Naomi y Kotaro, dos estudiantes de preparatoria con pasados dolorosos, se encuentran en su segundo año de clases. A pesar de la apariencia intimidante de Kotaro y la timidez de Naomi, establecen una conexión especial que les permite compartir sus heridas y convertirse en un apoyo mutuo. Juntos, enfrentan sus traumas pasados y encuentran consuelo y esperanza en su compañía. A medida que su vínculo crece, también se ven rodeados de amistades complicadas y secretos ocultos, descubriendo que no todos son lo que parecen. Yuki no Furu Machi es una conmovedora historia de superación y amor que muestra cómo el encuentro de dos almas solitarias puede cambiar sus vidas para siempre, mientras aprenden a confiar en un mundo donde las apariencias pueden engañar.
Nieve. Como pequeños copos invisibles que caían suavemente del cielo, acariciando su piel. Así sentía Naomi Hanazawa la brisa fría de la primavera del año 2023, mientras caminaba sola por el parque. Los cerezos, en plena floración, desprendían pétalos como si fueran diminutas gotas de nieve, creando una atmósfera irreal y serena.
Era el primer día de clases en el segundo año de preparatoria, un día que debería haber sido brillante y alegre. Sin embargo, para Naomi, siempre había algo de nostalgia en cada estación, como si la primavera, con todo su esplendor, ocultara las sombras de un invierno no tan lejano.
Caminaba con pasos lentos, sosteniendo su maletín con ambas manos frente a ella, vestida con su nuevo uniforme de azul rey, adornado con un corbatín verde del color de una manzana fresca. Su cabello negro azabache, suelto y largo, bailaba con la brisa ligera.
Detrás de sus gafas negras, sus ojos azules reflejaban la calma del cielo, pero también la inseguridad que siempre la acompañaba. Naomi, tímida y reservada, se enfrentaba a un nuevo comienzo.
Al llegar al centro del parque, donde una torre con un reloj marcaba las 7:30 de la mañana, hizo una pausa. Sus ojos recorrieron el lugar, buscando entre la multitud de estudiantes que cruzaban de un lado a otro. No vio a quien esperaba. El reloj avanzaba, los minutos pasaban, y la sensación de estar sola se hizo cada vez más palpable.
A pesar de que las flores de cerezo danzaban a su alrededor, llenando el aire con un aroma dulce, Naomi sentía un ligero frío en el pecho. Un eco lejano, como si el invierno aún no se hubiera marchado de su corazón. Su timidez siempre la hacía sentirse fuera de lugar, como un copo de nieve que no lograba encajar en la primavera que la rodeaba."
—¿Por qué se tarda tanto? —murmuró con un suspiro, alzando la vista hacia el reloj que ahora marcaba las 7:45. Bajó los hombros y su mirada, acompañada de una sensación de inquietud que parecía intensificarse.
Cada minuto que pasaba, menos estudiantes cruzaban el parque. La soledad comenzaba a envolverla. Naomi sintió que el tiempo se detenía, mientras su corazón latía con una mezcla de ansiedad y resignación. Fue entonces cuando percibió la presencia de tres chicos acercándose de manera intimidante.
—¿Qué tenemos por aquí? —dijo uno de ellos con una sonrisa burlona, acercándose demasiado. —Parece que eres de primer año. Nunca te había visto. ¿Quieres que te acompañemos a la escuela? —El chico, a quien sus amigos llamaban Makoto, estaba apenas a unos centímetros de ella.
Naomi, intentando mantener la calma, respondió con voz suave:
—Lo siento, estoy esperando a alguien.
—Pero ya es tarde, ven con nosotros —insistió Makoto, mientras le tomaba el brazo. —No, no puedo —dijo Naomi, tratando de liberarse.
—Vaya, vaya, parece que te ha rechazado una cuatro ojos, Makoto —se burló uno de sus amigos, provocando las risas del otro compañero.
—¡Cállate! —espetó Makoto, fulminándolo con la mirada, antes de volver su atención a Naomi.
Uno de sus amigos, observando el corbatín de Naomi, agregó:
—Espera, Makoto, fíjate bien. Ella no es de primero, lleva el corbatín verde, es de segundo como nosotros.
Naomi sintió cómo el miedo comenzaba a apoderarse de ella, mientras forcejeaba para liberarse. Los chicos seguían hablando entre ellos, pero sus palabras se desvanecían en sus oídos, solo pensaba en escapar. Desesperada, echó un vistazo alrededor, buscando a alguien que pudiera ayudarla, pero las pocas personas que quedaban en el parque ignoraban lo que sucedía.
—Por favor, déjame ir —suplicó Naomi, cerrando los ojos con fuerza. —No me gusta que me rechacen, y menos una cuatro ojos como tú —dijo Makoto, apretando su agarre.
—Vamos, Makoto, bésala, a que no te atreves —se rio otro de sus amigos, incitándolo. —¿Sabes? —dijo Makoto acercando su rostro al de Naomi— Apostaría que nunca has besado a nadie. Déjame ser tu primer beso.
Naomi mientras escuchaba a los tres hablar, vio que alguien pasaba frente a ellos, era un chico también de la preparatoria, al verlo con el mismo uniforme, su caminata calmada, cabello oscuro, un poco largo que lograba tapar su frente y la punta del flequillo obstaculizaba algo sus ojos, Naomi sintió algo de esperanza por la aparente ayuda de este chico. Sin embargo, aquel chico tenía una mirada fría que luego aparta para seguir su camino. Toda esa poca esperanza para Naomi desapareció al sentirse ignorada.
El agarre de Makoto en su brazo se sentía como un ancla, pesando más a cada segundo. Su corazón latía desbocado, queriendo escapar de su pecho, pero no había palabras que pudieran liberarla. No podía gritar. No podía moverse. El cielo parecía cerrarse sobre ella, aunque el sol brillaba alto en lo que debería haber sido un día primaveral y perfecto.
Naomi cerró los ojos, resignada, sintiendo la cercanía del chico. Su cuerpo temblaba y sus manos apretaban el maletín con fuerza. Todo parecía congelarse en el tiempo. Un invierno gélido en plena primavera.
—Ya fue suficiente —interrumpió una voz calmada y firme.
Naomi abrió los ojos sorprendida. Frente a ella, una figura se alzaba detrás de Makoto, con una mano apoyada en su hombro. Era el chico que había pasado antes, el que parecía haberla ignorado.
— Déjala en paz —repitió con un tono amenazante.
Makoto, desconcertado, giró lentamente la cabeza para enfrentarlo. Su expresión cambió al reconocer el rostro del recién llegado.
—¡Es Kotaro! —exclamó uno de sus amigos, soltando inmediatamente el brazo de Naomi. —Solo estábamos bromeando, no es para tanto —dijo Makoto, soltándola bruscamente y retrocediendo.
Sin decir más, los tres chicos tomaron sus mochilas y se marcharon apresuradamente. Naomi, aliviada, cayó de rodillas al suelo, apoyando sus manos mientras dejaba escapar un profundo suspiro. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer.
—Gracias —susurró alzando la vista para agradecerle a su salvador. Pero cuando levantó la mirada, Kotaro ya se había alejado, retomando su camino como si nada hubiera pasado.
—Espera... Muchas gracias... —intentó decir Naomi mientras corría tras él.
—No necesitas agradecérmelo. Y no te acerques a mí —respondió Kotaro sin detenerse— Solo ten más cuidado la próxima vez.
Naomi se quedó inmóvil, observando cómo Kotaro se alejaba. Las flores de cerezo seguían cayendo a su alrededor, como pequeños copos de nieve en medio de la primavera.
Naomi, perpleja por aquellas palabras, decidió guardar silencio. Observó cómo el chico se alejaba con pasos tranquilos, pero firmes. Mientras lo veía desaparecer entre los árboles, su mente se llenaba de preguntas sin respuesta. El alivio de ser rescatada pronto se mezclaba con la confusión por la indiferencia del joven.