El ambiente era frío. Todos los dioses sentían sus corazones acelerados. Se dieron cuenta de que esta era una batalla de la que no iban a sobrevivir. Incluso si luchaban, no había escapatoria.
Aun así, estaban llenos de determinación de no morir en vano. Incluso si morían, querían morir con orgullo. No iban a huir de nuevo.
El anciano miró a los otros dioses a su lado.
—Esta podría ser nuestra última batalla juntos. Aunque no esperaba que nuestra última batalla fuese esta... Pero me siento orgulloso de que en esta última batalla, estemos juntos... —El anciano levantó su mano, invocando un Tridente que era su propia arma única.
Los otros dioses también sacaron su propia arma única. Mientras tanto, Ezequiel no los atacaba. Era como si les diera tiempo para prepararse para la batalla.
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