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Capítulo 6: Palabras que duelen

A la semana siguiente, como de costumbre, Naomi se detuvo en su lugar habitual para esperar a Saori. Apenas pasaron unos minutos cuando escuchó a su amiga llamándola con entusiasmo. Mientras caminaban juntas hacia la escuela, conversaban de temas cotidianos hasta que Saori, de repente, se puso pensativa y, tras unos segundos de silencio, miró a Naomi con curiosidad.

— ¿Y cómo van las cosas entre Kotaro y tú? —preguntó Saori con una sonrisa pícara.

— ¡¿Eh?! ¿Kotaro?... Yo diría que todo va normal. No sé siquiera si somos amigos aún —respondió Naomi, nerviosa, mirando al suelo.

— ¿Normal? Vamos, Nao, ¡si los vi almorzando juntitos en el festival! —bromeó Saori, alzando las cejas con complicidad.

— Fue solo porque ambos estábamos solos. Mi tía no pudo venir, y Kotaro no tenía a nadie con él —Naomi hizo una pausa, apretando los labios y jugueteando con los pulgares—. Así que, sí... normal.

— Hmm... si tú lo dices —respondió Saori, sin perder la sonrisa.

Mientras seguían caminando, un silencio momentáneo se apoderó de las dos. Saori, con una expresión más seria, se detuvo un segundo antes de soltar una pregunta que tenía en mente desde hacía tiempo.

— Nao, ¿te puedo hacer una pregunta más seria?

— Claro, dime —respondió Naomi, levantando las cejas.

— ¿Tú sientes algo por Kotaro?

— ¿Algo? ¿Cómo qué? —Naomi la miró con sorpresa, sin comprender del todo.

— Pues... ¿te gusta Kotaro?

Naomi sintió que su rostro se encendía de inmediato y negó con rapidez, agitando las manos.

— ¡¿Eh?! ¿A mí? No, no, no, nada de eso. Apenas lo conozco, solo ha pasado unas semanas. ¿Por qué me preguntas eso? —trataba de sonar natural, pero su rubor la traicionaba.

— Es solo que... te veo preocuparte mucho por él. Y me pregunto si es porque te interesa de alguna forma especial —dijo Saori, sonriendo con ternura.

Naomi bajó la vista, como buscando respuestas en el suelo.

— No es eso… no sé cómo explicarlo. Es solo que… él parece haber pasado por muchas cosas, ¿sabes? Está muy solo y no quiero… no quiero que le pase lo mismo que a…

— ¿Lo mismo que a Haru? —preguntó Saori suavemente.

— Sí —murmuró Naomi, mirando hacia otro lado, con los ojos brillantes.

— Entiendo —Saori puso una mano sobre su hombro, intentando transmitirle calma—, pero ten en cuenta que Kotaro no es Haru. Solo espero que no estés tratando de reemplazar algo… o alguien.

— Lo sé, Saori, pero él me ayudó una vez… y siento que puedo hacer algo por él —Naomi recordó el momento en que vio a Kotaro tocar el piano, con esa melancolía que tanto le recordaba a su amigo de la infancia.

— ¡Ay, qué lindo! —bromeó Saori para aliviar el ambiente—. Así que quieres ser su "princesa salvadora", ¿no? La princesa que viene a rescatar a su príncipe solitario.

— ¡No es eso! —replicó Naomi, muy avergonzada y desviando la mirada, mientras un leve rubor la traicionaba.

Al llegar a la escuela, ambas notaron que Kotaro estaba cerca de los casilleros, organizando sus cosas. Saori se adelantó para saludarlo con su típico entusiasmo, mientras Naomi, aún distraída por la conversación previa, se acercó titubeante y se dio cuenta demasiado tarde de su error.

— Buenos días, Haru —dijo Naomi, sin darse cuenta de lo que acababa de decir. Saori abrió los ojos sorprendida, y Kotaro frunció el ceño, confundido.

— ¿Haru? —repitió Kotaro, extrañado.

— ¡Eh! No, no… quería decir Kotaro… lo siento… —respondió Naomi, agachando la cabeza, avergonzada.

— Buenos días, Naomi —respondió él, lanzándole una mirada fugaz.

— Bueno, me voy a clases —interrumpió Saori, riéndose en silencio—. Nos vemos luego, Nao.

Con Saori yéndose hacia su clase, Naomi y Kotaro caminaron juntos hacia el aula. Al entrar, varios de sus compañeros volvieron la vista hacia ellos, susurrando comentarios que sólo aumentaban la tensión en el ambiente. Avergonzada, Naomi se apresuró a llegar a su asiento y saludó a Akane, mientras Kotaro se dirigía al suyo, sin hacer caso de las miradas.

Ya en clase, mientras el profesor explicaba unos ejercicios de matemáticas, Naomi se perdió en sus pensamientos, recordando la pregunta de Saori y preguntándose si realmente sentía algo por Kotaro. Casi sin notarlo, volvió a mirarlo de reojo, sus dedos jugueteando nerviosamente entre sí. "¿me gusta Kotaro?"

— ¡Hanazawa!

—¡Eh! ¡no, no me gusta! —Naomi, que había respondido impulsivamente a su propia pregunta interna, se dio cuenta de que había hablado en voz alta.

— ¿Qué es lo que no le gusta, Hanazawa? Solo le pedí que me dijera el resultado del ejercicio en el tablero —dijo el profesor con una ceja levantada.

Las risas de sus compañeros estallaron en el salón. Avergonzada, Naomi intentó encogerse de hombros y agacharse como una tortuga, deseando que nadie la mirara. Kotaro, en cambio, se mantuvo serio, ignorando las risas, mientras que Akane observaba a Naomi en silencio.

— Por favor, trate de prestar atención a la clase, Hanazawa. Todo esto vendrá en el examen —le recordó el profesor.

— Sí… lo siento —murmuró Naomi, aún encogida en su asiento, esperando que las risas se apagaran.

Después de varias horas de clase, Naomi y Saori se dirigieron al patio de la escuela para almorzar juntas. Mientras comían, Naomi le contó a su amiga lo sucedido en la clase de matemáticas, omitiendo, por supuesto, lo que realmente pensaba en ese momento sobre Kotaro. Saori estalló en risas, burlándose cariñosamente de la situación.

— Creo que deberíamos ir volviendo al salón antes de que suene la campana. No quiero entrar tarde y que todos me miren… ya fue suficiente protagonismo en matemáticas —comentó Naomi, aún un poco avergonzada.

Justo cuando se disponía a tirar sus desechos en el bote de basura, Saori le lanzó su caja de jugo.

— ¡Nao! ¡Bota esto por mí, por fa! —exclamó Saori.

Naomi atrapó la caja en el aire, pero al apretarla accidentalmente, un chorro de jugo la salpicó.

— ¡Ay! Todavía tenía jugo... ¡podrías haberme avisado! —dijo Naomi, sacudiendo la camisa con una sonrisa resignada.

— Lo siento, Nao —respondió Saori, entre risas y disculpas.

— Ahora tengo que ir al baño a limpiarme. Nos vemos luego —respondió Naomi tranquilamente, con una leve sonrisa.

Se dirigió al baño, pero justo cuando estaba a punto de entrar, escuchó voces que mencionaban su nombre.

— ¿No creen que es un poco tonta? —dijo una de las chicas, riendo.

— Sí, no entiendo por qué la elegimos como representante de la clase —agregó otra.

— Solo fue para librarnos de ese cargo... lo único que tiene de "inteligente" son esas gafas, ¿no? Pero es toda una farsa —comentó la tercera con sorna, mientras todas reían.

Oculta detrás de la puerta, Naomi escuchaba cada palabra, sintiendo cómo esas frases la afectaban profundamente. Las chicas finalmente salieron del baño, riendo entre ellas. Naomi esperó hasta que ya no se oyeran sus pasos y entró, tratando de mantenerse firme. Se acercó al espejo, se quitó los lentes para limpiarlos y, apoyada sobre el lavamanos, intentó contener las lágrimas, echándose agua en el rostro para refrescarse.

La campana sonó, indicando el final del descanso, y Naomi salió apresurada hacia el salón, con el ánimo por los suelos. Una vez en su asiento, buscó un pañuelo en su bolso, pero no pudo encontrarlo. Frustrada, apretó los labios y bajó la cabeza, sintiendo que sus ojos volvían a humedecerse. Akane, sentada a su lado, la observaba con una expresión indiferente, aunque no hizo ningún comentario.

Mientras Naomi intentaba secarse el rostro con las manos, sintió un suave roce en su brazo izquierdo. Al voltear, notó que Kotaro, sin mirarla y con la vista fija al frente, le extendía discretamente un pañuelo. Conmovida, tomó el pañuelo y le susurró un "gracias" en voz baja. Kotaro apenas hizo un leve asentimiento.

Respirando más tranquila, Naomi se dispuso a escuchar la clase, pero al sacar su libreta de apuntes y mirar al profesor, se dio cuenta de algo inquietante: no podía leer lo que él había escrito en el tablero. Tocó su rostro y sintió la ausencia de sus lentes.

— «Ay, no… mis gafas. Las dejé en el baño» —pensó con horror.

Quiso levantarse para ir a buscarlas, pero se detuvo al recordar la incomodidad de interrumpir la clase y llamar la atención de todos. Decidió esperar hasta el final de la hora para no causar otra escena. Durante la clase, intentó con todas sus fuerzas leer el tablero, forzando la vista hasta que sus ojos comenzaron a dolerle. Abría y cerraba los ojos, esforzándose por distinguir algo, pero solo lograba agotarlos más.

Finalmente, cuando la clase terminó, se levantó apresuradamente antes que sus compañeros para salir al baño y buscar sus lentes. Sin embargo, en su prisa, calculó mal la distancia y se golpeó contra el marco de la puerta, produciendo un estruendo. Todos voltearon a verla, y Makoto aprovechó para lanzar un comentario hiriente.

— ¡Oye, fíjate por dónde corres, cuatro ojos! No vaya a ser que nos quedemos sin puerta —bromeó, provocando risas entre varios compañeros.

Avergonzada, Naomi ignoró las burlas y salió del salón de inmediato. Al llegar al baño, buscó en el lugar donde había dejado sus lentes, pero no los encontró. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y la preocupación empezó a invadirla.

Decepcionada y agotada, Naomi regresó al salón de clases para recoger sus cosas. La mayoría de sus compañeros ya se habían ido, y el salón estaba casi vacío, excepto por una persona: Kotaro, quien estaba en su asiento, mirando por la ventana. Naomi se acercó a su pupitre para tomar su bolso y prepararse para salir.

— L-lo… lo siento mojé tu pañuelo —murmuró Naomi, evitando mirarlo a los ojos mientras dejaba el pañuelo en su mesa.

— No te preocupes, puedes devolvérmelo después —respondió Kotaro con voz calmada.

Naomi intentó agradecerle, pero sentía el nudo en la garganta y la vergüenza acumulándose en su pecho. Mientras bajaba la mirada, escuchó que Kotaro se levantaba de su asiento. Para su sorpresa, él estaba justo frente a ella, extendiéndole su libreta de apuntes. Naomi levantó la vista lentamente, mirándolo con ojos enrojecidos.

— Creo que perdiste tus lentes… —dijo Kotaro, observándola con un brillo de comprensión en sus ojos—. Vi que te esforzabas en la clase para escribir, aunque fuera difícil.

Naomi tomó aire, pero no pudo contenerse. El dolor acumulado salió en forma de lágrimas.

— lo siento…Soy una tonta… inútil —susurró, con la voz entrecortada—. No pude escribir nada y perdí mis gafas… Soy como dicen ellos, una tonta que solo hace todo mal…

Kotaro guardó silencio unos segundos, dejando que Naomi se desahogara. Finalmente, le habló en tono sereno, su voz proyectando una calma que comenzó a tranquilizarla.

— No los escuches —le dijo con firmeza, mirándola a los ojos—. ¿Esas personas te conocen realmente?

Naomi negó con la cabeza.

— Entonces no les permitas herirte con lo que digan. Solo son palabras, y no tienen poder sobre ti… a menos que tú se los des.

Naomi intentó secarse las lágrimas, sus ojos buscando en Kotaro una respuesta.

— Sé que duele, pero ese dolor solo crece si lo aceptas. Tú eres mucho más de lo que otros puedan decir. Demuestra lo que vales, y todo lo que eres.

Mientras Naomi intentaba calmarse y le agradecía en voz baja, Kotaro le entregó su libreta de apuntes.

— Ten, para que no pierdas las lecciones de hoy.

— Gracias… y lo siento mucho por molestarte lo devolveré en cuanto pueda.

— No te preocupes —respondió Kotaro, y con una leve sonrisa agregó—: Creo que empezaré a cobrarte por cada vez que dices "lo siento".

Naomi soltó una risa suave, sintiéndose un poco mejor. Con una sonrisa tímida, miró a Kotaro y agradeció el gesto, más profundamente de lo que sus palabras podían expresar. Kotaro le devolvió la sonrisa antes de despedirse y salir del salón, dejándola más tranquila.

En ese momento, Naomi recordó que Saori la estaría esperando en la entrada de la escuela. Guardó los apuntes rápidamente y se dirigió a la salida. Al llegar, vio a Saori, quien la estaba esperando con una expresión de preocupación.

— ¡Saori! Lo siento, estaba ocupada y me olvidé de que me esperabas.

— ¿Te estabas tardando, Nao! Ya iba a subir a buscarte —respondió Saori, observándola con atención y notando algo diferente en ella—. ¡Espera! ¿Y tus gafas?

— Eh… se me perdieron —respondió Naomi, bajando la mirada.

— ¿Las perdiste? ¿Dónde? ¿Ya las buscaste?

— Sí, las dejé en el baño… cuando regresé ya no estaban.

Saori frunció el ceño con preocupación y, poniéndose más seria, se acercó un poco más.

— Nao… ¿estás bien?

Naomi asintió con una sonrisa débil.

— Más o menos… no sé cómo le explicaré a mi tía que perdí las gafas. Y, además, ahora no podré ver bien en clase…

Saori la miró con empatía y, en lugar de bromear como siempre, le dio un abrazo firme.

— ahora no te preocupes por eso. Mañana nos encargaremos de buscar ayuda en la escuela o ver cómo conseguirte otras, ¿sí? Ahora vámonos a casa.

Naomi agradeció el gesto y se relajó, dejando de lado sus preocupaciones por un momento mientras caminaban juntas. Sin embargo, giró una última vez hacia la escuela y, en silencio, pensó:

— «Muchas gracias, Kotaro…»

— ¿Qué pasa, Nao? —preguntó Saori, mirándola con curiosidad.

— ¡Ah! Nada, nada… vámonos rápido —respondió Naomi, apresurando el paso junto a su amiga.