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Dieciocho. La tormenta.

—¡Aah! —me despertó un grito.

—¿Qué está pasando? —pregunto un adormilado Sokka. —¿Nos atraparon de nuevo? —

—No es nada solo tuve una pesadilla. —contesto Aang. —Vuelvan a dormir. —

—No tienes que decírmelo dos veces. —Sokka se acostó.

—¿Estas bien, Aang? —le pregunto Katara.

—Estoy bien. —dijo pero no le creí se escuchaba muy desganado.

—Has tenido muchas pesadillas últimamente. —dije. —¿Quieres hablar sobre ellas? —

—Solo necesito descansar. —dijo el.

—¿Quieren que les hable sobre mi sueño? —pregunto Sokka animado.

Katara lo miro mal.

—Está bien, al cabo que ni quería. —dijo y se volvió a acostar.

Mire preocupada a Aang y nos volvimos a dormir.

Al día siguiente nos levantamos, comenzamos a levantar nuestras cosas y acomodarlas en la montura de Appa.

—Creo que tendremos que hacer una parada en algún mercado. —dije viendo que la bolsa de las provisiones estaba bacia. —Ya no hay comida. —me senté en la montura.

—Esperen, es lo que soñé. —dijo Sokka. —No debemos ir al mercado. —

—¿Qué pasaba en tu sueño? —pregunto Katara y todos lo miramos.

—Que la comida nos come. —

Le dimos una mirada incrédula.

—{¿Enserio?} —pese.

—Incluso Momo pudo hablar. —dijo y lo miro. —Fuiste muy mal educado. —

Después de una hora de estar volando al fin pudimos ver tierra y encontrar un mercado en la costa.

—Esta bueno. — le dijo irritada la vendedora a Katara. — En su punto hazme caso. —

—La verdad no me gusta cómo suena eso. —dijo agitando la fruta.

—Pero que estás diciendo. Está maduro. —dijo la vendedora. —Es el jugo más maduro que podrás encontrar. —

—Si, puede ser pero de todas formas se nos acabó el dinero. —dije un poco irritada.

Katara llevaba más de media hora viendo la misma fruta que al final no iba a poder comprar.

La vendedora soltó un gruñido exasperado, le arrebato la canasta y prácticamente nos corrió de ahí.

—Sin comida ni dinero. —se quejó Sokka. —¿Qué se supone que haremos? —

—Consigue un trabajo, chico genio/Conseguir trabajo. —dijimos Katara y yo al unisonó.

—¡No deberíamos ir ahora! —escuchamos a alguien gritar a nuestras espalda haciendo que volteáramos y viéramos una pareja de ancianos discutiendo. —Por favor, los peces no se irán ¡Se acerca una terrible tormenta! —

—¡¿Estas loca?! Es un lindo día, no hay nubes, ni viento, ni nada. —dijo el anciano. —¡No molestes más, mujer! —

—Creo que deberíamos buscar un refugio. —sugirió Aang.

—¿Bromeas? ¿Refugiarnos de que? —Sokka miro el cielo despejado.

—Mis huesos dice que habrá una tormenta. —insistió la anciana. —Una muy grande. —

—Son tus huesos contra mi cerebro. —dijo el anciano.

—Pues espero que tu cerebro te ayude a pescar porque yo no te acompañare. —le contesto enojada.

—Buscare a otra persona y le pagare el doble que a ti, ¿Qué te parece eso? —

Sokka corrió hacia ellos.

—Yo voy. —dijo Sokka, lo miramos sorprendidos.

—¡Contratado! —dijo el anciano y miro con una sonrisa burlona a la anciana.

—¿Qué?. —pregunto Sokka viendo la cara de su hermana que parecía ser la más sorprendida. —Dijiste que consiguiera trabajo y el paga el doble. —

—¿El doble? Eso no tiene sentido. —el anciano lo miro extrañado.

A las horas de Sokka estar ayudando al anciano a cargar el bote con las provisiones que necesitarían para su viaje, el cielo se comenzó a llenar de muchas nubes negras, señal de que lo que había dicho la anciana era verdad. Una tormenta se acercaba.

—Sokka no me parece buena idea que hagas esto, mira el cielo. —le dijo Aang.

—Dije que haría este trabajo no puedo renunciar por un par de nubes. —dijo Sokka.

—Sokka, hazle caso a Aang. —dije. —Tengo un mal presentimiento sobre este viaje. —

—El niño de los tatuajes y la niña de ojos raros tienen razón. —dijo la anciana.

La mire mal. Mis ojos no eran raros.

—¿Niño con tatuajes y niña de ojos raros? —pregunto el anciano y se acercó a nosotros. —Seré un viejo gruñón pero sé que son el Avatar y la Ānníng, ¿Verdad? —

—Correcto. —dijo Katara y yo solo asentí con una sonrisa que desapareció cuando su aura comenzó a tener destellos rojos.

—¡Yo no me alegraría tanto el Avatar y la Ānníng desaparecieron por cien años! ¡Le dieron la espalda al mundo! —nos reprochó.

Lo mire mal.

—¡No tiene ningún derecho a gritarnos así! —lo regañe. —¡Nunca le daríamos la espalda a nadie! —

—Oh…entonces imagine estos cien años de guerra. —

—Claro que no pero usted no sabe todo lo que pasamos en estos cien años, usted no estuvo cuando la guerra comenzó, cuando atacaron a los nómadas. —lo apunte con un dedo. —Así que usted no sabe nada. —

—Exacto. —dijo Katara. —Aang y Lin son los chicos más valientes que conozco, no han más que ayudado a salvar a las personas, no es su culpa haber desaparecido ¿Verdad, chicos? —

—Claro que no. —dije.

—Dile, Aang. —le dijo Katara pero nadie contesto. —¿Aang? —Katara y yo nos volteamos confundidas de no recibir respuesta.

Aang se miraba triste y culpable.

—¿Qué pasa, Aang? —pregunté, no recibí respuesta y Aang salió volando en su planeador. —¡Aang! —

—¡Eso es desaparece otra vez! —grito el anciano.

—Es un anciano desagradable. —dije enojada. —Vamos, Katara, debemos alcanzarlo. —

Katara asintió, miro mal al anciano y nos subimos a Appa para poder alcanzar a Aang.

—Vamos, Appa, Yip, Yip. —salimos volando.

A los pocos minutos de estar buscando a Aang, la tormenta se desato y eso hacía que se nos dificultara un poco a Katara y a mí la búsqueda porque nuestra visibilidad era casi nula.

—¡Lin, ahí está! —grito Katara mientras apuntaba hacia una cueva.

Tiré de las riendas de Appa y lo guie hacia la cueva. Al adentrarnos en ella, nos encontramos a Aang hincado en el piso y dándonos la espalda.

—Lamento haber escapado. —dijo con un tono triste.

—Está bien. Ese pecador fue muy grosero. —dije.

—De hecho no lo fue. —dijo el.

—¿Porque dices eso? —pregunto Katara mientras nos acercábamos.

—No quiero hablar de eso, chicas. —

—Tiene que ver con tus pesadillas, ¿Verdad? —me acerque a él. —Puedes decirnos. —

—Es una historia algo larga. —

Appa se acercó todo mojado hacia nosotros.

—Intentare hacer una fogata. —dijo Katara.

Ella se levantó y fue a buscar ramas secas en la cueva, mientras yo le quitaba el agua a Appa con mis poderes.

Una vez todos estuvimos secos y calientes por la fogata que había hecho Katara, Aang comenzó su relato.

Nos comenzó diciendo que ese día todo había comenzado tranquilo, él y otros niños estaban jugando. Él les enseñaba como hacer la patineta de aire pero los monjes los interrumpieron, tenían que decirle algo muy importante.

Lo llevaron a la sala donde los monjes principales se reunían y le revelaron que era el Avatar. Y se suponía que no tenían pensado decirle quien era hasta que cumpliera dieciséis pero ya en ese entonces se miraban indicios del inicio de la guerra y, él y la Ānníng tendrían que trabajar juntos para poder detenerla.

—¿Te sentiste mal cuando supiste que eras el Avatar? —pregunto Katara. —¿Por qué no te emocionaste al saberlo, al saber sobre Lin? —

Lo mire y tome su mano, sabía que todo esto era muy difícil para él.

—Bueno, por una parte si me emocionaba saber sobre Lin pero por otra parte no sabía que pensar sobre todo eso, solo supe que al saberlo todo comenzó a cambiar. —miro al piso triste.

Dijo que los demás chicos comenzaron a distanciarse de él, diciendo que el sería una ventaja para el equipo donde este por ser el Avatar. Así que comenzó a pasar más tiempo con el monje Gyatso, lo cual le gustaba mucho porque él era muy divertido pero eso comenzó a irritar al monje Tashi, el cual solo quería que Aang se la pasara entrenando.

Conto que cuando el comenzaba a sentirse mejor las cosas empeoraron. Escucho una discusión entre el monje Gyatso, el monje Tashi y el monje Pasang. El monje Gyatso decía que Aang necesitaba divertirse y crecer como un niño normal mientras que el monje Tashi decía que necesitaba entrenar para confrontar su destino. Al final el monje Pasang decidió que Aang debería ser separados del monje Gyatso así que lo enviarían al templo del este para ser entrenado.

—Eso es horrible, Aang. —dijo Katara.

—¡Como pudieron hacerme eso! —grito enojado, sus tatuajes brillaron por un instante. —¡Querían arrebatarme todo lo que conocía y amaba! —

—¡Aang, cuidado! —grito Katara cuando soltó una ráfaga de aire y la fogata se encendió más.

—Si sabes que yo vivía ahí, ¿No? —pregunte mirando al piso. —No ibas a estar solo. —

Aang se calmó.

—No lo sabía. —susurro. —Y en ese momento no pude pensar mucho, estaba tan asustado y enojado. —

—Bueno tienes derecho a estar enojado, todo tu mundo cambio en pocos días. —dije.

—Todo es culpa de esos monjes. —dijo Katara enojada.

—Eso no es lo que realmente paso. —dijo Aang. —Estaba asustado y confundido, así que hice una nota, tomé a Appa y escape. Esa fue la última vez que vi a Gyatso. —suspiro. —Solo recuerdo haber entrado en una tormenta y despertar en tus brazos cuando me encontraron el iceberg. —

—Escapaste. —dijo Katara.

—Y la Nación del Fuego ataco mi templo. Mi pueblo me necesitaba y no estuve ahí, Lin me necesitaba, el mundo y yo no estaba para ayudar. —

—Aang nada de eso es tu culpa. —dije.

—El pescador tenía razón, le di la espalda al mundo. —

—Eso no es cierto, solo estabas asustado. —dije. —Si los monjes te lo hubieran dicho como me lo dijeron a mí, todo hubiera pasado diferente. —

—A lo mejor irte era tu destino, si te hubieras quedado hubiera muerto al igual que los demás Nómadas Aire. —dijo Katara.

—¿Cómo lo sabes? —

—Porque el mundo nos necesita, Aang. —dije. —Y eso lo sabían todos los nómadas y mucho más el monje Gyatso y el monje Wong que me ayudaron cuando más los necesite porque sabían que en algún momento nos íbamos a encontrar como en todas nuestras vidas pasadas. —

Supe que mis palabras lo habían ayudado, ahora nos miraba con una sonrisa y apretó más mi mano con cariño.

—¡Ayuda! —escuchamos un grito a lo lejos.

A los pocos segundos la anciana del puerto apareció en la entrada de la cueva completamente empapada.

Katara y yo corrimos a socorrerla.

—Tranquila ya está a salvo. —dijo Katara mientras yo la ayudaba a secarse.

—Pero mi esposo no. —dijo ella angustiada.

—¿Porque lo dice? ¿Dónde está Sokka? —pregunto Katara asustada.

—No han regresado, ya deberían de estar aquí y la tormenta se convierte en tifón. —

La miramos asustados, Sokka estaba en peligro.

—Voy a buscarlos. —dijo Aang decidido.

—Vamos, querrás decir. —dije.

—Yo voy con ustedes. —dijo Katara.

—Yo me quedare. —dijo la anciana.

Rápidamente nos subimos a Appa y salimos a buscar al anciano y a Sokka.

—¡¿Dónde estarán?! —grito Katara sobre el ruido de la tormenta.

Apenas podíamos ver.

Una ola gigante se comenzó a formar enfrente de nosotros.

—¡Sigue, Aang, yo me encargo! —grite mientras que con agua control partía la ola en dos haciendo que pasáramos por en medio.

—¡Alla están! —grito Aang. —¡Lin toma las riendas! —

Aang salto hacia el barco, amarro al anciano y a Sokka con ella, después salto a Appa, haciendo que Sokka y el anciano fueran jalados y cayeran en la montura de Appa.

Entonces una enorme olla nos azoto. Por un momento no supe donde estaba la superficie y donde estaba el fondo, iba a usar el estado Ānníng pero pude ver como los tatuajes de Aang comenzaban a brillar y a formar un domo de aire con el cual pudimos salir a salvo del mar.

Al poco rato llegamos a la cueva donde la anciana felizmente abrazo a su esposo para después regañarlo.

—Discúlpate con estos muchachos. —exigió la anciana a su esposo.

—No tiene que disculparse. —dijo Aang.

—Claro sí. —murmure.

—¿Qué tal si en vez de disculparme les doy un pescado gratis y estamos a mano? —pregunto el anciano.

—¿Un pescado? ¿Por salvar su vida? —susurre.

—Eso es cierto. —dijo de igual forma Sokka.

—En realidad no como carne. —dijo Aang.

—¿Pero es pescado? —dijo el anciano.

—Disculpe. —se acercó Sokka. ——Pero si me va a pagar ¿Verdad? —

Sokka estiro la mano y el anciano solo le dio un pescado.

—Lin, Katara. —nos llamó Aang. —Creo que tienen razón ya no importa el pasado, estoy aquí ahora y voy a hacer todo lo que pueda. —

Le tome la mano.

—Creo que ya no tendrás más pesadillas. —dije.

—Si ustedes no estuvieran, bueno…yo tampoco estaría. —dijo el anciano. —Gracias Avatar, gracias Ānníng. —

—¿Escuchan eso? Dejo de llover. —dijo Sokka.

Salimos de la cueva para ver como el cielo se iba despejando. Y de repente Appa se sacudió y nos volvió a mojar.

—¡Agh, Appa! —gritamos todos y después nos reímos.