Mientras Ymac meditaba en la laguna, las tropas Incas acampaban entre las montañas.
Uno de los problemas más difíciles de cruzar las montañas es la temperatura de las alturas. Para cruzar completamente las cordilleras se necesita cruzar biomas de nieves o bioma de nubes, que recuerdan que están a una gran altura. Por suerte, los Incas ya estaban esperando estos problemas, por lo que las tropas llevaban ropa de lana gruesa.
Para establecer el campamento, se busco una planicie entre las cordilleras o en su defecto alguna cueva, por suerte se encontró un terreno metido entre dos montañas lo suficiente espacioso para albergar al ejército.
Las carpas se construyeron con sabanas gruesas y palos, amarrados a grandes piedras para que soporten la fuerza del viento. Estas carpas se construyeron tan cerca como fuera posible y en el medio se construyó una gran hoguera alimentada con una gran cantidad de palos que se recolectaron por el camino.
Aún con todas las preparaciones para afrontar el clima, los soldados tenían frio, y no tenían la culpa y tampoco es que sean débiles, sino que estaban acostumbrados a un clima más cálido y aunque se entrenaron para afrontar cualquier clima, el frio seguía siendo problemático para ellos.
En una carpa, el Auqui se reunió con sus dos estrategas y los capitanes de cada escuadrón.
—¿Y bien? ¿Cuál es el informe? —
Preguntó el Auqui, un poco de mal humor por el frio.
— Mi señor, los soldados aún siguen quejándose sobre el frio, pero aún podrán aguantar la noche. Se estima que sobrevivirán si nos retrasamos por algún imprevisto —
Informó Uma Taiga.
— ¿Si no sucede un improvisto? ¿Qué pasará si sucede? —
Cuestionó el Auqui.
— Mi señor, se estima que dependiendo de la gravedad del imprevisto existan bajas en nuestros números —
Respondió Uma, aunque no mostró vacilación en su rostro, una gota de sudor en su frente delató su nerviosismo.
El Auqui reflexionó un momento y luego hizo una seña para que siguiera el informe.
— Según la última inspección, los niveles de- —
Uma Taiga no pudo terminar de hablar cuando se escuchó el sonido de un tambor, eso solo significaba que habían entrado en batalla.
Los dos hermanos rápidamente se hicieron a un lado para que el Auqui pudiera salir y rápidamente lo siguieron hasta afuera.
Lo que vieron con sus ojos hizo que se asustaran.
Un grupo Apus estaban atacando el campamento, destrozando y comiendo a los soldados que les hacían frente.
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