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Capítulo 35 — Cedius Saint-sword

En las praderas del año doscientos cuarenta, en una casa en medio de un gran pueblo hermoso, estaba naciendo un niño muy famoso. El niño había nacido con la peculiaridad de ser un Rey de la Espada desde pequeño, su poder era el más grande jamás visto desde que nació, por lo que la gente le tuvo muchas expectativas.

"Será un prodigio." Era lo que decían. "Eliminará al Emperador." Eran rumores que afirmaban algo que aún no había sucedido.

Habían muchas personas alrededor del pueblo y en el pueblo esperando todo acerca de el nuevo rey de la espada. Estaban atentos a la noticia de este nuevo salvador que había nacido. Las expectativas de este nuevo niño eran altas para la multitud que gritaba fuera de la casa en donde había nacido el bebé.

Se daba por hecho que seria un chico muy poderoso desde pequeño. Sería el vencedor de la secta de las estrellas y una persona con un poder tan inmenso que hasta Dios dudaría varias veces en hablarle por temor, decían.

Sin embargo, la realidad a veces no es lo que se piensa o parece. Todo en lo que crees y piensas que es cierto, puede ser una fantasía.

Solo se escuchaban varios gritos de personas que esperaban con ansias ver al nuevo Rey de la Espada y su nombre. La multitud gritaba tan fuerte que parecía ser incluso una protesta o una gran rebelión que iniciaba.

Estaban incluso entre la multitud varios caballeros y muchos nobles quienes estaban presenciando la presentación del nuevo Rey de la Espada hacia el mundo. Era el nacimiento de otra nueva leyenda que quedaría marcada en la historia como una gran y poderoso héroe.

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Sin embargo…, tal vez su poder superó a los demás al inicio, pero…

Estaba un chico de cabello naranja que blandía la espada con mucha destreza y desesperación. El chico de unos aproximados diez años, daba todo de sí para lograr mejorar en la espada, sin importar el cansancio y el sufrimiento.

«No me importa nada más, entrenaré día y noche si me es necesario.» Cedius siguió blandiendo su espada de madera con tanta destreza pero…

Su espada había sido detenida por la mano de alguien alguien.

—¿Eh?

—¡Suficiente!

Esto paró el entrenamiento de Cedius, quien estaba muy motivado. De pronto, la mano que paró la espada, también la apretó con tanta fuerza que la rompió, y toda la madera de esta cayó al suelo.

—¡Mala técnica!, ¡poca fuerza!, ¡muy lento! ¡Eres un inútil en la espada!. —El que había dicho esto con tanta ira era un caballero de ojos azul verde y pelo naranja. En su brazo derecho portaba una banda dorada que decía "R.E. 3" (Rey de la Espada), el padre de Cedius.

—Padre Rebey, yo... —Cedius miró a Rebey con una mirada llena de tristeza y remordimiento por no haber logrado lo que su padre quería: mejorar. Cedius tenían una tristeza muy profunda dentro de él por estar tan desesperado, que incluso no prestaba atención a lo que hacía.

—Si sigues así, dejarás de ser un Rey de la Espada.

El mundo estará en tus manos durante años y tú... no sirves para nada. —Rebey puso su mano en la frente como si quisiera arrancársela y luego observó el cielo frustrado por su hijo. Para Rebey, Cedius era un completo inútil que no servía para nada. Rebey sabía que su hijo era un completo inútil con la espada, pero no quería aceptarlo. —Madre, solo recuerdo tu cara, es mi único recuerdo de ti. Te pido que por favor, ayudes a mi hijo. —De los ojos de Rebey salieron lágrimas que mostraba lo decepcionado que estaba de Cedius y lo desesperado que estaba por querer convertir a su hijo en un verdadero Rey de la Espada.

Cedius miró a su padre. Dejó salir de sus ojos las lágrimas que tenía guardadas hace mucho tiempo, sabía que era un inútil y que no lo podría cambiar de forma fácil. Y por eso… tomó su banda que decía "R.E. 4" y la arrancó de su brazo, luego la tiró al suelo con odio. Posterior a eso, salió corriendo.

Rebey al escuchar un sonido similar a una hoja siendo partida, se dio la vuelta y observó la banda de rey de la espada tirada en el suelo. Entonces su corazón empezó a palpitar y su ira creció tanto que su pecho empezó a doler. Luego, algo cerca, divisó a su hijo escapando por las planicies de su deber como Rey de la Espada.

Rebey apretó la ropa de su pecho y gritó con enojo:

—¡Ceeeediuuus!

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Cedius tenía un poco más de músculos y se encontraba en una montaña, practicando con una espada. Su velocidad parecía ser el doble de la que tenía hace tres años, a sus diez años. Sin embargo, era lento aún.

Su camiseta gastada dejaba ver sus abdominales, mientras una parte desgarrada de esta ondeaba con el viento. Tenía una bufanda ya que estaba haciendo frío y se acercaba una gran y fría tormenta de nieve, y para empeorar, iba a ser de noche y estaba en la montaña. El frío que sentiría no sería poco.

De pronto su mirada, mientras practicaba, se fijó en una roca por una razón que era, de forma simple, un instinto. Era un instinto que le decía que fuera a esa roca. Entonces Cedius no desobedeció a su instinto de curiosidad por verla todo el tiempo ahí, y empezó a caminar rumbo a la gran roca en la punta de la montaña, a pocos metros de él.

Cuando ya había llegado a la roca encima de la montaña, se dio cuenta que aunque su posición podía hacer que cayera hacia abajo, no lo hacía. Entonces Cedius, lleno de curiosidad y sorpresa empezó a caminar alrededor de ella. Y entre más observaba, se daba cuenta de que más ilógico era que la roca permaneciera inmóvil en un lugar como la punta de una montaña, menos con tan descomunal tamaño.

—tres años inmóvil, pfff… Imposible. —Cedius no creía que lo que estaba observando fuera una roca. De hecho, algo dentro de él le decía lo mismo, lo que estaba en ese lugar no era una simple roca que rompía la lógica y leyes de la física.

—Acertado. —Fue una voz muy grave y que parecía hacer eco en algún lado. La voz provenía de la roca y de pronto...

Cedius observó con asombro lo que estaba sucediendo frente a sus ojos. No lo podría creer, era algo que jamás había visto en toda su vida.

Escamas de dragón, rojas como el vino y a la luz del sol tan brillantes como una estrella. Alas cinco veces más grandes que Cedius. El dragón durmiente empezó a salir de su sueño de piedra, literalmente. Él mismo parecía haberse convertido en una roca, pero ahora que Cedius estaba junto a él, había despertado.

Cedius dejó toda sorpresa y asombro de un lado y adoptó, con rapidez, una pose de batalla muy agresiva, pero a la vez defensiva. Se preparaba para una lucha entre el guerrero y el dragón rojo que estaba despertando de su sueño.

—Tranquilo, cuarto Rey de la Espada. Hoy es el momento en el cual cumplirás tu deseo frustrado. —El dragón quitó con la fuerza de sus párpados, la roca que tenía sobre sus ojos y observó atentamente a Cedius.

—¿Cuál sueño frustrado? ¿Cómo sabes quien soy? —Cedius mostró los dientes en un intento desesperado por dar algo de miedo. Era meramente un instinto tan primitivo que ni siquiera Cedius había pensado en si hacerlo o no.

El dragón no tuvo miedo y sin mostrar tan siquiera un solo diente o su lengua, le causó miedo a Cedius. El dragón lo siguió observando, y de pronto habló:

—Todos los días vienes a este lugar. Todos los días escucho tu mayor anhelo que veo que no se cumple. Por eso yo te he llamado hasta acá, con un solo fin: que uses el poder del dragón de sangre, mi poder. —El dragón habló con tanta arrogancia y satisfacción en sus palabras. Deseaba de forma oculta, a un dueño quien utilizara todo su poder. El dragón de la sangre se había cansado de ver como Cedius entrenaba día y noche por alcanzar su sueño y por eso... le iba a dar un gran empujón.

—Primero que nada. Dime, ¿quién eres? —Cedius no aceptaba la poca información que el dragón de sangre le había arrojado sobre él. Si es posible, Cedius quería saber incluso quienes lo conocieron, sus ambiciones, todo. Desde que se había alejado de su padre y familia, empezó una vida llena de desconfianza que él quería dejar atrás, para siempre.

El dragón de sangre terminó de romper toda la piedra que lo cubría y empezó a aletear con sus alas. El viento que generaba era tan monstruoso que daba miedo y escalofríos sentirlo.

Entonces el dragón miró a Cedius y con gran voz de entusiasmo dijo:

—Veo que eres un buen muchacho. —El dragón aleteó sus alas con mucha más fuerza de la normal. —En tu mirada, veo y observo tus preocupaciones. Mi nombre es Melid. Sin embargo, dentro de mí vivo yo, la parte masculina de Melid, quien solo soy el poder de ella y ya; y Melid, quien es la humana e incluso puede controlar este cuerpo.

En ese momento, Cedius quedó completamente atónico al escuchar el nombre que no era de un dragón, sino de una dragona, y luego dejó de comprender lo que sucedía tras enterarse que tenía dos seres dentro de ese cuerpo, su poder y Melid

La voz de la dragona, de ser tan varonil y que causaba tanto pavor, cambió y se transformó en una voz femenina, llena de encanto y dulzura. Con esta nueva voz, la real, continuó:

—Soy una Drakonsa de la especie Transdragón, o sea, tengo la capacidad de ocultar toda mi apariencia drakons y convertirme en dragón, todo eso a voluntad. No recuerdo mucho de mi pasado, ni mi edad, ni nada de eso. Sé que nací hace miles y miles de años. —Observó fijamente a Cedius y luego apartó la mirada. —Mi anterior amo fue… Cecilus. —La voz de la drakonsa se tensó un poco, sin embargo, antes de seguir…

Cedius miró a la drakonsa y le preguntó con la vista y sus labios:

—¿Quién fue tu anterior amo?

La drakonsa, Melid, observó a Cedius y se quedó callada durante un largo e inmenso segundo, sin saber que responder, pero a falta de información de su pasado, respondió con sinceridad:

—No sé, he olvidado todo. Es culpa de mi edad y el profundo sueño. Lo único que recuerdo es que me dejó aquí ya que dijo: "tendré una gran batalla. Volveré a verte cuando mi deseo sea cumplido." —La drakonsa solo se quedó pensando en que había pasado con su anterior amo. En su mirada había tristeza y unas ganas de querer volverlo a ver. Pero... —La vida de un humano es corta, debe haber muerto. —Luego, la drakonsa dejó caer una lágrima al suelo y observó a Cedius.

—Lo siento por ti. Pero ahora te conozco y por lo que ha pasado en los tres años, tú me conoces. Acepto que me ayudes, Melid. —Cedius accedió a la ayuda de la drakonsa de sangre con mirada era decidida y con confianza.

La drakonsa, estando en el aire, lo miró y le dijo con seriedad y amabilidad:

—Podré estar a tu lado en forma humana, pero..., al activar mi poder, el que te hablará será el poder espíritu dentro de mí, no yo. Además, mi poder te puede poner en riesgo de muerte. —La drakonsa volvió a ver a Cedius esperando a que este no accediera a usar su poder cuando lo necesitase.

—Hmm... ¡Acepto! —Cedius aceptó con alegría las condiciones que la drakonsa le había dicho. No le importaba morir, quería ser más y más fuerte cada día, sin importar nada.

La drakonsa lo miró con decepción y a la vez alegría por encontrar a un nuevo amo quien la llevara por el mundo.

—Lamentablemente, muchas gracias. —dijo Melid.

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Cedius se encontraba junto a la rubia Melid, mientras exploraban una gran selva llena de todas las bestias posibles, la cual tan húmeda que Cedius se sentía algo mojado. La calor que había en la selva solo terminaba de hacer este clima uno de los peores que Cedius había sentido. La humedad y el calor juntos solo generaba, para Cedius, un ambiente de lo más desesperante.

—Maldición, ¿por qué me metí aquí? —Cedius observaba toda las hojas y palos que habían a su alrededor. Cortaba cada rama con su espada por si se topaba con una bestia de esta selva.

—No siento peligro; avancemos. —dijo Melid que también portaba su espada como una guerrera. Al no sentir nada malo, Melid adoptó una actitud despreocupada y serena.

En eso, Cedius levantó su hacha y cortó varias ramas que estaban frente a él y al hacerlo miró algo. Era, al parecer, un espacio limpio y sin hierva, parecía el fin de la selva o algún espacio donde no crecía hierva.

Melid y Cedius se admiraron y alegraron de encontrar un lugar así. Si era un lugar limpio en medio de la selva o el final de esta, era lo de menos importancia. Estaban alegres y entusiasmados por haber encontrado este lugar.

Cedius y Melid dieron unos dos pasos y salieron de las hojas y ramas de la selva. Al hacerlo, fijaron su mirada en frente de ellos. Había algo muy extraño, algo que no entendían, en lo absoluto. Era una especie de roca en la cual estaban escritas varios caracteres extraños, incluso algunos dibujos. Y al mover la vista a la izquierda había una puerta de cinco metros de alto y dos de ancho con una cerradura en medio de la nada.

La puerta estaba en medio de la nada y no parecía llevar a ningún lado. No había nada detrás de ella como una casa, cueva o algo así.

—Un monolito y un ¿sello? —Cedius no entendía muy bien lo que estaba viendo. No comprendía que eran, de forma exacta, las cosas que estaban frente ellos ni su razón para existir ni nada de eso.

Cedius apenas había logrado procesar al monolito al lado de el aparente sello, el cual tenía letras raras y de estilo antiguo.

—Debe ser un sello —dijo Cedius. —porque aparenta serlo.

—Un monolito con escritura antigua y un sello con forma de puerta. Veré si puedo leer lo que dice aquí. —Melid dio un paso al frente hacia donde se encontraba el monolito y se arrodilló. Miró al monolito que estaba escrito en idiomas incapaces de ser leídos. —Hay tres idiomas. Una pequeña parte está escrita en el que conozco y dice...

Cedius y Melid observaron las palabras extrañas de forma fija. Cedius estaba ansioso por saber lo que decía el monolito en medio de una selva y al lado de un gran sello. Generaba intriga esta escena.

—Sello de la... ¿Pecadora del orgullo, Phyt?

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—Te has vuelto un guerrero digno de portar la gran espada de un rey de la espada. —El viejo dejó ver una gran sonrisa cerrando sus ojos azul verde. Estaba orgulloso de lo que veía frente a él.

Frente a ese viejo, estaba un chico junto a su esposa quienes ambos portaban una espada que aparentaba ser muy fuerte.

—Ja. No, gracias. —Dijo el chico de cabello naranja entre risas con una mirada muy desafiante en sus ojos. Con una voz de enojo y tristeza dijo con su sonrisa: —Si tal vez me hubieras visto con esos ojos desde siempre. —El Rey de la Espada estaba muy enojado a pesar de su sonrisa.

—Eres incluso más cruel que antes. Sé que me perdonarás, Cedius. —El padre de Cedius tenía un semblante muy triste y casi a punto de llorar. Quería que su hijo lo perdonarse por lo que él había hecho hace cinco años. Por el daño que le había causado hace mucho.

—Jamás lo haré, Rebey. Te odio con todo mi ser por no quererme solo por no cumplir tus expectativas. —Cedius se acercó a su padre con enojo y tristeza. Agarró la banda del Rey de la Espada y se la puso en su brazo a la altura del bíceps. Y luego retrocedió unos pasos sin dejar de ver el suelo. —Gracias por la nueva banda, pero no pienses que te perdonaré.

Sin embargo, no podía haber nada para cambiar lo que había hecho Rebey en el pasado, por eso, se sentía tan culpable que quería regresar en el tiempo y cambiar todo lo que él le había causado a su pobre hijo.