Hacia el Centauro y lo irrevelable del cosmos, la mente humana es por lejos el objeto más complejo del universo. En Última Centauri un amalgama mágico es colapsado dentro de la vida diaria de tres jóvenes de tres nacionalidades distintas con circunstancias muy diferentes el uno del otro. Solo cuando la metempsicosis se da y la Trifulca es creada, las mentes de Mutrick, Elizabeth y Naoki se fusionan en una conexión más allá del plano existencial, haciendo de la diversidad una verdadera unidad. Al tiempo que los tres se ven obligados adaptarse a sus nuevos cuerpos y a buscar una salida para cuan peculiar situación, un mal de otro mundo los asecha a cada paso que dan, haciendo necesaria la emancipación de lo cotidiano y viendo por sobre el germen del bien propio. ¿Será la Centauri más compleja del universo capaz lidiar con lo sobrenatural? En una época donde las minorías no son aceptadas y la libertad escasea fuera de la música del Nuevo Mundo, la unión será lo único que sea capaz de ponerle un alto al fuego del odio social, después de todo, no hay nada más sublime para la demencia que un buen trago de vehemencia.
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A lo largo y ancho del Nuevo Mundo existen pocos lugares donde la sociedad sea realmente Unidad en Diversidad. Si se sondea y se investiga a fondo esta relevante verdad podemos llegar a concluir aspectos bastante aristotélicos acerca de la naturaleza intrínseca del humano. Por aquel entonces corría el verano de 1969, fecha en la que más de un evento espectacular dejó estupefacto a la humanidad por entero.
Una localidad con muchos de esos pocos lugares se sitúa en la parte baja de la Costa Oeste del país del Tío Sam. El karaoke Darklight bullía de ocio y conversaciones entre los clientes prácticamente todos los viernes y sábados del año. Pasando por Main Street de San Francisco, el karaoke era famoso por sus presentaciones en vivo, personas de todas las edades eran bien recibidas y mientras no se hiciera el ridículo en frente del escenario, se iría más que satisfecho por el buen servicio. Sin duda, ese era el tipo de lugar en el que un adolescente querría estar esa noche veraniega. Existía en el un característico aroma circundante del lugar, las personas se divertían, bebían, y bailaban; esa era la fórmula de la Buena Vida. A pesar de lo geniales que eran las presentaciones ahí, siempre había uno que otro tipo que resaltaba entre todos los demás intérpretes del lugar. Esa noche el mérito se lo ganó una magnum opus de "Space Oddity" la cual, por realmente buena que era, no tendría nada que reprocharle a David Bowie.
La interpretaba un joven que aparentaba ser más chico de lo que enrealidad era. Un tipo de 24 años, alto, no demasiado delgado aunque para nada gordo, de cabello oscuro, tez clara, ojos cafes y una sonrisa espectacular, probablemente de ascendencia latina. Su intensa mirada reflejaba claramente la idea de que se trataba de esa clase de persona en la que se podía. Su nombre era Mutrick y entre el público le observaba una bella chica californiana con una fisonomía muy parecida a la de él, solo que rubia y de ojos turquesa - Ligeia el carne y hueso, cabría concluirse -; a ella se le daba mucho más la ascendencia nórdica. Mutrick solía presumir que era su novia, cosa que en realidad así era ,y de hecho lo era desde hace ya más de 8 años. Ello representaba una tercera parte de su vida.
Se habían conocido en la universidad, él acudió a la facultad de artes donde engrandeció enormemente su amor por la música y donde también logró, no sin mayor esfuerzo, independizarse del todo de la terrible vida familiar que le llegó a atormentar por completo la infancia. Consiguió arrinconar esos sentimientos durante años hasta el punto de convertirlos en inconcebibles atisbos del pasado lejano. Así, los días de convirtieron en meses y los años pasaron a ser eones.
En contraste, Zoey - nombre que residía la bella chica californiana - conoció la vida desde otra perspectiva por completo antitética. En lo que difería de Mut constaba su familia unida, amigos honrados, y buen desempeño académico; dicho de otra forma, se trataba de una joven ejemplar. Quién iba a decir que dos antípodos llegarían algún día a enamorarse. En fin, los opuestos se atraen.
Durante casi todo el primer semestre desde su llegada a San Francisco Mut tuvo la espantosa aunque incierta tentativa de regresar a Houlton, un pequeño e insignificante poblado de Maine colindante con Canadá, para reanudar su antigua y pesarosa vida. Sin lugar a dudas dejar atrás todo lo que alguna vez conoció como "hogar" no le fue tarea sencilla en lo absoluto. Entre otras cosas que empeoraron su decadente ánimo se encuentran las muchas cartas que recibió de su madre, de las cuales no se molestó siquiera en abrir la gran mayoría. No es que conservara cierto rencor contra su madre, de hecho la estimaba, pero es que ella al haber reservado su escasa libertad al látigo que con ferocidad empuñaba su padre, - cabe remarcar, que jamás denunció por temor al mismo - no le hizo más que influenciarlo hacia lo evidente: las adicciones.
El caso es que el evento que colmó el vaso sucedió pocos días antes de que Mut hubiera sucedido al peor error de su vida. Los detalles de este fueron conocidos por realmente pocas personas - él toxico grupo amistoso de Mut - ya que jamás llegó a obrarse, más de haberlo hecho se podría asegurar que su ya de por sí precaria situación hubiera llegado a un abismal final para nada conmovedor.
Sea como fuere, la dantesca atrocidad que cometió el padre de Mut hacia su madre no fue ni de lejos algo particularmente privado. Por el contrario, la impactante noticia publicada por el Aroostook Review de que un conocido vecino cuya familia hubo transcurrido generaciones desde la fundación del condado había rostizado la mitad izquierda del rostro de su mujer, y magullado excrecencias entorno a su cuello - tal como un oso salvaje lo haría con sus garras entorno a su débil presa - en un encolerizado acceso de ira por un intento de estrangularla, fue de carácter repugnante, mórbido, atroz, e inverosímil a los ojos de todo el pueblo. Este horrido episodio tuvo lugar unos pocos meses antes de la partida de Mut, meses en los cuales su madre fue llamada varias veces a testificar ante el tribunal de Houlton el abominable maltrato del que había sido víctima. No obstante es bien sabido que en pueblos poco populosos cualquier forma de polifobia o maltrato es escasas veces admitido por sus víctimas. Justo fue este el caso y el padre se Mut jamás fue enjuiciado. El pavor que sufrió Olivia - como se llamaba la madre de Mut - ante la tentativa de que su esposo le volviera a violentar, fue más allá de las expectativas que tenía la gente del pueblo, y, pasadas las semanas desde el percance, Olivia creyó poder ocultarlo todo bajo la tierra. Si bien la prensa callo, no lo hicieron las constantes burlas de las que fue presa; apodos tales como: arpía, sumisa ,y eso ,salieron a la luz tan pronto como les fue posible para atosigarla día y noche. Mut, en contraste, tampoco difirió demasiado de la baja reputación a la se vio condenada la familia. Su activa participación en el vano juicio de su madre fue totalmente ilusa puesto que la acusante nunca aceptó los hechos que la hostigaban. Por lo que al ser aún menor de edad, sin las herramientas necesarias para refutar y dar pábulo de lo que él mismo había visto temeroso y horrorizado hacer a su padre, pasaron los meses y la situación tan solo fue de mal en peor, ¿cómo era posible semejante desgracia? Dentro de la mente humana esta idea cavila, sin embargo, se mantiene inescrutable.
El día en cuestión, cuando la perspectiva de lo que Mut deseaba para su futuro ,y en el cual también se vio obligado a tomar por su propia conciencia la dura, aunque definitiva, decisión de su partida, dio un giro de 180 grados fue cuando - mientras caminaba a casa desde la escuela, ya que a nadie más le pertenecía la pickup tt de la familia, la cual era una auténtica reliquia del abuelo paterno de Mut. - observó cómo echaban a la fuerza a su madre desde el centro de cuidados paliativos de Houlton. Ipso facto, acudió a su ayuda, - no sin antes recorrer con la mirada sus alrededores en busca de que nadie lo viera, eso luego le provocó, inevitablemente, un lastimoso remordimiento - empero, tal y como si el sentimiento fuera recíproco, salió huyendo apenas reparó en él; es de obviar el claro desconcierto que esto provocó en Mutrick. Más tarde, esa misma noche, cuando la cena hubo terminado y su padre ido malhumorado, él le preguntó por qué no había hecho nada al respecto, por qué se dejaba tratar como una cosa. Su respuesta, tumultuosa y lagrimosa, fue devastadora: "Soy una mujer hijo, y eso tu padre me lo ha dejado bien claro todos estos años". Si eso no provocó que Mut partiera esa misma noche junto con los pocos ahorros que hubo recaudado a lo largo de toda su vida, entonces ni siquiera él mismo sabe por qué lo hizo. Y así, recorrió en camión de punta a punta todo el país que siempre y a la vez nunca - hecho curioso - hubo tenido oportunidad de conocer. Dejó atrás lo único que jamás conoció, quedando así su hogar lo más alejado que pudo geográficamente sin salir de su propia nación, tal vez por mera falta de pasaporte. Lo importante es de facto que de todos los cientos, tal vez incluso miles o millones, de lugares a los que pudo haber ido a parar Mut, fuera finalmente la gran urbe de San Francisco la elegida. Claramente buscó alejarse de los excesos una vez arribó, sic la droga californiana era aún mejor y accesible que en el noreste donde la policía vigilaba su uso a cal y canto; se esforzó a pesar de las sinuosas dificultades.
Existe solamente una cosa que Mut recuerda, no sin desdicha, haberle dejado a su pobre madre como muestra de afecto. Ello se remonta a aquella noche de desasosiego en la cual decidió irse; no sin antes dejarle un aciago manuscrito indulto donde le confesaba sus penurias, las razones de su partida y un conciso lema que hasta hoy sigue recordando cabizbajo: "No me busques".