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Capítulo 37 — La catástrofe de los muertos vivientes

Aldeib tampoco lograba entender lo que significaba este terremoto en el aire y la energía que se liberaba del suelo.

—¿Qué pasa? —Aldeib caminó hacia donde se encontraba Sara con los oídos en el suelo. Su cara era de confusión, pero de pronto.

Eilí de la nada gritó:

—¡[Lavarrow]! —Sobre su cabeza aparecieron varias flechas llenas de fuego y las disparó contra tres hombres que se encontraban a unos metros.

Los tres hombres tenían una piel muy pálida y sus escleróticas eran negras, también su pupila era roja como la sangre que les hacía falta a estos seres no vivos.

Estos al recibir las flechas de fuego cayeron al suelo como si se tratase de una pared mal hecha siendo derribada con mucha fuerza. Sin embargo, esto no duró mucho, ya que la piel quemada de los muertos vivientes se regeneró con rapidez y se levantaron de nuevo.

La cara de Eilí fue sumergida en un miedo profundo e irracional, pero que a la vez era algo lógico por lo que veía. Tenía un miedo al ver tres muertos vivientes quienes no volvieron a la muerte al ser atravesados por flechas de fuego.

Aldeib se quedó sorprendido al ver tal imagen frente a sus ojos. La imagen de seres muertos que de algún modo regresaban a la vida. Una imagen de una catástrofe sin precedentes.

Sara se levantó y sacudió todo el polvo que recogió del suelo, con sus ojos observó a los seres muertos que vivían y caminaban como si fueran personas vivas. Para Sara, estos seres parecían tener una conciencia limitada, o sea poder tomar decisiones y tener un libre albedrío limitado, como si les dieran la oportunidad de volver a la vida a cambio de cumplir con una petición.

Estos tres seres muertos vivientes observaron a todos, y de pronto, uno de ellos, de sus bolsillos, sacó un arma, un cuchillo roto y bañado en fuego con la potencia necesaria para matar a alguien de forma rápida, mas no indolora. Este muerto viviente parecía tener unas intenciones y una misión más que clara.

Aldeib buscó con la mirada cualquier objeto para defenderse, pero quedó paralizado por el miedo, y preguntó sin entender nada:

—¿Esto pasa normalmente? —Había visto películas de muertos vivientes en su mundo, pero nunca había enfrentado uno. Ver a estos tres le causaba mucho terror, tanto que se había quedado helado y pálido.

Desde que estos se regeneraron y posteriormente uno los observó y luego sacó un arma de sus bolsillos, era una gran y clara señal que estos muertos vivientes no eran los que Aldeib conoció en series y películas.

No. Estos eran muertos vivientes inteligentes que actuaban, al parecer por algo, pero que no actuaban como completos muertos sin cerebro, sino como los seres pensantes que fueron en vida.

De pronto, la energía vital rara de la tierra fue aún más fuerte que antes.

Del suelo empezaron a emerger muertos vivientes y los cadáveres de las personas muertas por la batalla contra la secta, y resucitaron volviéndose muertos vivientes. Y ahora ya no habían tan solo tres muertos vivientes, sino que se había convertido en algo digno de ser llamado "una catástrofe". Habían decenas e incluso un par de centenas de muertos vivientes al rededor de todos.

La cantidad era muy grande, y por cada segundo que pasaba, revivían más y más muertos vivientes con el mismo objetivo.

Los muertos vivientes no atacaron a todos con tan solo verlos. No atacaron a los civiles que estaban cerca de ellos. Sin embargo, sus miradas se postraron sobre los reos, Aldeib y sus compañeros (incluyendo Cedius, Melid y los curanderos), mas no se fijaron en Riltut Felb, quien también desconocía la existencia de estos seres tan extraños.

Para Riltut fue un alivio no sentir las miradas de los muertos vivientes sobre él. De hecho, Riltut sentía esta escena como una forma de cumplir con su objetivo de una forma más fácil utilizando a los muertos vivientes como un medio para eso.

«Qué extraño. ¿Será que ya está cerca?»

Luisa y las demás curanderas cayeron al suelo de nuevo al no poder permanecer en pie por el horrible peso del aire sobre ellas. Luisa entendía que la energía de los no muertos era una energía que se oponía a su energía vital de curación, por eso comprendía su debilidad y el porqué de casi estar al borde del desmayo.

«No estoy preparada para asimilar esto tan rápido.»

Todo esto era algo extraño, algo incapaz de ser comprendido incluso para el superior Riltut, de quien se pensaría que sabía algo acerca de esto.

Los muertos vivientes se vieron entre sí y asintieron con la cabeza. De pronto todos sacaron sus propias armas: espadas, cuchillos, palas, hachas, arcos y todo objeto con la capacidad de realizar daño a una persona.

Estos muertos vivientes se empezaron a acercar poco a poco y con fiereza hacia sus objetivos. Sus objetivos eran todos, excepto civiles y Riltut.

Cargaron sus armas listos para el ataque que darían en conjunto para acabar con la vida de todos.

En ese, en el norte de la ciudad, en la entrada de esta apareció una gran luz blanca que se esparció por toda la ciudad, como un enorme destello. Esta era una luz que cautivó a los muertos vivientes a un solo punto, pero aunque habían sido cautivados, muchos se rehusaron a ir hacia esa luz.

La misión de estos seres, los no-muertos, era nada más y nada menos que asesinar o capturar a los que estaban observando. Esto hacía muy extraño todo, ya que al no querer atacar Riltut se daba a entender que podían ser miembros de la secta quienes los estaban controlando.

Era una posible explicación, pero terminaba cuando se notaba que Riltut y miembros de la secta que estaban en la lejanía (los cuales no eran atacados), mostraban gran sorpresa al ver estos seres desconocidos para ellos.

—¿Quiénes son esas cosas? —preguntó Aldeib, frío como el hielo por el miedo.

Estaba más que claro que estos seres eran algo ajeno al enemigo que se estaban enfrentando al principio: los superiores. Por lo tanto, el objetivo real de estos seres era desconocido por completo.

Pero no era para nada el momento exacto para intentar entender lo que estaba sucediendo, porque los muertos vivientes se acercaban cada vez más, y estaban a punto de dar los primeros golpes.

Entonces se escuchó el sonido de una espada desenvainarse. Ahí estaba la caballera mestiza, Denep, quien iba a protegerlos de la gran catástrofe naciente a sus compañero, dejando de un lado su capacidad para hacer maldiciones y optando por un arma mejor.

En realidad no solo era Denep. Cedius y Melid lucharían contra el superior Riltut mientras los demás se ocupaban de los muertos vivientes.

Raylt sacó de su bolsillo un cuchillo, también se estaba preparando para hacerle frente a estos seres no muertos que se acercaban con malas intenciones. Sara sacó su gran lanza de aire, como si la hubiera materializado, y la mostró a todos los muertos vivientes. Eilí creó varias flechas de fuego con todo su gran poder mágico.

Luisa no podía hacer nada más que resistir el ambiente tan asqueroso que se había pronunciado por culpa de la energía de los no-muertos. Tenía que resistir y cuando lograse hacerlo, se pondría de pie y empezaría a ayudar en esta pelea.

Aldeib no sabía como luchar. No poseía ni tan siquiera un arma más allá de lo poco que conocía de la magia, y aunque supiera más, no podía saber como usarla de forma correcta en el momento correcto para causar un resultado correcto.

Melid y Cedius se unieron en alma, mas no en cuerpo, y esto incrementó los poderes de la gran espada de Cedius a cantidades nunca antes vistas por el mismo. Un poder monstruoso y bestial siendo empuñado por él en sus manos de guerrero, en sus manos también estaba la supervivencia de este reino y era probable que también estuviera la supervivencia de gran parte del mundo.

Era la gran batalla que decidiría todo el rumbo de la historia. La batalla entre los buenos y los malos. La batalla entre el grupo contra la secta versus los muertos vivientes y la Secta de las Estrellas.

Aldeib se quedó atrás y se acercó a Luisa y los curanderos para protegerlas con sus puños. Después de todo, era lo único que podía hacer.

—Me quedaré aquí. —Frunció el ceño.

Sara y Denep unieron fuerzas y se acercaron a los muertos vivientes, luego abalanzaron sobre ellos. Así lograron cortarles la cabeza a muchos de ellos, pero esto fue en vano ya que resucitaron de nuevo.

Este hecho volvió a impactar a Sara y Denep, quienes se aterraron al ver como los muertos vivientes no regresaban a la muerte. Sintieron miedo al punto de tener la piel pálida, pero aunque tuvieran ese miedo, no se permitirían rendirse.

Eilí apoyaba desde la retaguardia lanzando hechizos, matando a los muertos vivientes que empezaban a generar algunos problemas. De hecho, Eilí se sentía como nunca, nueva y rejuvenecida al usar tanto maná en tan poco tiempo, sentía que aunque era una chica joven, se hacía aún más joven.

Raylt se acercó a Aldeib y Luisa para ayudar a Aldeib en la tarea de proteger a los curanderos de los muertos vivientes que se les estaban acercando. Y así, Aldeib con sus puños, dejó en el suelo a varios, y dio una sonrisa de victoria al igual que Raylt, el cual había apuñalado a varios muertos vivientes con su afilado y puntiagudo cuchillo, pero esto resultó ser en vano ya que los no-muertos revivieron.

Los reos recogieron las armas de alguno muertos que no se hacían muertos vivientes, otros lo hacían robándoles a los muertos vivientes, algunos seguían el ejemplo de Aldeib de pelear a puño y otros pocos recogían las armas de los muertos vivientes que habían sido derrotados, pero aún no revivían nuevamente.

Cedius y Melid fusionaron sus fuerzas. Melid sirvió como la garra de dragón, intentando lograr un solo golpe a Riltut. Cedius con su espada tampoco acertaba ni un solo golpe, porque Riltut era intocable.

Al ser Riltut una persona intocable, no se podía derrotar de ninguna forma que alguien se imaginaria. De hecho, derrotarlo era tener una meta demasiado ambiciosa.

Riltut abrió su boca mientras volaba por encima de todos y dijo con un mal semblante que demostraba su disgusto:

—¡Qué fastidioso! —Y luego de eso bostezo en señal del aburrimiento y sueño que le estaba causando esta batalla que no llevaría a nada. Riltut no mataba a Cedius y Melid porque siendo sincero, no era parte del plan, en realidad, cuando torturó a Cedius fue por mera diversión para él y no por que su plan ocupara eso.

—¡Hk! —Cedius intentaba clavar la espada del Dragón de Sangre y Rey de la Espada en el cuerpo del superior, pero le era imposible por completo. Aunque su velocidad aumentase exponencialmente y su fuera al extremo, no podía, porque simplemente se desviaba el ataque.

Cedius tenía una expresión de enojo y desesperación en su rostro, quería matar a Riltut a pesar de saber que ese deseo era imposible. Su sangre hervía de furia junto a la sangre que corría por su espada.

En esa espada corría no solo la sangre de Cedius, sino también la de Melid.

Melid también estaba muy desesperada por asesinar al superior humano, pero ninguna de sus garras de dragón se clavaban en él. No podía destruir toda mala intención en sus ataques para al menos hacer el intento de:

«Si no tengo intenciones asesinas, tal vez mi ataque llegue.» Melid pensaba en eso, pero no lo había comprobado, ya que no podía eliminar todo rastro de intenciones asesinas en su ataque. Además de eso, tenía que hacer que su ataque no fuera un ataque.

—¡Mi plan no es asesinarlos! ¡Pero si siguen de idiotas no tendré piedad alguna con sus almas! —Riltut puso una cara de furia que hizo que sus rasgos se desfiguraran y sus arrugas en la cara se marcaran con tanta intensidad (incluso siendo de una apariencia muy joven).

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—Son muchos. Raylt, no podremos. —El chico de ojos malditos no podía hacerle frente solo a tantos muertos vivientes, porque sus puños no eran mil, eran solo dos y por eso se le dificultaba defenderse y defender a los curanderos—. Es imposible…

El chico de ojos malditos se estaba desesperando al ver como habían cada vez más y más muertos vivientes que salían de la tierra. Su cara era muy preocupada ya que no podía seguir así por mucho tiempo.

Raylt también estaba en muy mala posición. Raylt y su cuchillo no podía solos derrotar a todo los muertos vivientes que se amontonaban a su lado.

Era todo peor para todos por el simple hecho de que estos muertos vivientes parecían tener conciencia y actuaban con inteligencia algo limitado, pero aún con esa poca inteligencia, hacía que fueran temidos. Esto hacía más difícil a tratar con estos seres, que de ser puros cadáveres en movimiento, parecían personas vivas esclavas de una misión.

Un muerto viviente se le abalanzó a Aldeib, pero este por reflejos y miedo le dio un golpe en el ojo, explotándoselo y esquivándolo. Si no lo hubiera esquivado, en este momento estaría cruzando su onceava muerte, pero como si lo logró esquivar, pudo darle puñetazos al muerto viviente hasta regresarlo a la muerte por un tiempo.

Aldeib hizo lo mismo que hacía cada que lo atacaba un muerto viviente armado, le quitaba sus armas y la lanzaba a alguien que no tenía armas para que se defendiera. Obvio, Aldeib pensó en tomar una, pero se había acordado que las armas eran mágicas, por lo tanto, no sabía cómo utilizarlas realmente, y lo único que haría sería complicar el trabajo para los que sí sabían.

Era la razón por la que las armas de los muertos vivientes eran tan poderosas, porque los habitantes de Rupnias estaban acostumbrados a estar rodeados de maná. Incluso a ojos de Aldeib era un ciudad muy poderosa, en la cual debían ser pocos los que no supieran usar la magia.

«Así que, los habitantes de aquí usan armas mágicas. Lastima que mi nivel mágico debe ser inferior.» Aldeib apenas se daba cuenta de que en esta ciudad, todos o al menos la mayoría, portaba un arma mágica bajo sus ropas por si había una pelea.

Aldeib dejó de distraerse con las armas y miró como un muerto viviente se quedó quieto. El muerto viviente lo observó y extendió su mano izquierda, y así detuvo el ataque de Aldeib hacia él.

—Entrégate, por favor. —Su cara no mostraba malas intenciones, ni un mal semblante de ira, sino que derramando lágrimas.

Aún así, creer esto de un muerto viviente que también pudo haberlo atacado era muy ilógico. Por eso, Aldeib con la mirada se rehusó a ir con ellos, sin importarle si eran buenos o malos.

—¿Por qué no atacan a los de la secta y Riltut? —Aldeib miró de forma fija a los muertos vivientes, quienes le regresaron la mirada con sus pupilas rojas como la sangre. Aldeib no sabía que más preguntarle a estos seres que habían aparecido solo para causar caos, aunque ese no era su objetivo real.

—Nuestro objetivo eres tú, Aldeib. También lo son Eilí y Raylt. Debemos atrapar al portador del penúltimo factor del Emperador, a la hija del demonio y al asesino de dragones. —El muerto viviente miró a Aldeib con sus ojos negros y profundos.

Con una voz ahora más malhumorada y un semblante enojado, dijo con tristeza el muerto:

—Si no aceptas, prepárate para morir.

Aldeib no aceptó la oferta. La rechazado con la simple mirada fría, no iría tan fácilmente con estos seres tan escalofriantes. Tampoco se permitiría morir, ya había logrado salvar a Cedius, era algo bueno, pero no quería volver a hacerlo, no quería perder todo lo ganado hasta este momento.

«Sí, lo sé. Pero esta vez deberás usarlo bien.» Dentro de Aldeib apareció una voz igual a la de él que de decía esto respondiendo a sus pensamientos pasados. Aldeib al escuchar la voz, cambió de cara, de una frustrada a una completamente sorprendida por la voz que estaba escuchando.

«Tú lo decides, Aldeib.» La voz extraña y ajena le dio una oportunidad de quien sabe que a Aldeib para lograr acabar con este mal por un momento.

Aldeib lo empezó a considerar. No sabía que era, pero todo era mejor que esta situación en la que estaba. Por eso asintió con los ojos cerrados, aceptando la oferta de una voz extraña de su cabeza sin dudarlo y sin preguntarse qué sucedería.

De nuevo, Aldeib empezó a cambiar de semblante y un aura, ahora más poderosa que nunca, emergió de dentro de él. Era como un poder que se estaba liberando de Aldeib, un poder incontrolable, un poder nacido para humillar, no para ganar. Tan fuerte era este poder que todo el campo de batalla lo sintió.

Aldeib volvía a entrar en este estado tan raro y peligroso. Incluso los que ya habían visto a Aldeib en esta fase, se asombraron por el poder tan catastrófico que salía en mayor medida de su cuerpo.

Una luz blanca brillo en forma de estrella en donde debería estar el corazón de Aldeib.