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Poesía Corporal

Fue una larga, muy larga noche. El milagro que les hizo caer Fitz desde el cielo no tenía precedentes, fue como si los sueños y esperanzas de Mut se hubiesen materializado en ese hombrecillo justo aquella noche. Ambos lo sabían, si todo salía bien, su vida cambiaría. Y lo haría el grande. Aún a sabiendas de que se trataba de una tentativa demasiado precipitada, fantasearon y como toda pareja que hubiera acabado de ganar la loteria, sintieron que el mundo era suyo.

Llegando a su pequeño pero confortable apartamento ubicado en la segunda planta de una de las tantas residencias suburbanas de la zona sur de la ciudad, Mut extrajo un par de cervezas Budweiser de la nevera, como reprochando aquellas que Dalí-Ateo-Mahoma les había arrebatado. Pero les había dado algo mucho mejor: Una Vida Asegurada.

- ¡Por nosotros! - Exclamó Mut mientras le daba un trago a su cerveza. En su cabeza pensó que en un futuro no muy lejano, esa cerveza se convertiría en vino y como un milagro presuntuosamente bíblico, sus vidas también gozarán de una mutación.

- Brindo por ello. - Vaciló Zoey al mismo tiempo que tomó de la Budweiser. Su trago fue igual o hasta más grande que el de Mut. Entonces ella entró en un estado de introspección y pensó en el futuro, pensó en cómo él le había hecho el amor tantas veces los últimos años, pero aún así no hallaba él coraje para pedirle matrimonio. Estaba segura de que él ya lo había pensado, pero seguía siendo muy en el fondo, aquel hippie universitario del que se había enamorado perdidamente cual hechizo preternatural.

Zoey dio un trago más. Profundo.

- ¿Estas excitada? - Preguntó indiscretamente Mut. Él quería festejarlo.

Estaban recostados sobre la cama, uno junto al otro, la calentura entre ambos se apoderó del ambiente y de sus cuerpos casi desnudos.

- De no estarlo no bebería tanta cerveza tan tarde.

- Puede que sea producto de nuestro ángel guardián. - Dijo mientras jugueteaba lascivamente con sus hermosas mejillas, cuello, espalda, y acercaba sus labios lentamente. - Creo que fue su forma de cobro.

- No lo creo. - Sentenció Zoey, al tiempo que apartaba a Mut de encima suyo.

- ¿Ocurre algo?

- Si, así es. - Respondió Zoey, algo triste y desanimada. - ¿Cuando me propondrás matrimonio Mutrick? - Dijo con sinceridad. - Una pareja normalmente se compromete después de los 2 o 3 primeros años de noviazgo, nosotros ya vamos por el quinto…

Mut no supo qué responder, se sentía como un cobarde en ese momento. Pero siendo sinceros, tal vez sí que lo era, había vivido toda su vida en un sueño,una fantasía. Y por fin se haría realidad. Ya había llegado la hora de que la fantasía y el sueño de su bella dama se cumpliera. Mut puso fin a la situación y tomó al toro por los cuernos.

- Zoey no era mi intención, lo lamento, lo siento de verdad. - Tomóle la mano. - Sé lo que has de pensar de mí en estos momentos… lo sé porque yo también me acuso de ello mismo frecuentemente.

- Mut yo solo…Solo dame una razón por la cual no lo has hecho...

El la hizo callar y le tendió el dedo índice sobre sus labios. Iba a acabar con el asunto de una vez por todas. Entonces recostó a su amada para hacérselo y darle una razón.

- ¿Quieres que te de una razón amor? Te daré una, pero no de por qué no lo he hecho, esa ya quedó muy atrás, en el pasado distante.

- ¿A qué te refieres Mut? - Preguntó ella dubitativa, a la vez que excitada, ella también lo deseaba.

- Casémonos en Wanderlust amor, delante de millones de personas. - La voz de Mut rayaba en la pasión, estaba ansioso. Pero ahora el futuro era la causa de aquel sentimiento, y si bien obraba demasiado raudo, ahí no se percató, o de hacerlo, lo ignoró.

- ¿Estás seguro, Mut?

A ella le brillaban los ojos, sus intensas pupilas turquesas. Aún así, siempre había creído que los ennegrecidos ojos abismales de Mut destrozaban con creces la barrera de lo real y penetraban profundamente en lo fantástico.

- Completamente. - Sentenció seguro de sí mismo. - Ya es hora de madurar ¿No crees?

- Lo creo. - Expresó junto con una gemebunda vaharada que dio por sentado el acto.

Y con esa simple respuesta, a Mut le pareció aprobada su propuesta y prosiguió a la acción.

Esa noche algo cambió en el corazón de Mut, no sabía si era bueno o malo, pero se sentía diferente. Después de todo en una semana él habría alcanzado la madurez tras haberse casado con la mujer de sus sueños en el festival de música más grande del mundo. El simple pensamiento de lo que podría ser su futuro de ese día en adelante, lo dejó sin la posibilidad de pegar un ojo por horas y horas aquella noche.

Finalmente el sueño lo domino, un insondable, quimérico y onírico, abismo fantástico.

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