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Dragon Ball: Voluntad divina (SPA)

La voluntad del ser humano es voluble al destino. Y solo los dioses deciden el destino. ¿Pueden converger ambas voluntades en una sola? Esta es la historia de un mortal que nunca perdió la fe en la humanidad, incluso si se perdió a sí mismo en el camino. La historia del Kaioshin Supremo que todo lo entiende, que todo lo ve, que todo lo defiende. Porque esa es la voluntad humano-divina que Trunks Briefs tiene.

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Entrenamiento con el Príncipe Saiyajin

—¡Una vez más!—Exclamó un adulto a un menor mientras este último respondía afirmativamente mientras volvía a intentar lo que estaban haciendo.

¿Y qué era eso?

Simple, volar, o al menos por ahora era levitar sobre el suelo; ese era el objetivo por el momento, aunque el adulto quisiese que de una vez el menor aprendiera esto.

—¡Más alto! ¡Utiliza tú Ki, maldita sea!—Maldijo el adulto llamado Vegeta mientras le veía caer, fue así que quién seguía intentando el mismo ejercicio una y otra vez era el niño, puesto que cono se dijo, seguiría intentando.

—¡Sí!—Pese a lo positiva que fuera la respuesta, lo que detrás de esta se encontraba era un gran cansancio, pero que no le impediría seguir intentando e intentando.

No porque tuviera un objetivo o una motivación, sí no porque el chico tenía conocimientos que nadie más.

El hechicero Babbidi pronto vendría a la tierra, quedaban un par de años, unos tres años para ser exactos.

Ya que en el año 774 (en otras palabras el año 2009, estando ellos actualmente el año 2006, es decir, 771) para su pesar vendrían las amenazas más grandes conocidas hasta la fecha, ya que ni el propio Cell podría contra lo que es el endemoniado Majin Buu, el monstruo creado por el hechicero original, Bibidi, el padre de Babidi.

Encima que él no tenía la más mínima idea de sí los villanos no canónicos aparecerían, y por ahora no había nada que pudiera confirmar esto, ni tampoco tenía los medios para investigarlo por su cuenta, por ahora. Ya que cuando él pudiera ponerle sus manos a una computadora sin rastreadores o programas que registrasen todas sus búsquedas, siendo estas cosas instaladas por obra de su madre y/o abuelo pues sería allí que empezaría con la investigación, hasta entonces, él seguiría entrenando con Vegeta.

Que quitando el hecho de que le dolía todo el cuerpo no podía mentir y decir que lentamente no se sentía más fuerte, porque esa era la verdad, poco a poco se sentía un poco más fuerte, también estaba empezando a entender esto del uso de Ki.

Fue así que nuevamente tuvo que volver a intentar el levitar, ya que otra vez, había fallado.

Y cómo todo sí fuera una repetición, fue un Vegeta sentado sobre una piedra siendo este mismo, a lo que el adulto presente exclamó.

—¡Otra vez! ¡No nos iremos hasta que domines esto!—Habían pasado varios días desde que Vegeta le había dicho que entrenarían el volar, y henos aquí, sufriendo por su propia estúpida mentalidad de necesitar la habilidad de volar.

—¡Sí señor!—Respondió a la réplica constante de Vegeta ante sus intentos fallidos; y sí era sincero, le sorprendía que el Saiyajin puro fuera tan paciente con él, porque bueno.. es Vegeta, él no conoce la palabra paciencia. Aunque eso era una mentira, ya que había esperado a Goku en su regreso a la tierra junto al resto de Guerreros Z.

Luego de mucho entrenamiento, con las horas habiendo pasado, el Sol ya no se encontraba, y él creía que había progresado bastante, pero aún no podía dominar por completo el levitar, así que lo volvería a intentar mañana, o eso hubiera dicho sí no fuera porque..

—¿No te había dicho que no nos iríamos a menos de que consiguieras levitar como un Saiyajin normal?—Dijo Vegeta con.. ¿Es eso una sonrisa del tipo Vegeta?—. Así que levanta tú trasero del suelo y vuelve a intentarlo, que tenemos toda la noche por delante.

Sí.. era una sonrisa del tipo Vegeta, se maldijo a su yo del pasado mientras se levantaba una vez más y seguía con este entrenamiento que era quizás bastante ligero para lo que era alguien como Vegeta, supuso que era por ser su hijo.

—Sí señor..—Rezongó por lo bajo mientras volvía a concentrarse y a practicar el levitar.

Decir que estuvo atrapado ahí por toda la noche sería mentir.

Él directamente ni durmió, estuvo ahí entrenando hasta la nueve de la mañana que por fin lo había logrado.

Y sus palabras sin dudar fueron..

—¡Yaho! ¡Por fin puedo ir a dormir!—Exclamó en una victoria triunfal mientras sentía todo su cuerpo entumecido, es más, decir que no podía mover su cuerpo era bastante acertado justo en este preciso momento, en el ahora realmente se encontraba en una situación que le desfavorecía.

—Bien hecho mocoso, te llevo casi cuatro días pero por fin hiciste lo básico, más tarde regresaremos aquí para proseguir con el siguiente nivel—Dijo Vegeta mientras se levantaba de la piedra y empezaba a caminar mientras él rápidamente replicaba lo siguiente:

—Pero papaaaaá, no puedo moverme, siento entumecido todo el cuerpo—Casi lloriqueando, aunque fuese cierto. Ante esto el príncipe de los Saiyajins dijo—. Te vendrá bien acampar, buenas noches, ¿O debería decir días?

Después de estas palabras se fue volando, sí, el muy bastardo lo dejó a su suerte sin nada con qué regresar a casa.

Bueno, al menos no lo tiró de una montaña o lo dejó en un bosque con dinosaurios super desarrollados.

Mirando al Sol que ya estaba sobre su cabeza fue que soltó un suspiro.

—Maldigo esto, ¿A quién se le ocurriría decir que entrenar es algo genial? Solamente un enfermo por las batallas, ah sí, Goku—Reflexionó y divagó mientras se dejaba caer hacia atrás, cayendo sobre su trasero sintiendo el suelo más duro que nunca.

—Y.. ¿Ahora que hago? No sé dónde queda la ciudad ni tampoco el pueblo más cercano—Soltó mientras se quitaba el sudor de la frente con una mano toda sudorosa, lo cual no ayudó en nada pero le hizo sentir "mejor".

—Tengo siquiera otra opción que empezar a caminar o morirme asado aquí esperando a Vegeta—Se dijo a sí mismo cuestionandose todo esto, por lo que luego de segundos de pensarlo tuvo que agarrarse a un montón de rocas ardiendo para poder levantarse, momentos después aún sin sentir del todo su cuerpo fue que movió un pies uno adelante del otro—. Maldición.

Sí, definitivamente estaba caminando hasta algún lado.

—Te odio Vegeta, realmente lo hago—Se quejó de lo obvio en una situación como esta, por lo que dejando de hablar fue que inició su recorrido hacia quién sabe dónde, o mínimamente hasta un teléfono para así llamar a su madre o alguien de la corporación.

Fue así que empezó a mover sus pies, caminando unos metros, o eso fue hasta que se detuvo de golpe.

Un pensamiento había llegado de forma criminal hasta el centro de su cerebro.

—Yo.. ¿Para qué peleo?—Esta pregunta nunca se la había hecho a sí mismo de forma correcta, o más bien directa—. No vivo en un mundo apocalíptico como ese Trunks, ni tampoco estoy a nada de la saga de Buu. Simplemente estoy aquí, entrenando porque yo lo pedí.

Dándose la vuelta miró el vacío de este lugar, lleno de piedras amontonadas como columnas que sostenían nada en lo absoluto, algo que le daba un tipo de sentimiento raro.

—Esto se supone que ficción es, pero puedo sentir el dolor, puedo ver que los demás sienten, así que.. ¿Acaso tengo derecho a tomarme tan libremente esto cuando los guerreros Z libraron múltiples batallas entrenándose constantemente para todo tipo de batallas?—Cruzó sus brazos mientras hablaba en voz alta e intentaba entender a lo que él quería llegar—. Gohan peleaba todo el tiempo o se la pasaba estudiando sin descanso, encima peleaba contra amenazas grandes como Freezer o Cell mientras que yo tengo libertad para descansar casi todos los días y me quejo cuando tengo que entrenar.

Suspiró, pasándose una de sus manos por su frente tomando con ella parte de su cabello.

—Soy un desagradecido, ¿Verdad?—Dijo mientras bajaba su mano y se sonaba uno de sus dedos estirandolo—. Bien, será mejor que entrene. Incluso sí no tengo un motivo ahora mismo, debo entrenar o seré un estorbo para todos a mí alrededor.

Palmeandose con ambas manos la cara pudo ponerse mejor que antes, avivando sus sentidos por unos segundos.

—¡Adelante!—Inició nuevamente su entrenamiento con la idea de entrenar mucho más que nunca antes.

Lanzando un par de puñetazos al aire mientras daba unos saltitos entró en calor.

Así, le deparó algo que podía definirse como "Entrenamiento sin descansos" en el que estuvo por completo concentrado en alcanzar su objetivo, el poder flotar.

Las horas pasaron, pero él se mantuvo entrenando, ya no le importaba regresar, sí no el dominar la maldita técnica de volar, para que ese maldito de Vegeta pudiera verlo triunfante.

—¡Ya verás, lo lograré!—Soltaba constantemente cómo sí algo tuviera que demostrar al resto, o al menos eso lo confortaba y le daba ánimos para continuar—. ¡Por mí cuenta, sin ayuda de nadie! ¡Ni de tí, ni de ninguna otra persona!

Al final, el entrenamiento dio frutos, después de tanto sudor y dolor, el Saiyajin de la élite pudo ver a la lejanía una figura que se mantenía varios metros sobre el suelo, flotando.

—¡OYE PAPÁ! ¡MIRA QUIÉN ESTÁ SOBRE EL SUELO AHORA!—Moviendo los brazos que extendidos estaban habló él, todo esto mientras Vegeta tenía los ojos un poco abiertos, ya que al ver a su hijo pudo encontrarse con un híbrido lleno de rasgaduras y con polvo encima, pero que sí..

Este híbrido se mantenía sobre el suelo flotando, el entrenamiento había sido un éxito, al menos en su fase preliminar.

Cuando su padre llegó a él le dijo con una mirada de superioridad.

—¡No creas que por hacer algo que yo hacía a mis cuatro años entonces eres un prodigio!—Dijo Vegeta—. Ahora, empezaremos con la siguiente parte del entrenamiento, el vuelo, espero que hayas descansado porque sí no esto dolerá ahora, y mañana con intereses como dicen ustedes los terrícolas.

Escuchado esas palabras fue que él asintió, con una sonrisa en su rostro pese a que sintiera dolor y cansancio.

Fue así que ambos Saiyajins volvieron al entrenamiento intensivo de ese día, y sin más el tiempo avanzó.

Los minutos, horas e incluso días pasaron volando, tal como Vegeta y su hijo.

El Sol nuevamente salió del horizonte, la Luna se retiró, y él nuevamente se encontraba de regreso en su hogar, después de tanto que había entrenado con Vegeta.

Sentado en una silla, tomándose un café con los brazos sobre la mesa, pudo notar que no había casi nadie en la casa hoy, ni su abuelo ni la abuela, ni siquiera su propio padre.

Pronto, él pudo oír el sonido de zapatos golpeado el suelo, e imaginó de quién se trataba, así que levantó su voz y dijo—Buen día, Mamá—ante esto fue que la mujer respondió—. Buen día, cariño.

—Me alegra verte listo, porque hoy me vas a acompañar a hacer las compras, después de todo ya puedes volar cómo tú padre, así que viendo que tienes el día libre, iremos y de paso vamos a acompañar a Milk que también tenía ganas de comprar ropa—

Comentó Bulma sin darle oportunidad de replicar, a lo que tuvo que suspirar para sus adentros, sabiendo que sería inútil hacer o decir otra cosa porque bueno, su madre era su madre al final del día, y también era mujer, así que mejor no contradecirla.

Después de esta breve conversación fue que terminó de tomar su café y comer su desayuno, así que se puso una campera (chaqueta, chamarra) encima caminando hacia una motocicleta grande que tenían en el garaje, ahí él preguntó:

—¿No puedo simplemente llevarte volando, Má?—Su pregunta según él tenía sentido, pero a su madre poco le importó mientras decía—. Vamos Trunks, será divertido. Aparte, ¿Prefieres entrenar intensivamente con tú padre o una salida con tú madre en la que puede que te compre un helado?

Rápidamente Bulma notó que él ya estaba en la moto, poniéndose en el casco.

¿Por qué? Porque mencionó helados, y él como toda persona de bien tiene una fascinación por los helados.

—Qué sea de dulce de leche granizado con chocolate suizo y es un trato—La mujer entonces asintió a sus demandas, por lo que tanto el pequeño como la dama adulta se marcharon en aquél vehículo de tanta historia, puesto que era una réplica de la moto vieja de Bulma, o eso le había dicho su abuelo.

—¡Yahoo!—Exclamó mientras la motocicleta se movía a grandes velocidades esquivando y girando de esquina en esquina con suma agilidad.

Al final, otra aventura iniciaba, y él sólo deseaba que pudiera disfrutar de estos momentos por la eternidad.

Con paz, sin amenazas planetarias o cosas del estilo.

Esto, esto era vivir.