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27. Caminando, esperando y platicando

Hasta ahora, la banda solo había recorrido la ciudad entera, lo cual significaba la mitad del camino que todavía les faltaba. Tras superar la ciudad, se encontraron con un enorme campo abierto junto a una carretera muy poco transitada. A lo lejos se veía un bosque. 

—¿Entonces la granja está adentro del bosque? —preguntó Houston a Steve.

—Sí, allí está—respondió Steve con una amplia sonrisa.

El paisaje era bello. A lo lejos, en el campo, se podían ver vacas masticando el pasto del verde suelo. Era un verde lindo.

El cansancio en todos incrementaba con cada paso, entonces, antes de que Houston pudiera quejarse, Steve pronunció unas palabras.

—Por si te lo preguntas, mi equipo y yo íbamos en coche, no caminando—dijo. La distancia que todos recorrieron afectó incluso a los demás, no solo a Houston. Aunque el más agotado era, obviamente, el barbudo. 

—Maldito, llevamos varias horas caminando—comentó Houston con notable irritación.

—¡Apenas y llevamos dos horas caminando! —recalcó Steve.

—¡¡¡Exacto!!! Aparte, ¿¡Por qué carajos no fuimos en un taxi o algo así!? —preguntó Houston molesto.

—Eh, pues, no lo pensé

Houston solo suspiró con decepción y continuó su paso. Entonces notó que se había vuelto un poquito más fuerte y resistente que ayer. El día anterior, casi se infartaba al hacer una carrera contra Steve y, ahora que ya lleva dos horas caminando, todavía aguanta (Eso cree él).

Aunque no pareciera, el ambiente se notaba mucho más relajado. Se experimentaba un agradable y calmado silencio. Luego de un inicio estrepitoso gracias a la lluvia, el día se aclaró. Los pájaros surcaban nuevamente los cielos con pasión. Había un agradable viento refrescante que impactaba en los rostros de la banda. También agitaba las hermosas flores de aquel campo.

Entre los miembros de la banda, no parecía haber señales de vida; nadie platicaba. De hecho, todos miraban con alegría y curiosidad a su alrededor. Estaban más concentrados viendo el paisaje. Era algo pacífico.

En el camino, un poco antes de llegar al bosque, se encontraron una vaca muy juguetona. William le trataba de hablar en "idioma vaca", Houston la miró con hambre, Juxs la acarició y Casey se asustó, así que prefirió alejarse. Los demás solo la miraron de lejos. Aunque la mayoría la admiró con felicidad, apodándola como "señora moo".

Tuvieron que despedirse con tristeza. —Adiosito, señora moo. ¡Nunca la olvidaremos! —gritó William con lágrimas en los ojos. 

A unos cuantos minutos de llegar, notaron como, de forma extraña, el suelo se veía bastante sucio. William recogió toda la basura que pudo junto a John para que el campo no se viera sucio.

Y, por media hora más, estuvieron caminando para por fin llegar. Tuvieron que recorrer un sendero y adentrarse en lo profundo del bosque. Cuando llegaron observaron lo deteriorada que estaba el granero. Se veía rojo de milagro, ya que la pintura parecía borrarse. Alrededor del granero había un gran campo en forma circular, teniendo al granero en medio de este círculo.

—¡¡No puedo creer que todavía no hayan llegado!! —gritó Steve.

—¿A qué hora se supone los citaste? —preguntó Houston sintiendo una cierta nostalgia en sus palabras.

—Para serte sincero no recuerdo, ja. De todas formas, no creo que tarden mucho en llegar, al menos eso espero—dijo Steve.

Entonces, Houston dirigió sus siguientes palabras luego de oír a Steve: —Ya lo oyeron, hagan lo que quieran. Estaremos aquí por un rato—anunció Houston. Todos se separaron en los mismos grupos de siempre. Eso no significa que no sean un grupo unido, solo que prefieren a sus amigos más cercanos.

El hecho de ver y adentrarse al granero, hacía palpitar el corazón de Steve por la nostalgia. Tan solo pensar en que volvería a ver a sus amigos después de tantos años lo ponía de buen humor. Nadie podría entender lo mucho que significaba para él.

Juxs y Casey no tenían ni idea de que podrían hacer y por ello exploraron la zona. John y William se metieron al bosque y Houston y Steve veían el granero.

Y pues Max... era Max y se acostó en el suelo. —Me desnudaría para que me pegue el sol, pero está mal visto por la sociedad—dijo sólo en el suelo. A duras penas había sol, así que no le molestó mucho estar allí. 

Una hora después, todos andaban en su mundo. Para empezar, Juxs y Casey exploraron el bosque, el granero y el techo. Pero, su atención se enfocó en algo repugnante: Una rata muerta con las tripas de fuera. —¡¡¡Noo, eso es repugnante!!! —gritó Casey al ver como su amigo le picaba con un pequeño palito las entrañas a la rata.

Abobados, miraron la rata por más de cinco minutos. —Esto es más entretenido de lo que parece—comentó Juxs. De pronto, Casey brincó del susto al pensar que esta se había movido. Juxs no pudo evitar reírse.

Por otra parte, John y William se habían adentrado al bosque. —Gracias por haber aceptado venir conmigo—dijo John con un pequeño rubor en sus mejillas, ya que para él era raro ser agradable.

—¡No es nada, ja, ja! Llevas diciendo "gracias" mucho

—Es que no pensé que quisieras—dijo John.

—¡Claro que quiero! Solo acepté porque eres tú, si no, lo pensaría más de una vez al venir

John se sorprendió por la respuesta de William. —De todas formas, gracias—dijo.

—Quiero seguir escuchando la historia—pidió William.

Ambos se encontraban sentados en un tronco repleto de setas con un gorro rojo y puntos blancos en este. John narraba y leía en voz alta cada párrafo del libro. Lo hacía con sutileza. Y William lo escuchaba atentamente con una sonrisa.

—Me gusta oírte. Tienes una voz linda—comentó William de la nada. 

La lectura de John se vio interrumpida por un extraño tartamudeo, incluso se cayó el libro de sus manos. Amablemente, William lo recogió.

Y, por último, Houston y Steve encontraron una botella de vino escondida en la basura de la granja. Steve invitó a Houston a beber, pero este se negó. —No quiero beber, pero si tú quieres hazlo—fue lo que le dijo Houston a Steve.

Subieron al techo del granero, observando un poco todo el bosque que los rodeaba. Steve comenzó a beber y, luego de un rato tomando, comenzó a llorar. 

Las lágrimas recorrían su delgado y alargado rostro. —Fue horrible, Houston. De verdad, yo no quería perderla. Ella... me duele mucho hasta el día de hoy—dijo Steve con la mitad de la botella acabada.

—No puedo creer que estés tan destruido cuando ese vino no tenía ni diez por ciento de alcohol—comentó Houston.

—La extraño muchísimo

—¿Hablas de lo del incendio?

—Sí. Fue horrible. Me duele recordarlo

—Tranquilo. Si quieres puedes contarme, aunque si no quieres, tampoco te obligaré

—Ella... se llamaba Elena

Trágicos recuerdos llegaban al tipo de la boca alargada y ojos pequeños. ¡El pasado de Steve sería contado a detalle!

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