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Señor Presidente: Usted es el padre de mis trillizos

—M... ¡Marissa! ¿Son mis hijos? —Los ojos de Rafael no se apartaban del rostro adorable de los niños. —No, Rafael. No lo son —dijo Marissa con una sonrisa fingida—. No son tuyos. ¿Recuerdas? —pestañeó de manera bastante dramática—. ¡Nunca nos casamos! Valerie Aaron, la hermana mayor de Marissa Aaron, dejó plantado a su novio ciego el día de su boda y se fugó. Para salvar las apariencias, la familia de Merissa le rogó que se casara con Raphael Sinclair. ¿La ironía? No se le permitió decirle a su esposo ciego que ella no era Valerie sino Merissa Aaron. El día de la exitosa cirugía ocular de Raphael, Marissa se enteró de que Valerie había vuelto para tomar su legítimo lugar como nuera de Sinclaire. Marissa intentó explicarle a su esposo que ella era la que estaba casada con él, pero él no le creyó. En vez de seguir convenciéndolo, la desconsolada Merissa decidió dejar la ciudad sin contarle su secreto. Raphael Sinclair era la definición clásica de una belleza impactante y era el único heredero del grupo de industrias Sinclair. ¿Qué haría él cuando se enterara que todo este tiempo la mujer que le ofreció su amor y su cuerpo no era Valerie sino su hermana menor Marissa Aaron? ¿Cómo reaccionaría al saber que era el padre de los bebés que Marissa llevaba en su vientre? ¿Iría tras Marissa para recuperarla? ¡Y la pregunta del millón! ¿Podrá Marissa alguna vez perdonarlo y volver a amarlo?

JessicaKaye911 · Urban
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390 Chs

¡Adelante con el 121!

—¡Oye! ¡Te he preguntado algo! —dijo Rafael después de derribar cuatro objetivos con bastante destreza.

—No puedo hablar —dijo ella con altivez—. Déjame concentrarme. ¿Vale?

Su lengua estaba ahora fuera, tocando la esquina de su boca.

—Puedo dejarte ganar si me cuentas el gran secreto de tu vida —bromeó él, mostrando una sonrisa traviesa.

—Ja-ja. Buen intento. Piérdete —dijo ella, y luego se dio cuenta de lo cerca que se había acercado a él solo por este simple juego.

Él era sin duda un encantador pero un caballero de pies a cabeza.

Marissa tiene suerte, hombre.

—¿Qué? ¿Qué has dicho? —sus ojos se abrieron sorprendidos cuando detectó diversión en su voz.

—No me digas. ¿He dicho eso en voz alta? —se mordió el labio avergonzada.

—Sí. Lo has dicho. ¡Y gracias! —se rió él.

Se siguieron lanzando burlas el uno al otro cuando de repente Rafael gritó:

—¡Ja! ¡Te he atrapado! —finalmente había conseguido derribarla.

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