El sol de la mañana nos golpeó directamente el el rostro. Había olvidado cerrar las cortinas y el calor comenzó a elevar mi temperatura corporal agregando que Jessica se encontraba encima de mí con sus piernas enredadas a las mías, la cabeza en mi torso y no podía moverme siquiera.
Después de un rato largo revisando mails desde mi celular con el único brazo que tenía libre, la rubia junto a mi se removió y abrió los ojos. Al verme se incorporó en la cama asustada, con el cabello despeinado y la mirada perdida.
—¡Me he quedado dormida! —se quejó levantándose como si tuviese un resorte en el trasero —¡Debí haberme ido anoche!
—Pero no te has ido. Relájate.
—Al menos esta vez no nos hemos casado, ¿verdad? —bromeó, señalándome con su zapato de tacón rojo.
—No, esta vez no.
Emitió una risa demasiado agradable mientras la veía ir de un lado a otro buscando sus cosas. Hizo una mueca extraña al intentar colocarse el vestido.
—¿En que momento se rompió mi vestido?
—No lo se. Tu te lo has quitado sola.
—¡Mierda! —dijo y caminó hacia mi vestidor. Me acerqué para ver qué es lo que estaba haciendo cuando la vi tomar una de mis camisas —¡Esto me servirá!
—¿Te pondrás mi camisa?
—¿Donde tienes un cinturón? —preguntó.
—En el segundo cajón a la izquierda —exclamé divertido —Dúchate y baja a desayunar.
—¡No voy a desayunar, estoy apurada!
—No dejare que te desmayes en el camino. Me harás caso y es mi ultima palabra —ordene.
Refunfuño ingresando al baño y cuando escuché que la ducha se encendió, baje a la cocina con intenciones de preparar el desayuno, pero me encontré a mi ama de llaves tomando café en la barra de la cocina.
—¡Buenos días, hermosura! —dije, llegando hasta ella y besando su mejilla.
—Buenos dias, cariño. ¿Café?
—Si, por favor —exclamé refregándome los ojos para intentar despertar del todo, mientras la mujer ponía una taza de humeante café frente a mi —Voy a necesitar otra taza, Meryl.
—¿Lucka ha vuelto de Rhode Island?
—No.
Ella me observó desconcertada, pero el sonido de Jessica ingresando a la cocina llamó la atención de ambos. Repase con la mirada el milagro que había logrado hacer con su vestimenta.
Mi camisa le llegaba hasta la mitad de los muslos y si bien le quedaba grande, había logrado que el cinturón marcara su pequeña cintura. Tenía el cabello mojado y el rostro sin nada de maquillaje. Se veía muy sensual.
—¡Deberías dar consejos de moda! —dije mientras la observaba acercarse a la mesa.
—Y tu poner letreros como tienen en Disney... ¡Quise buscar la cocina y termine en la cochera! —exclamó con la vista en su teléfono —¡Casi, casi me llevo tu Aston Martín!
Sonreí despreocupadamente. La mujer era espontánea y sincera constantemente, su actitud desinteresada me hacía viajar por un mundo de sentimientos que desconocía.
—Buenos dias, señorita —dijo Meryl, llamando su atención. Ella levantó la vista y le sonrió.
—¡Oh! ¡Lo siento, no me había dado cuenta que había alguien más!
—Espero que tu amiga se encuentre bien después de la otra noche. ¿Café?
—Si, Gracias. Esta perfecta, siento mucho lo que hizo en tu habitación.
Fruncí el ceño confundido.
—¿De que hablan? —pregunté.
—Aquí tienes...
—Jessica —agregó con amabilidad.
—¡Oh, tu eres la famosa Jessica!
Meryl abrió los ojos dirigiendo la vista hacia mí con diversión y el huracán rubio se la quedo mirando con curiosidad, intentando descifrar a que se refería. Sonreí tímidamente por la vergüenza que me provocaba que supiera lo que Lucka había dicho sobre ella.
—¿Famosa?
—¿Tostadas y huevos? —tomé el Platón y se lo coloqué delante para cambiar el tema antes que hiciera más preguntas.
—No, gracias. De hecho ya debería haberme ido —replica pensativa —¿Que sucedió con Sienna y Mackenzie anoche? Dijiste que te ocuparías.
—Theo las llevó a tu pent house a ambas.
—Genial.
—¿Por qué no terminas de desayunar? Es domingo, no tienes nada que hacer.
Apoyo la taza en la barra de la cocina y me dedico una perfecta sonrisa torcida que podría conquistar a cualquier hombre. No podía dejar de contemplarla.
—¿Como sabes que no? ¿Manejas mi agenda acaso? —se burló con diversión.
—No sabía que tenias una agenda.
—¿Crees que solo tú eres una persona importante con una vida ocupada? —se levantó, dándome una palmada en el hombro —Nos vemos luego. ¡Adiós Meryl!
Salió por la entrada hacia la puerta con tanta rapidez que no logré acompañarla a la salida. Suspire hondo, no había manera de retenerla, era tan libre que asustaba, tan inteligente y a la vez tan alocada que daban ganas de quedarse e intentar arreglar todos los desastres que rondaban en su cabeza.
—Lucka tenía razón —dijo Meryl al ver mi frustración —Tu novia es muy hermosa.
—No es mi novia —replique —Somos amigos.
Sus ojos negros me observaron como si intentara encontrar algo. Me conocía lo suficiente como para saber que la mujer me interesaba demasiado.
—¿Y duermen juntos?
—Bruja —me quejé.
No entendía en qué momento de la vida me había comportado tan mal como para que la única vez que mostrara interés en alguien, esa persona no quisiera nada conmigo.
De solo pensar en Jessica y en lo que empezaba a significar para mi se me formaba un nudo en el estómago. Ella lo había dejado claro, no había espacio para sentimientos entre nosotros y la confusión que me inundaba era todo lo contrario.
Comenzaba a sentir cosas por ella y eso me estaba abrumando. Lo mejor sería alejarse del problema antes que fuese demasiado tarde.
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Comenzar mi mañana llegando tarde a una reunión por culpa de la ineptitud de mi asistente era terrible, sobre todo si esperabas tener un día de tranquilidad sabiendo que tu agenda no estaría apretada.
En momentos así me gustaría tener a Jessica trabajando en Ramhar Corporation porque a pesar de que detesta el trabajo, la precisión y excelencia que maneja para realizarlo sobrepasa a cualquier persona que hubiera trabajado conmigo.
Y no lo digo porque se haya acostado conmigo, claro que no, ni tampoco porque quizá me guste mucho más de lo que pensaba.
La realidad era que estaba muy fuera de mi alcance, ella era heredera de su propia empresa y la repudiaba, solo un tonto podría creer que querría trabajar para la mía.
Al llegar a la oficina, Susan me esperaba con expresión de perro regañado incluso antes que pudiera decirle una palabra. Era una mujer de casi cincuenta años, morena de un metro sesenta, con curvas bastantes prominentes y pequeños y rasgados ojos cafés.
Había comenzado a trabajar en la empresa desde muy joven y era bastante eficiente, me había acompañado en los primeros pasos que realicé en esta profesión y la apreciaba bastante; pero últimamente el hijo en una comunidad terapéutica a causa de un intento de suicidio y un ex esposo que no la acompañaba en ese problema la habían vuelto mucho más despistada. Intentaba ser paciente pero sus incompetencias estaban afectando mi trabajo.
—Señor, la reunión con los accionistas de Global Technologies fue re programada para el jueves —expresó con nerviosismo —¡Siento mucho no haberle avisado!
—Se que tienes problemas, pero necesito que enfoques tu cabeza en el trabajo al menos cuando estás aquí.
—Lo se —dijo bajando la cabeza.
—Si necesitas ayuda, podría contratar...
—No, señor James —me interrumpió —Fue solo un traspié, estaré bien.
—No quiero más "Traspiés" —le clave una mirada indulgente —¿Entendido?
La comprensión se me estaba evaporando a medida que las semanas pasaban y los errores se acumulaban. No quería despedirla, pero si seguía así debía contratar a una persona que ayudara por más que Susan se negara.
—¡No volverá a pasar, señor!
—¡Vaya, parece que te has vuelto todo un empresario! —Una voz gruesa y conocida me obligó a voltear.
Con un traje que parecía haber sido hecho especialmente para el, el cabello peinado con formalidad y aspecto de hombre serio y de trabajo; Nicolae Maximoff caminaba hacia mi.
Lejos estaba del chico rebelde que yo había conocido y que había sido uno de mis amigos durante mi adolescencia problemática.
—¿Maximoff? —parpadee varias veces para percatarme que no era una alucinación. Sabía que vendría a Nueva York pero nunca imaginé que vendría directamente a mi empresa.
—Si, soy yo —respondió con una sonrisa —¡Quizá no me reconoces sin la chaqueta de cuero y la caja de herramientas que reparaba tu motocicleta de alta cilindrada!
—Ha pasado mucho tiempo —reclame en voz baja ante la mirada de Susan desde su lugar de trabajo —Ya deje la motocicleta atrás.
—Y yo la caja de herramientas... ¿Te has vuelto un empresario muy exitoso y serio como para darle a tu viejo amigo un abrazo? —preguntó abriendo los brazos.
Lo dude, no iba a negarlo. El hombre había desaparecido un día sin decir adiós y tres años después aquí estaba, exigiendo algún tipo de muestra de afecto.
Sentí claustrofobia cuando sus brazos me envolvieron, pero al instante recordé las palabras de Lucka. Nicolae había sido nuestro amigo, había compartido muchas cosas con nosotros e incluso me había acompañado en la difícil transición de no tener a mi madre nunca más conmigo, y aún así, no había sido capaz de percatarme los problemas que comenzaba a tener hasta que se hicieron tan enormes que su padre tuvo que obligarlo a desaparecer.
Respondí a su abrazo, si bien había pasado tiempo, seguía siendo aquel chiquillo de ojos azul profundo y ocurrencias disparatadas que solía asistir a las carreras clandestinas conmigo.
Cuando lo invite a ingresar a mi oficina, silbo de admiración observando todo con detalle.
—¡Menudo imperio te has mandado! —tomó asiento y me clavó la mirada —¡Oscar Dubstatter ha logrado lo que quería!
—Debía madurar en algún momento, ¿No crees?
—Supongo que la Bajaj Rouser debe estar bien guardada, ¿No?
Nicolae había sido un gran admirador de mi motocicleta, de su velocidad y de su potencia. Siempre me pedía conducirla y si no hubiese sido un regalo de él gran amigo de mi madre, Cameron Brenton, se la hubiese obsequiado.
—Es una reliquia para mi, ¡claro que está bien guardada!
—¡Extrañaba Nueva York! —repuso observando la ciudad desde el enorme ventanal de mi oficina —Londres es tan sombrío y las personas son muy poco afectuosas.
—Instinto Europeo —respondí vagamente, mientras Susan ingresaba con varias carpetas y las dejaba sobre mi escritorio.
—No hay nada como volver a casa —repuso.
—Crei que tu padre había afianzado sus empresas en Inglaterra —exclamé revisando los papeles que mi secretaria había acercado.
Evan Maximoff era un hombre emprendedor muy carismático de Boston. Tenía una empresa pequeña de venta de insumos de materiales de construcción y herramientas que en un momento pareció levantar vuelo, hasta que Nicolae cayó en la adición a la cocaína y conllevó a que cometiera varios hechos ilícitos. El hombre decidió irse del país y llevarse consigo a su hijo sin siquiera pensarlo dos veces.
Admiraba eso, muchas personas anteponían el dinero antes que la familia, y a Evan no le había importado que su empresa quedara en ruinas con tal de salvar a Nicolae.
—Y lo hizo, pero ahora que la investigación en mi contra al fin está cerrada, decidí volver e intentar expandir el campo aquí en America —explicó el castaño de risueña mirada.
—¿Algún día me dirás que sucedió?
—No quiero hablar de eso, amigo —respondió automáticamente.
Me sentí completamente estafado.
—¿Amigo? ¿Como puedo ser tu amigo si no confías en mi? —reclame con fastidio.
—Necesitaba arreglar mis asuntos solo —dijo, pasando la mano por su cabello —No podía arrastrarte a eso, habías ingresado a Harvard. Vincularte con una persona investigada por la justicia no se hubiese visto bien, ¿no crees?
—No me hubiese interesado eso con tal de ayudarte.
—Pues a mi si —sentenció con seguridad.
—¿Sigues consumiendo esa mierda?
Nicolae negó con la cabeza repetidamente.
—No, claro que no. Ya hace tres años estoy limpio. Estuve un tiempo en rehabilitación y gracias a el enfoque que pude darle a mi vida, culmine mis estudios en ingeniería en construcciones.
El estado en el que lo había visto la última vez era deplorable. Estaba irritable, extremadamente delgado, paranoico y totalmente a la defensiva. No podía creer que uno de mis mejores amigos hubiera caído en el consumo de drogas prácticamente en mi rostro y yo no me había percatado jamás.
Sentí culpa muchas veces y muchas otras, furia. La falta de confianza había sido evidente, y no comprendía el porqué, quitando que seguía sin hacerlo ya que no quería decirme lo que había sucedido.
—Me alegra realmente que te hayas superado a ti mismo. Luchar con los demonios internos es incluso peor que sobrevivir a los externos.
—He vuelto a solucionar las cosas aquí. Me gustaría recuperar a mi amigo, que cuando me observara no lo hiciera con cautela ni me hablara como si fuera un extraño.
—Costará, pero quizá lo logres —apresuré a decir.
—Ha pasado mucho tiempo y he tenido el suficiente para procesar muchas cosas. No he sido una buena persona ni un buen amigo... —agregó exhalando el aire que contenían sus pulmones —Quiero compensarlo. Necesito recuperar a las personas que perdí en el camino.
—Espero que puedas.
Maximoff se me quedo mirando por unos segundos y sentí la incomodidad rondarme. No quería experimentar aquello pero tampoco podía evitarlo. Aclaró su garganta y me sonrió.
—Y bien, cuéntame... ¿Cuando piensas sentar cabeza y dejar de ser el soltero más codiciado de Manhattan?
—Veo que lees las noticias —me apoye en el respaldo de mi asiento.
—"La promesa Bursátil" —citó —¡Claro que leo las noticias! Aquella modelo de Victoria Secret's sí que era hermosa.
Hace unos meses había sido primera plana en todos los portales amarillistas por verme involucrado con una modelo de aquella marca. Candance era una castaña realmente muy hermosa, pero con serios problemas alimenticios y muchas ganas de vivir la vida de cuentos de hadas que todas parecen esperar desde que son pequeñas.
Todas menos Jessica, claro.
Los medios exageraron la noticia, pero la realidad era que solo habían sido unas salidas a cenar aburridas y algunas sesiones de muy mal sexo.
—Hermosa, pero no tenía nada en la cabeza más que querer sacarse fotografías conmigo para tener más visitas en su perfil de Instagram.
—Vaya, ¡si eres tan exigente terminarás contrayendo matrimonio con Lucka!
—De hecho, me he casado —dije hundiendo los hombros, ante su mirada atónita.
—¿Que? ¿Por qué no ha salido en los medios? —indagó con sorpresa.
—Porque fue en Las Vegas y con una completa desconocida.
Nicolae mostró su preocupación. Me escudriño con curiosidad ante mi tranquilidad, como si no pudiese acreditar lo que había hecho.
—¿Pusiste en juego tu fortuna por un acoston?
—Ni siquiera eso. Para mi fortuna la mujer usó una identificación falsa y me salvé de milagro.
—Eso me recuerda a... —dijo, pero se quedó callado antes de continuar. Su expresión se endureció, las mejillas se le ruborizaron y levantó la mirada hacia mi.
—¿A quien?
—No importa —exclamó, visiblemente afectado —¿Entonces? ¿Has podido librarte de la mujer?
De solo pensar en Jessica me recorría un calor implacable. La amargura me consumía, me atraía más de lo que podía admitir y eso significaba el peor error que podía cometer en la vida.
—En teoría ha sido ella quien se ha querido librar de mí en muchas oportunidades —intenté reprimir la frustración en mis palabras pero no pude evitarlo —Ahora somos una especie de amigos con beneficios... sexuales.
—¿Primero té casas y luego comienzas una relación? —preguntó —Muy normal todo.
—El problema es que al parecer, las mujeres normales no son de mi estilo. Es tan hermosa, inteligente y a la vez tan exasperante.
Nicolae esbozó una sonrisa que mostró sus dientes pulcramente blancos.
—Suena a que has caído como un campeón —se burló con malicia.
—No se si eso sea bueno. Ya me dejó en claro que no quiere nada más que sexo —alegue recordando las palabras de la rubia.
—Conquístala —dijo, enarcando una ceja y cruzándose de brazos —¡Tu puedes! ¡Eres el maldito Stephen James, las mujeres van tras de ti!Recuérdaselo y espera a que caiga a tus pies.
—No funciona así con ella.
Me hubiese gustado que fuese tan fácil.
Lo que Jessica Romanov tenía de cautivante, lo tenía también de determinada. Había dejado en claro cuáles eran los conceptos que tenía sobre las relaciones y parecía ser que mi cabeza no había asimilado aquello.
No quería nada más que sexo, pero el sexo entre nosotros creaba una atmósfera indescriptible y podía notar que yo también provocaba sensaciones nuevas para ella.
O al menos eso quería creer.
—¿Tienes una fotografía? Debe ser muy hermosa si estás tan interesado —dijo entrecerrando los ojos.
Tomé mi celular pero la puerta se abrió, mostrando a mi mejor amigo concentrado en su celular con una sonrisa que abarcaba casi todo su rostro.
—¿Has visto el perfil de Instagram de...? —subió la mirada y quedó perplejo al notar a la persona que me acompañaba.
—¡Stevenson!
—¡Mira lo que trajo el viento! —dijo, acercándose para abrazarlo.
—Oh, Dios. ¿Que le sucedió a tu cabello? —ironizó tocando la cabeza de mi amigo. Llevaba el cabello suelto y le llegaba por debajo de los hombros.
—Creció sano y fuerte... Como yo.
Lucka mostró su brazo.
—¿Como te encuentras? Digo, luego que Cheryl dejara su obsesión psicopata contigo y se casará con Edmund Hamilton III
—Por favor, no hablemos de ella —dije con el estómago revuelto, pensando en no volver a verla nunca más en mi vida después del disparatado evento privado que habíamos tenido.
—¿Por qué no vamos a almorzar y nos ponemos al día? —propuso Nicolae y mi mejor amigo le dedicó una sonrisa aprobando su propuesta.
—Vayan ustedes, tengo una reunión en quince minutos.
Lucka sabía que estaba mintiendo, pero no me expuso. No era capaz de borrar todo de un día para el otro, si quería recuperar la amistad que teníamos debía ser paciente y demostrarme que confiaba plenamente en mi.
La confianza se gana con mil actos, pero se pierde con tan solo uno. Era difícil de reparar, pero no imposible.
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