Ya era de noche y escuché una voz que provenía de la sala de mi casa que decía:
"Ester, Chizze, ya llegamos. Lamentamos la demora; pasamos dejando a los niños con su padre y nos invitaron a cenar. Los niños realmente se divirtieron", dijo Raiza.
Kharla agregó: "Chizze, te trajimos bocadillos y también compramos camisetas para los dos. Además, me hice un pequeño tatuaje en el hombro. Ester, ayúdame a cicatrizarlo correctamente como agradecimiento por la camisa."
Estaba considerando hacerme el dormido, pero decidí vestirme y salir a la sala a ver a mis camaradas.
"Me da mucho gusto que se divirtieran. Cuando regrese de Dredprism, también les traeré un regalo. Por cierto, necesitaré una moneda de platino para los preparativos de nuestro viaje."
"Sí, lo que tú digas, sacerdote. Ahora cicatriza mi tatuaje."
Acerqué mi mano con cuidado para terminar de cicatrizar el tatuaje de Kharla.
Ella se tatuó unas flores de color violeta; no conozco el tipo de flor exacta que se tatuó, pero lucían muy bien.
Una vez estuvo cicatrizado y libre de infecciones, tomé mi camiseta y la de Chizze y me retiré con la excusa de que tuve un día pesado.
Ellas no hicieron más preguntas y me fui a seguir durmiendo porque, en verdad, me dolía la mente y el cuerpo.
Y si te lo preguntas, eran camisetas playeras con las palabras: "Una persona que me quiere mucho me trajo esta camiseta desde Cuencas".
No era mi estilo, pero admito que me gustó mucho.
...
Cinco días después, tuve que ir a Dredprism acompañado de Fernnanda Abrahán para realizar el trabajo en el hospital.
Cruzando la frontera, tuvimos que pasar por cinco controles fronterizos. En cada uno de ellos se revisaban nuestros documentos y pasaportes, así como el contenido de nuestra carreta comercial.
Creo que entre todos los controles nos tomó más de una hora cruzar la frontera; nunca pensé que quedarse quieto sentado fuera tan cansado.
Una vez pasamos todos los controles, llegamos al hospital que está cruzando la frontera. Si no fuera por esos controles, hubiéramos llegado en diez minutos corriendo a pie.
Esta es la primera vez en mi vida que una frontera me golpea tan fuerte.
Del otro lado de la frontera, la gente se ve diferente y tienen casas con formas y decoraciones diferentes, enfocadas en el nacionalismo de este país.
Es similar a lo que vi en los recuerdos de Raiza.
Aunque también hay rastros de la cultura de Khisphe en algunas casas y vi personas con los tatuajes típicos de la cultura de Khisphe.
En el camino al hospital, en verdad observé con mucha curiosidad todo este lugar.
Una vez entramos al hospital, descargamos los medicamentos y hierbas medicinales para su uso.
Cuando finalizamos, Fernnanda me dijo: "Gracias por tu ayuda, Ester. Ahora viene lo difícil. Los pacientes que verás son sobrevivientes de la zona de guerra de Amster. Lo que verás en sus cabezas puede ser horrible de presenciar, así que esta es la última oportunidad para retirarte."
Tomé a Fernnanda de los hombros y, mirándola a los ojos, dije: "Nunca he estado más seguro de algo en mi vida."
Solo pensaba en continuar mi viaje y que si esta misión fracasaba, dejaría muy claro que soy el miembro más inútil del grupo, o al menos siempre me he sentido así.
Noto la cara de Fernnanda… creo que la hice enojar.
"Ya lo suponía, eres un mujeriego igual que Rammus. En fin, sígueme." Me siento tan avergonzado y extrañamente culpable que me quedo callado y la sigo hasta una habitación.
En la habitación, hay un hombre en una silla de ruedas. Veo que tiene mucha salud, pero extrañamente tiene el aroma de la muerte.
Al parecer el hombre está consciente, pero debe estar medicado para estar así de tranquilo.
Fernnanda me presenta a ese hombre:
"Este hombre se llama Darlick, el famoso general y estratega militar del Imperio de Dredprism.
Su caso es curioso.
Lleva casi toda su carrera militar luchando en la zona de guerra en el Reino de Amster. Ganó casi todas sus batallas, es respetado entre sus subalternos y se retiró con los máximos honores. Básicamente, es un héroe militar, pero la causa de su salida del ejército fue un intento de suicidio.
Ocurrió después de una premiación a las tropas sobrevivientes, donde lo condecoraron por sus logros en la guerra. Pero al día siguiente de recibir ese premio, una sirvienta lo encontró sufriendo una sobredosis de fármacos y dejó una nota disculpándose con un montón de compañeros soldados.
No tiene esposa ni hijos; se desconoce si tiene más familia directa. Solo tiene un sobrino que no lo visita, pero paga todo su tratamiento. Supongo que se preocupa por él a su manera.
En fin, ahora es tu paciente. Lo dejo en tus manos."
La puerta se abre y entra una enfermera, aunque en ella resaltan sus enormes músculos.
Es obvio que la enfermera es un soldado entrenado, básicamente su guardaespaldas.
"Dejo a esta enfermera para que te ayude. No le pongas las manos encima; ella no es tan amable como yo."
Fernnanda se va de la habitación con una sonrisa en la que noto algo de enojo. La enfermera se para junto al general retirado y suavemente lo coloca en la cama. No dice ninguna palabra y me observa atentamente.
"Gracias por la ayuda, señorita."
La enfermera me mira, pero se queda callada. Creo que no le gusta hablar. Pongo mi mano en la frente del general y conjuro:
"Espíritus de la memoria, bendíganme con su presencia y otórguenme la fortaleza para curar los sueños rotos. Sanar la mente".
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Estoy en el nacimiento de un niño. Algo me llama la atención…
Una joven mujer está sola con los médicos. No veo a ninguno de sus familiares en ninguna parte.
Una de las enfermeras se lleva al bebé recién nacido lejos de su madre.
El bebé es cuidado por las enfermeras del hospital y, unos días después, le entregan al bebé a una familia que se nota son gente noble.
Toman al bebé y le entregan una bolsa de monedas de oro a la enfermera que parecía ser la jefa. Me imagino que ese matrimonio no podía tener hijos y decidieron comprarlo.
Como un niño que vivió toda su infancia en un orfanato, me cuesta entender cómo hay gente que abandona a sus hijos, y hay parejas que sufren al no poder tener uno.
La vida puede ser muy injusta en tantos niveles.
Continúo mirando los recuerdos del general. El niño ya tiene 10 años y recibe muy buena educación, pero no lo educan para ser militar. Aprende a tocar el piano y el violín; tiene tutores que le enseñan literatura, matemáticas y ciencias naturales.
A diferencia de Raiza, que fue educada en estrategia militar, el general no fue educado para ser un soldado. Todo lo contrario, fue educado para seguir el legado de su familia adoptiva.
El niño era muy bueno en todas estas cosas. En su tiempo libre, solía jugar en el parque de su ciudad bajo la vigilancia de su niñera. Aunque el niño no tenía mucho interés en jugar con otros niños, podía hacerlo si quisiera, pero creo que se divertía más viéndolos jugar desde lejos.
El niño solía pasar así su tiempo libre, pero le llamó la atención ver que unos ancianos jugaban ajedrez. Dejó de ver a los niños jugando en el parque y empezó a observar a los ancianos mientras jugaban.
En el parque, había un anciano que resaltaba entre el resto. El anciano solía apostar dinero con otras personas jugando ajedrez. Si le ganabas, él te daría una moneda de oro y, si perdías, solo tenías que darle una moneda de cobre.
Durante todo el tiempo que el niño vio jugar al anciano, nunca lo vio perder una moneda de oro. Las monedas de cobre que ganaba solía gastarlas en pan, que repartía entre las personas sin hogar.
El niño observaba al anciano desde la distancia, aprendiendo sus estrategias en el juego, pero no tenía un juego de ajedrez en su casa. Así que, con una hoja, dibujó un tablero y, con pequeñas piedras, comenzó a jugar ajedrez en su casa.
Cuando el niño cumplió 13 años, sus padres le regalaron un juego de ajedrez hecho de fina madera, totalmente nuevo.
Aunque el niño era muy inexpresivo, se notaba que estaba feliz. Al día siguiente, tomó su juego de ajedrez totalmente nuevo y quiso desafiar al abuelo. Fue a la mesa donde el anciano esperaba que alguien lo desafiara a jugar.
El niño se sentó frente a la mesa, sacó su juego de ajedrez y lo puso en la mesa.
El anciano ya había visto al niño observándolo jugar y, sin mediar palabras, guardó su viejo tablero de ajedrez y dejó que el niño jugara con su juguete nuevo.
Una vez listo el tablero, comenzaron a jugar…
Después de media hora, la partida llegó a un punto crítico.
"Vaya, niño, la forma en la que juegas... es como jugar conmigo mismo." El niño se mantuvo callado y, en un movimiento sorpresa, dejó al anciano en jaque. Le tomó tres años llegar a ese punto de saber cómo derrotar al viejo.
"Eres muy listo, niño. Sabías cómo iba a reaccionar a mis propias estrategias y te adelantaste. Te ganaste esta moneda."
El niño se veía realmente feliz. Tomó la moneda de oro, fue a la panadería, compró mucho pan y botellas de leche. Con la ayuda del anciano, repartió la comida a la gente sin hogar y lo que sobró el anciano lo llevó como donación a la iglesia.
Cuando el niño creció y alcanzó la edad de 15 años, la guerra de Amster empeoró bastante. Como el héroe había desaparecido hace mucho tiempo, quedaba en manos humanas resolver el problema.
Con el fin de evitar que la guerra avanzara de Amster a Dredprism, el imperio reclutó a todos los jóvenes para un entrenamiento militar obligatorio, donde los más aptos irían a pelear en el país vecino.
El general, aún siendo un adolescente, fue uno de los reclutados.
Apestaba como soldado: no tenía fuerza física y era pésimo para la magia, básicamente no tenía mana. Además, como era una persona muy callada, no se relacionaba con sus compañeros reclutas.
Mientras estaba solo en el cuartel, solía jugar con pequeñas piedras sobre una mesa, durante la hora del almuerzo.
Su supervisor de entrenamiento notó que la forma en que las piedras estaban colocadas era igual a un tablero de ajedrez.
"Oye, recluta, sígueme." El recluta y el supervisor fueron a su oficina, y el supervisor sacó un juego de ajedrez que tenían para jugar en el cuartel.
El supervisor jugó una partida con el recluta y, por más que lo intentó, no pudo ganarle.
…
Con el pasar de las semanas, todos los altos mandos jugaron contra el recluta, pero ninguno ganó.
El recluta no era popular entre sus compañeros, pero sí entre sus supervisores del entrenamiento militar. Ellos vieron su talento y lo inscribieron en la clase de Estrategia Militar, la cual estaba reservada para nobles de alta cuna.
Gracias a su talento, pudo entrar a esta clase, donde destacó académicamente.
Se graduó con honores y fue enviado a la zona de guerra en Amster con un pequeño pelotón bajo su mando. Aun con sus limitados recursos, pudo lograr sus objetivos.
Regresó a Dredprism, donde fue ascendido y premiado. Sus padres adoptivos asistieron a la premiación, y el general estaba feliz de volver a ver a su familia.
Aun estando luchando en el extranjero, el hombre siempre veló por sus padres.
Pasaron los años y el general era un hombre de 35 años que seguía sirviendo a su país peleando en el extranjero.
Sus logros militares fueron excelentes, frenando el avance del ejército del rey demonio y ganando tiempo para que la humanidad pudiera encontrar la forma de detener a los demonios.
Sin embargo, por más tiempo que ganara el general, derrotar al rey demonio era algo imposible para un hombre que solo destacaba en jugar juegos de mesa.
…
Cada cierto tiempo abandonaba el campo de batalla y volvía a su patria.
Siempre era la misma rutina: llegaba al cementerio y repartía flores entre las tumbas de sus antiguos camaradas. Luego pasaba por la casa de sus padres para asegurarse de que estuvieran bien cuidados.
Su salario solo lo gastaba en cuidar de sus padres, ya que él no tenía muchos gastos.
En su tiempo libre, llevaba el juego de ajedrez que le regalaron de niño, se sentaba en el parque en el mismo lugar donde se sentaba ese anciano y jugaba con las personas.
Si le ganabas, te daba una moneda de oro y, si perdías, le debías una de cobre. Con las ganancias y algo de dinero que le sobraba, compraba comida y la repartía entre las personas sin hogar.
Cuando el general era un niño no lo había notado, pero ya de adulto noto que las personas en las calles de su país eran emigrantes de las zonas de guerra.
Especialmente le afectaba ver a las personas originarias de Amster, ya que desde que su país se volvió una zona de guerra, se vieron desplazados desde el norte por los demonios y desde el sur por los soldados de Dredprism, haciendo que sus ciudadanos no tuvieran otra opción más que huir, a veces solo llevando la ropa que traían puesta.
Pasaron muchos años, el general volvió a casa y repitió su rutina. Esta vez dejó un gran ramo de rosas en la tumba de sus padres.
El heredó todos los bienes ya que sus padres no tenían más familia cercana.
Ya una vez en casa, revisó los documentos de su padre y encontró los papeles donde se enteró que era adoptado y que era originario de la frontera con Khisphe.
El general ya sabía que era adoptado, ya que no se parecía a sus padres, pero siempre los amó con todo su corazón. Aunque quería saber si tenía más familia en otro lugar…
Contrató a un detective privado que era un antiguo militar retirado que actualmente trabajaba en el gremio de mercenarios de Khisphe. Le envió sus documentos para que encontrara a su familia biológica.
…
Pasaron cuatro años y la investigación dio sus frutos.
Se enteró de que su madre biológica era una prostituta que trabajaba en los burdeles de la frontera.
Ella nació en el Imperio de Dredprism, pero trabajaba en Khisphe. Murió a la edad de 34 años de sífilis, pero antes de morir tuvo otro hijo que abandonó y se crio solo en las calles.
Él también murió en un operativo que buscaba detener a traficantes de drogas que eran transportadas desde Khisphe a Dredprism, dejando huérfano a su único hijo. Ese niño era el sobrino biológico del general.
El general le ordenó a su colega que se hiciera cargo de su sobrino y que hiciera todo lo que estuviera en sus manos para que ese niño tuviera una vida digna.
Sin embargo, por su trabajo, nunca pudo ir a conocer a su sobrino y solo se limitaba a enviarle dinero para su educación.
El general seguía trabajando en el campo de batalla, ya que no era un simple soldado, su trabajo era organizar las tropas y ordenar sus movimientos, lo cual podía hacer desde la retaguardia. Esto hacía que su edad no fuera un impedimento para seguir sirviendo a su país.
Los recuerdos del general eran muy pesados, pero era un hombre fuerte. No me imaginaba a ese hombre suicidándose, hasta que llegamos a esa premiación el día de su intento de suicidio.
Fue algo normal. El hombre fue premiado, recibió agradecimientos de sus reclutas y de las familias de sus reclutas, tanto de los vivos como de los muertos.
Después de la premiación, el hombre hizo su rutina de siempre. Fue al cementerio e hizo un largo recorrido por las tumbas de sus compañeros, pero cuando llegó a la tumba de sus padres, lloró en silencio, pidió disculpas y se fue.
Llegó al parque que estaba cerca de su casa, ganó algunas monedas jugando ajedrez, y fue a la panadería que visitaba desde los 10 años.
Habló con un joven panadero que recién había heredado el negocio de su padre...
El general habló sobre que la panadería brindara en las noches cierta cantidad de pan a las personas sin hogar o refugiados de Amster, e hizo un contrato con el panadero para asegurarse de que se cumplieran sus deseos.
Una vez terminado el contrato, entregó una bolsa llena de monedas de oro y se marchó a su casa.
Vivía en una mansión muy bonita con un estilo clásico. Esta era la casa de sus padres, que fue heredada en la familia a través de generaciones.
El hombre fue a su despacho y se sentó en su escritorio, busco un pequeño franco que llevaba mucho tiempo oculta en su escritorio.
Creo que fue algo que guardó para este momento.
El hombre lo bebió esa extraña pasión y entonces...
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