CAPITULO 15: LA VIOLENCIA SE HEREDA

En la primaria, tuve dos mejores amigas.

Griselda y Emma.

Dos marginadas como yo.

A Griselda, la acosaban diciendo que parecía niño, y a Emma, por sobre peso.

A mí, me rechazaban diciendo que era muy negra.

Ciertamente mi madre es de tez blanca, mis dos hermanos también.

La familia de mi padre son morenos, algunos muy morenos.

Yo herede su genética.

Las 3 nos conocimos el primer año, fuimos amigas hasta cuarto de primaria, cuando me mude de escuela.

Compartíamos un árbol, del cual bajábamos a pedradas a quien se subiera.

No me enorgullece, en ese tiempo era lo que había, como en la jungla.

Recuerdo que cuando estuve en primer año, estaba de moda usar unas uñas postizas que parecían tapas para los dedos.

Uno de esos días, Salí temprano, cuando mi madre y yo fuimos a recoger a mi hermana en quinto año.

Vimos que varias compañeras le estaban pegando en el salón.

Ya casi no había nadie, muchos estaban jugando afuera y no había maestro presente.

Alguien dejo unas uñas en la banca de mi hermana y ella, al verlas, se las puso para jugar.

Llegaron las chicas y la atacaron de ladrona.

No recuerdo mucho, solo sé que, corrí directo a pegarles a todas.

Mi madre fue a la dirección en busca de un maestro.

Cuando llegaron, muchas estaban llorando.

Es sutil, pero, me di cuenta de que fui muy violenta.

La situación no paso a mayores, las castigaron por atacar a mi hermana sola, a mí no recuerdo que me hicieran nada, siendo menor 3 años que ellas.

Nos fuimos.

Desde ese día, fui odiada por muchas de quinto, pero, no volvieron a maltratar a mi hermana.

En algún tiempo cercano, recuerdo que, teníamos una bici, en la que paseábamos.

Una conducía y la otra se subía en los diablitos de la llanta trasera.

Íbamos a la tienda y a varios lugares.

A dos casas de la esquina vivíamos.

Pasando la calle, había como una vecindad.

Donde vivía una muchacha de 14 años, se llama MIROSLAVA.

Ella se juntaba con algunas muchachas de ahí.

Siempre que pasábamos nos molestaba.

Una de las ocasiones en que pasamos en bici por la calle junto a su casa, jaló del cabello a mi hermana y la bajó de la bici.

Al darme cuenta, detuve la bici y me regresé.

Ella jalaba del cabello a mi hermana y empezaba a rasguñarla.

Me le fui encima.

La golpeé para que la soltara, aunque lo hizo, seguí pegándole un rato.

Regresamos a la casa.

Luego de un rato, tocaron a la puerta.

Era la madre de MIROS.

Venía a reclamar el estado tan severo de su hija.

Cuando ellas hablaron, mi madre le aclaro que no fue mi hermana la que le pego a su hija.

Me hicieron venir.

Al ver la reacción de su hija, le madre la cacheteo y se la llevo de nuevo a su casa.

Desde ese día, no volvió a molestarnos, por orden de su madre.

Tiempo después, su madre llegó a vender hielitos de sabores, recuerdo haber ido a comprarle algunas veces.

Cuando estuve en segundo año, nos pusieron un examen didáctico.

Seleccionaron algunos niños de cada salón.

Así que, algún tiempo de clase no la pasábamos en el salón con nuestros maestros.

Nos llevaron a un terreno junto a la cancha, poco a poco la fuimos adaptando.

Quitando piedras, quitando hierbas, poniendo la cúpula y lonas de alrededor.

Para formar un aula donde abrimos el club de CAS.

Según era para niños sobresalientes.

Mi padre estaba orgulloso de su hija por primera vez.

Había muchas cosas ahí.

No solo libros, había juegos didácticos, un muñeco plástico con órganos del cuerpo humano que se podían quitar y volver a poner.

Un esqueleto humano, en ese tiempo aprendí el nombre de los huesos del cuerpo.

Había muchos posters con información y planillas que podía leer, todas enmicadas.

Era como un paraíso, un respiro del mundo exterior, al menos, para mí.