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Capítulo 4: La Sombra del Bosque

Narrado por Héctor

El amanecer traía consigo una promesa de frío penetrante y una luz pálida que apenas se filtraba a través de las copas de los árboles desnudos. Nos levantamos temprano, aprovechando la tranquilidad matutina para avanzar tanto como pudiéramos antes de que los peligros del día se manifestaran.

Tomás revisaba constantemente el mapa, marcando nuestra ruta con cuidado. Ana, por su parte, parecía cada vez más inquieta, su mirada constantemente escudriñando el horizonte y los espesos arbustos que nos rodeaban. Su instinto estaba afinado a cualquier señal de peligro, un rasgo que había salvado nuestras vidas más de una vez.

[Alerta: Percepción aumentada]

Una vez más, me encontraba agradecido por las mejoras que mi habilidad de supervivencia me proporcionaba. Cada nueva habilidad que desarrollaba se convertía en una herramienta esencial en nuestro arsenal de supervivencia.

Mientras avanzábamos, un sonido bajo, casi imperceptible, llegó a mis oídos, y automáticamente, mi mano fue a parar al mango de mi cuchillo. Hice una señal a los demás para detenerse y escuchar.

"¿Qué es?" susurró Tomás, su voz tensa.

"Algo... o alguien nos sigue," respondí, mis ojos recorriendo los matorrales detrás de nosotros. La sensación de ser observados había ido creciendo, y ahora estaba casi seguro de que no era solo paranoia.

Nos agrupamos espalda con espalda, formando un círculo para poder enfrentar cualquier ataque desde cualquier dirección. El silencio se volvió pesado, roto sólo por el ocasional crujido de una rama bajo el peso oculto de nuestro perseguidor.

Entonces, de entre la niebla matinal, surgieron figuras—no una, sino varias. Eran zombis, pero diferente de los que habíamos enfrentado antes. Estos se movían con una coordinación desconcertante, casi como si fueran guiados por alguna voluntad maligna.

Ana rápidamente nocked una flecha y la lanzó hacia el más cercano, alcanzándolo directamente en la frente. Tomás disparó su escopeta, el sonido retumbante rompiendo el silencio como un trueno.

Yo, aprovechando mi agilidad mejorada, me moví entre ellos, mi cuchillo encontrando su camino a través de la niebla, cada golpe preciso y letal. A pesar de su número, la coordinación entre nosotros y mi habilidad con el cuchillo nos daban una ventaja definitiva.

Cuando el último de ellos cayó, el bosque volvió a sumirse en un silencio ominoso. Nos miramos unos a otros, respirando con dificultad pero aliviados de haber sobrevivido otro encuentro.

"Tenemos que seguir moviéndonos," dije, limpiando mi cuchillo en la hierba antes de guardarlo. "No sabemos si vendrán más."

Asentimiento general fue la respuesta, y reanudamos nuestra marcha, cada paso nos llevaba más profundamente en el corazón de un bosque que parecía nunca acabar. A medida que avanzábamos, la sensación de estar siendo observados disminuía, pero la tensión nunca desaparecía completamente.

A medida que el día se convertía en tarde, encontramos un claro donde decidimos acampar. Era un lugar tan seguro como cualquier otro en este mundo incierto. Mientras preparábamos el campamento, no pude evitar sentir una mezcla de gratitud y temor. Gratitud por las habilidades que me habían mantenido a mí y a mis compañeros con vida hasta ahora, y temor por lo que aún nos esperaba.

Esa noche, mientras miraba las estrellas a través de las ramas entrecruzadas, pensé en lo lejos que habíamos llegado y lo lejos que aún teníamos que ir. Sabía que cada paso hacia adelante era un paso hacia lo desconocido, pero también un paso hacia la esperanza de encontrar finalmente un lugar seguro en este mundo desgarrado.

Narrado por Héctor

El viento comenzó a soplar más fuerte a medida que el día se desvanecía, llevando consigo el gélido aliento del norte. Los árboles a nuestro alrededor crujían y se balanceaban, como si lamentaran los horrores que habían visto. A pesar de los peligros que enfrentábamos, el grupo mantenía un ritmo constante, cada uno sumido en sus propias reflexiones pero siempre alerta.

Tomás guiaba con cautela, mientras que Ana vigilaba nuestros flancos. Habíamos encontrado rastros de más zombis, la mayoría de ellos del tipo convencional que habíamos aprendido a manejar con relativa facilidad. Pero el recuerdo de los zombis mutados seguía pesando en nuestras mentes, un recordatorio de que este mundo siempre podía sorprendernos con nuevas amenazas.

[Alerta: Cambio meteorológico inminente]

Mis sentidos, ahora más agudos gracias a las continuas mejoras, me alertaron de un cambio en el clima. Levanté la vista al cielo, notando cómo se oscurecía rápidamente, presagiando una tormenta.

"Debemos encontrar refugio," dije, señalando las nubes que se acumulaban rápidamente. "Esa tormenta se ve fuerte, y no queremos estar en medio del bosque cuando nos alcance."

Tomás asintió, plegando el mapa con manos que apenas temblaban. "Hay una estructura no muy lejos de aquí, según el mapa. Una antigua estación de guardabosques. Podríamos llegar antes de que la tormenta empeore."

Apretamos el paso, moviéndonos a través del bosque con una renovada urgencia. El viento arreciaba, y los primeros signos de lluvia comenzaron a salpicar el suelo boscoso. La naturaleza misma parecía querer detenernos, pero nuestra determinación nos empujaba hacia adelante.

Finalmente, la estructura se materializó entre los árboles: una pequeña cabaña de madera, parcialmente cubierta por musgo y enredaderas, pero aún en pie. Corrimos hacia ella, refugiándonos justo cuando la lluvia comenzó a caer en serio.

El interior de la cabaña estaba oscuro y olía a madera vieja y tierra húmeda. Con cuidado, inspeccionamos cada rincón para asegurarnos de que no había residentes no deseados, ya fueran humanos o zombis. Una vez seguros, cerramos la puerta y nos asentamos para esperar que la tormenta pasara.

Encendimos una pequeña fogata utilizando algunos troncos que encontramos en un rincón y nos agrupamos alrededor para compartir el calor. Ana sacó algunas provisiones de su mochila, y aunque la comida era escasa y frugal, el calor de la fogata y la seguridad de la cabaña hacían que supiera mejor de lo que era.

Mientras la lluvia golpeaba el techo de la cabaña, Tomás comenzó a hablar de los días antes del apocalipsis, recordando tiempos más simples y sueños que ahora parecían tan lejanos. Ana escuchaba, ocasionalmente intercambiando sus propias historias, y me encontré a mí mismo haciendo lo mismo. En esos momentos, éramos simplemente seres humanos, no supervivientes luchando contra el fin del mundo.

[Reflexión: Humanidad recordada]

Esta noche, mientras el viento aullaba fuera y la lluvia creaba un ritmo constante sobre el tejado, sentí una paz efímera. Era un recordatorio de que, a pesar de todo, aún éramos capaces de encontrar momentos de conexión, de humanidad, en medio del caos. Sabía que la tormenta eventualmente pasaría, tanto la literal como la metafórica, y tendríamos que enfrentar nuevamente los desafíos de nuestro mundo brutal.

Pero por ahora, mientras compartíamos historias y calor, me permití sentir un atisbo de esperanza, un recordatorio de que quizás, solo quizás, podríamos encontrar más que supervivencia en este nuevo mundo. Podríamos encontrar un sentido de hogar.

La mañana después de la tormenta amaneció clara y fría, con el aire fresco lavado por la lluvia nocturna. La tierra bajo nuestros pies estaba húmeda y suave, lo que hacía nuestro avance un poco más silencioso de lo habitual. A medida que nos acercábamos a la ubicación de la base militar, la tensión en el grupo crecía palpablemente.

Tomás había doblado el mapa y lo guardaba ahora en su bolsillo, guiándonos por memoria. Ana mantenía sus flechas al alcance, su arco listo en todo momento. Yo ajusté el cuchillo en mi cinturón, sintiendo el familiar consuelo de su presencia.

[Alerta: Objetivo cercano alcanzado]

La base se materializó ante nosotros, surgiendo de la niebla matinal como un monumento a tiempos más seguros. Rodeada por una alta valla de alambre de púas y con torres de vigilancia en cada esquina, parecía casi impenetrable.

"Ahí está," murmuró Tomás, señalando hacia la entrada principal

Narrado por Héctor

Cuando las pesadas puertas de la base militar se cerraron detrás de nosotros con un estruendo metálico, el silencio que siguió fue casi ensordecedor. La tensión de las últimas horas, el nerviosismo de la aproximación, y la anticipación de encontrar un refugio seguro, todo parecía haberse condensado en ese único momento de quietud.

Tomás, Ana y yo intercambiamos miradas, un acuerdo no verbal entre nosotros. Este era el momento de descubrir qué nos deparaba este lugar.

La base, sin embargo, no era el bullicioso refugio que habíamos imaginado. En lugar de eso, encontramos un eco del orden militar que una vez fue. Los edificios estaban en su mayoría intactos, pero el silencio que los llenaba era un recordatorio inquietante de lo que había pasado aquí.

"Vamos a buscar suministros," dije, intentando disipar la atmósfera sombría que se había asentado sobre nosotros. "Cualquier cosa que podamos usar para nuestro viaje."

Nos dividimos para explorar más eficientemente, acordando reunirnos en la plaza central dentro de una hora. Mientras caminaba por los pasillos vacíos de lo que parecía haber sido el cuartel, el polvo y el abandono contaban la historia de una evacuación apresurada. Cajas de suministros no reclamadas, documentos dispersos sobre mesas, una fotografía caída de un soldado con su familia.

En la armería, encontré varias cajas de munición y algunas armas que todavía parecían funcionales. Recogí un par de radios de largo alcance, pensando que podrían ser útiles. Mientras llenaba mi mochila con tantos suministros útiles como podía llevar

Narrado por Héctor

Después de abandonar la base militar con todos los suministros que pudimos llevar, continuamos nuestra marcha hacia el noreste. La jornada fue silenciosa, cada uno de nosotros perdido en sus pensamientos, evaluando la situación y preparándose mentalmente para los desafíos que aún nos esperaban.

A medida que el día se desvanecía en la tarde, la silueta de una gran estructura se materializó en la distancia. Era imponente, con altas murallas y torres de vigilancia que se recortaban contra el cielo nublado: la prisión. Me quedé observándola, recordando las imágenes de la serie de televisión "The Walking Dead". La realidad, sin embargo, tenía un peso mucho más significativo. Aquí, la ficción de un mundo post-apocalíptico se había convertido en nuestra cruda realidad.

"¿Qué es eso?" preguntó Ana, mientras ajustaba la correa de su mochila sobre su hombro.

"Una prisión," respondí secamente, mi voz no revelaba la mezcla de reconocimiento y nerviosismo que sentía. "Podría ser un buen lugar para establecernos, al menos temporalmente."

Tomás miró el edificio con cautela. "¿Crees que está ocupado?"

"No lo sé," dije, frunciendo el ceño mientras escudriñaba el perímetro visible. "Pero vamos a averiguarlo."

Avanzamos con cautela, manteniéndonos alerta a cualquier movimiento o signo de ocupación. A medida que nos acercábamos, el sonido de la lucha se hizo evidente. Voces, golpes contra metal, gruñidos de zombis. Alguien estaba luchando para tomar control de la prisión.

Nos ocultamos detrás de uno de los edificios cercanos, observando. Un grupo pequeño pero determinado estaba abriendo una de las grandes rejas de la prisión. Pude reconocer a uno de ellos casi de inmediato por su distintiva apariencia y su liderazgo natural: Rick Grimes. Era surrealista ver a personajes que conocía solo de una serie de televisión, ahora frente a mí, luchando por sobrevivir como nosotros.

"Esperemos," murmuré a mis compañeros, señalando que mantuvieran su posición mientras observábamos. La lucha continuó durante varios minutos hasta que el grupo logró asegurar la entrada y comenzar a eliminar a los zombis más cercanos dentro del perímetro.

Una vez que se calmó el caos inmediato, me adelanté, saliendo de nuestro escondite con las manos claramente visibles y vacías para mostrar que no representábamos una amenaza.

"¡Alto ahí!" gritó uno de los hombres del grupo de Rick, apuntándonos con un arma.

Avancé solo, mi expresión seria y mi postura imponente pero abierta, deteniéndome a una distancia segura. "No venimos armados," anuncié con voz firme pero calmada. "Mi nombre es Héctor. Estamos buscando refugio."

Rick se acercó, evaluándome con una mirada penetrante. "¿Solo refugio?" preguntó, su tono desconfiado pero no hostil.

"Sí," respondí, manteniendo el contacto visual. "Y dispuestos a colaborar y contribuir. Sabemos lo valioso que es tener un lugar seguro y cómo mantenerlo."

Hubo una pausa mientras Rick me consideraba, luego asintió ligeramente. "Vamos a hablar. Daryl, mantén un ojo en ellos."

Daryl, quien había estado vigilante desde el principio, nos dio una mirada evaluadora antes de asentir a Rick. Siguiendo a Rick, nos dirigimos hacia la entrada de la prisión, conscientes de los ojos que nos observaban desde el grupo.

Este era el principio de una nueva etapa, un nuevo potencial de alianza, pero también de nuevos desafíos. Al cruzar la reja de la prisión, sabía que cada acción, cada palabra que dijéramos podría determinar nuestro futuro en este incierto mundo