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CAPITULO 14: REGLAS ESTRICTAS

Recuerdo que, en alguna ocasión, en que fuimos al mandado.

Yo había ido al baño, me había adelantado porque la fila para pagar era muy larga.

Al volver, grité desde lejos: ¡hice caca verde!!!

La cara de vergüenza de mi familia, no tiene precio.

Si fui regañada, pero no pasó a más.

Es una anécdota curiosa de la infancia, a más de uno les habrá pasado.

También, en unas de las compras, gane en una rifa de raspaditos en FUTURAMA TEC.

Una vajilla hermosa.

Creo que es la única cosa que haya ganado en rifas o juegos de azar.

Tengo pésima suerte.

No tengo una edad fija de este recuerdo.

Pero si recuerdo bien.

Mi padre solía sacar a pasear a los hijos de su hermana mayor con frecuencia.

Recuerdo una de las veces en que, nos llevaba a los 6.

Se encontró con un conocido.

Recuerdo muy bien que, presentó a los primos como sus hijos, y a nosotros, como sus amigos.

En ese momento no le tome importancia, hoy, con el paso del tiempo.

Tengo muchas dudas.

Más que nada, del motivo para negarnos como sus hijos.

No era raro verlo cantando en casa, algo de mí, cree que no todo era malo.

El problema era que, la mayoría del tiempo si lo era.

En la primaria, todo se complica.

En este tiempo, me pude dar cuenta de lo inteligente que era mi padre.

Tenía buena cabeza, lo que le faltó en su infancia, fueron oportunidades para ir a la escuela.

Cuando entre a la primaria, le nació entrar a estudiar la primaria abierta.

En ese tiempo se era pensado terminarla en un año.

Mi padre tardó menos que eso y siguió con la secundaria.

Nuestras calificaciones eran lo más importante, decía.

Si tienes hambre, no importa.

Si tienes sueño, no importa.

Si te duele la cabeza o el estómago de hambre, o te enfermaste, no importa.

Sobre esta creencia propia, aprendimos las tablas, no sé si hizo eso con mi hermana.

La verdad, no me extrañaría que solo lo hiciera conmigo.

Era más débil, le temía más.

Recuerdo que, me encerraba en el cuarto, con una casette con su voz grabada, recitando las tablas de multiplicar.

Para poder comer, ir al baño o dormir, tenía que responder a una pregunta de multiplicar.

Si me equivocaba, me mandaba de nuevo al cuarto.

Si me encontraba dormida, si me pegaba.

Mi madre no podía opinar para muchas cosas.

Eso sí, nos compraba libros.

Algunos un poco complicados para nuestra edad, pero eran enciclopedias ilustradas, caras, de esas gruesas.

Me gustaban los libros.

El amor por los libros, también me lo inculcó mi padre.

¿El amor por el estudio, era pues… necesario?

En aquellos tiempos, los maestros eran más estrictos.

Tenías que llevar trabajos notables, bien hechos, sin borrones.

Con miles de letras escritas en cartulina, usar la imaginación para que se viera bonito.

Se usaban mucho las planillas.

Si el trabajo no cumplía con la presentación, tenían el derecho de tacharla o romperla, tenías que volver a llevarla al día siguiente.

No era lo mejor, pero, al ver a mis hijos, con trabajos tan simples que les encargan… deja mucho que desear con la educación que se imparte en estos tiempos.

FRASE:

Tenía miedo de que te fueras.

Y te fuiste.

Un miedo menos.

-SIN SENTIDO

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