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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Militar
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La gran inaguración

El silencio era insoportable, asfixiante de una manera horrible, con la incertidumbre inundando la habitación por la solemne mirada del hombre sentado en el sofá sujetando su mentón y protegiendo su nariz con ambas manos. Ya había pasado poco más de medio día en la misma posición. Ni un susurro, ni una palabra había expresado, nada, solo silencio en una postura que a primera vista no intimidaba, pero entre más se le observaba, más temor inspiraba.

--Sin dudas. --Se dijo, regresando su mirada al mundo mortal.

Fira tembló por el repentino ruido, sonriendo con vergüenza al conocer la procedencia.

Se colocó de pie, sintiendo un ligero malestar en su cuello por su mala posición al contemplar, una molestia que duró menos de un respiro.

--Reúne al escuadrón Las Garras de Oso --Observó a Mujina--, al igual que al resto de mi guardia.

La capitana tragó saliva, la absoluta seriedad de su soberano la dejó momentáneamente en silencio, no atreviéndose a imaginar la razón detrás de la petición.

--Como ordene, Trela D'icaya. --Asintió, desapareciendo del campo de visión de su señor.

Llamó vía su interfaz al clandestino escuadrón de Los Búhos, esperando la llegada con una mirada solemne y opresiva.

--Señor Barlok. --Cinco sombras aparecieron de repente, sobre sus rodillas y con una mirada de respeto. Anda, el líder, fue la punta en la formativa, siendo también el primero en saludar.

--Señor Barlok. --Repitieron al unísono.

--Levántense --Ordenó, mirando con detenimiento a cada uno de ellos--. Fira, cierra las puertas.

--Sí, señor Orion.

Inspiró profundo, observando con detenimiento a cada uno de los integrantes del escuadrón de combatientes sigilosos.

--Todos ustedes han servido eficientemente mi causa y, ahora más que nunca los he de necesitar... Intuyo que la próxima batalla será algo nunca antes experimentado y, por ello, les tengo una recompensa especial --Sonrió levemente--... muy especial.

∆∆∆

El amanecer declaraba un nuevo comienzo a todas aquellas víctimas de la noche, de los pensamientos oscuros y egoístas, del nerviosismo incontrolable.

--Ustedes, jóvenes afortunados, fueron los escogidos por nuestro Barlok --Dijo Astra al posar sus ojos sobre los pequeños cuerpos infantiles, algunos acompañados por sus madres o padres, mientras otros se encontraban solitarios--, la elección fue difícil, pues esta vahir goza de buenos talentos, pero ustedes sobresalieron en esa búsqueda, por lo cual tienen una gran fortuna y gran responsabilidad.

Ron, el profesor, mantenía una mirada tranquila y cálida, pero internamente estaba más nervioso que los propios niños, no tanto por su nueva obligación, sino más bien por el temor a equivocarse y decepcionar al soberano oculto en la fortaleza. Se volteó con ligereza para observar el largo y no muy alto edificio a sus espaldas, de dos puertas y un arco de piedra blanca con una inscripción que te influenciaba a meditar: esfuerzo y dedicación igual a éxito.

--Avancen conmigo. --Ordenó.

Los infantes acompañados observaron por instinto a sus padres, quienes incitaron a obedecer al joven de complexión delgada, mientras que el resto avanzó sin duda alguna. Ron también fue invitado a la marcha, caminando un paso detrás del Ministro, justo al lado de Idril. Los guardias asintieron al recibir la orden, abriendo sin mucha dificultad las dos grandes puertas.

--Este será su segundo hogar --Dijo Astra al adentrarse por el pasillo iluminado por varios tragaluces inteligentemente colocados en el techo del edificio. Cada uno de ellos quedó maravillado por las baldosas pulcras y blancas y, los sutiles detalles repartidos en las paredes de piedra lisa--. Queda estrictamente prohibido manchar, golpear, o cualquier intento por destruir este lugar, quién lo haga, sufrirá de un terrible castigo --Se inventó un par de reglas al ver el interior, no deseando ver la hermosa construcción de su señor destruida. Los niños asintieron un par de veces con nerviosismo al notar la mirada del delgado joven--. A la derecha --Señaló con su mano-- se encuentra el salón comedor, donde disfrutarán de sus alimentos en un momento apropiado del día --Continuó caminando--. El siguiente salón se conoce como: el lugar de la sabiduría, donde podrán encontrar diversos libros que los inspiren y nutran sus conocimientos. A la izquierda encontrarán el salón al que ahora vamos, donde estudiarán y aprenderán todo lo que su profesor desee enseñarles --Observó al tímido hombre un paso detrás de él. Se detuvo, colocándose al lado de la puerta abierta--. Por el momento este es el único lugar al que se les permite entrar, sin un permiso dado, queda prohibido vagar por los pasillos, o intentar abrir las puertas de los otros salones ¿Entendido? --Los niños asintieron, el nerviosismo se había ido para ser remplazado por excitación, deseosos por comenzar con el aprendizaje-- Excelente. --Sonrió, permitiendo la entrada al salón, mientras suspiraba internamente por el cansancio de aprenderse todo el discurso dado por su señor.

La sala estaba dividida en tres secciones en uno de sus extremos, a causa de hileras de semimuros escalonados de piedra blanca que servían como asientos y mesas para los infantes y, justo al frente se encontraba una tribuna ligeramente elevada.

--Esperen ustedes dos --Dijo con un tono calmo, deteniendo al último par de infantes que se preparaban a ingresar al salón--. Tengo unas palabras que darles por parte de su hermano mayor.

Los dos niños fruncieron el ceño, no comprendiendo las palabras del Ministro, pues hasta donde conocían no tenían ningún hermano mayor, pero eso no fue suficiente para forzarlos a objetar, en realidad nada los haría levantar la voz frente al delgado hombre, que parecía tan feroz como un animal hambriento.

--Desea que este tiempo en el santuario sea de mucho beneficio para ustedes, que logren cosas increíbles y se vuelvan aún más talentosos de lo que ya son. También me pidió citar algo: "El perro aunque más lento, logró escapar del gran monstruo, pero no por su velocidad como el ave que cayó, sino por su falta de arrogancia".

Bastian y Viviana abrieron los ojos por la sorpresa al escuchar la frase, ya que esa no era nada más que la cita de la única historia que tenían permitido leer, pero la razón especial de la conmoción era que a quién se lo contaban cada noche antes de dormir era a un joven que había llegado a su casa, un individuo que jugaba con ellos y que poco a poco se transformó en una parte más de la familia, lamentablemente él había desaparecido, tan repentino como su propia llegada y, hasta ahora no sabían a dónde había ido.

--Hermano mayor. --Repitieron con una gran sonrisa, sintiéndose sumamente alegres.

--Dice que pronto les hará una visita, pero primero desea que aprendan mucho en este lugar --Ambos asintieron, determinados a dar su máximo para no decepcionar al joven que había compartido con ellos muchos momentos alegres--. Eso es todo. Ahora entren. --Ordenó, manteniendo la tranquilidad en su rostro.

--¿Quién es su hermano mayor? --Preguntó Idril, confundida, ella conocía a la familia Wuar y, sabía que no tenían un hijo mayor y, aunque le había sorprendido que ambos hijos fueran escogidos para el santuario, la dejó más conmocionada el hecho que poseían un hermano desconocido con el suficiente poder para hacer que el Ministro hiciera de recadero.

--Nuestro Barlok. --Respondió sin un cambio en su voz.

--¡¿Qué!? --No logró calmar su sorpresa.

--Sí y, espero que esa información no salga de tus labios.

--Por supuesto que no, señor Ministro --Negó un par de veces con la cabeza, tratando de calmar su acelerado corazón. Ni por toda la fortuna del mundo revelaría algo que la pusiera en contra del tiránico hombre dentro del palacio--. No me atrevería.

--Bien. --Asintió, creyendo en su palabra.