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Una tenue llama se desvanece ante el viento. 

Después de visitar por primera vez la fuente de suministros del campamento Burst decidió unirse a la rutina de Lara y Almus, aunque no siempre podía seguirlos, ya que no quería quedarse estancado en su entrenamiento.

El único problema hasta el momento es cuando su maldición se activa inconscientemente.

«¿No hay una forma de controlarla?».

Impotente volteó a ver a Almus y Lara, pero ambos pretendieron no haber visto nada.

El líder del campamento tampoco estaba cerca para aconsejarlo, se había marchado a llevar un niño enfermo a ser tratado y al parecer estaría lejos por un tiempo.

Sin él cerca el ambiente era deprimente, aunque los niños estaban ahí pasaban la mayor parte de su tiempo preocupándose por el líder.

«Es deprimente ver como la paz se arruina por algo tan sencillo como una enfermedad, no ¿Qué me está pasando?, puede que estar maldito haya nublado mi mente».

Para liberarse de las distracciones se concentró en pulir su técnica con la espada.

Las palabras de su maestro... intentó recordarlas, pero, se habían desvanecido.

Aún permanecían sin embargo las imágenes de las técnicas que se le fueron enseñadas.

«Recuerda.... 3 pasos hacia atrás, Sube la guardia, analiza a tu enemigo y luego... ¡ataca!».

Un corte limpio atravesó por completo un muñeco de pruebas que Lara creó con unas ramas, cuerdas y lodo.

Sin embargo, esto no era suficiente ni de lejos, según sus recuerdos, ni siquiera Snow, alguien que no parecía ser afectada por su hielo y con un control total sobre el mismo.

Burst alguna vez intento hacer lo mismo que Snow hizo esa vez, pero era inútil.

Al menos aprendió algo, su maldición se extendía sobre su cuerpo y todo aquello que estuviera en contacto directo con su piel, eso incluía su espada, de ella aparecían fragmentos de hielo cuando hacía contacto con algo.

Pero no podía permitirse el lujo de experimentar mucho con su maldición, el hielo que aparecía cada vez que tenía una emoción fuerte le generaba heridas leves, pero a la larga las heridas se profundizaban, hasta podrían llegar ser fatales si no se cuidaba.

Viendo el hielo que se había generado en su mano, con sudor en su rostro y su ropa ensangrentada Burst decidió irse a descansar.

Almus se puso a jugar con los niños y Lara empezó a preparar la comida, viendo esto Burst se dijo a sí mismo.

«Me siento como un inútil».

Había una vela gastada en ese cuarto, conforme la llama se iba haciendo más tenue la visión de Burst se nublaba, al final termino quedándose dormido.

Soñó con su hermana Snow, su maestro también estaba ahí, la figura de los que parecían ser sus padres cuyo rostro había olvidado, la gente del pueblo, sus amigos del pueblo.

«Ya nada de eso importa».

Todos se desvanecieron dejando atrás un lago carmesí, dentro de él Burst estaba cubierto por esqueletos, estos estaban hechos de hielo y parecía que querían trepar sobre su cuerpo.

Cerró los ojos, la sensación de las manos escalando su cuerpo lo espantaba, pero decidió soportarlo, después de todo no era su primera pesadilla.

Abrió los ojos, las manos de los esqueletos cubrían su rostro, tenía sangre pegada en todo su cuerpo y estaba siendo consumido por el hielo de aquellos entes.

«Quiero despertar».

El único ojo que estaba a la vista, lo único que los esqueletos no habían tomado, brillo con fuerza dispersando todo a su alrededor.

Poco a poco empezó a despertar.

Al abrir sus ojos se encontró a todos los demás durmiendo como bebés.

Su cuerpo aún estaba entumido, se levantó de su saco y decidió revisar los alrededores, no había nada fuera de lo usual, revisando bien incluso Lara y Almus habían caído dormidos y viendo a los niños que dormían plácidamente sobre ellos se notaba que estaban cansados.

«No hay nada... creo que iré por un poco de leña, no tenemos mucha madera seca para la fogata».

Se adentró al bosque con una antorcha y recogió tantas ramas como pudo, unos hongos y bayas llamarón su atención, al no saber si eran comestibles los dejó atrás y regresó al campamento.

Decidió sentarse en un tronco cercano a la fogata con su espada en la mano, un aullido lo distrajo, ahí estaban, dos lobos grises.

Con convicción tomó su espada y se posición para repeler a las bestias.

«Probare si mi estilo funciona en un combate».

Al principio los lobos se mantuvieron cautelosos, analizaron la situación mientras se movían, preparándose para atacar.

Burst no era la excepción, estaba atento ante el movimiento de los animales mientras mantenía su postura.

Los gruñidos de los lobos y la respiración de Burst eran lo único que se podía escuchar en ese momento, la noche era silenciosa.

El sonido de un golpe inició el confrontamiento, uno de los lobos se abalanzo contra él mientras el otro se mantenía al margen.

Rápidamente Burst retrocedió y girando su cintura, uno de sus pies y con el impulso de su brazo atacó al lobo mandándolo lejos.

El corte no fue profundo, pero el daño si fue considerable, la bestia estaba jadeando.

El otro también se abalanzo en su contra, Burst lo esquivó y se reposiciono.

Nuevamente estaban dando círculos, esta vez sin embargo el chico tenía la ventaja sobre las bestias.

Esta vez Burst tomó la iniciativa, saltó sosteniendo su espada en el aire y dando un giro brusco destrozo la mandíbula del lobo herido.

El animal empezó a agonizar, poco tiempo después falleció.

Uno contra uno la bestia se sintió arrinconada y atacó con todas sus fuerzas, logró morder el brazo de Burst.

Rápidamente el chico golpeó a la bestia con el mango de su espada.

Al no poder zafarse de su agarre, mientras sentía como los colmillos del animal atravesaban su carne sus emociones se desestabilizaron liberando así su maldición.

Burst cayó al suelo, su cuerpo tenía una herida profunda y muchos cortes por culpa de su hielo.

El lobo yacía inconsciente, múltiples púas de hielo lo atravesaron, Burst tomó su espada, la levantó por encima de su cabeza y con un corte descendente acabó con el sufrimiento de la bestia.

Tomó su pañuelo y limpió su espada, el sonido de un aplauso lo distrajo, volteó a ver a esa dirección, Lara estaba despierta y se veía un poco asustada.

—Oh, lo siento Lara ¿te he despertado?

Lara se sorprendió un poco.

—No, suelo despertarme a esta hora, pero me da miedo pensar que hubiesen hecho esos lobos si tu no hubieses estado despierto.

Burst revisó los alrededores y encontró a Almus profundamente dormido, no pudo evitar soltar un suspiro.

—Bueno, al menos nadie más nos va a molestar esta noche.

Lara tocó su brazo.

—Si... eso espero.

Ambos miraron hacia el cielo, su vista se perdió en las estrellas, hasta que la luz del sol empezó a salir, despertando a todos en el campamento.

Lara empezó a tratar las heridas de Burst, al parecer la sangre de Almus tenía propiedades curativas, con esto y unas vendas sus heridas estarían sanadas en menos de un día, bueno, todas menos la mordida del lobo.

Almus se encargó de procesar a los lobos, al parecer sabía cómo trabajar con su cuero y carne.

Burst ayudó a Lara a preparar la comida, había pasado por mucho en un solo día.

Al menos podría disfrutar del resto pacíficamen...

—Primer hechizo de la segunda symphonia... Manos del Hades.

Lara empezó a volar, una luz brillante se notaba en las profundidades del bosque.

Burst tomó su espada y empezó a correr.

—¡Almus, cuida de esos niños, intentare salvar a Lara!

Almus asintió con la cabeza, todos estaban estresados, pequeñas esquirlas de hielo empezaron a salir de la piel de Burst.

La preocupación se notaba en su rostro.

—¿A dónde vas niño?

Una roca lo empujo con fuerza golpeándose con un árbol.

—Tch! Un insecto como tú no puede siquiera soñar en acercarse al comandante.

Burst estaba asustado, preocupado y para colmo tenía que luchar mientras su amiga estaba siendo llevada lejos.

El sujeto arrogante salió de su escondite en la oscuridad del bosque.

—Permíteme ilustrarte sobre la magia pequeño insecto.

Piedras empezaron a levitar con gran velocidad alrededor del sujeto.

—Esto es magia de control, apréciala mientras tengas la oportunidad.

Las piedras impactaron de lleno dejando al chico malherido.

—¡Genial! Ahora voy a acabar contigo.

Mientras su vista se desvanecía pudo ver como una sombra detuvo a su atacante y empezaron a discutir.

«Lo siento Lara... soy muy débil».

Fue lo que pensó Burst en ese momento.

Durante horas permaneció inconsciente, tirado al lado de un árbol, dejado a su suerte, para morir.

—¡Burst! Despierta maldito seas.

La voz de Almus hizo que recobrara la consciencia, el maestro estaba sentado a su lado, estaba en una camilla, el techo de cuero que estaba encima suyo era tan bajo que podría alcanzarlo con su mano si se sentaba.

Sin embargo, su cuerpo no respondía.

El maestro murmuraba.

—Maldita inquisición ¿Cómo se atreven?

Almus tenía una mirada llena de frustración.

¿Qué había pasado? En ese momento Burst había olvidado todo por un momento.

—Cierto... por mi culpa... Lara fue...

El maestro se levantó con furia.

—Ya es hora Almus, tanto tú como Burst aprenderán magia común.

Almus se miraba confundido, no, estaba llorando, cierto... no había nadie más cercano a Lara que él.

Se marchó junto al líder, la rabia combinada con tristeza se notaba en su mirada.

El líder se detuvo y dijo:

—Burst, ven a verme cuando te recuperes, me asegurare de cumplir tu sueño, esta vez podrás proteger a tus seres queridos.

«¿Eh?, acaso hay una gotera, no, estoy llorando. No pude proteger nada, mi fuerza no fue suficiente, esas palabras... tienen un gran peso, o al menos para mí».

Pasado un día Burst aún estaba en cama, no podía moverse bien, sentía que sus articulaciones estaban congeladas, su único entretenimiento era tararear una canción, pero solo sabía la primer parte de la melodía, no podía recordar el resto...

Impotente, postrado en una cama, Lara había sido secuestrada, Almus estaba entrenando con el líder, pero Burst ni siquiera podía hacer eso.

Arrogantemente se convenció a si mismo de que podría proteger a su nueva familia, pero, no pudo hacerlo.

Frustrante, deprimente. No poder proteger a nadie... destrozaba a Burst.

En el segundo día se levantó a duras penas de su cama y arrastrándose le rogó al líder que lo entrenara.

Fue llevado a reposar, pero esta vez se le explicaron las bases de la magia común, refuerzo.

—Escucha bien Burst, todos los humanos tenemos magia en nuestro interior, tu maldición es una derivación de esta. Hasta el momento estuve evitando enseñarles ya que la naturaleza de está puede cambiar dependiendo de su maldición, pero las circunstancias lo ameritan.

Burst asintió con la cabeza, una señal de que estaba escuchando.

—Aún no puedes ponerlo en práctica, pero, para los malditos, tienen que meditar y encontrar el lugar desde donde se genera su maldición, nadie puede despertar la magia simplemente entrenando, tienes que conocerte a ti mismo.

El corazón de Burst empezó a latir con fuerza, se esforzó por generar las esquirlas de hielo y se encontró con un frío inquietante en el centro de su pecho.

«Entonces, de aquí viene mi maldición y justo en este lugar reside el secreto para volverme más fuerte».

Estaba emocionado, no pudo evitar sonreír mientras escuchaba la explicación.

El líder se marchó para seguir entrenando a Almus, Burst por su parte continuó meditando.

Un pensamiento lo estaba perturbando, un deseo egoísta.

«Lara, juro que iré a salvarte en cuanto pueda».

Puede que ese pensamiento arrogante también estuviese en la mente de Almus.

Los dos jóvenes empezaron con su entrenamiento, el peso de su resolución los llevaría a seguir un deseo egoísta.

Dos inquisidores viajan con Lara en su poder.

—¿Quién diría que su hija estaría maldita? Eh, capitana

La mujer se quedó callada y continuaron con su viaje, Lara estaba inconsciente.

«Lo siento chicos»

//Fin del capítulo 3//