11º. Un frío día de invierno.
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Akane despertó, miró a su lado, estaba sola. Hacía día que dormía sola. Una semana antes se peleó con Ranma y casi no se hablaban. Bien pensando era algo idiota, se habían peleado por una serie idiota, una escena todavía más idiota. Con un argumento imbécil y unos personajes de los más gilipollas.
Parecían dos adolescentes, aunque estaban en la universidad, y no eran de primero. Era ya dos adultos. Pero a veces parecían dos niñatos tontos y estúpidos de dieseis años.
Se destapó un poco y sintió frío, debía hacer mucho frío. Sacó el móvil de debajo de la cabecera, cuatro grados centígrados, con razón hacía tanto frío.
A la chica le dio pereza levantarse, pero debía hacerlo. Bajar a la planta baja, tomar un baño y salir a la calle a hacer un poco de ejercicio. Se vistió con ropa deportiva de invierno, fue al mueble, sacó un gorro de lana, unos guantes y se lo guardó en el bolsillo.
Al pasar por la habitación donde ahora dormía Ranma picó y lo llamó.
- ¡Ranma! - nadie contestó- ¡Ranma! Y tampoco tuvo respuesta. La chica se enfadó- yo que quería hacer las paces con él y ese estúpido me ignora. Ya llevamos una semana sin hablarnos. y encerrados por el confinamiento casi un mes. No podemos seguir así.
La plaga se había extendido por todo el mundo, era mortal para la gente con patologías, ella y Ranma, no se atrevían a salir contagiarse y descubrir que uno de los dos, o los dos, tenían alguna de esa patología, y pasarlo mal.
Sólo se podía salir a comprar y hacer deporte, y a ciertas horas. Ranma y ella aprovechaban para hacer deporte y comprar.
Salían muy temprano, el resto del día lo pasaban tele estudiando, muchas horas, haciendo trabajos de la universidad. Viendo la tele y jugando a la consola, que casi siempre ganaba Ranma, o juegos de mesa o carta, en lo que Akane pasaba por encima de Ranma, como una locomotora por encima de un caracol.
Picó de nuevo en la puerta del chico y al no obtener respuesta bajó al comedor furiosa.
- ¡Ese insensible de Ranma! - gritó ella cuando llegó al comedor.
- ¿Quién es un insensible? - gritó indignado Ranma- llevo horas levantado, haciendo el almuerzo. Te dejo descansar y ¿cómo me lo pagas? Llamándome insensible- contestó el joven.
-Yo piqué en tu puerta y al no responderme creí…- dijo ella avergonzada.
- Y un marimacho como tú no pudiste pensar que ya me había levando- respondió el joven.
-Y un fenómeno como tú no puede tener la boca callada.
-Poca agraciada.
- Tarado mental
-Tabla de planchar.
- Travesti, cobarde.
Los dos se quedaron mirando.
- ¿Marimacho?, ¿Poca agraciada? – preguntó él- ¿de dónde he sacado esos insultos? Yo nunca te he insultado.
- ¿Fenómeno?, ¿Tarado mental?, ¿Travesti?, ¿cobarde?, ¿De dónde he sacado yo eso? - Los dos se miraron sorprendidos. Jamás nos hemos insultado de esa forma.
-Tengo una extraña sensación. Que no es la primera vez que nos insultamos así, aunque no recuerdo cuando lo hemos hecho- dijo él preocupado
- Y yo tengo la sensación de al final de esas discusiones pegarte con un mazo y hacerte volar. - la chica negó con la cabeza- ¡pero si no somos tan agresivos!
- Lo debemos haber soñado, otros de esos sueños de lo que no comprendemos nada.
- Si, como en ese sueño que vivimos juntos, con nuestra familia, en un dojo, somos prometidos y futuros herederos de las escuelas de artes marciales de nuestros padres. Una sarta de tonterías.
- No le des más vueltas a ese asunto. Nunca aclaramos nada.
-Pero me da miedo pensar en eso. Creo que ahí se oculta nuestro pasado no recordado. Pero en ese recuerdo hay oscuridad, como si alguien nos quisiera hacer daño.
-Pienso lo mismo que tú, que esa oscuridad es la responsable que hayamos olvidado todo.
No se habían dado cuenta que ya habían olvidado el enfado que habían tenido, se hablaban como siempre. Podían tener peleas fuertes, pero olvidaban pronto que las habían tenido.
-Respeto al enfado, supongo que es la tensión de estar encerrados todo el día en casa, sin poder salir, sólo una poca hora, para hacer un poco de deporte y comprar.
-Añadirle estudiar gran parte del día, sin mucho que hacer. - dijo él- como este encierro duré mucho me volveré loco.
Ella sonrió.
-Vamos a correr un poco y comprar, que se nos acaba el tiempo de salir. - dijo la chica. El chico asintió.
-Pero antes almorcemos, que se va enfriar, y me rugen las tripas. - dijo el joven.
-No sabes controlarte, debes controlar y relajar tu cuerpo, sobre todo tu estomago- dijo la chica sonriendo, con un aire de superioridad, y en ese momento le gruñeron a ella las tripas. Ella se sonrojó y miró al chico con vergüenza.
El rió un poco.
-Vamos a comer un poco y después saldremos a correr.
Al acabar de comer dejaron los platos en el lavaplatos y salieron. Nada más abrir la puerta de la casa se quedaron quietos, se miraron. Hacía mucho frío, el termómetro del móvil marcaba seis grados, pero ellos sentían que allí hacía varios grados menos.
Aunque llevaban ropa deportiva de invierno con capucha y guantes, y la obligatoria mascarilla. Sintieron mucho frío. No eran dos jóvenes que se echasen para atrás antes la dificultases, pero ese frío, era mucho frío. Y en lo tiempo que corrían con esa pandemia, no tenían ganas de coger un resfriado común y pasar unos días de confinamiento.
En realidad, pensaban que era una locura correr y hacer ejercicio bajo unas condiciones atmosféricas tan malas.
- ¿Qué tal si dejamos para mañana lo de hacer ejercicio y vamos a comprar sólo? - dijo la chica.
-Estoy de acuerdo. No hace el tiempo para correr. Y algo me dice que esta lluvia que cae se puede volver en nieve.
Los dos chicos volvieron a entrar en casa, se cambiaron su ropa deportiva, por unas ropas de calle, cogieron sus abrigos, y sus paraguas y se dirigieron a la tienda. Iban andando a un paso rápido, pero sin correr, deseaban llegar al súper, no estaba lejos de la casa, unos cinco minutos, y volver con rapidez a casa. Darse una ducha, tomar algo caliente, y le tocaría estudiar hasta la hora de la comida.
Andaban cuando pasar por su lado vieron pasar a un hombre. Iba con ropa abrigada de deporte. Corría cuesta arriba sin paraguas. Los dos jóvenes se lo quedaron mirando. Ese hombre estaba haciendo la locura que ellos pensaban hacer, correr así era una locura. Peo ir a comprar con ese tiempo también lo era, pero era necesario. La previsión del tiempo no era nada buena. Se preveían una fuerte nevada y podían estar muchos días sin poder salir de casa.
Ya estaban confinados en casa por la pandemia, pero al menos podían salir de casa a comprar, pero entre un margen de horas. Si caía esa nevada, podían estar aislados en casa durante días. Sin poder salir ni siquiera a comprar.
El hombre que corría cuando se alejó se giró y miró a los dos chicos. Los mantenía vigilados, parecía que iban recuperado la memoria, pero ellos aún pensaban que era unos sueños. No faltaba mucho para que esos dos jóvenes descubrieran la vedad. Lo que sus sueños les decían. Debía hablar con su jefe. Los volvió a mirar, seguro que iban al supermercado, ese que era una de las tapaderas del grupo contrario. En cuanto esos dos jóvenes se acordarsen de todo, los dos grupos saltarían sobre ellos para llevarlos con ellos, sólo uno de los dos grupos los conseguiría, y debían ser ellos. No podían consentir que el otro grupo se los quedase. En esos chicos estaba su salvación.
La salvación de uno de los dos grupos, ellos debían salvarse y los otros caer. Debía hablar con su superior, el profesor de universidad, el presunto profesor Fernández, Ese hombre era el encargado de vigilarlos en la universidad, pero la paremia había entorpecido su labor, pero no por ello los dos jóvenes no eran olvidados y no eran vigilados.
Ajenos a las maquinaciones a los que iban a ser sometidos, los dos chicos se dirigían al supermercado, iban muy juntos para darse calor mutuamente, ¡Hacía tanto frío!
Llegaron al pequeño supermercado.
-Debemos comprar patatas, arroz, azúcar, aceite, sal, huevos- dijo el chico.
-Además papel higiénico, de cocina, pañuelos, gel de baño, leche, pan, agua- contestó la chica.
-Champú- y al decir ese producto, los dos jóvenes tuvieron un escalofrió. Cada vez que hablaban de ese producto no se sentían a gusto, como si ese nombre tuviera connotaciones negativas.
-Algún poster, manzanas, naranjas, u otra fruta, yogur y flan.
Los dos jóvenes se separaron y compraron todo lo necesario
Ranma se acercó a la nevera de los productos lácteos, cogió varías clase de yogur, algún flan, y deseó algo que tuviera chocolate. Miró a natillas de chocolate, mezcla de nata o vainilla y chocolate. Entonces su vista reparó en un poste que parecía sólo de chocolate y cuando estaba a punto de cogerlo su mano se detuvo, miró a ese producto horrorizado. Ponía mousse de chocolate. ¿Cómo eta que ese nombre le producía el mismo sentimiento de rabia, impotencia y miedo que el de champú? Si esos dos nombres eran de productos. ¿Por qué los nombres de champú y mousse provocaban un rechazo instintivo tanto en él como en Akane? No lo entendía, esos dos nombres hacían que los dos temblasen.
- ¿Les pasa algo señor? - preguntó un empleado del super.
-Si, no.… no lo sé, cada vez que veo con el nombre de mousse o champú. Mi cuerpo y mi mente reaccionan como si tuviera delante una serpiente.
-No lo entiendo- dijo el empleado- el mousse de chocolate está riquísimo y si no quiete llevarse eso por llevar ese nombre le aconsejo este producto- dijo el empleado- también está riquísimo, y es básicamente el producto que no le gusta.
Ranma lo miró y asintió y cogió el producto que le indicó esa persona.
Akane por su parte tenía una conversación casi idéntica con una empleada, que le aconsejó llevarse un producto para el pelo, en lugar del odiado champú.
Los dos jóvenes se juntaron en la caja. No había mucha clientela, es más eran los únicos clientes.
La cajera pasó los productos.
- ¿Tienen la tarjeta del super? - preguntó la chica, los dos chicos negaron- son clientes habituales, deberían tenerla, tendrán descuentos en ciertos productos y el envío a casa les saldrá gratis.
Los dos chicos decidieron hacer esa tarjeta.
- ¿Quieren llevárselo ustedes o se lo llevamos nosotros? - preguntó la cajera- hoy no tenemos mucho trabajo y en una hora lo tendrán en casa. Lo llevamos manteniendo las normas de seguridad, lo llevamos a su domicilio y lo dejamos en la puerta, cuando ustedes lo recojan y lo introduzcan en casa. Y hayamos comprobado que todo este en orden nuestro repartidor volverá al supermercado.
Los dos chicos se miraron y miraron la compra era muy grande para llevarlos entre los dos y decidieron que se lo llevaran a casa. Y salieron del supermercado en dirección a su casa.
En ningún momento, mientras los dos jóvenes estuvieron en el super se dieron cuenta que eran vigilarlos, a través de los empleados y de cámaras
-Han venido a comprar- dijo la empleada- sienten que van estar incomunicados, por la nieve.
-Si, se prepara una buena nevada- dijo su compañero- lo siento en el aire.
- Ni que fueras un personaje de anime- dijo la joven.
- Viví muchos años en la montaña, aprendí a sentir cuando nevaría, o llovería. Debemos mandar ya a nuestro repartidor, o tendrás problemas para regresar.
Salió el jefe del supermercado, había visto todo por el circuito de televisión.
-Debemos seguir vigilándolos, el otro grupo también lo hace. Ahora que no pueden ir a la universidad no podemos vigilarlo bien. Sinue, debe quedarse en casa por culpa de la pandemia. - dijo
-Pero lo vigila cuando esos dos se conectan al ordenador, gracias a que le colocamos un programa espía.
- Me apostaría que el otro grupo lo vigila igual, conociendo a Fernández, es mi hermano y lo conozco bien. Él lo vigila personalmente desde la universidad, acompañado de esa estirada y repelente de Kyoto.
-Deberíamos infiltrar a alguien en la universidad.
- ¡No! Debemos actuar con cautela. Sinue es irascible, y casi ha provocado un enfrentamiento con mi hermano.
- ¡Pero no debemos inflitar un profesor!, tal vez un jardinero, un cocinero- dijo el empleado- no podemos dejar que ellos se lo queden.
-Me pensaré tu sugerencia. A Sinue lo tuvimos que mandar a la universidad, ya cuando el otro grupo tenía al menos dos infiltrados, uno de ellos mi hermano y el otro su repelente esposa. No podemos quedarnos atrás. Creo que esos chicos van descubriendo trozos de su pasado.
- ¡Si! - tienen algo contra el mousse. El chico se negó a cogerlo como si fuera algo infeccioso.
-Y a ella le pasó lo mismo con el champú. Algo de su pasado en el otro lado, los pone en guardia contra eso objetos. ¡o tal vez contra esos nombres!, a parte nunca cogen colonia, aunque siempre huelen bien
-No lo sé, y por ahora no importa. Tarde o temprano si eso tiene relación con el pasado de esos chicos lo averiguaremos. - dijo el jefe del super.
-Pero son tontos- dijo la chica. Las otras dos personas a miraron y ella se tuvo que explicar- llevan casi seis años aquí, saben que algo no es normal. Pero… para darse cuenta que no es normal, sólo debían mirarse al espejo y….
-Ver que no envejecen, que siguen teniendo el aspecto de unos chicos de dieseis años. - acabó el otro empleado del super.
- Tarde o temprano lo descubrirán- dijo el jefe- y a hora a atender a los clientes que tenemos y que vaya el repartidor a llevarles el género a esos dos chicos cuanto antes.
Los dos jóvenes se dirigían a su casa y se pararon a mirar el escaparate de una tienda de arma de época.
-Mira Ranma esa espada es una ko… koda… kodachi – ella se puso nerviosa, ¿porque ese tipo de espada la ponía en tensión? Miró a su amigo y lo vio igual que ella.
Se miraron asustados, ¿que tenía esa espada para ponerlos así? Miraron las armaduras y otras armas exhibidas en el escaparate.
Miraron a un maniquí vestido con ropa de Kendo y un escalofrío les recorrió la espada.
-Ese traje que ven allí, es del gran artista Tatewaki Hikari, y la espada de bambú de Ukyo Takahashi. - les habló el dependiente de esa tienda. Los dos jóvenes se miraron, esos dos nombres no les gustaban para nada- ¿Les interesa?
-No- negó Ranma- Para nada, tal vez unas pesas o gi, pero no nos gusta el kendo. Hay algo en él que nos produce escalofríos.
El hombre los miró y sonrió.
- ¿Cuándo quieran pasen y elijan lo que quieran? - dijo el hombre.
Y los dos chicos se fueron de allí. El hombre los miró, era los que habían esperado durante mucho tiempo. Ese hombre no pertenecía a ninguno de los dos grupos contarios, tenía tratos con los dos. Y su tienda era campo neutral. Allí no podían luchar. Pero se enteraba de lo que hacían ambos grupos.
Esos dos chicos eran extraños, habían relacionado de forma sospechosa ante esa arma y el nombre de los diseñadores de equipo de Kendo, informaría de ello a ambos grupos… a cambió de más información.
Sabía que eso dos chicos volverían a su tienda a comprar gi de artes marciales. Algo le decía que, en el otro lado, eran practicantes de artes marciales, y que tarden o temprano las practicarían, lo llevaban en la sangre.
Cuando los dos jóvenes llegaron a su casa. Le esperaba el repartidor del super.
-Sentimos haberlo echo esperar- dijo Akane- nos paramos mirando una tienda deportiva.
-No se preocupen acabo de llegar- dijo el hombre. Había bajado los productos y dejado en la puerta. - saben que no puedo entrarlos en su casa, por culpa de la pandemia. Deberán entrarlos ustedes.
-No, importa- dijo el joven- lo entendemos. Así haremos un poco de ejercicio.
-Muchas gracias-dijo Akane- y conduzca con cuidado, puede nevar.
El repartidor los miró y sonrió.
Esos jóvenes le caían bien. Los había visto varias veces por el super, se combinaban bien para hacer las compras entre los dos. Últimamente por culpa de las restricciones de la pandemia los veía poco. Con lo que habían comprado tenían para casi dos semanas. La nevada los detendría en su casa.
Los vio entrar en casa y pensó en su jefe, ahora no podían vigilarlos, ni ellos ni el otro grupo. Pero habían puesto cámaras alrededor de la casa de esos chicos. Pero el otro grupo también lo había hecho.
Se montó en la camioneta y la puso en marcha, y se dirigió al super. Debía llegar antes de que comenzara a nevar, y aparcar la camioneta. No podía dejarla tirada por ahí, por culpa de la nieve, su honor no se lo permitía, se quitó una mascarilla y fumó.
Pensó en la pandemia, había pasado el tiempo suficiente en ese mundo para vivir otras dos o tres pandemias anteriores, podían enfermar, podían ser heridos. Pero no podían…
Y al cabo de los minutos llegó al super guardó la camioneta en el super, que ya estaba cerrado. Y vio caer los copos de nieves, suspiro en su tierra natal muy pocas veces nevaba.
Ranma y Akane entraron en l a casa y guardaron los productos, se desinfectaron con alcohol las manos y se la lavaron.
Y se prepararon para ducharse, los hicieron juntos. En la bañera jugaron a ahogar al otro y hacerse cosquillas. Nunca pasaban de ese juego infantil, era como si algo le impidiese darse un beso, o hacer el amor. Los dos lo pensaban mucho se veían desnudos a menudo, no les intimidaba el cuerpo del otro, ni sentían vergüenza de estar desnudos delante del otro. Pero… lo máximo que habían hecho era abrazarse, aunque los dos deseaban dar un paso más y tener una relación más íntima.
Se vistieron en el lavabo, aún era pronto, no mucho más de la nueve de la mañana. Pusieron los portátiles en la mesa y se pusieron a estudiar, calentados por el Kotatsu. Estuvieron durante horas tele estudiando y haciendo los trabajos de la universidad. Sus precticas laborables habían sido suspendidas hasta nueva orden.
Al cabo de unas horas, Ranma se desperezó y mirando a Akane le dijo.
- ¿Tienes hambre hacemos la comida? - dijo el chico.
-Muero de hambre- contestó ella- vamos a estar encerrados durante días por culpa de la nieve. Podemos acabar nuestras tareas en otro momento.
Y los dos se dirigieron a la cocina y empezaron a preparar la cena. Estaban en eso cuando Akane le preguntó.
- ¡Ranma!, no tenemos trabajo, ni becas. Pero siempre tenemos el dinero necesario para comprar y pagar la universidad- ¿De dónde sale ese dinero?
Él se quedó callado, no podía contestar a eso. No tenía ni idea,
-No lo sé Akane, no sé de donde conseguimos ese dinero. Tal vez una herencia de algún familiar olvidado por nuestra herencia.
-Si, pero siempre aparece en nuestra cuenta lo que necesitamos, como por arte de magia. Cuando reparamos la casa, cuando nos compramos el coche, cuando hicimos el garaje. Tenemos el dinero necesario que necesitamos, y si tenemos un improvisto, y necesitamos más dinero, nos aparece en la cuenta.
Ranma la miró preocupado. No era un préstamo, no llegaban factura de tal. Pero tampoco del agua, ni del gas, ni del teléfono. Parecía que vivían con los gastos pagados.
-Puede que alguien nos pague todo- dijo el chico.
- ¿Quién lo haría? - dijo la joven- si te digo que mañana quiero un yate, en medio minuto tendremos el dinero para comprar el yate más grande el mundo y lujoso.
- ¿Quieres un yate? - preguntó el joven, su amiga negó con la cabeza.
-No quiero un yate, no me gusta verme rodeada de tanta agua, sabes que no sé nadar.
-Y a mi no me gusta el agua fría. Un yate es una frivolidad innecesaria.
Los dos siguieron cocinando, después comieron, y lavaron los platos.
Era más de medía tarde cuando salieron al jardín, que estaba cubierto por nieve.
-Sigue nevando- dijo el chico- y lo hará durante horas.
-Si, no parece que quiere acabar- contestó ella- mañana se habrá convertido en hielo y será una pista de patinar.
- No se me da bien patinar- contestó él- no me gusta patinar, ¡lo odio!, no tengo un buen recuerdo de patinar.
- ¿Qué mal recuerdo tienes de patinar? - preguntó ella, algo le decía que en ese mal recuerdo había estado ella, aunque no lo recordaba.
- No lo sé, y algo me dice que no debo acordarme.
. Vale, entremos y juguemos a algo- dijo la chica.
-Si, que hace mucho frío para estar contemplando el jardín nevado.
Esa tarde jugaron a un juego de mesa, no lo sabían, pero durante las semanas siguientes, pasarían mucho tiempo estudiando con el portátil, por la mañana, y por las tardes jugando con la consola o juegos de cartas y mesa. No podrían salir a la calle.
Esa noche después de cenar pusieron la tele y el primer programa que pusieron era uno de entrevistas, el presentador de nombre Ryoga Uesugi, les produzco el mismo rechazo que el champú en la tienda o el traje de kendo. No lo entendía que unos nombres de persona o de producto los pusieran en ese estado de excitación mental, incluso rayando la rabia. Oír esos nombres realmente les enfurecía.
Akane cansadas miró a Ranma.
- ¡Vámonos a dormir! - pidió la chica- tengo frio y donde mejor se está es en la cama, y por favor duerme conmigo, estas noches que no he dormido contigo lo he pasado muy mal y no he dormido bien,
Ranma la miró.
- ¿Es una invitación? - preguntó, y ella asintió. - Pues vámonos a dormir. Para mí también han sido una mala noches dormir sin ti.
Unos minutos después cubiertos de mantas, tapados hasta la cabeza, y abrazados, los dos chicos dormían con bellos sueños.