Capítulo +18
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• Stephen •
Había planeado un fin de semana tranquilo después de tanto trabajo. Lucka estaba en Rhode Island visitando a Annie, así que mi plan era comer sushi y beber vino mientras miraba una película. Jessica no respondía ninguno de mis mensajes y por más que intentara que no me afectara, no podía evitarlo.
Era insoportable.
Cuando Theo apareció en mi casa esa noche con la idea de ir a un bar, algo en mi decía que no sería una buena idea. Menos cuando me pidió que lo acompañara a una de las discotecas más concurridas y exclusivas de Nueva York.
Pese a todas las dudas y objeciones, termine cediendo al pedido del menor de mis primos, pero más que nada porque al mencionar la frase "Jessica estará allí" me convenció en dos segundos. Algo de su personalidad me intrigaba demasiado, en un principio creía que solo era atracción sexual, pero parecía ser algo más y quería descubrir que era eso tan extraño que me llevaba hacia ella.
Si me hubiesen dicho que horas más tarde estaría en mi automóvil con el huracán rubio a mi lado y Cheryl en el asiento trasero dirigiéndonos a mi casa con dudosas intenciones, no lo hubiese creído.
Con Jessica Romanov todo se podía esperar.
En el trayecto, hablaban como si nada. De la vida, de moda, de música y otras cosas banales, en ningún momento se mencionaba lo que la rubia había sugerido. De a ratos la observaba y ella me sonreía. Era muy hermosa, ¿como podía ser posible que en su mente pasaran tantas ideas locas?
Al ingresar a mi casa, Cheryl fue directamente al baño, mientras Jessica observaba la sala.
—Tu sala se ve muy diferente estando vacía.
—No le permitiré nunca más a Alexander hacer fiestas aquí —repuse, dejando las llaves en la mesa, junto con mis pertenencias.
—¡Aburrido! —dijo haciendo una mueca —¿Donde está la mujer amable que trabaja aquí?
Entrecerré los ojos. Me sorprendió bastante que supiera de Meryl, aunque ya había asistido a mi casa en una oportunidad así que seguramente se hayan cruzado.
—Le di el día. No imaginaras que las invitaría a venir a mi casa si estuviera aquí, ¿verdad?
—No lo se —hundió los hombros, con la vista en los cuadros de las paredes.
—Quiero pensar que esto es una jodida broma, o que estás muy ebria como para notar lo que estás diciéndole a aquella mujer —advertí con recelo.
Jessica me observó impasible, como si en realidad en vez de proponer un trío sexual nos hubiese invitado a tomar té con galletas.
—Tranquilo, Stephen. Deja todo en mis manos.
—Eso es exactamente lo que me preocupa... dejar la situación en tus manos —mi seguridad se estaba evaporando. Me sentía frustrado por no entender lo que pasaba por su cabeza.
—¡Deja de fruncir el ceño, te arrugarás más rápido! —dijo con ironía en la voz.
—Le dire a Cheryl que se vaya a casa.
Jessica puso los ojos en blanco.
—¿No es el sueño de todos los hombres acaso? ¿Estar con dos mujeres al mismo tiempo? —preguntó con una media sonrisa en el rostro.
—No es mi caso.
—No mientas, Stephen —dijo respirando hondo sin dejar de observarme —Igualmente no es para ti, sino para mi. Ustedes dos serán mis juguetes sexuales esta noche.
—¿Quieres decir que hoy jugarás conmigo?
Mi voz salió apenas audible y aunque no quería que se notara el nerviosismo que manejaba era imposible. Si fuese cualquier otra mujer no me molestaría compartirla, pero ella provocaba algo en mi que no podía describir. Un sentimiento de posesión, los celos que se cuantificaban, quería tenerla solo para mi.
—Exacto, contigo y con tu linda amante —aseguró.
—No me siento cómodo con lo que quieres hacer.
—¡Vamos, será divertido! —exclamo.
Tomó el borde de su vestido y lo quitó de un solo movimiento, quedando en ropa interior. El encaje rojo le sentaba espectacularmente bien, sin dudas sabía como volverme loco. La expectativa y el ansía se adueñaron de mi, olvidando por completo a la morena que aún se encontraba en el baño.
Esta mujer iba a matarme.
—¡Te has vuelto completamente loca!
—Relájate, cariño. No haremos nada que no desees hacer —su sonrisa cínica se hizo visible.
Levantó mi camiseta y pasó la yema de sus dedos por mi abdomen, provocando que su contacto me estremeciera. Cada segundo que pasaba la deseaba más y más, pero ella solo quería jugar conmigo y su mirada lasciva lo demostraba.
—Suenas como todo un violador —Caminé hacia el aparador, separándome de ella en busca de un vaso de whisky para poder solventar la situación.
—¿Empezaron sin mi? —pregunta Cheryl ingresando a la sala. Se acomodó en el sillón e hizo un movimiento con su mano derecha —¡Continúen! ¡Yo me sentare aquí y no sentirán mi presencia!
Jessica volteó hacia ella, con expresión maliciosa en el rostro. Vi a Cheryl tragar saliva por unos segundos y casi se me sale una carcajada. Ella había intercambiado sexo por dinero en su juventud, pensaba que esa clase de mujeres lo habían visto absolutamente todo pero al parecer, estaba equivocado.
—No linda, no te quedarás allí observando —ordenó la rubia —¡Quítate la ropa!
La morena se la quedo mirando sin reacción, sorprendida por el carácter imperativo de Jessica.
Nunca jamás había estado en una situación similar y todo lo que estaba sucediendo me ponía a mil, pero no por el hecho de tener a dos mujeres en mi sala a punto de desnudarse, sino por el instinto dominante que manejaba una de ellas.
Tenía todo bajo su control y eso me inquietaba y excitaba al mismo tiempo.
—Ustedes tranquilos, yo solo he venido a observarlos —responde la morena, titubeando.
—No, no y no. Vamos a divertirnos, ¡hoy seremos el trío peligroso! —dijo la rubia con total naturalidad.
Cheryl me observaba desconcertada, estaba muy a la vista que no se animaba y también que la rubia se está aprovechando de su vulnerabilidad.
—¿Que sucede, Cheryl? ¿No pediste acaso que la compartiera contigo? —pregunte tomando un trago de mi vaso —Si te arrepentiste, puedes irte.
—No me arrepentí —dice para mi desgracia.
Se quita el vestido quedando únicamente en bragas ya que no llevaba sujetador, exhibiendo el cuerpo magnífico que había creado el cirujano para ella. Solo parpadeé un segundo cuando se abalanzó sobre Jessica, la atrajo a ella con las manos y estampó sus labios sobre los de la rubia. Casi me atore al notar que en ningún momento Jessica intento alejarla, esto estaba sucediendo.
Era real y pasaba en mi sala.
Quería y no quería observar lo que estaba aconteciendo, sentía una respuesta emocional negativa al darme cuenta que la persona que estaba allí besando a Cheryl y pasando las manos por su cuerpo era la que a mi me interesaba. Sabía que no me pertenecía, pero quería que lo hiciera.
Perdí completamente la cordura al notar que Jessica masturbaba a la morena y está comenzaba a gemir descontrolada, así que me acerqué y la arranqué firmemente de los brazos de Cheryl para colocarla a horcajadas encima de mi.
—¿Que haces? —preguntó confundida —Tu no...
La bese en los labios con ferocidad, como si fuese a comérmela de un bocado. Sentía rabia de solo creer que pensara que yo no fuese suficiente para ella, pero también estaba excitado y quería demostrarle que si podía serlo. No necesitaba a nadie más que a mí para pasarlo bien.
Deslice mis dedos por su cabello despeinado para acomodarlo y nos quedamos mirándonos a los ojos por unos largos segundos. Sus manos se aventuraron quitándome la camiseta y luego recorrió mi abdomen suavemente y sin ningún tipo de sutileza desabrochó mi pantalón, bajándolo con desesperación. Saco un profiláctico de su cartera y me lo tendió para que me lo pusiera.
La sorpresa no me deja reaccionar cuando con sus manos guiaron a mi miembro dentro de su cuerpo y emitió un gemido gutural demasiado sensual. Tomé con firmeza sus caderas y la embestí con fuerza, lo que provocó que tuviese que sujetarse de mis hombros. Nuestros cuerpos chocaron con cada movimiento, mordí su oreja y aspire su perfume que lograba enloquecerme de forma inimaginable.
Cheryl intentó acoplarse a nosotros, pero de un empujón la aleje, enviándola directamente hacia un costado. Jessica era mía en ese momento, no quería compartirla y mucho menos con ella. Entendió perfectamente el mensaje y con expresión molesta, se dirigió al baño.
Mordí su cuello y agudice mis movimientos, haciéndolos aún más rudos mientras ella acoplaba su cuerpo al mío.
—Esto era lo que yo quería —susurré sobre sus labios —Tu y yo, nadie más.
Sus piernas temblaron, su cuerpo se contrajo y se rindió a un orgasmo que la hizo colapsar involuntariamente en mis brazos.
Con un movimiento rápido y brusco la ubique de espaldas a mi dejándola sobre el sillón y comencé a embestirla con fuerza durante varios minutos.
La manera en la que la deseaba no era normal y caí en cuenta que Lucka tenía razón, estaba obsesionado con ella. Me encantaba, me atraía y excitaba de formas que nunca había experimentado. La explosión de excitación comenzó a nublar mi vista y estalle, alcanzando el clímax junto con ella.
—Eres un egoísta, no tienes idea de como se hace un trio pero aún así... ¡eres muy bueno en el sexo! —murmuró Jessica casi sin voz, desparramada en el sillón.
—¿Sabes que es lo mejor de esto? —pregunte recostándome encima de ella —¡No puedes correrme porque estás en mi casa!
—Es tu turno de tomar venganza.
La hermosa mujer debajo de mí emitió una sonrisa cansada, respirando aún con dificultad intentando reponerse.
—¿Agua? —Cheryl apareció con dos botellas y nos ofreció. Había olvidado completamente que estaba aquí por un segundo.
Jessica se levantó y se dirigió al baño, tomando su ropa y dejándome con la morena. Me coloqué los bóxers y los pantalones ante la mirada expectante de la que ahora se había transformado en mi ex ligue.
—¿Has logrado lo que querías? —pregunte con molestia de solo recordar como había querido fastidiarme la noche.
—No. La estaba pasando muy bien con la rubia hasta que has interrumpido —me reclamó.
—Búscate otra.
—Creo que no quiero buscar otra, ella me gusta.
Mi mirada se volvió asesina, el tono de voz me cambio y pase de estar ardiendo como lava a sentirme más frío que el mismo hielo del Ártico.
—No me jodas, Cheryl.
—Ya, no te sulfures. No es mi intención robartela pero creo que debe ser ella quien decida si quiere o no volver a verme —aseguró.
—¿No tienes que irte ya?
—Si, me voy —tomó su cartera y cuando Jessica apareció completamente vestida del baño, le tendió una tarjeta —¡Llámame cuando te canses de Stephen!
Esta mujer quería que la asesinara al parecer. Jessica observó la tarjeta con ningún tipo de expresión en el rostro y se volvió hacia mi.
—Yo también me iré, ya es tarde.
—¿Compartimos el taxi? —preguntó la esposa de Hamilton, esperanzada.
—¡Claro que no! —exclamé tomando a la morena y guiándola hacia la puerta —¡Adiós, Cheryl!
—¡Oye! —la escuche quejarse pero cerré la puerta en sus narices antes que tuviese el descaro de robarme a la rubia en mi propia cara.
Jessica me observó, con una ceja arqueada y los brazos cruzados. Estaba confundida por mi actitud y si tenía que ser sincero, yo también lo estaba.
—¡Creo que has enloquecido! —repuso ladeando la cabeza.
—Tal vez un poco —descruce sus brazos y tomé su mano, ante su desconcierto —¡Ven aquí!
Caminé hacia la cocina y rebusqué en el refrigerador las bandejas de sushi que estaba dispuesto a cenar antes que Theo apareciera en mi casa. Abrí una botella de vino y serví dos copas, para luego darle una a mi acompañante.
—No tenias que echar de esa forma a la morena. Debe sentirse ofendida —exclamó aceptando la copa.
—La conozco desde los dieciséis años, te aseguro que no se ha sentido ofendida —respondí mientras le daba un sorbo a mi copa y me sentaba a un lado de ella —Hay algo de ti que me genera curiosidad...
—¿Qué?
—¿Eres bisexual?
Su rostro mostró una sonrisa muy hermosa, la mujer lograba sacarme de órbita con solo sonreír y no entendía el porqué. Ella me interesaba realmente, no sabía aún de qué manera lo hacía, pero me atraía demasiado y no estaba convencido de querer compartirla con nadie.
—Nunca me lo había planteado, pero no lo catalogaría de esa forma. Solo soy un alma libre.
—Eso se llama ser bisexual, Jess.
—Las mujeres me parecen hermosas, pero no estoy pensando en acostarme con ellas —respondió con total soltura —Me gusta el juego de ser yo la que domina, quien lleva el control. Con los hombres es un problema, porque ustedes siempre quieren ser los machos alfas.
Su respuesta me hizo sentir más aliviado. El hecho de tener que competir con hombres era estresante, pero hacerlo también con mujeres me arrancaría la poca cordura que esta rubia estaba dejando en mi cabeza.
—Cheryl tendrá sueños exóticos contigo —dije quitándole una sonrisa mientras se llevaba un roll de sushi a la boca. Esa acción simple de solo verla comer, me provocó un hormigueo en la boca del estómago.
—¿Tu crees? Yo creo que si, sobre todo porque no la has dejado tener un orgasmo. ¡Apuesto a que se ha masturbado en el baño!
—¡Dios! —hice una mueca —Yo quería que estuviésemos solos, cuando la invitaste pensé que me desmayaría.
—Resultaste muy posesivo, Stephen. Creía que los ex esposos eran más liberales —exclamó con actitud socarrona.
Me levante para acercarme aún más a ella, tomándola por la cintura. Solo me observó con esos hermosos ojos verdes que me hipnotizan de manera particular.
—Tu no eres una ex esposa muy convencional, Jessica.
La bese, atrapando su labio inferior con mis dientes y levantándola para llevarla directamente a mi habitación.
—¿No has quedado satisfecho, Stephen? —preguntó mientras la apoyaba en el suelo.
—¿Y Tu?
Una sonrisa seductora se asomó en su rostro.
—¡Recuéstate! —ordenó mientras se quitaba nuevamente el vestido.
Me encendía de forma excepcional y ocasionaba una dicotomía en mí interior que no podía controlar. Por un lado su actitud grosera e imperativa me ofuscaba, pero por otro lograba encender mi libido al Máximo.
Se posicionó delante mío y me quito los pantalones de un solo tirón. Se relamió de forma muy seductora llevándose mi erección a la boca chupándola con fuerza, provocándome un millar de sensaciones deliciosas que amenazaban con hacerme explotar.
Abrió un condon y me lo colocó de forma excitante, sentándose sobre mí y atrayéndome con sus piernas. Apreté su trasero con fuerza empujándola para hundirme aún más en ella.
Jessica mordió su labio para no gritar pero le fue inevitable emitir un jadeo. La escuché gritar mi nombre entre gemidos y respiración entrecortada, arañando mi espalda y mordiéndome el hombro mientras el orgasmo golpeaba todo su cuerpo de manera demoledora. No tarde mucho en acompañarla y toda mi anatomía se sintió agotada y satisfecha.
Me quedé allí, con la hermosa mujer encima de mí intentando recuperar el aliento. Su cabello rubio estaba despeinado, tenía los labios hinchados y una sonrisa de satisfacción que me hizo sentir especial.
Jessica Romanov estimulaba mis más profundas fantasías. Amaba tocarla, la idea de tener su cuerpo sobre el mío incitaba que una locura poco sana se despertara en mi interior. Me gustaba cuando teníamos nuestros labios unidos, nuestros cuerpos entrelazados y nuestras miradas fijas la una con la otra como si nada más importara que nuestro deseo carnal y salvaje.
Me quedé dormido sin darme cuenta, pero unos sollozos seguidos de un dolor punzante en el brazo me despertaron de golpe en la madrugada.
Observe a Jessica quien seguía dormida entre mis brazos, su rostro se fruncía con desagrado y sus uñas se clavaban con ferocidad en mi brazo, casi arrancándome la piel de manera violenta. Tenía los dientes apretados y negaba con la cabeza de manera repetitiva.
¿Que clase de sueño estaba teniendo?
—Jess... Jessica —susurré, intentando despertarla.
No podía liberar mi brazo de su agarre, lo único que me quedaba era quitarlo con brusquedad pero no quería asustarla. Debía pensar en algo, sus uñas se hundían en mi carne casi queriendo arrancarme el músculo.
—¡Jessica... Jess! —la removí suavemente varias veces hasta que parpadeó frenéticamente.
—Yo... Scott... —dijo con la voz agitada pero sus ojos se clavaron en los míos y pude notar sus pupilas dilatadas por la pesadilla que había tenido.
—¿Estas bien?
—¿Que haces aquí, Stephen? —preguntó observándome medio dormida, con el rostro encendido.
—Shhh... —dije, abrazándola para calmarla y que intentara volver a dormir.
En segundos se sumió completamente en un sueño profundo y me quedé observando sus facciones, su pequeña nariz, esas pestañas rubias que si no fuera por el rímel en ellas serían imperceptibles, los labios carnosos y rosados.
Exhale el aire de mis pulmones y apreté los brazos alrededor de su cuerpo. Mi instinto protector se había activado, no entendía que le provocaba ese tipo de pesadillas y creía que no confiaba en mí lo suficiente para mostrarme su lado más vulnerable.
Aún así, necesitaba protegerla. Aunque no supiera de qué.
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