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Los archivos secretos de Robert Twin

"El frío viento sopla cortante el rostro de aquellos que buscan la salvación. Las bocas hambrientas devoran a los inocentes enterrando sus podridos dientes y sintiendo el hierro de la tibia sangre en cada mordisco. La nieve se torna rojiza y los llantos de los niños acompañan a la peor escena de terror al ver a sus padres muertos frente a sus ojos. Mi destino me condujo a un manicomio de máxima seguridad, en donde los golpes, gritos y risas de los enfermos mentales acompañan mis noches más frías. Huir no es una opción, pues debo afrontar el destino que Dios me ha impuesto, salvar a la humanidad..." **¡¡ATENCIÓN!!** ¡Este libro contiene lenguaje adulto, escenas de terror y violencia. Si no te gusta sentir adrenalina y adentrarte en una historia de zombis, muerte y violencia no te recomiendo leer este libro! **** Vive la original historia de cuatro personajes en diferentes zonas geográficas que intentarán sobrevivir a toda costa cruzándose entre ellos en la linea temporal, siendo algunos aliados y otros, enemigos. ¿Te animás a leer esta intrigante novela? ¡ Entonces bienvenido ! Ponete cómodo, preparate un buen café, apagá la luz y viví "Los archivos secretos de R. Twin"

MartinValoroso · Sci-fi
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9 Chs

Alex Bisping - Allanamiento al hostel

"La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto."

Baltasar Gracián

La luna asomaba desde lo más alto del cielo oculta, entre las grises y densas nubes que, volaban tan bajo que inundaron a la ciudad de una intensa niebla. Alex se la pasó caminando de aquí para allá, sus manos temblaban por la culpa de una mezcla entre adrenalina y temor. Sabía muy bien que cuando lo encontrase se acabaría todo, le disparará en el medio de la frente sin dudarlo, a sangre fría. Ni pretendía escuchar su palabras, sus súplicas, la escoria no merecía ser escuchada.

Eran las dos y media de la mañana. Se tomó un tiempo y recordó a la joven Michelle.

Hoy vengaré tu muerte...

Apagó el cigarro y se colocó el chaleco sobre la camisa celeste luego de vestirse con su pantalón azul oscuro. Tomó las llaves de su automóvil y, luego de revisar incontables veces si su arma se encontraba cargada, se marchó sin siquiera apagar el televisor. La noche era fría y parecía ser más oscura que nunca. Alguna que otra persona caminaba perdida entre las calles de la ciudad. Hizo caso omiso a las señales de tránsito y se cruzó unos cuantos semáforos en rojo.

Estacionó el auto frente al Hostel, encendió un cigarro e inhaló con la mirada fija en la puerta de entrada. El motor apagado, al igual que las luces. Tomó su celular y escribió a su jefe <<Estoy frente al hostel>>

El teléfono vibró, era Ricardo Correas.

—¿Alex?­—preguntó al escuchar el silencio—¿Estás ahí?

—Afirmativo—le respondió con frialdad.

—No hagas ninguna estupidez, te lo pido por favor—le dijo hablándole como si fuese su propio hermano—. Espera a que llegue.

—¿Cumplirás con tu palabra? —le preguntó e inhaló una vez aquel cigarro.

—Espera a que lleguemos Alex, y nos encargaremos de él.

—No me has respondido—le dijo un poco irritado—¿Lo harás?

—¡Claro que lo haré! —le indicó con seguridad. Alex sonrió y el silencio duró unos pocos segundos—Debo dejarte Alex—le dijo en voz baja—. La brigada especial ya está aquí—Fin de la comunicación.

Alex se quedó observando por el espejo retrovisor, esperando a que Jhon Kirck se le aparezca caminando, pero eso nunca sucedió. Los minutos parecían horas, sentía que el aire se le acababa y bajó la ventanilla. Se estaba volviendo loco ahí dentro esperando. De repente, pudo ver una camioneta de las fuerzas especiales estacionarse detrás suyo, sin luces, intentando hacer el menor ruido posible. De allí se bajaron cinco de los uniformados del grupo especial y el comisario. Alex revisó una vez más el cargador de su pistola, se encontraba cargado a la perfección, como todas las veces que revisó.

El comisario golpeó suavemente la ventanilla de Alex, él apagó el cigarro en el cenicero del auto y bajó.

—Muy bien—dijo Ricardo—. La situación es la siguiente—Los miembros del grupo especial se fueron a sus posiciones, tres en la entrada del hostel, y otros dos subieron las escaleras de uno de los edificios de enfrente y se colocaron en posición desde la terraza, por si Jhon intentaba escapar—.Según un informante, Jhon se encuentra en la habitación quince, en el primer piso—Otra camioneta se estacionó delante de ellos y bajaron siete policías más—Ustedes—le dijo a los recién llegados—hagan un perímetro de la zona, no permitan que nadie entre, ni salga—Ricardo tenía un jean celeste y una chomba blanca que, le quedaba ajustada a causa de su gran barriga, un chaleco sobre ella y sujetaba con ambas manos una escopeta Benelli M4, de una gran potencia, color gris—. Entraremos nosotros primero Alex—se aseguró que nadie esté cerca y continuó—. Te daré el tiempo necesario como para que lo mates e implantes la evidencia necesaria—se le acercó y le susurró—¿Tienes la pistola lista? —Alex asintió con la cabeza—Muy bien entonces, en marcha...

Ambos se acercaron hacia la puerta de ingreso, Alex volteó y observó a los dos francotiradores desde la terraza de aquel edificio de cuatro pisos.

—¿Francotiradores listos? —preguntó Ricardo.

—Listos capitán—se oyó decir a uno de ellos por el auricular.

—Muy bien, entraremos, todo el mundo atento. Hoy atraparemos al violador más peligroso que ha tenido esta isla jamás—observó a sus compañeros y respiró profundo—¡A mover el culo! —indicó con euforia y abrieron la puerta. Al primero que se cruzaron en la recepción era al dueño del hostel, que, haciendo gestos de que no hablara lo silenciaron enseguida. Uno de los miembros de las fuerzas especiales lo tomó de la remera y lo sacó rápidamente a la calle. Dos oficiales lo recibieron a la salida. Una joven mujer salió de la habitación cuatro y al verlos, cerró la puerta rápidamente del susto. Hicieron caso omiso y continuaron. Alex sentía que su sangre hervía, el sudor comenzó a caer en forma de gotas en su frente. Subieron las escaleras en silencio, fue en ese momento en el que Ricardo les indicó a los miembros de las fuerzas especiales para que cubran, uno las escaleras, y los otros ambas puntas del pasillo. Ricardo y Alex se pararon frente a la puerta número quince.

—Aquí termina la historia Alex—le dijo casi sin voz. Aunque no quería demostrarlo, también se encontraba nervioso. Alex lo observó con una mirada tan fría como el hielo. Estaba listo—. A la cuenta de tres...

Ricardo dio un paso atrás. Alex alzó la pistola.

<<Uno>> dijo y le quitó el seguro a su arma.

<<Dos>> Sintió que su corazón estaba a punto de salírsele por la garganta. No era momento de sentir absolutamente nada, intentó calmarse y solo centrarse en su objetivo, pero le era imposible, mantuvo la vista hacia la puerta, esperando a que el capitán abra la puerta de una patada. El último segundo parecía no llegar más. Respiró profundo, llenó sus venas de oxígeno, al igual que sus músculos. Sus pupilas se dilataron, los pelos de los brazos se erizaron, el corazón aumentó su ritmo cardíaco. De repente sus manos dejaron de temblar, el sonido de los alrededores ya no le molestaban, ahora solo fijaba la vista en aquella puerta y esperaba que se abra de una vez por todas. Se encontraba listo...

<<Tres!>> gritó y abrió de una patada la puerta de par en par.