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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · 现代言情
分數不夠
390 Chs

122- La camiseta de Gerard

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Marissa estaba sentada tranquilamente en el coche, simplemente mirando hacia delante. No podía sacar a Rafael de su mente.

Si había sido educado en sus dos años de matrimonio, ahora se había convertido en el más gentil, tratándola como si estuviera hecha de cristal.

—Estás muy callada —comentó Gerard manteniendo la vista al frente mientras conducía.

—Nah. Solo... quizás problemas de trabajo... —miró de reojo y luego empezó a jugar con las correas de su bolso.

—Estar en el trabajo es lo más difícil —dijo mientras echaba un vistazo al espejo retrovisor—. No te da la libertad de tomar tus propias decisiones. Siempre tienes que actuar de acuerdo con los cambios de humor de tu jefe. Solía admirarte tanto cuando comenzaste con la cocina a domicilio. Y ahora mírate. Atrapada como yo.

Aplicó los frenos cuando notó el atasco de tráfico adelante.

—Pero estoy disfrutando mi trabajo, G. Me da libertad...

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