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Capítulo 8 Cruzando la frontera

 

Después de sanar la mente del general, este seguía acostado en su cama.

 

Tenía los ojos abiertos y miraba fijamente el techo. Parecía despierto, pero no actuaba diferente.

 

Le pregunté a la enfermera si tenía un tablero de ajedrez.

 

"Sí, déjeme revisar su equipaje," respondió.

La enfermera musculosa sacó un viejo tablero de ajedrez.

 

"Enfermera, déjeme solo con el paciente. Sé que no me conoce, pero confíe en mí; necesito algo de privacidad, de doctor a paciente."

 

La enfermera vio mi expresión seria y salió de la habitación.

Puse el tablero frente a la cama del general mientras sostenía una moneda de cobre en mi mano. Sin mediar palabra, moví un peón, y el general movió su caballo.

 

Jugamos una partida de ajedrez…

 

Al final, usando la misma estrategia con la que venció al anciano en su primera partida de ajedrez, gané.

 

"Diablos, perdí... ¿Cómo te disté cuenta de que fingí mi intento de suicidio y estaba actuando todo este tiempo?"

 

Le respondí. "General Darlick, a usted nunca le gustó trabajar en el campo de batalla. Siempre odió ver morir a sus soldados y sufría por el daño colateral de la guerra.

Yo no soy como usted; yo tengo la mentalidad de un soldado. Desde mi punto de vista, es un héroe, pero usted solo quería huir del campo de batalla e hizo todo esto para poder retirarse sin tener que enfrentar a sus compañeros y decirles en la cara que ya no quería pelear a su lado."

 

 

El general buscó en su mesa de noche y sacó una moneda de oro. "Por favor, no digas nada a nadie.

Solo di que estoy irremediablemente roto. Quiero pasar mis últimos días en paz."

 

Tomé la moneda de oro y la guardé en mi bolsillo.

 

Una vez salí de la habitación, vi a Fernnanda junto a la enfermera. Creo que espiaron mi conversación.

 

La enfermera entró a seguir cuidando al general y Fernnanda me dijo que ahora tenía que tratar a otro paciente.

 

Este era un soldado simple, pero tenía un origen aristocrático.

Fui a su habitación y recité "Espíritus de la memoria, bendíganme con su presencia y otórguenme la fortaleza para curar los sueños rotos. Sanar la mente"…

 

 

Vi su vida. El hombre no era un héroe como el general, ya que tomó muchas malas decisiones y sus compañeros murieron por su culpa. No sentí simpatía por ese hombre.

Solo hice mi trabajo y una vez terminé, salí de la habitación sin hablar con el paciente.

 

 

Cuando terminé mi trabajo, ya era de noche. Estaba viendo la luna en las afueras del hospital mientras tomaba jugo de limón.

 

"Vaya que tus habilidades son muy útiles," dijo Fernnanda mientras tomaba de mi vaso de jugo.

"Oye, ¿crees que una vez se acabe esta guerra la humanidad podría vivir en paz?"

 

"Yo no lo creo. En mi país nunca hemos visto a los demonios, pero no vivimos en paz. Entre los mismos humanos peleamos y hacemos guerras por razones egoístas. En ese sentido, somos iguales a los demonios."

 

Pasé el resto de la noche hablando con Fernnanda.

Aún no éramos amigos, pero sentí que nos habíamos acercado un poco.…

 

 

 

 

"Hiciste un buen trabajo, Ester. Sabía que cuando te conocí era una señal divina", me dijo Rammus desde su oficina en Khisphe, después de terminar mi trabajo volví a la ciudad de cuencas a reportar mi trabajo.

 

"Lo que te conté del general debe ser un secreto entre nosotros. No se te ocurra contarle a nadie."

 

"Oye, me ofendes, Ester. No soy chismoso, pero da lo mismo. Gracias a ti pagué mi deuda con ese anciano."

Le entregue una moneda de oro y le respondí, "Si tanto quieres pagarle, toma esa moneda, compra algo de comida y repártela entre la gente que vive en las calles."

 

Rammus guardó la moneda e intentó cambiar el tema. "Hablando de monedas de oro, ya tengo los tres documentos de tus chicas y el cambio de esa moneda de platino. Créeme, conseguir 225 monedas de oro no fue fácil. Tuve que gastar de mis ahorros y pedirle dinero a mi esposa."

 

Le entregué la moneda de platino y tomé los documentos de mis compañeras. Rammus guardó la moneda sin verificar su autenticidad.

 

"Oye, ¿no vas a asegurarte de que la moneda es real?"

 

"No hace falta, Ester. Digo, somos amigos. Ahora hablemos de negocios. Tengo una misión de escolta para ti y tus compañeras.

Una persona de la que no puedo dar detalles viajará a la capital de Dredprism.

Tú te aseguras de dejarla a salvo en la capital, y lo que hagas después no es mi problema. Pero para asegurarme, apenas termines tu trabajo te despediré. No quiero que, si haces alguna locura, tus acciones me arrastren. Buen trato, ¿no?"

 

Tomé mis monedas de oro del escritorio de Rammus y dije, "Me parece perfecto."

 

"Esa es la actitud. El trabajo será en una semana. Ahora descansa y termina tus asuntos en la ciudad de Cuencas. Si hiciste amigos aquí, aprovecha para despedirte."

 

 

Volví a nuestra casa en Cuencas con los documentos de mis compañeras. Cuando me vieron regresar, me recibieron muy cálidamente, bueno, solo Chizze; las demás solo querían un resumen de mi misión.

 

Les di todos los detalles de mi última misión y el encargo de Rammus.

 

"Así que en tres días tendré que volver a mi patria de origen, Dredprism. Aunque admito que extrañaré la ciudad de Cuencas. En verdad disfruté estas vacaciones, pero tengo que volver al trabajo", dijo Raiza.

 

Y Kharla agregó, "Extrañaré a Trevor y sus hijos. Fue lindo ver a un padre cuidando tan amorosamente a sus hijos…"

Kharla tenía una mirada melancólica mientras decía esas palabras.

 

"Ah, a Chizze solo le importa estar con el amo, la jefa y la niña rara esa. Con ustedes al lado de Chizze, Chizze es muy feliz." Dijo con voz entusiasta la mujer bestia…

 

 

 

 

Finalmente llego el día de despedirnos de la ciudad de Cuencas.

Antes de irnos de casa, Trevor y sus hijos vinieron a despedirnos.

Los hijos de Trevor estaban llorando mientras se despedían de Raiza y Kharla. Aunque creo que no eran muy cercanos a Chizze.

 

"Trevor, toma estas 30 monedas de oro y la documentación de la casa. Como nos vamos de viaje y no sabemos cuándo volveremos, estarás a cargo de la casa. Cancelamos el mantenimiento del jardín y la piscina, así que todo el mantenimiento de la casa estará a tu cargo. Solo te pido que la limpies un poco cada semana."

 

"No se preocupe, jefecito. Yo me encargaré de mantener su casa segura, y si muero antes de volvernos a ver, uno de mis hijos continuará cuidando la casa, ya sea para usted o sus hijos."

 

Chizze se puso roja cuando escuchó esa última frase, y una vez me despedí de los hijos de Trevor, nos fuimos al gremio de mercenarios para nuestra misión.

 

 

 

 

"Hola, Ester y sus compañeras, bienvenidos al gremio de mercenarios. Síganme mientras les resumo la misión."

 

Seguimos a Rammus hasta la parte trasera del gremio, donde un carruaje elegante nos estaba esperando.

 

"Esta persona que está dentro tiene que llegar a la capital de Dredprism, pero no tenía mucho dinero para pagar la misión.

Acepté su petición casi como un favor personal.

Necesitaba gente fuerte que arriesgara su vida en este trabajo sin recibir prácticamente nada a cambio. Ahí entran ustedes. Asegúrense de que llegue viva a Dredprism. El imperio está en paz, pero no es un país muy seguro, si me entienden."

 

Chizze parecía irritada por la actitud de Rammus, pero a este punto ya estoy acostumbrado; hasta me dan risa sus estupideces.

 

"La identidad de esta persona es secreta por motivos de seguridad. Solo dos de ustedes le harán compañía dentro del carruaje y dos deberán estar afuera cuidando del carruaje.

Ester, toma estos documentos; te ayudarán a pasar sin que te requisen en la frontera y, sobre todo, cuídate. Sé que no es probable, pero me gustaría verte de nuevo."

 

Tomé los documentos, me despedí con un abrazo de Rammus y de la ciudad de Cuencas.

 

Con los documentos que compré para mis compañeras y los permisos oficiales del gremio de mercedarios, pudimos pasar rápido la frontera.

 

 

Una vez todos estábamos ya dentro de Dredprism, sentí que me quitaba un gran peso de encima.

Todo mi trabajo había valido la pena. Al fin cruzamos la frontera, pero no debíamos relajarnos; aún teníamos un trabajo entre manos.

 

Ya dentro del país, noté que una enfermera muy musculosa me estaba esperando cruzando el puesto fronterizo.

 

"Hola, señor Ester. Soy la cuidadora del general. Desde su visita, se lo ve más tranquilo. Aún no quiere hablar con nadie, pero intercambió algunas cartas con el señor Rammus. Así se enteró de que su siguiente trabajo sería en la capital de Dredprism. El general me pidió que le entregara este paquete y también quería darle las gracias personalmente por su ayuda. Ojalá vuelva a verlo pronto."

 

Tomé el paquete, le agradecí el gesto a la enfermera y continué mi camino a la capital de Dredprism. Abrí el paquete; era pequeño y tenía un juego de llaves, documentos y una carta.

 

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Hola sacerdote,

 

Gracias por su ayuda, aunque no estaba en el estado que todos creían. Después de nuestra sesión, tengo mi mente más tranquila.

Pude recordar los buenos momentos que viví con mis padres, amigos y superiores. Gracias a eso, pude comunicarme de nuevo con mi sobrino.

Supe que ese tonto le estaba dando problemas. Me contó que lo mandó a la capital de Dredprism para hacer un trabajo. Lo pensé mucho y tomé una decisión.

Le doy las llaves de mi casa familiar y los documentos que respaldan que le encargo su cuidado. También envié algunas recomendaciones por si acaso tiene algún problema con la policía militar o quiere enlistarse en el ejército.

Perdón si no es mucho, pero no puedo hacer más por usted. Ojalá tenga una vida llena de amor y paz.

 

Atentamente,

Darlick

 

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Vaya, qué sujeto tan agradable y respetuoso; no se parece al idiota de su sobrino.

Bueno, ahora no tendremos que preocuparnos por dónde quedarnos en la capital, aunque no sé cuánto tiempo estaremos en este imperio.

 

Me pregunto qué tiene pensado hacer Raiza en ese país.

 

Digo, ella es el héroe de Dredprism; se armará un escándalo cuando sepan que sigue viva y volvió al país. Pero lo que más me tiene intranquilo es la imagen de mi maestro como el príncipe en las memorias de Raiza. Él era prácticamente un niño en ese entonces, y entre las cartas que me dio mi maestro hay una para mostrar en la catedral de la capital de Dredprism. Aunque nunca fue el plan venir a este país en primer lugar...

 

Bueno, mejor me concentro en el presente; ya que aún tengo un trabajo que terminar.