Amelia despertó lentamente, sintiendo la calidez del sol matutino filtrándose a través de las cortinas de la habitación. Abrió los ojos con pereza, todavía un poco aturdida por la resaca de la noche anterior. La primera cosa que notó fue el sonido suave y rítmico de la respiración de Jason, quien ya estaba sentado a su lado en la cama, mirándola con una sonrisa tierna.
Jason vestía ropa de deporte, su camiseta ligeramente empapada en sudor y su piel brillando con el esfuerzo de una carrera reciente. Amelia lo miró con extrañeza, frunciendo ligeramente el ceño.
—Buenos días, dormilona —dijo Jason suavemente, inclinándose para darle un beso en la frente—. ¿Cómo te sientes?
Amelia se incorporó lentamente, frotándose los ojos y tratando de despejar la neblina de la resaca. —Buenos días... ¿Ya has estado corriendo? —preguntó con sorpresa, observando su atuendo y los signos evidentes de su ejercicio matutino.
Jason asintió, riendo suavemente. —Sí, he salido temprano para correr un poco. Quería dejarte descansar después de la noche que tuvimos.
Amelia sonrió, sintiendo una mezcla de gratitud y un leve toque de vergüenza. —Gracias, Jason. Pero me hubiera gustado acompañarte. ¿Por qué no me despertaste?
Jason acarició suavemente su mejilla, su mirada llena de afecto. —Sabía que tenías un día ajetreado por delante. Tienes planes para llevar a Mei a la Ciudad Nazarí, y pensé que necesitarías toda la energía posible. Además, quería que descansaras un poco más. Anoche fue intensa para ti.
Amelia suspiró, relajándose bajo el toque de Jason. —Eres demasiado considerado. ¿Cómo es que tú estás tan fresco y yo me siento como si hubiera sido atropellada por un camión?
Jason rió, su risa cálida resonando en la habitación. —Digamos que tengo un poco más de práctica manejando las resacas. Además, solo quería asegurarme de que estuvieras cómoda y lista para el día de hoy.
Amelia se inclinó hacia él, rodeándolo con sus brazos y apoyando su cabeza en su pecho. —Gracias, Jason. Eres lo mejor que me ha pasado.
Jason la abrazó con fuerza, disfrutando del momento de intimidad. —Tú también eres lo mejor que me ha pasado, Amelia.
Amelia levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, y sus labios se encontraron en un beso suave y prolongado. La conexión entre ellos era palpable, una promesa silenciosa de amor y apoyo incondicional.
Finalmente, se separaron, aunque con reticencia. Jason se levantó de la cama, extendiéndole la mano a Amelia. —Vamos, es hora de empezar el día. Ordenaré un desayuno que te hará sentir mejor.
Amelia aceptó su mano, permitiendo que Jason la ayudara a levantarse. —Eso suena perfecto. Y después, estaré lista para enfrentar lo que sea que Mei tenga planeado.
Jason le dio un último beso en la frente antes de guiarla hacia el baño. —Esa es mi chica. Vamos a hacer que hoy sea un buen día, sin importar las circunstancias.
Amelia sonrió mientras se introducía en la ducha acompañada por Jason. Se sentía realmente floja y con ganas de acurrucarse en los brazos de Jason. Su cuerpo aún estaba agotado por la cantidad de baile de la noche anterior, su cabeza tenía un ligero martilleo y su boca parecía el desierto del Sahara. Abrió la boca, mirando hacia arriba, para llenarse la boca del agua que caía y, cuando sintió desaparecer la sequedad, se acurrucó en los brazos de Jason.
—Podríamos quedarnos todo el día así. Tu hermana me odia y no me apetece pasar el día siendo golpeada.
Jason le dio un beso en la frente y le acarició el pelo mientras el agua caía sobre ellos como una suave lluvia.
—Es tu obligación como anfitriona y yo debo acudir al trabajo a poner fin a esos rumores.
Amelia se encontraba demasiado cansada y resacosa. No le apetecía otra cosa que quedarse en los brazos de Jason, pero tenía razón, debía comportarse como una adulta. —De acuerdo, visitaré la Ciudad Nazarí con Mei y Li Wei. Llevaré el portátil y el teléfono por si hace falta algo.
Jason la sostuvo con firmeza, asegurándose de que el agua tibia los envolviera a ambos, creando un pequeño refugio del mundo exterior. La mirada de Jason era comprensiva y amorosa, entendiendo perfectamente los sentimientos de Amelia.
—Sabes que estaré a solo una llamada de distancia. Si las cosas se ponen difíciles, no dudes en llamarme.
Amelia asintió, sintiendo cómo la calidez del agua y el amor de Jason le devolvían algo de energía. Aunque consciente de que era un error recurrir a él para solucionar las disputas con Mei. —Gracias, Jason. Intentaré disfrutar del día lo mejor que pueda.
Jason sonrió y la besó suavemente en los labios. —Eso es lo que quiero escuchar. Ahora, terminemos de ducharnos y te ordenaré un desayuno revitalizante. Te prometo que te sentirás mucho mejor después.
Amelia se dejó llevar por el momento, disfrutando de la cercanía y la intimidad con Jason. Sabía que, aunque el día con Mei sería una tortura, tenía la fuerza y el apoyo necesarios para enfrentarlo. Solo era una semana de aguantar a Mei. Terminada la ducha, Jason salió primero, envolviéndose en una toalla, y luego ayudó a Amelia a salir, cuidando de que no resbalara.
Una vez fuera de la ducha, Jason la envolvió en una toalla suave y la abrazó con cariño. —Ve a vestirte con algo cómodo y baja cuando estés lista. Te esperaré en el comedor junto al jardín con el desayuno.
Amelia asintió, dándole un último beso antes de dirigirse al vestidor. Mientras se vestía con ropa cómoda y adecuada para un día en la ciudad, pensó en la jornada que le esperaba. Mei sería un desafío, pero estaba decidida a mantener la compostura y a demostrar su valía.
Cuando bajó al comedor, Jason ya se encontraba delante de un delicioso desayuno: una tortilla esponjosa, tostadas integrales, frutas frescas y un vaso de jugo de naranja recién exprimido. Amelia sonrió al verlo tan atento y se sentó a la mesa, sintiendo cómo el aroma del desayuno comenzaba a despertarla por completo.
—Esto huele increíble, Jason. Gracias por cuidarme tanto.
Jason se sentó a su lado, sirviéndose también un poco de desayuno. —Es un placer. Ahora, come y recupérate. Vas a tener un gran día y quiero que estés en tu mejor forma.
Amelia comenzó a comer, disfrutando de cada bocado. Si no fuera por el fastidio de la hermana de Jason, hoy podría ser un día perfecto. Había conseguido que el encargado de la conservación del palacio árabe de la Ciudad Nazarí hiciera de guía para ellas el día que cerraba el monumento al público. Solo unos pocos líderes habían tenido esa fortuna.
—Jason, ¿no es un poco irresponsable faltar al trabajo hoy después de los rumores del viernes? —dudó Amelia mientras tomaba un sorbo de zumo de naranja.
Jason no podía disipar las dudas de Amelia. Si todo estuviera correcto, él mismo iría. Ese era su plan original, pero con los acontecimientos de la última semana no era prudente posponer su presencia en la empresa. Por otro lado, podía dejar el asunto en manos de Isabel, pero era un problema de Amelia. Sus sentimientos le empujaban a encargarse personalmente del asunto.
—Amelia, lo entiendo —Jason comenzó, mirando a Amelia con seriedad—. Si todo estuviera tranquilo, iría contigo. Pero con los rumores y todo lo que ha pasado, es mejor que esté en la empresa. Debo asegurarme de que todo esté bajo control.
Amelia asintió, comprendiendo la situación. —Lo sé, Jason. Es solo que... desearía que pudiéramos pasar el día juntos. Pero entiendo que es importante que vayas.
Jason sonrió y tomó la mano de Amelia. —Te prometo que cuando todo esto se solucione, tendremos muchos días para nosotros. Hoy, quiero que disfrutes de la visita al palacio y que tengas un buen día, a pesar de Mei.
Amelia suspiró, pero la sonrisa de Jason le dio fuerzas. —Está bien, lo intentaré. Además, el palacio es un lugar increíble, y tener un guía exclusivo es una oportunidad única.
Jason se levantó y se inclinó para darle un beso en la frente. —Así es, Amelia. Aprovecha cada momento. Y recuerda, si las cosas se ponen difíciles, puedes llamarme en cualquier momento.
Amelia terminó su desayuno, sintiéndose un poco más animada. Sabía que el día con Mei sería un desafío, pero también sabía que Jason estaba a solo una llamada de distancia.
—Gracias, Jason. Te llamaré si necesito algo.
Jason asintió y se dirigió hacia la puerta. —Nos vemos esta noche, Amelia. Te quiero.
—Te quiero, Jason —respondió Amelia, observando cómo él se alejaba.
Una vez que Jason se fue, Amelia se tomó un momento para reunir fuerzas. Sabía que debía enfrentarse a Mei y Li Wei con determinación y gracia. Se dirigió a la habitación de Mei y con un suspiro llamó a la puerta. Mei no contestó y volvió a insistir. Tras el tercer intento, escuchó claramente la voz de Mei.
—Puedes entrar, sucia perra.
Amelia cerró los puños y clavó sus uñas en las palmas. Pensaba que Mei se había relajado después de la noche anterior, pero parecía igual de insufrible. Tras contar hasta tres para dejar escapar sus ganas de matar a la hermana de Jason, entró con la mirada baja. Mei se encontraba delante de la cama solo con las bragas puestas, mirándola con una sonrisa fría.
—¿Qué haces ahí parada? Arrodíllate, acércate, besa mis pies y pide disculpas por ser una asquerosa zorra.
Amelia respiró hondo y alejó sus ganas de mandar a esta arpía al hospital. Se arrodilló, avanzó hasta quedar delante de ella, besó sus pies y resignada obedeció.
—Suplico clemencia por ser una asquerosa zorra.
Mei sonrió. Había decidido ser más blanda con ella por el momento, pero no iba a dejar de humillarla y buscar dejarla en mal lugar.
—Voy a ducharme. Ve al cuarto de Li Wei. Despiértala, arrodíllate ante ella, besa también sus pies y pídele perdón por ser una amante roba prometidos. Cuando hayas cumplido, vuelve aquí y ponte en esa misma posición para usarte de banco mientras me cambio.
Amelia salió del dormitorio de Mei mientras esta se metía en el cuarto de baño para ducharse. Se dirigió al cuarto de Li Wei, su corazón latiendo con fuerza mientras caminaba por el pasillo. No le gustaba lo que estaba haciendo, pero sabía que tenía que soportarlo por el bien de su relación con Jason.
Al llegar a la puerta de la habitación de Li Wei, Amelia llamó suavemente, esperando no despertarla de un modo brusco. Li Wei abrió los ojos lentamente y, al ver a Amelia, se incorporó en la cama con una expresión de sorpresa.
—Amelia, ¿qué haces aquí tan temprano?
Amelia tragó saliva y se arrodilló, acercándose a la cama. Besó los pies de Li Wei y, con voz baja y sumisa, dijo:
—Suplico clemencia por ser una amante roba prometidos.
Li Wei, visiblemente incómoda, retiró los pies y se inclinó hacia Amelia.
—No tienes que hacer esto, Amelia. Yo no... no quiero que te sientas así.
Amelia levantó la mirada y sonrió tristemente.
—Es necesario, Li Wei. Por favor, perdóname.
Li Wei asintió con pesar, comprendiendo que Amelia estaba atrapada en una situación complicada.
—Te perdono, Amelia. Pero, estas cosas no son necesarias. Si Mei te lo ordena y no está delante, solo dime y yo diré que lo cumpliste.
Amelia asintió, agradecida por la comprensión de Li Wei. Se levantó lentamente y salió de la habitación, dirigiéndose de nuevo a la habitación de Mei. Al entrar, encontró a Mei terminando su ducha. Se arrodilló en el mismo lugar donde había estado antes y esperó pacientemente.
Mei salió del baño, envuelta en una toalla, y se acercó a Amelia con una expresión de satisfacción.
—Bien hecho, perra. Ahora, quédate ahí mientras me cambio. Quiero ver hasta dónde llega tu sumisión.
Amelia permaneció arrodillada, sirviendo de banco improvisado mientras Mei se vestía. Cada segundo se sentía eterno, pero Amelia se mantenía firme, decidida a no dejar que Mei la viera quebrarse.
Finalmente, Mei terminó de vestirse y se dirigió a la puerta, sin ni siquiera mirar a Amelia.
—Levántate. Vamos a la Ciudad Nazarí. Y recuerda, hoy estás a mi servicio. No olvides tu lugar.
Amelia se levantó con esfuerzo, sus rodillas doloridas por el tiempo pasado en el suelo. Con un suspiro, siguió a Mei fuera de la habitación. La jornada en la Ciudad Nazarí sería larga, pero Amelia estaba decidida a mantener su dignidad intacta, sin importar cuán difícil fuera el día.
Cuando llegaron al comedor, Amelia se dispuso a ordenar al servicio el desayuno para Mei y Li Wei, pero para su sorpresa, Mei tenía otras intenciones.
—No hace falta molestar al servicio. Recuerda, tengo una sirvienta personal. Ve tú misma por el desayuno y sírvenoslo.
Amelia hizo una reverencia de cabeza ante el estupor del mayordomo y salió tranquilamente hacia la cocina. La cocinera se sorprendió al ver entrar a su señora. Se acercó para preguntar, pero con horror vio cómo Amelia cogió un par de platos y los tiró violentamente contra el suelo.
—Señora, ¿algún problema? —preguntó la cocinera, alarmada.
Amelia suspiró, ya más relajada tras romper los platos. Miró calmadamente a la cocinera con una sonrisa antes de responder.
—No te preocupes, es Mei. Me está sacando de mis casillas. Por favor, prepara su desayuno y el de Li Wei y yo lo llevaré. Mientras, recogeré este estropicio.
La cocinera, que había notado la amabilidad de Amelia en la semana que llevaba allí, la miró con pena. Tras unas palabras de apoyo, se puso a preparar el desayuno mientras Amelia recogía los restos de los platos rotos. Amelia se movía con eficiencia, cada movimiento una manifestación de su determinación a pesar de la humillación que sentía.
Una vez que la cocinera terminó de preparar el desayuno, Amelia tomó las bandejas con cuidado y regresó al comedor. Mei la esperaba con una mirada de desaprobación, pero Amelia mantuvo la cabeza alta mientras servía los platos con gracia y precisión.
—Aquí está su desayuno, señora —dijo Amelia, esforzándose por mantener su tono neutral.
—Espero que esté a la altura, perra —replicó Mei con frialdad, antes de comenzar a comer.
Li Wei, que había estado observando la escena en silencio, sonrió ligeramente a Amelia en un gesto de solidaridad. Amelia le devolvió la sonrisa, agradecida por el pequeño gesto de apoyo en medio de la hostilidad de Mei.
—¿Dónde vamos a ir hoy? —preguntó Li Wei, tratando de aliviar la tensión.
—Tenemos preparado un estupendo viaje a la Ciudad Nazarí. Visitaremos el palacio árabe, pasearemos por un barrio típico desde el que se ven unas vistas increíbles de la ciudad y del palacio, almorzaremos en un restaurante típico, tendremos una tarde de compras y terminaremos con una visita a un Hammam.
Mei la miró con una sonrisa cruel. —Si entras en el Hammam, tendrán que desinfectarlo después.
Amelia se mordió la lengua y, mirando hacia abajo, asintió solamente para evitar problemas. Mei no perdió la oportunidad de seguir humillándola.
—Amelia, por favor, sírveme más café. Este está un poco frío. —Mei sostuvo su taza hacia ella, esperando con impaciencia.
Amelia tomó la taza con manos firmes, tratando de mantener la calma mientras servía el café. —Claro, Mei, enseguida.
—Y no olvides las tostadas. Están un poco quemadas. Hazlas de nuevo. —Mei continuó, su tono cargado de desprecio.
Li Wei observaba, incómoda por la situación, pero sabiendo que cualquier intervención podría empeorar las cosas para Amelia. Mientras Amelia se dirigía a la cocina para preparar nuevas tostadas, Mei continuó con sus comentarios venenosos.
—Realmente necesitas aprender a hacer las cosas bien, Amelia. Si no puedes ni siquiera servir un desayuno decente, no sé cómo esperas manejar responsabilidades mayores.
Amelia regresó con las tostadas recién hechas, colocándolas con cuidado en el plato de Mei. —Aquí tienes, espero que estas estén a tu gusto.
Mei tomó una tostada y la inspeccionó con exagerada atención antes de darle un pequeño mordisco. —Aceptable, supongo. Pero no te confíes. Una sola falta más y me aseguraré de que recibas el castigo que mereces.
Amelia asintió, sintiendo la presión de mantener la compostura. Li Wei, tratando de suavizar el ambiente, intervino nuevamente.
—Amelia, ¿cómo planeaste este itinerario? Parece realmente detallado y bien organizado.
Amelia sonrió ligeramente, agradecida por el intento de Li Wei de cambiar el tema. —Lo planifiqué con la ayuda de algunos contactos locales y quise asegurarme de que tuviéramos una experiencia completa y auténtica de la Ciudad Nazarí.
Mei no perdió la oportunidad de interrumpir. —¿Contactos locales? Espero que no sean de tu clase. No quiero pasar el día con gente sucia y vulgar.
Amelia sintió una punzada de ira, pero respiró hondo antes de responder. —Todos los contactos son profesionales y de confianza. Estoy segura de que disfrutarás del día.
Mei la miró con desdén, pero no dijo nada más. Continuaron el desayuno en un tenso silencio, roto solo por los ocasionales comentarios de Mei destinados a menospreciar a Amelia. Pero Amelia se mantuvo firme, decidida a no dejar que la humillación la venciera.
Finalmente, Mei terminó su desayuno y se levantó con un aire de superioridad. —Vamos, Amelia. Tenemos un día ocupado por delante y no quiero perder ni un minuto más.
Amelia asintió y siguió a Mei y Li Wei hacia los coches. Les seguiría un coche con tres guardaespaldas, que las llevaría a la Ciudad Nazarí. A pesar del mal comienzo del día, Amelia respiró hondo y se prometió a sí misma que no permitiría que Mei arruinara su espíritu. Ella era más fuerte de lo que Mei creía y estaba decidida a demostrarlo.