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08. Un encuentro inesperado

—Tengo que concentrarme en este asunto, no tengo que pensar en nadie más… —se dijo Luken, tratando de sacar la mirada de Lady Vanessa que tenía impregnada en su mente. —Ella está comprometida, yo no tengo oportunidad de estar a su lado. ¿Quién soy yo? Un comerciante que viaja por todos los caminos, una persona que no tiene un lugar fijo, que le puedo ofrecer a ella… si es que tuviera alguna oportunidad de acercarme…

Los pensamientos de Luken fueron interrumpidos por una mano que se posó en su hombro derecho.

—Señor Otxoa, es un placer saludarle y darle las gracias por el acto heroico que acabamos de presenciar… —se escuchó decir a una dama, con una voz dulce y serena, pero al mismo tiempo se escuchaba con una pequeña inseguridad al hablar. 

Luken volteó a ver de quién era la voz, abriendo los ojos con una expresión de asombro, se vio frente a frente con Lady Vanessa, por la impresión que tuvo, no pudo decir ni una palabra, por lo que ella continuó hablando.

—Creo… que, si no hubiera sido por su presencia, mi padre hubiera estado herido… actuó más rápido que los guardias —continuó hablando Lady Vanessa. Ya con una mejor seguridad en sí misma.

—No fue ningún problema, milady, solo actué por impulso al ver a una persona corriendo frenéticamente… mi primer instinto fue intentar detenerlo antes que hiciera algo indebido… —Respondió Luken, cuidando las palabras que decían, teniendo en cuenta que se encontraba delante de una bella mujer.

Luken hizo una pequeña pausa, levantando la mirada, y observó a una persona que los vigilaba desde el umbral de la puerta de salida.

«¿Quién será esa persona que me vigila?, o, ¿la vigilará a ella?, me parece muy raro» pensó Luken en un momento fugaz, pero continuó hablando tranquilamente para evitar un falso nerviosismo y que malinterpretarán el momento.

—Ya en el suelo, al darme cuenta de que era un viejo conocido, me quedé extrañado por la actitud… pero al escucharlo y sentir su enojo, lo abracé más fuerte, para evitar que se soltara, y volviera a la carga.

—Eso es muy interesante… y a la vez, muy valiente de su parte —dijo Lady Vanessa, mostrando una expresión sorprendida. Haciendo una pausa, volvió a hablar. —Pero también, podríamos decir, fue un poco imprudente… pudo haber estado armado, y en este momento, la fiesta se hubiera convertido en una sala de médicos, atendiendo por alguna herida.

—Milady, tiene toda la razón… cuando uno se pone a pensar en todas las consecuencias que podrían haber ocurrido… cuando uno empieza a imaginar finales desastrosos, siempre dirá la frase… —Luken para de hablar por un momento y tomando un respiro, continúa dialogando. —Y si hubiera pasado esto o aquello… a lo mejor estaría mal o peor, también dependiendo de la ocasión, hasta muerto. Sin embargo… si una persona no actúa en el momento, puede perder más que un poco de piel o la vida misma, puede perder la oportunidad de su vida. 

—Continúe, por favor.

—Si no hubiera intervenido en el suceso, no habría tenido la oportunidad de hablar con su excelencia. Me hubiera perdido la oportunidad de tener una reunión. Además, no tendría la dicha de tener una conversación con una bella dama, como lo estoy haciendo ahora.

Lady Vanessa se quedó pensativa al escuchar las palabras que había mencionado Luken, bajo la mirada, y no dijo ni una sola palabra por un momento.

—Entiendo.

—¿Hay algo malo en mis palabras? 

—No.

—¿Dije algo que la incomodara?

—No.

—No entiendo, sinceramente… pero si se sintió incómoda con mi conversación, le pido infinitas disculpas. Nunca en mi vida, incomodar a una dama, ha sido mi intención.

—Señor Otxoa, usted no ha dicho nada malo… al contrario… —Lady Vanessa vuelve a realizar una pausa, y levantando el rostro, viéndose a los ojos, continúa hablando. —Agradezco mucho sus sinceras palabras, que la verdad, me conmovieron, son palabras con una gran verdad… y principalmente, son honestas. 

—Agradezco mucho sus palabras.

—Mi estimado señor, me tengo que retirar… ya he pasado mucho tiempo afuera, y debo estar con mi padre. Aunque, la verdad… conociéndolo… ya él sabrá en donde me encuentro —terminó diciendo Lady Vanessa, haciendo una leve reverencia, da media vuelta y empieza a retirarse, dándole la espalda a Luken, da un paso hacia delante.

«Que tonto he sido, no me presente como se debe, ni mi nombre le di» pensó Luken viendo a Lady Vanessa alejarse. Cuando de repente ella se detiene y empieza a hablar. 

—Señor Otxoa, sería tan amable de darme su nombre, ¿por favor? —dijo ella. —Sinceramente, no pude escucharlo cuando estábamos adentro del salón.

—Claro que sí, milady… Me llamo Luken Otxoa.

Lady Vanessa voltea a ver hacia Luken, nuevamente hace una pequeña reverencia y dice.

—Gracias por su tiempo, Señor Luken Otxoa.

Esbozando una pequeña sonrisa, vuelve a girar su cuerpo, y empieza a caminar hacia el salón. Luken se quedó observando a Lady Vanessa mientras se alejaba elegantemente. Sabía que no debía seguir hablando con ella, y que no podía salir detrás de ella, sería una locura, que terminaría muy mal. Pero su curiosidad por la situación del Barón y su posible implicación en los casos de mujeres desaparecidas era más fuerte que cualquier norma de etiqueta. 

De repente, escuchó un grito de auxilio que provenía del salón principal de la mansión del Barón. Algo estaba sucediendo y Luken sintió que debía actuar. 

Lady Vanessa, se quedó parada en el umbral de la puerta, no se movía. Al mismo tiempo, el guardia que los estaba observando se acercó rápidamente hacia ella, de modo de protegerla.

Luken corrió hacia el salón y se encontró con una escena caótica.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo Luken muy asustado al ver la escena. Una de las lámparas de araña se había desprendido del techo y había caído sobre el centro del salón, causando leves heridas a varios invitados y pánico al resto de las personas. 

Afortunadamente, no había caído sobre ningún invitado y las personas que habían resultado heridas, era por algunos cristales que habían salido disparados al momento del impacto contra el suelo. Otras personas se habían desmayado, y algunos mostraban nerviosismo.

Se quedó observando a la multitud, hasta que divisó al Barón, quien estaba rodeado de varios guardias. Empezó a caminar hacia el centro del salón, y para darse a conocer, gritó con voz gruesa.

—¡Vengan todos los hombres, movamos esta lámpara, y despejemos el área!