El Juez guió a Wolfe por una serie de corredores de piedra negra, profundizando en los niveles inferiores del Castillo, hacia lo que él suponía sería una Mazmorra de algún tipo, a menos que el Castillo tuviera una ciudad subterránea similar a las que preferían los residentes de los Desiertos Congelados.
—Ya estamos. Esta es mi oficina, nadie nos molestará aquí. ¿Te gustaría tomar un poco de té? Recuerdo que a los Magi les gustaba disfrutar de una buena taza de té —anunció El Juez.
—El té sería maravilloso. Supongo que ha conocido a un buen número de Magi antes, ¿verdad? Ha pasado un tiempo desde que nos veían rondar en grandes números —respondió Wolfe mientras tomaba asiento frente al Juez.
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