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Capítulo 34 — Inicio de la lucha de la espada y la intangibilidad

Su corazón palpitaba tan fuerte que parecía querer salir de su cuerpo. Sus brazos y pies temblaban. Su respiración era muy agitada, tanto que no parecía posible que el aire que entraba llegara a sus pulmones. Su sonrisa era tan grande que parecía haber visto al amor de su vida. Pero sobre todo, su confusión era tan inmensa como la primera vez que su poder de volver de la muerte se activó.

Ni siquiera sabía quién era esa silueta que había visto hace un par de segundos. No se asemejaba a ninguna a otra conocida como a Eilí y por lo tanto se descartaba Emma. También se descartaban personas de sexo masculino y cualquier otra chica que haya conocido en todo lo que ha vivido. Ni en este, ni en su mundo conoció a una chica cuya silueta se asemejase a la que vio hace un par de segundos.

Solo sabía que por un momento, él había amado a esa chica tan extraña.

Lo más impactante es que se miró a sí mismo como una silueta dividida en partes que eran las seis especies restantes a al que tenía. Sin embargo, y aunque su silueta de especie humana estuviera de contorno dorado, estaba divida en dos.

Había vuelto a la vida de nuevo. Ahora tenía que evitar que todos los sucesos tan terribles que habían sucedido, se volvieran a repetir. Su deseo se desviaba de querer ayudar a los demás, y se acercaba a la idea de no querer morir de vuelta. Esto porque nadie quisiera sufrir lo que Aldeib sufrió y sufre antes y después de morir: el dolor tanto mental y físico.

Ahora estaba en el punto donde Cedius iba a recoger su última gota de sangre, e iniciar el final de toda su vida. Era algo que Aldeib no estaba dispuesto a que se repitiera. Por eso, Aldeib empezó a gritar con una voz desesperada y nerviosa, pero que en ella se notaba todo lo que Aldeib había presenciado y sentido, gritando con fuerza:

—¡Él puede esquivar lo que sea! ¡Moriremos si haces eso, Cedius!

Entonces Cedius miró a Aldeib durante un momento sin comprender las palabras que le decía. Aunque no las comprendiera, de igual forma le haría caso porque le advirtió no solo con la boca, si no con su cuerpo de que el desenlace sería muy malo para todos. Entonces Cedius comprendió que si iba a usar el poder del gran dragón y su sangre, debía de saber como usar su gran poder.

—Muchas gracias. —Cedius levantó la cabeza como si tuviera un bloque sobre ella, y con dolor en su cuello observó a Aldeib y le dio una grata sonrisa.

—Tenías que arruinarlo todo, bola de... —Riltut estaba muy enfurecido, tanto que su sangre pasaba con tanta fuerza en sus venas que su cuerpo estaba rojo en su totalidad. Incluso en el cuello de Riltut empezaba a palpitar una vena con tanta fuerza que parecía que iba a reventar en cualquier segundo. Sus dientes estaban a punto de romperse por tanto que los apretaba. Su ira era incontrolable.

Su voz se hizo tan fuerte como el acero y tan grande como un león, que hizo eco hasta en los rincones de arañas y nidos de hormigas que estaban en toda la ciudad. Sus ojos hirvieron en ira y gritó:

—¿¡Quién te crees tú como para interrumpir esto!? —Caminó con tanta fuerza que rompía el suelo con cada paso que daba. Se acercaba a Aldeib con el puño cerrado listo para asesinarlo de un solo puñetazo. Cuando ya se había acercado lo suficiente…

—No te atrevas, ¡basura humana! —Cedius tenía una gran sonrisa y una mirada muy decidida. Se había dispuesto a atacar a Riltut aún sabiendo que era imposible dañarlo.

Cedius acercó su espada rápidamente a la nariz de Aldeib como si lo quisiera asesinar..., pero, de la nada, la espada casi en la nariz de el chico de ojos malditos hizo que el plan de Cedius cobrara sentido cuando su espada se movió de lugar, dirigiéndose al estómago de Riltut. Cedius quería hacer un ataque sorpresa utilizando a Aldeib como un peón en su plan de derrotar al rey.

Los ojos se abrieron, no de alegría, sino de sorpresa y un miedo tan profundo que llegaba hasta sus rincones recorrió a Cedius. No pudo pensar en que había sucedido o como había sucedido. Había tenido fe y esperanza en que su plan saliera bien, pero al parecer, hacerle daño a Riltut de cualquier forma era, en sencillas palabras, algo imposible.

La espada de Cedius se había clavado en el aire que estaba al lado de Riltut. Por alguna razón que desconocía… su ataque había sido desviado y esto había sido inútil.

Luego, la espalda de Cedius sintió un golpe tan grande que parecía haberse quebrado la columna. Peor luego, el mismo se dio cuenta que el golpe había sido así de fuerte como para romperle los huesos de su columna.

Riltut seguía mostrando la sonrisa macabra de siempre mientras clavaba su codo en Cedius con fuerza. La velocidad que tuvo Riltut al dar ese golpe había sido inhumana.

Cedius cayó al suelo, mas no dejó de agarrar su espada y su instinto de luchar. Incluso a pesar de tener la espada cansada y la columna rota en su totalidad, a pesar de los quejidos de dolor que lanzaba, a pesar de las lágrimas que salían de sus ojos por tan inmenso dolor, a pesar de eso, Cedius seguía aferrándose a su espada y su deber de luchar.

Riltut levantó su codo y luego con su pierna aplastó la cabeza de Cedius. Hizo que la cabeza del rey de la espada se enterrara cada vez más en la tierra, y lo hacía con tanta fuerza y alegría demostrando que disfrutaba humillar al rey de la espada.

—Vamos, saca tu espada y lucha, cuarto cobarde de la espada. —Riltut levantó su pies y con demasiada fuerza volvió a clavarlo en la cabeza de Cedius. —¿Acaso este es el linaje que derrotó a mi jefe, Emperador?

Cedius comenzó a ahogarse en la tierra en la cual habían enterrado su cabeza con tanto odio y a la vez alegría. Su nariz estaba rota, sus dientes se habían llenado de lodo, sus ojos le dolían..., y de ellos, sus ojos, salió una lágrima que humedeció la tierra.

«Tan fácil me derrotó.» Cedius apretó con fuerza sus ojos estando boca abajo, casi tragando tierra por su posición.

—¡Ríndete! ¡Suelta esa espada! —Riltut disfrutaba de ver como Cedius se estaba ahogando en la tierra, pero le disgustaba que no se daba por vencido.

Cedius empezó a usar sus manos y pies para levantarse del suelo, pero…

—¡Imbécil! —Riltut retrocedió un poco y luego saltó sobre las piernas de Cedius con tanta fuerza que hasta el suelo se partió. No solo el suelo, los pies de Cedius quedaron inservibles.

Aldeib no paraba de observar todo lo que pasaba y luego cayó hacia atrás, con lágrimas en los ojos por ver lo que estaba sucediendo frente a él y quedarse impotente en el suelo.

Riltut empezó a caminar sobre el cuerpo inmóvil de Riltut, como si fuera algo normal. Sin embargo, no caminaba de forma normal porque cada paso tenía la intención de acabar con cada hueso del rey de la espada.

«Mátame, no sirvo para nada.» Cedius empezó a llorar bajo la tierra y su mano estaba a punto de soltar su espada al estar tan decepcionado de sí mismo.

—¡Sí! ¡Ríndete! ¡Cobarde! —Riltut se volvió a parar sobre los pies de Cedius y esta vez le dio una gran patada en el trasero.

Luisa quería ayudar, pero sabía que si interfería, moriría, puesto que en este bucle vio más cosas que en el anterior y también por lo que dijo Aldeib hace poco sobre la intangibilidad de Riltut. Todo esto hacía que Luisa no supiera que hacer para salvar a Cedius de la muerte.