó Max mirando fijamente el miembro peludo del hombre. —No recordaba que tuvieras tanto vello, ¡cógeme y hazme tuyo, por dios, Houston! —suplicó.

—¿Podrías parar ya con eso de que somos pareja? —se molestó. 

Houston se trataba del apodo-nombre que el sujeto poseía. Tenía un cabello largo, que parecía no ser cepillado nunca. Por otro lado, su barba desaliñada demostraba que Houston se duchaba una vez cada mil años. Y también tenía demasiado pelo en su zona intima, en su pecho, axilas y en su rostro.

Lleno de lujuria, Max se puso de rodillas e intentó meterse a la boca, en un movimiento, el pene de Houston, quien solo se alejó.

—¡Ándale, ándale! —insinuó ansioso.

—Mira. imbécil, espero que tengas una muy buena razón para que estés aquí. Y si no la tienes, te juro que te voy a enterrar un cuchillo en la garganta —comentó.

—¡Eres un aburrido! —exclamó

—Entra a la casa, que todos me están viendo—dijo Houston. Los habitantes del vecindario se le quedaban viendo a Houston, pues con ropa no estaba.

—Bueño

Entrando a la casa, se veía que solo existían dos cuartos: El principal y el de baño. El principal era donde estaban pisando justo ahora, y el del baño no se veía.

El suelo y las paredes padecían de lo que parecía ser moho.

La cama de Houston era una manta en el suelo junto a una almohada mojada.

Y ya, era todo. Eso y las latas de cervezas regadas en toda la casa. 

Houston acababa de tomar una cajetilla de cigarros del suelo para después sentarse en su cama. Encendió el cigarro con un mechero que ocultaba bajo la almohada. 

Comenzó a fumar y exhaló todo el humo acumulado. —Ya estoy más tranquilo—Dijo. —Ahora si dime, ¿Qué pasa? —preguntó Houston. Era raro ver a un hombre desnudo fumando como un miserable.

Max se sentó a la par de Houston, quien realmente era su amigo y no su novio. 

—¿Cuál es tu sueño, Houston? —preguntó Max.

—¿Mi sueño?

—Sí, tu sueño

—Pues... no tengo ni sueños ni meta ni nada, ¿por qué preguntas? —preguntó Houston algo extrañado por la cuestión de su amigo.

—¿Recuerdas la vez que nos emborrachamos esa noche en mi apartamento?

—No, la verdad no recuerdo nada

—No importa. El chiste es que, esa misma noche, entramos a la deep web, aunque tenía un extraño nombre, creo que algo así como la "Dip wev", una página más amigable que la original

—Que extraño, ¿y luego?

—Pues... terminaste creando un equipo criminal con cuatro personas aleatorias porque, según tu yo de esa noche decía que era tu sueño. ¿Entiendes? Ahora serás su líder. Y de hecho te están esperando en esa cabaña cruzando el sendero del bosque donde luego ibas a drogarte.

—¿¡Qué!?—su tranquilidad de fumar se vio interrumpida por la repentina noticia. Comenzó a toser como un loco y sus adormitados ojos se exaltaron al escuchar eso. —¿¡Eso es verdad!?—preguntó alterado.

—Sí, les mandamos mensajes y todo. Lo raro es que estaban bien escritos incluso estando borrachos—comentó Max.

—¡Mierda! —tiró el cigarro y el mechero al suelo y corrió de inmediato al baño. ¡La regadera sonaba!

—¿Y ese milagro? ¿estás feliz de que serás el líder?

 —¡Por supuesto que no! Esa gente me aterra, así que iré a decirles que todo fue una equivocación. Y para que no me golpeen iré presentable.

—Es una buena idea. ¿Y no te importa que ya vas diez minutos tarde? —preguntó Max.

—¿¿¿¿¡¡¡¡¡Quéééé!!!!!????

—Sip, así es. Pero si quieres entro al baño y te hago una paja.

  —¿¡Eso qué!? Muérete, Max, ¡eso debiste decir desde un principio!

En dos minutos, un elegante, fino y guapísimo Houston salió del baño. Peinado y con traje y zapatos. —Seré pobre, pero mi traje es de los más costosos—alardeó.

—Creí que lo habías encontrado en la basura.

—Cállate y vamos, Max.

—¿Y si mejor te hago una paja con los pies? Esta vez no tengo hongos.

—¡¡¡¡Cállate!!!

—Ash, eres bien complicado, pitudo.

De igual manera, Max portaba un traje, pero con menos cosas. Él portaba un saco, camisa blanca y pantalón negro junto a sus dos tenis blancos. Y del otro lado, Houston llevaba zapatos elegantes, saco, camisa blanca manga larga; hasta parecía otra persona.

Ahora solo faltaba ir a hablar con los temibles criminales, sin embargo, Houston no tenía ni la menor idea de lo que esa situación desencadenaría. 

Estaba a punto de dar inicio a una gran aventura, el inicio de todo y de cómo se convertiría en una leyenda en todos los universos. Houston no es ningún héroe digno, ni capaz ni valiente. Al contrario, él era la reencarnación de la miseria humana. 

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