webnovel

Capítulo 24: Padres y directores.

—¿El Bosque Lejano? —repitió Hester.

—¿Quién es tu rey? —quiso saber Dot.

—No tenemos rey —respondió Sophie.

—¿Quién es tu madre? —preguntó Anadil.

—Mi madre está muerta —dijo Sophie.

—¿Y tu padre? —interpeló Dot.

—Trabaja en el molino. Pero todas estas preguntas son muy personales…

—¿A qué familia de cuentos de hadas pertenece tu padre? —interrogó Anadil.

— A ninguna – siguió Sophie ya sin paciencia - parece que no van a adivinarlo, así que les ahorraré las neuronas, Adam y yo somos lectores.

—Lo sabía —Hester dijo a Anadil.

Sophie imaginaba que quería que le preguntara qué era lo que sabía, pero decidió seguir ignorándola y parecía que Adam tomó su ejemplo.

Niño listo.

La mirada de Sophie se posó en la mesita de noche de Hester.

Junto a un jarrón con flores secas, una vela con forma de garra y una pila de libros:

Cómo burlarse de los huérfanos, Por qué los villanos fracasan, Errores comunes de las brujas.

Había un portarretrato de madera retorcida.

Dentro había un dibujo infantil de una bruja frente a una casa.

Una casa hecha de jengibre y caramelo.

—Mamá era ingenua —dijo Hester apoyada en el marco. Parecía esforzarse por recordar—. ¿Un horno? ¡Por favor, es mejor echarlos a una parrilla, así se evitan complicaciones! —Su rostro adquirió una expresión más severa—. A mí me irá mejor.

Adam pareció reconocer el cuento de dónde procedía la antagonista del retrato.

— ¿sabes?, no eras Santa de mi devoción, pero ahora en definitiva me caes mal – proclamo el niño.

Luego se alejó lo más posible de la chica y fue a esconderse detrás de la pierna de Aric que era el "amigo grande" más cercano que tenía.

Hesper miró al niño de forma maliciosa.

— Seguro que sabrías bien con galletitas – comentó dando un paso hacia el pequeño.

— Seguro que si te saco los órganos y te relleno de aserrín serías un espantapájaros perfecto para la ventana - le dijo Sophie con su sonrisa más encantadora y dulce, un aura de muerte la rodeaba.

Hesper retrocedió inmediatamente.

— Les dije que era una bruja - se jactó Dot.

Sophie miró a la chica y luego al cartel en su cómoda.

— ¿Y tu amiga mía? - le pregunto a Dot - parece que eres de Nottingham, ¿podrá estar hablando con la princesa? - le dijo ya más tranquila.

— En cierta forma - dijo Dot hinchando el pecho con orgullo.

— Déjame adivinar, tu padre es el Sheriff de Nottingham.

— ¡Correcto! - confirmó Dot.

— Y tú, mi querida amiga sin color - dijo refiriéndose Anadil - eres la hija o, por la antigüedad del cuento, la nieta de la bruja del brazalete de los huesos.

Anadil tintineo el brazalete de su abuela para que la chica lo viera.

— Nieta - aclaro orgullosa - parece que sabes de brujas, niña.

— Sé de cuentos, no puedes leer del héroe, sin leer del villano - explicó Sophie.

— La especialidad de mi hermana son los cuentos de piratas - se jactó Adam.

— Te conté dos cuentos de piratas y ahora son mi especialidad - se echó a reír Sophie.

Adam se encogió de hombros.

— Fueron los que más me gustaron - declaró el niño.

*****************************************************************************************************

Aunque las princesas de Pureza compartían los cuartos de a tres, Agatha tuvo su propia habitación.

Una escalera de cristal rosado conectaba los cinco pisos de la torre Pureza y se elevaba como una réplica de la interminable cabellera de Rapunzel.

En la puerta de la habitación de Agatha, en el quinto piso, había un letrero brillante cubierto de corazones:

¡BIENVENIDAS, REENA, MILLICENT, ¡AGATHA!

Sin embargo, Reena y Millicent no se quedaron mucho tiempo.

Reena, que tenía una cautivadora piel aceitunada y brillantes ojos grises, llevó con mucho esfuerzo su enorme baúl a la habitación, solo para encontrar a Agatha organizando el suyo (con los ingredientes que le empaco su madre) y volver a mudarse.

—¡Parece muy mala! —Agatha oyó que sollozaba— ¡No quiero morir!

—Ven a mi cuarto —oyó que decía Beatrix—. Las hadas comprenderán —Y las hadas, efectivamente, comprendieron.

También entendieron cuando la pelirroja Millicent, de nariz respingada y finas cejas, fingió tener vértigo y pidió una habitación en la planta baja.

De manera que Agatha quedó sola, y eso la hizo sentirse como en su casa.

Sin embargo, el cuarto la inquietaba.

De las paredes rosadas colgaban enormes espejos con piedras preciosas.

Había elaborados murales que exhibían a hermosas princesas besando a príncipes gallardos.

Cada una de las camas tenía un dosel de seda blanca con forma de carruaje real, y un glorioso fresco de nubes adornaba los mosaicos del cielorraso, con cupidos sonrientes que lanzaban flechas de amor desde las nubes.

Agatha se alejó de todo eso lo más que pudo.

Del otro lado de la ventana pudo ver el lago resplandeciente que rodeaba las Torres del Bien y se convertía en un foso fangoso a mitad de camino para proteger a los Malvados.

Las chicas habían dicho que se llamaba Bahía Intermedia.

En lo más profundo de la niebla, el estrecho puente de piedra se extendía de un lado y otro y conectaba a ambas escuelas.

Pero todo eso se veía desde el frente de los dos castillos.

¿Qué había detrás?

Curiosa, Agatha se trepó al alféizar de la ventana y se aferró a una viga de cristal.

Agatha caminó en puntillas hasta el extremo del alféizar, estiró el cuello hasta la esquina y estuvo a punto de caerse de la sorpresa.

Detrás de la Escuela del Bien y del Mal había un gigantesco bosque azul.

El frondoso Bosque Azul se extendía a gran distancia y conectaba los patios de las dos escuelas; estaba delimitado por elevadas verjas de oro.

Cuando Agatha volvió a su sitio vio algo frente a la escuela, que se elevaba desde la Bahía Intermedia.

Estaba justo en el medio, donde las aguas eran una mezcla de lodo y agua cristalina.

Apenas era visible en medio de la niebla…

Era una torre alta y estrecha hecha con lustrosos ladrillos plateados.

Agatha entrecerró los ojos y miró la punta de la altísima torre, pero lo único que pudo ver fue una única ventana oculta tras las nubes.

Luego el sol dio en la ventana y la vio a contraluz: eran las sombras altas que los había secuestrado.

En eso resbaló y se precipitó sobre la mortal torre Caridad.

Sacudiendo las piernas, se aferró a la viga de la ventana justo a tiempo y cayó nuevamente en la habitación.

Agatha se tocó la lastimada rodilla y volvió a mirar… Pero las sombras habían desaparecido.

Agatha suspiró, se alejó de la ventana y se acercó al espejo más próximo, no podía creer lo que llevaba puesto, pero gracias a un poco de ayuda del sistema logró recrear hasta cierto punto el trabajo de Sophie.

Para darse algo de confianza, colocó el broche de girasol que le había regalado su amiga en su cabello de la misma forma que ella lo había hecho.

Se dirigió hacia la puerta y respiró hondo.