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Capítulo 33 — Una batalla fallida

Entonces todos dieron por fin el primer paso y marcharon, marcharon con tanta fuerza que parecía que la cárcel se iba a destruir de un momento a otro. Todos se levantaron en armas, listos para iniciar la verdadera batalla contra la secta de las estrellas.

Marcharon y salieron por fin de la cárcel, y al hacerlo. A pesar de la situación tan crítica, sus semblantes no cambiaron ante esta situación, al contrario, su espíritu y su ira se dispararon hasta los cielos mismos. Era un paisaje tan difícil de ver, que sin duda, causaba náuseas y odio.

Las casas estaban destruidas por completo y solo quedaban escombros gigantescos, que en vez de atrapar y matar a los de la secta, caían sobre los civiles aplastándolos. La imagen era aterradora, varios civiles en el suelo con su cuerpo en su totalidad desfigurado o incluso, con una apariencia en dos dimensiones por haber sido aplastados.

Las calles estaba llenas de cuerpos humanos que habían muerto a manos de la secta. No eran solo caballeros, sino mujeres, ancianos e incluso niños. Todos ellos habían sido mutilados y su cara había una expresión del más profundo terror que alguien puede experimentar.

En la noche se sentía el olor a la sangre y por donde se ponía el pie, se sentía la sangre caliente que alguien desconocido había derramado. A lo lejos, con la poca luz de las estrellas, se divisaban asesinos observando en los tejados.

Estas personas, las muertas, parecían haber querido huir, pero la secta jamás se los permitiría. La secta de las estrellas no le permitiría a las personas huir tan fácilmente sin hacerlas sufrir.

Los niños en la calle... o lo que parecía ser un rostro de un infante, estaban desfigurados y llenos de sangre, con heridas bestiales y en sus ojos se podía ver un alma que le daba miedo irse del cuerpo muerto por el temor de ver todo el caos. Las mujeres y los ancianos también estaban sumidos en la más grande de las desesperaciones. Muchos muertos, de maneras tan horribles y otros que ni siquiera pudieron reaccionar a los ataques, causaban tristeza a cualquiera que viera tal imagen.

Incluso, el chico de ojos malditos, quiso llorar a ver todas esas personas en esa posición, y para no llorar, agachó la cabeza triste mientras miraba al vacío y no a la tierra bajo sus pies.

En el suelo habían varias mujeres, niños y hombres llorando por la pérdida de un ser querido que había muerto en medio de todo este gran caos. Sus lágrimas eran del dolor más puro y sus gritos llegaban hasta el cielo. Parecía que de sus gargantas saldría sangre por tan fuerte que gritaban.

Habían incluso personas que estaban dándole primeros auxilios a sus hijos, padres, familiares o amigos e incluso a sus mascotas, quienes habían muerto solo por estar en medio de la batalla contra la secta. Había sido un destino inevitable y muy trágico, y de solo saber que las personas intentaban revivir a seres queridos no muertos, demostraba que tan desesperados estaban.

La secta se encontraba paseando sobre todas las casas, buscando algo o alguien. Incluso algunos bajaban de los tejados y se acercaban a las personas diciéndoles:

—¿Tú sabes en donde está el falso Emperador? —Y a estas personas que les hacían esta pregunta, morían del miedo y al no contestar nada... también morían de forma física.

Los caballeros volaban los cielos luchando contra miembros de la secta, pero no eran muchos. Los caballeros caían muertos al cielo por doquier y algunos caían incluso en las personas, matándolos. El número de muertes, sin ninguna exageración, podían superar hasta las centenas de muertes.

—Hasta que por fin apareces. —El que estaba hablando tenía una voz llena de arrogancia y mucha impaciencia. Su voz no solo tenía eso, sino que también estaba repleta de odio y resentimiento. —Soy un miembro superior de la organización de las estrellas, representando a los humanos, Riltut Felb.

Riltut cayó con gran potencia al suelo, destruyendo todo lo que estaba ahí: cadáveres, escombros y sangre. Su cara se llenó de la más pura sonrisa de alegría mezclada con una gran falta de cordura.

Parecía que estaba muy furioso, pero a la vez muy alegre por haber encontrado a Aldeib. Un hombre con una cordura tan rota como lo era Riltut, era seguro que le haría la vida imposible a Aldeib por lo que este le hizo hace un par de días.

—Ha llegado el momento en el cual yo, Riltut Felb, como la tercera persona más importante de la organización de las estrellas, haré mi venganza. —Riltut mostró una gran sonrisa en la cual se podía ver lo que ya se suponía, la falta total de la cordura en toda su sonrisa. La locura no solo se quedó en su sonrisa, decidió ir a infectar todo su rostro y transformarlo en uno de un hombre quien no mostraba ni el más mínimo sentimiento o remordimiento al matar. El rostro de un asesino muy peligroso el cual no tenía miedo a nada ni nadie.

De pronto Cedius gritó:

—¡Hasta que sales! —Y de la nada Cedius baño su espada en sangre. Esta vez era su propia sangre que salía de sus venas y se dirigía a la punta de su espada.

Entonces frente a Cedius apareció un dragón cubierto en fuego y sangre. La mirada del dragón era desafiante y malévola, tanto era que incluso logró cautivar el alma de Cedius. El dragón quería probar el alma de un rey de la espada, y por eso estaba aquí. Su cara estaba llena de tentación a Cedius a tener que hacerlo, a activar algo que pondría en riesgo su vida, pero sería algo necesario para salvar a muchos. Sin embargo, el dragón amaba a Cedius, por lo que evitó que usara todo su cuerpo.

—¡Oh! ¡Cuarto rey de la gran espada! ¿Qué me ordena a mí, la parte antigua de Melid? Supongo que un sacrificio de sangre, ¿no? —El dragón desapareció y en su lugar dejó una gran gota de sangre del tamaño de un dedo pulgar. El dragón conocía el corazón de Cedius a la perfección y por eso intuyó y actuó de esta manera. El dragón accedió al pacto de sangre antes de que siquiera Cedius aceptara.

La gota empezó a hacerse pequeña a medida que la sangre de ella se iba hacia la espada de Cedius. La sangre que provenía de la gota se veía tan real que daba miedo con tan solo verla. Lo peor era que por cada gota de sangre... Cedius se miraba cada vez más cansado y pálido de lo normal, como si su arma se exprimiera junto a su cuerpo.

Cuando parecía que solo iba a quedar una sola chiquita gota, parecía que estaba a punto de morir en ese lugar en cuanto la gota fuera absorbida por su propia espada.

—Nunca en mi vida he liberado todo este gran y maldito poder del dragón de la sangre. Hoy es el día en donde lucharé con todas mis fuerzas. —Cedius agachó con dolor su cabeza a punto de explotar de tanto dolor que estaba sintiendo en ese momento. Extendió sus brazos e hizo con esto que su espada de rey tocase su propia sangre y así..., la última gota de sangre que Cedius tenía en su cuerpo entró a la espada.

Realmente la sangre que el dragón había sacado de Cedius parecía haber sido poca, pero en realidad las apariencias engañaban. Esta cantidad de sangre a pesar de haber sido poca, era toda la que estaba en el cuerpo del rey de la espada.

Cedius gritó con tanta fuerza que su voz se escuchó en toda la ciudad. Era el grito de dolor de una persona cuyo poder no parecía tener un límite fijo. El grito de un guerrero que atravesó los cielos son con usar su voz. El rugido de un león que hizo que sus presas temblaran de miedo al verle sus grandes dientes listos para triturar hasta el alma de quien sea.

Era un poder descomunal en todos los sentidos. Era el poder de un rey de la espada en su máximo esplendor, sumado con el poder del dragón Melid.

Sin esperar ni un segundo más. Se acercó corriendo hacia su oponente, Riltut. La espada empezó a absorber cúmulos mágicos y también empezó a absorber todo el maná que había en ese lugar tan rápido que parecía que acabaría con todo el maná de la zona.

Cuando había intentado clavar su espada en aquel hombre, no lo pudo hacer, pasando por al lado de Riltut y en su lugar, tropezó con un escombro que estaba al atrás de Riltut.

No pareciera que lo había atravesado, ni mucho menos que Riltut lo haya esquivado. Parecía como si Cedius hubiera corrido con el pie torcido y por eso se había desviado de su destino. Aunque se mirara así, Cedius tenía todo controlado, pero algo que desconocía era un factor que había hecho que Riltut no fuera clavado por esa espada.

—Imposible. —La cara de Cedius estaba morada y pálida a la vez, demostrando todo el miedo que sentía al saber que Riltut tenía otro factor que había interferido en su ataque. Tragó saliva e intentó ver a Riltut con mucho temblor en su cuerpo.

Entonces Cedius, como se había quedado pensando en lo que había sucedido, aún después de tropezar con el escombro, Cedius por accidente soltó su espada y cuando la soltó… esta atravesó su cuerpo.

De Cedius salieron chorros de sangre. Su corazón había sido partido por su propia espada. Entre más sangre salía de Cedius, la espada se acercaba más a su color original. El rey de la espada no pudo hacer nada más que gritar de dolor con una cara de un miedo extremo al darse cuenta de que iba a morir.

Luisa salió corriendo para intentar ayudar a Cedius. Luisa veía que aunque Cedius había perdido casi toda la sangre de su cuerpo, pero si ella daba su máximo esfuerzo era probable que lo salvara.

Pero antes de llegar al cuerpo ensangrentado del aterrorizado Cedius. Luisa retrocedió varios metros con un dolor intenso en su pecho. El dolor en su pecho era tan fuerte que recorrió cada uno de los rincones de su cuerpo e hizo que Luisa diera un grito desgarrador tan fuerte que asustó las aves que sobrevolaban la catástrofe de la ciudad.

También de Luisa salieron varios chorros de sangre mientras esta caía al suelo, pero antes que Luisa cayera al suelo, un escombro con una gran punta se movió de la nada de su lugar. Entre los gritos de Cedius y Luisa…, uno se cayó repentinamente. La cabeza de Luisa había sido partida en dos pedazos y atravesada por el escombro que se había movido. De su cabeza empezó a salir la poca sangre que Luisa aún poseía en su cuerpo mutilado. En ese momento Luisa había muerto de pie y luego cayó hacia atrás, tocando los pies de Aldeib y haciendo que sus ojos de nula vida miraran a los ojos malditos.

Aldeib abrió sus ojos y actuó como era natural, echándose para atrás, cayendo al suelo golpeando su espalda con una roca perteneciente a una casa, haciendo que sacara sangre de su boca en medio de un grito de dolor que decía:

—¡¡Ahhh!! ¡¡¡¡Ahhhhh!!! ¿¡¡Por qué!!? —Asustado por lo que había sucedido, tomó su pelo y lo jaló con fuerza y miedo mientras los ojos de Luisa brotaban de sus cuencas.

Los demás amigos de Aldeib cayeron al suelo en estado de shock, viendo a Luisa. Salvo Raylt, quien a pesar de quedarse en un solo sitio, intentó luchar contra su miedo y estado, intentando levantarse, pero jamás lo logró hacer.

Y segundos después el grito de Cedius desapareció del lugar. Los grandes chorros de sangre de Cedius que parecían un río de sangre, dejaron de salir. Cedius había dejado de sufrir por el inmenso dolor que sentía.

Cuando todos pudieron ver bien lo que sucedía. Lo que hizo retroceder tan rápido a Luisa, había sido la espada que antes había estado clavada en Cedius. Ahora esa espada que estaba clavada en Luisa..., ya no estaba en el cuerpo de Luisa atravesándola.

—Me cansé de ti. —dijo una voz llena de locura y falta de piedad, cuya locura que demostraba que el que hablaba carecía de sentimiento alguno. Era la voz de un ser que se regocijaba y reía del sufrimiento ajeno y la muerte. No se podía conocer a alguien más trastornado y profundamente loco como esta persona que era capaz de hacer lo que sea, incluso si solo es por diversión, pudiendo matar y hacer sufrir solo por razones tan insignificantes y vanas.

Aldeib conocía a la perfección a la persona que portaba esa voz. Era una persona que le había causado tanta confusión la primer vez que lo encontró, y en igual medida de confusión, también le causó mucho miedo por pensar en que había muerto. Había deseado con toda su alma no volverse a topar con este sujeto, pero sus deseos no fueron escuchados.

Gold Batenkaitos observó a Holger, quien venía sin un brazo y con la mitad del cuerpo lleno de su propia sangre en el cielo atrás de él. Sostenía su espada con tanta fuerza que ni el poder de Gold Batenkaitos le hizo zafar la espada de esas manos. Se acercaba con demasiada rapidez hacia Gold con intenciones asesinas.

Aldeib sabía lo que iba a suceder si Holger no paraba de moverse. Por eso con miedo en todo su rostro y gran desesperación, dio un gigantesco grito:

—¡¡Detente!! —Aldeib había intentado detener a Holger, pero todo fue inútil.

—Oh, aquí estas, me apetece matar primero a mi objetivo. —Gold Batenkaitos observó con alegría a Aldeib. Gold parecía que no se había dado cuenta de quien estaba ahí, pero ahora ya sabia que su objetivo estaba sentado frente a él, decidió que primero mataría a su objetivo antes que un viejo.

En ese momento, Aldeib deseó jamás haber abierto su boca para detener a un necio incapaz de ser salvado, y la maldijo con odio y una mirada vacía. Aldeib cerró sus ojos con mucha fuerza esperando lo peor.

Y así fue. La espada de Cedius fue clavada en él, y atravesó toda sus entrañas y trituró sus huesos, aplastó y partió su corazón de una forma tan grave que sintió un dolor como ningún otro, haciendo que diera un grito de dolor que hizo eco por la ciudad. Era un dolor tan inmenso, uno que jamás en sus varias muertes había sentido y que provocó que intentara sacarse la espada mientras lloraba. Sentía todo dentro de él desgarrándose con mucha fuerza.

Su miedo fue tan grande que después de unos minutos dejó de hacer cualquier intento por sobrevivir, debido que la mente de Aldeib quedó en blanco. Así de grande era su miedo que se quedó inmóvil e incapaz de emitir algún sonido. Su cara se transformó en una del terror más puro que puede existir y de pronto...

Como era de costumbre, Aldeib vio todo negro. El mundo otra vez había desaparecido, lo que significaba que había muerto.

Pero esta vez se encontraba en un vallen muy extraño, con hierbas de color morado incapaces de verse a tres metros. Más oscuro que el abismo y con un monte que llegaba casi a su cuello. El aspecto era tétrico y cuando Aldeib levantó la vista.

Observó la silueta oscura con contorno brillante de color amarillo, la cual era una mujer que no se parecía en lo absoluto con Eilí. Era una mujer que aunque solo fuera la silueta, se podría decir de algún modo que para Aldeib era hermosa.

Aldeib sintió unos deseos incontrolables por esa mujer. Los deseos iban desde besarla hasta tener sexo con ella porque la amaba. La amaba de forma inconsciente, amaba a esa mujer con toda su alma...

Pero cuando Aldeib se vio a si mismo a través de los ojos blancos como la lana de esa silueta. Pudo observarse a sí mismo como una silueta, pero la silueta de Aldeib tenía algo muy diferente.

Lo que Aldeib vio en su reflejo fue: tenía un cuerpo de un humano, pero solo la mitad de este estaba rodeada por el contorno amarillo. No obstante, había varias partes de su cuerpo sin ningún contorno amarillo, pero si con una silueta negra.

Las partes no contorneadas eran: un cuerno de dragón, un par de orejas de elfo, un par de cuernos de dragón, la mitad restante de su cuerpo, el maná que lo rodeaba, dos pares de alas de hada con forma de dragón y color oscuro, y por último, una cola de león.

Continuará...