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O Parte XXXV: Días en la Tribu (II)

Después de la discusión con Vera, Ymac no ha podido tranquilizarse por completo. Sus continuas ansias por irse o fugarse la volvían ansiosa, haciendo que se relacione poco y casi nada con los demás miembros de la tribu. La actitud particular de Ymac fue notada tanto por los miembros de la tribu, que cazaban y la veían lavar la ropa, sino también por la anciana quien observaba su continuo rechazo hacia la tribu.

— Niña, ven, ven por acá —

Dijo la anciana llamando a Ymac, quien volvía de recoger agua.

Ymac dudo un poco sobre acompañarla o no, para ella la anciana era muy lejana y algo rara, pero de igual forma siguió a la anciana.

La caminata duró no más de 10 minutos, se adentraron en una parte de la selva que no había visto nunca Ymac. Los árboles se volvían más escasos y comenzaba a crecer una hierba que al pisarla se iluminaba.

La anciana caminó por estas hierbas y se sentó al frente de una pequeña laguna.

— ¿Qué es este lugar? —

Preguntó extrañada Ymac, el lugar era muy bonito y en el reflejo de la laguna se podía ver la Luna.

La anciana no dijo nada, sino que cerró los ojos y comenzó a meditar.

Al ver a la anciana ignorarla, Ymac no se enojó, ya estaba acostumbrada. Comenzó acercarse a la laguna, a ver si la laguna tenía algo especial.

En un primer lugar, Ymac vio su reflejo. Una chica de casi 30 años con cabello negro, una frente alta, nariz corta y unos ojos grandes de color negro. Su primera reacción al mirarse al espejo fue pensar que se veía fea, luego, pensó que su belleza solo era promedio.

Entonces volvió a mirar al reflejo, otra vez esta ella, pero también por detrás estaba Vera, luego Vera corrió y abrazo a Maco y a Mia, luego comenzó a sonreír y a bromear con otros miembros de la tribu, y entonces de vuelta estaba ella, sola, sin nadie, en la oscuridad, eso hizo que recordara su prisión y los fríos años de soledad.

—¡¡No!!—

Gritó Ymac, revolviendo el agua de la laguna.

— Lo que viste no fue real, pero refleja el más puro miedo en tu corazón —

La anciana que se pensaba que estaba meditando, había llegado hasta Ymac, sosteniendo su hombro.

— ¿El más puro miedo? —

Preguntó confundida Ymac.

— Si. Sé que no deseas el mal a tu amiga, pero dentro de ti hay un monstruo de miedos que no te deja avanzar —

La escena se volvió incomoda, pues Ymac no quería hablar.

La anciana suspiro después de un rato, y se dio la vuelta.

— Mi madre, no, la persona que me crio, me abandonó en una cárcel dentro de una montaña. La persona que más amaba, me dejó en soledad para que viviría por siempre en la oscuridad ¿Cómo podría volver a ser feliz? —

Dijo Ymac, casi gritando.

— Creciste en medio del dolor, del frio y la soledad. Pero eso no te detuvo de escapar, a veces los Dioses pueden jugarnos una mal pasada, pero somos nosotros los que elegimos al final nuestra propia felicidad —

— Niña, no te asusta que tu amiga te abandone, le temes a quedarte en soledad —

La anciana reflexionó un poco, y le dijo.

— Puedes venir hasta aquí para meditar, pon en orden tu vida y tu mente y verás que tienes muchas mas opciones de las que crees —

Entonces la anciana se fue.