webnovel

Los archivos secretos de Robert Twin

"El frío viento sopla cortante el rostro de aquellos que buscan la salvación. Las bocas hambrientas devoran a los inocentes enterrando sus podridos dientes y sintiendo el hierro de la tibia sangre en cada mordisco. La nieve se torna rojiza y los llantos de los niños acompañan a la peor escena de terror al ver a sus padres muertos frente a sus ojos. Mi destino me condujo a un manicomio de máxima seguridad, en donde los golpes, gritos y risas de los enfermos mentales acompañan mis noches más frías. Huir no es una opción, pues debo afrontar el destino que Dios me ha impuesto, salvar a la humanidad..." **¡¡ATENCIÓN!!** ¡Este libro contiene lenguaje adulto, escenas de terror y violencia. Si no te gusta sentir adrenalina y adentrarte en una historia de zombis, muerte y violencia no te recomiendo leer este libro! **** Vive la original historia de cuatro personajes en diferentes zonas geográficas que intentarán sobrevivir a toda costa cruzándose entre ellos en la linea temporal, siendo algunos aliados y otros, enemigos. ¿Te animás a leer esta intrigante novela? ¡ Entonces bienvenido ! Ponete cómodo, preparate un buen café, apagá la luz y viví "Los archivos secretos de R. Twin"

MartinValoroso · Khoa huyễn
Không đủ số lượng người đọc
9 Chs

Robert Twin - Cuida tu espalda

"La muerte no es más que un sueño y un olvido."

Mahatma Gandhi

—¡Robert, despierta maldita seas!—Le dijo George mientras lo sacudía tomándolo de los hombros. La nieve caía con gran intensidad. El frío lo hacía temblar, aunque George se encontraba entrenado para las temperaturas extremas, Robert no. Luego de unos minutos, Robert recobró la conciencia lentamente. Se encontraba perdido, no sabía de dónde provenía aquella voz, ni sentía su cuerpo—¡¿Puedes oírme?!­—le preguntó, pero Robert oía la voz muy lejana, apenas podía entender aquellas palabras.

—S-í... más o m-e-no-s—le respondió con dificultad.

—Maldición—lo oyó decir—. Debemos largarnos de aquí. Es peligroso que estemos fuera...—lo alzó y lo colocó sobre su hombro derecho, tomándolo de las piernas. Robert solo se limitó a cerrar los ojos y dormir, un poco más...

George intentó abrir la puerta pero, para su sorpresa, se encontraba cerrada...

Golpeó incontables veces, tocó el timbre que hacía un "Riiinng" extraño, como si tuviese más de cien años y el timbrado sonara entrecortado. La puerta se abrió.

—¡Necesito un médico!—gritó.

—¿Qué sucedió?—preguntó el joven recepcionista—Le dije que no debía salir.

—Luego hablaré contigo—le contestó George irritado—. Ahora necesito que alguien cosa la herida que tiene en la cabeza el doctor, ha perdido mucha sangre.

—Entonces menos mal que me encuentro aquí—dijo un hombre de unos sesenta años. Tenía un ambo blanco y el cabello del mismo color, al igual que su barba. De cuerpo delgado y esbelto, se inclinó hacia el paciente y observó al militar—. Necesito que vayas a la habitación treinta y cinco y me traigas gazas que tengo en mi maletín, o mejor aún, trae mi maletín.

—Ni creas que lo dejaré solo en este manicomio—le dijo George y desenfundó con su mano derecha la pistola, sin quitarle el seguro—. Aquí algo raro sucede, no sé qué es, pero no volveré a dejarlo solo.

—Yo iré—dijo el recepcionista. Tomó las llaves del médico y corrió hacia la búsqueda de su maletín.

En aquel sitio era extraño, pero comenzaron a oírse risas provenientes del segundo piso, y algunos gemidos fuertes de dolor.

—Esto ya está volviéndome loco...—dijo George.

—Y eso que es tu primer día...—le respondió el médico—Mi nombre es Charles, soy psiquiatra y cirujano, vine de Estados Unidos hace dos meses.

—¿Y llevas aquí?—le preguntó.

—Desde que llegué, dos meses—dijo mientras observaba la herida de Robert—. Es solo un golpe—el grito desgarrador de uno de los locos le hizo erizar los pelos a George, y un fuerte escalofrío recorrió su espalda.

—¿Qué carajo pasa allí?—le preguntó.

—Son enfermos mentales...—dijo y se encogió de hombros—Nosotros solo hacemos experimentos con ellos, intentamos curarlos, pero no tiene mucho sentido ya que nos resulta casi imposible.

—¿Y para qué han citado a Robert en este sitio?—le preguntó.

—Eso no puedo decírtelo—respondió—ya que ni siquiera lo sé. Aquí somos más de cincuenta entre médicos y científicos. Cada uno tiene una tarea diferente, y no todos sabemos el propósito de cada uno. Como podrás ver, el edificio es gigantesco—en ese momento llegó el recepcionista a las corridas con el maletín. Charles lo abrió y le colocó una gran cantidad de líquido desinfectante en la cabeza. Luego de tomar su aguja e hilo para coser. Le inyectó anestesia en la herida y luego le cosió la cabeza. Por último, le colocó una venda para que no pueda tocársela.

—¿Y tú qué sabes de este lugar?—le preguntó al recepcionista.

—Poco y nada, nadie me dice mucho y tampoco se me permite saberlo. Solo me encargo de abrir a los nuevos visitantes y asegurarme de que no salgan, pues es demasiado peligroso.

—¿Peligroso?—le preguntó George.

—Uno de los locos ha escapado hace unos meses, y Robert no es el primero en ser atacado. Además, no hay nada a cincuenta kilómetros a la redonda, por lo que se presume que el loco sigue estando por aquí...

—Ya está—dijo Charles—. Llévalo hacia su habitación—observó al recepcionista y continuó—. Tráele una silla de ruedas para que podamos colocarlo en ella—el chico se movió con rapidez.

—Esto me da mucha mala espina—dijo George. Enfundó su pistola y continuó—. Me alegro de tenerte entre nosotros Charles.

—Y a mí me alegra que por fin haya alguien con un arma aquí, por si se presenta el enfermo mental que se escapó...

—¿Sabes quién es?—le preguntó con curiosidad. Mientras colocaba a Robert en la silla que le habían alcanzado.

—Su nombre es Demian Jakson, y se lo declaró enfermo mental cuando dictaban su sentencia por haber asesinado a más de cincuenta personas. Es sumamente importante que no salgan de aquí, y que la puerta permanezca siempre cerrada.

—¿Y no ha muerto nadie desde que se marchó?—le preguntó.

—Curiosamente no. Pero no quisiera ser el primero—Sonrió de una manera muy extraña y se marchó sin decir adiós. George alcanzó a Robert hacia la habitación y cerró la puerta con llave e hizo una traba colocando la parte superior de una silla de madera bajo la manija de la puerta.

Esa noche se durmió en el sillón, con su pistola en la mano, cuidando de Robert.

El sol asomó por el este, y despertó a Robert cuando le dio directo en el rostro. Pudo notar una figura observando por la ventana, se frotó los ojos y lo reconoció, era George que vigilaba como un centinela.

—¿Qué sucedió?—le preguntó sin rodeos.

—Esperaba que me lo digas tú—le respondió.

—No lo recuerdo...—se quejó del dolor de cabeza y se tocó la venda con su mano derecha—¿Me has golpeado?

—Claro que no—dijo y volteó—. Me han encomendado protegerte, no matarte...

Robert notó que tanto sus manos como su ropa se encontraban embarradas. Observó el reloj de pared, marcaba las seis en punto.

Tres golpes en la puerta lo hicieron pararse de un salto.

—Es hora de ponerse a trabajar señor Twin—le dijo una voz del otro lado—. No tenemos tiempo que perder—Por la voz, parecía la Doctora Annabeth.

—Iremos enseguida—le dijo Robert.

—Te esperamos en el hall. No tardes...—se oyeron los pasos alejarse por el pasillo.

La venda se encontraba manchada de sangre, pero a pesar del dolor que sentía Robert, lentamente iba sanando. Una mujer tocó la puerta y les alcanzó varias mudas de ropa.

George esperó hasta que su compañero se vista; un pantalón negro como sus zapatos, una camisa blanca y sobre ello una bata del mismo color. Una vez que finalizó, se dirigieron a la habitación de George que, tomó otro cargador y se lo colocó en el bolsillo del pantalón militar azulado.<< Por las dudas>> le dijo y sonrió. Robert se sentía más cómodo al tenerlo cerca. George era un hombre decidido, con nervios de acero (o al menos eso demostraba) y de gran presencia.

—Espera...—le dijo George antes de que Robert salga de la habitación—Antes de irnos—lo invitó a sentarse en un cómodo sillón y él se sentó en la cama—¿Quieres decirme que demonios sucedió afuera?—Robert volteó y observó por la ventana.

—No lo sé con exactitud, tengo imágenes borrosas...—se tocó la cabeza con sumo cuidado y continuó observando el jardín trasero, en donde los árboles se encontraban con las hojas blancas a causa de la nieve y las flores ocultas. Algunos estaban completamente secos, con sus delgadas ramas en forma de pico apuntando hacia todas las direcciones—Pude ver a un hombre caminar, o correr no lo recuerdo—intentaba recordar aquel momento pero le era muy difícil—. Tenía... un chaleco de fuerza.

—¿Un loco?—preguntó.

—Tal vez. No lo sé—se cruzó de brazos y sintió un escalofrío recorrer su espalda—. No podía dormir, por lo que salí en su búsqueda. No hice caso a las palabras del recepcionista. Aunque me repetía reiteradas veces que no salga, lo hice igual. Recorrí los alrededores de esta mansión y lo encontré por fin, en el este, tirado en el suelo, retorciéndose como un gusano en la sal—sintió náuseas al recordar su rostro—. Al voltearlo... algo extraño sucedía en él—George escuchaba en silencio­—. Sus dientes, estaban completamente podridos, como si tuviesen más de cien años, un aliento caliente y podrido salía de su boca, gimiendo y escupiendo mientras abría y cerraba la boca—Recordó lo que vino después, algo aún más tenebroso—. Luego una persona se me acercó, con una máscara de cuero, completamente deformada. "No debiste salir" me dijo, o algo por el estilo. Y después de eso no recuerdo más nada...

—¡Claro!-dijo y chistó los dedos—Es por eso que encontré varias pisadas alrededor de la escena. Ambas personas se habían escapado. ¿Pero qué demonios habrá sido eso?—guardó silencio por unos segundos y no aguantó más—Robert, necesito saber a qué hemos venido aquí, para comprender qu�� es lo que está pasando. Juro por mis hijas que nadie sabrá que me lo contaste, pero temo que si no me lo dices, ambos estaremos muertos en tan solo un par de días...

—Muy bien—dijo Robert y volteó—. Entonces te lo contaré...