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Capítulo 4: Palabras que pesan

Ya en casa, en una noche tranquila, Naomi se encontraba tumbada en su cama, con el rostro oculto entre las sábanas. Desanimada por lo sucedido con Kotaro, sostenía su teléfono en la mano, buscando consuelo en una conversación con un amigo a través del chat.

Naomi: No sirvo para nada... todo me sale mal ☹ 

Amigo: No digas eso, Naomi. Eres una persona con grandes capacidades. 😉

Naomi: Realmente quisiera ser Como tú... Siempre sabes qué hacer, y pudiste ayudarme tantas veces... Yo nunca sé cómo ayudar a los demás.

Amigo: Gracias, pero yo solo cuidaba de ti porque eres especial para mí. Dale tiempo a las cosas y esfuérzate. Recuerda, eres una gran persona, y al final todo saldrá bien.

Amigo: En cuanto a él... no es bueno que te obsesiones demasiado. Dale tiempo. No lo conoces del todo aún.

Naomi: Lo sé, pero... siento que necesita ayuda, como yo la necesitaba. Y él ya me ha ayudado antes. Quiero hacer algo por él.

Amigo: Eso es lo que piensas tú, pero tal vez él no quiera o necesite tu ayuda. Y si no sabes lo que le sucede exactamente, no puedes forzarlo.

Naomi: Tal vez tengas razón... Gracias por hablar conmigo. Creo que debería intentar dormir.

Amigo: Descansa, pequeña Nao. No te desanimes, ¿vale?

Naomi: Gracias... Desearía poder verte otra vez.

Naomi dejó el teléfono a un lado, apagó la luz de su habitación, y se envolvió en las cobijas, aunque no podía evitar dar vueltas, su mente llena de recuerdos del día. Las palabras duras de Kotaro resonaban en su cabeza, lastimándola profundamente.

«"No sabes lo que se siente..."»

Esas palabras la golpeaban fuerte, como si rompieran algo dentro de ella. Y de repente, su mente la llevó a recuerdos antiguos, de niños gritándole con maldad.

«"¡Eres una inútil! ¡Cuatro ojos! ¡Eres una tonta, siempre aparentando ser lista solo por esas gafas!"»

Las risas y burlas retumbaban en su cabeza. Esos recuerdos dolorosos volvieron a la superficie, llenándola de inseguridad, hasta que, por fin, la fatiga ganó la batalla y se quedó dormida.

Al día siguiente, en la escuela, durante el receso, Naomi decidió quedarse en el salón de clases para almorzar. Estaba agotada, tanto física como mentalmente, y prefería no socializar con nadie. Kotaro había evitado mirarla durante toda la mañana, y aunque Naomi quería hablar con él, una parte de ella sabía que no debía presionarlo. Mientras comía sola, de reojo veía a Kotaro, quien permanecía distante, inmerso en sus propios pensamientos. A pesar de notar su soledad, él no hizo nada para acercarse.

De repente, una voz alta interrumpió el silencio en el aula.

— ¡¿Naomi, estás aquí?! —

Era Saori, que irrumpió en el salón con su habitual energía. Naomi, sorprendida por el grito, casi se atraganta con la comida que estaba masticando.

— ¡Saori! Pensé que estabas entrenando para la carrera... — dijo Naomi, aun intentando recuperarse del susto.

— ¡Iba a hacerlo, pero me dio muchísima hambre! — respondió Saori, riéndose mientras se acercaba a Naomi y se sentaba de un salto en el pupitre frente a ella.

Algunos de los compañeros de clase miraban con curiosidad a Saori, susurrando entre ellos.

— ¿Qué le pasa? ¿Está loca o qué? —

— ¡¿Qué?! ¿Quién se atreve a llamarme loca? ¿Alguien quiere decirlo en voz alta? —espetó con tono desafiante.

— Por la forma en que entras gritando y amenazas, realmente das la impresión de ser una loca. Más aun siendo una desconocida en esta clase. —respondió Akane sin levantar la mirada de su libro.

— Lo siento, no fue mi intención hacer tanto alboroto. —se disculpó Saori, riéndose un poco. Luego se giró de nuevo hacia Naomi con una expresión animada—. Y dime, Nao, ¿ya tienes amigos aquí?

— ¿A-amigos? Aún no…

— Ah, entonces aún no me has reemplazado. —respondió Saori con una sonrisa amplia mientras rodeaba con un brazo los hombros de Naomi.

— Nunca haría eso.

— Estaba bromeando. Pero debes empezar a hablar con más personas… ¿Y qué hay del chico del que me has hablado? ¿También está aquí? —Naomi se ruborizó profundamente, lanzando una mirada rápida hacia Kotaro antes de negar con la cabeza, incómoda.

— ¡Oh, ya veo! Es él, ¿verdad? —dijo Saori, señalando directamente a Kotaro. Antes de que Naomi pudiera detenerla, Saori se levantó y se dirigió hacia él—. ¡Hola! Me llamo Saori y soy la mejor amiga de Naomi.

Kotaro, sin siquiera dirigirle la mirada, respondió secamente:

— No me interesa quién seas.

— ¡Vaya, sí que tienes fama de amargado! —dijo Saori, encogiéndose de hombros mientras Kotaro se levantaba y salía del aula, sin volverse hacia nadie.

— ¿Por qué lo hiciste? —preguntó Naomi en voz baja, sonrojada de vergüenza.

— Solo quería ver cómo reaccionaba y saber quién era en realidad. —Saori la miró con determinación—. Pero esto no va a quedar así.

— ¡Saori, espera! —Naomi dejó lo que estaba haciendo y salió corriendo detrás de su amiga, atrapándola del brazo en el pasillo.

— ¿Qué intentas hacer? —le preguntó Naomi, aun respirando agitadamente.

— Solo quiero hablar con él —respondió Saori con una expresión calmada, pero su voz tenía un tono firme—. Hay algunas cosas que quiero aclararle.

— ¿Pero por qué? —preguntó Naomi, inquieta.

Saori, notando la ansiedad en los ojos de su amiga, suspiró y puso una mano en su hombro.

— Naomi, eres mi mejor amiga, y te conozco desde siempre. He notado que estos últimos días has estado más distante y distraída, y sé que eso tiene que ver con él. —miró a su amiga con ojos llenos de compasión—. Sé que me preocupo por ti, y no quiero verte triste… especialmente después de lo que pasó… con él.

La mención de aquel suceso entristeció a Naomi, y Saori evitó decir más, cambiando su tono.

— Escucha, sé que no puedo evitar que te acerques a él si es lo que realmente deseas. Pero tampoco puedo quedarme cruzada de brazos. —dicho esto, se giró y avanzó decidida hacia el pasillo donde vio a Kotaro.

Saori lo alcanzó y llamó su atención.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Kotaro fríamente, sin detenerse.

— Quiero hablar contigo.

— No tengo nada que decirte.

— No te hagas el difícil. Si Naomi te presta atención, debe ser porque tienes algo bueno que ofrecer, aunque ahora mismo no lo vea.

— Nunca le pedí que me ayudara.

— ¡Cállate! —exclamó Saori, su voz llena de fuerza y determinación—. No me interesa si quieres su ayuda o no. Solo advierto que, si le haces daño, no te lo perdonaré.

Kotaro giró la cabeza, sorprendido por la dureza en las palabras de Saori. Ella continuó:

— Naomi ya ha pasado por mucho… mucho más de lo que puedas imaginar. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras alguien le hace sufrir de nuevo. No me importa cuánto creas que has sufrido, Kotaro. Ella no necesita más dolor.

Kotaro la miró fijamente, con la mandíbula tensa.

— Tú no sabes nada de lo que he pasado. —respondió finalmente, su voz cargada de una tristeza profunda—. Quizá le dije cosas hirientes, pero fue para protegerla. Yo… yo no quiero hacerle daño.

Saori, al ver la expresión de Kotaro, tomó un suspiro para calmar el ambiente y hablar de forma más tranquila.

— Naomi... ha pasado por más de lo que te imaginas. Desde pequeña ha tenido que soportar muchas cosas. Perdió a sus padres cuando era muy niña, y en la escuela sufrió burlas y rechazos solo por ser distinta y tímida.

Kotaro, desconcertado, levantó la mirada, mientras Saori desviaba la suya hacia la ventana, mirando hacia fuera de la escuela.

— Ella... siempre fue muy fuerte, a pesar de todo. Ha tenido que lidiar con cosas que no te imaginas, y yo solo quiero asegurarme de que esté bien, de que nadie vuelva a lastimarla. Sé que no puedo controlar todo, pero sí puedo intentar que quienes están cerca de ella, como tú, la traten con respeto.

Kotaro, tocado por las palabras de Saori, mantuvo la mirada baja.

— Lo siento... —respondió en voz baja, mostrando arrepentimiento.

— Está bien —respondió Saori, su tono de voz suavizándose—, pero con quien realmente debes disculparte es con ella. —Y tras una pausa, agregó con un leve tono de humor—. Y, por cierto, un consejo: intenta ser más delicado con las chicas.

— Si entiendo... Increíble... —dijo Kotaro, en voz baja.

— ¿Qué te parece increíble? —preguntó Saori, mirándolo curiosa.

— Ver que Naomi tiene una amiga como tú... eso me parece increíble.

Saori se sonrojó levemente ante el comentario, y observó nuevamente su expresión. En los ojos de Kotaro, notó aquella mezcla de tristeza y amabilidad que Naomi mencionaba. Era una mirada que intentaba transmitir paz, aunque llevaba un trasfondo profundo de dolor.

— «Ya veo, así que es eso, Nao» —pensó Saori, comprendiendo lo que su amiga veía en Kotaro.

Después de la charla entre Kotaro y Saori, las clases transcurrieron hasta que llegó la hora de la salida. Naomi, quien se había encargado del reporte del día, fue la última en salir del salón y se dirigió hacia los casilleros para encontrarse con Saori. Al llegar, se encontró con Kotaro esperando frente a ellos. Al notar su presencia, se detuvo, sorprendida.

— Ha... hasta mañana —dijo Naomi tímidamente, sin esperar nada más.

— ¡Espera! —La voz de Kotaro la detuvo—. Te estaba esperando.

— ¿A mí?

— Sí, quiero decirte algo; quiero pedirte perdón por mis palabras de ayer. Lo siento si te hirieron, no tenía derecho a decirte esas cosas. No sé nada de ti para hablar así. Solo me dejé llevar por cosas que no tienen que ver contigo.

— ¡Eh! No.… no, no te preocupes. Está bien, está bien, no pasa nada —respondió Naomi rápidamente, tratando de quitarle importancia—. Y yo... también lamento lo de ayer, por insistir en algo que no querías hacer.

— Respecto a eso... he decidido que participaré en la carrera.

— ¡¿En serio?! Gracias, gracias... me alegra oír eso.

En ese momento se acercó Saori, y Kotaro, al notar su presencia, prefirió retirarse.

— Bueno, eso es todo. Nos vemos.

— Sí, gracias. Hasta mañana.

— ¡Hola, Nao! —dijo Saori, con un tono burlón, lanzándole una sonrisa pícara—. Uy, ¿hablando con tu príncipe a solas? ¿Ya mejoraron las cosas entre ustedes?

— Hola. Sí, ya mejor, gracias —respondió Naomi sonrojada—, y ya te dije que no es mi príncipe.

— Sí, sí, como tú digas.

— ¡Es cierto! —insistió Naomi, aún avergonzada.

— Mejor vámonos a casa, tengo mucha hambre.

Mientras ambas caminaban por el parque de regreso a casa, Saori se acercó para susurrarle algo al oído.

— Ha-ru...

— ¿Eh? ¿Qué dijiste?

— Dije Haru. Ese es el motivo, ¿verdad? Kotaro te recuerda a él. Lo noté mientras hablaba con él... ¿sientes que debes ayudarlo? ¿Como si pudieras salvarlo de algo? ¿Crees que pueda ser como Haru?

Naomi bajó la mirada, indecisa.

— Lo siento por no habértelo dicho, pero sí... siento que necesita ayuda, y creo que puedo hacer algo por él.

— Nao, ten en cuenta algo: ellos no son la misma persona, y no sabes si él realmente quiere tu ayuda.

— Sí, eso lo sé —respondió Naomi, con un toque de desánimo.

— Pero no te desanimes, tal vez eres la indicada para ayudarlo... al fin y al cabo, se trata de tu príncipe —dijo Saori, sonriendo y echando a correr.

— ¡Eh! ¡Ya te dije que no es mi príncipe! ¡Deja de decir eso, Saori!

— ¡Admítelo, es tu príncipe!