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[La voluntad de uno]

Las luces eran magníficas, mientras el escenario se preparaba para transportarse a un reino de maravilla. Dos individuos, dos jóvenes emperadores, un humano y un vello, estaban por abrir el telón de la batalla.

El vello actuaba como un devoto, pronunciando innumerables oraciones inaudibles, preparando su corazón para el acto que definiría su futuro.

Por otro lado, el joven quién era Federick, estaba pausado en su misma pose; no era refinada ni inspiraba temor, pero contenía naturalmente una rima de esgrima la cual no cualquiera podía presenciar.

Únicamente aquél experimentado guerrero, de quién se presumiera sus experiencias como aluviones, capaz de desantrañar misterios profundos.

"Bastante mal, anciano; tu campeón está cubierto de rimas taoístas dominantes, capaces de elevar su insignificante identidad a una dirección ascendente, cual escalera del cielo". Transmitió Amagatzu pensamientos espirituales a quién lo acompañaba a una distancia ínfima, siendo Infinitum.

"Natural, chico... Aunque no lo creas, un día perteneció a las arrogantes filas de mis vellos en mí antebrazo derecho. Pero actúa a nivel consecuente; extiende una milésima de tu pequeño conocimiento daoista a tu cría". Fueron las palabras con las cuales respondió Infinitum, igualmente a través de pensamientos espirituales.

Ninguno de los dos esbozó una sonrisa, ni pronunciaron una palabra, y sus ojos en ningún momento hicieron contacto; pero su última voluntad respecto a la batalla que se iba a gestar, ya se había decidido.

Así, como pequeñas enredaderas, símbolos extraños emergieron de la espada de luz que sostenía Federick, los cuales treparon con constancia a través de su antebrazo, brazo y se extendieron a través de su cuerpo como finas marcas.

Era conocimiento daoista, con la misma índole de una herencia, pero Amagatzu no necesito hacer ninguna acción, sólo un pensamiento suyo fue suficiente.

Conocimiento profundo, que obligó al desprotegido Federick sumergirse en una ilusión subyugadora del mismo.

Un efecto común, que aquejaba a innumerables cultivadores, capaz de ejercer su dominio durante segundos, minutos, horas, días o años...

Dependía del conocimiento ya obtenido del referido, su comprensión y su corazón taoista, formulado o inexperto.

A pesar de la inexperencia e ignorancia de Federick, con una reacción natural, extendió sus pensamientos sobre el contenido que abordaba su cabeza.

Innumerables espadas silbaban, transportando una resonancia vibratoria de unidad, orden y serenidad. Un ruido capaz de transferir al individuo a un estado de epifanía, o llevarlo a la fragmentación del corazón taoista.

'Esto debe ser obra de padre... Tal espectáculo, es digno de él'.

'¿Pero por qué silban tanto? ¿Acaso es la emoción de mí bienvenida?'. Fue el pensamientos espiritual que esparció el joven en resonancia a las espadas ilusorias.

Ante este mensaje, muchas de las espadas temblaron; constituyendo un cambio ínfimo, a comparación de la increíble cantidad de espadas.

'Me alegro de su reacción, pero paren, el ruido exagerado suele molestar a la gente'. Acompañado al pensamiento, movió ligeramente su mano pequeña y delgada, como si sosteniera un pañuelo pulcro.

Pero a su acción, una voluntad que suprimió dónde llegará su intención, emergió. Expresada en un rostro terrorífico, mientras era bañado en energías moradas, su aire era antiguo y opresivo.

¡La aparición taoísta del Corazón del Demonio Invencible!

Serían las palabras de cualquier cultivador que no fuera analfabeto...

Así, Federick se liberó del dominio que lo subyugó unos instantes sin consideración; ni siquiera había pasado un minuto, pero su voluntad ya había emergido a través de las ilusiones, constituyendo un resultado espléndido si se tratará de una prueba.

"Tu camino es incorrecto". Dispuso únicamente a decir Amagatzu, sin guía ni exageración.

"Lamentablemente, el camino actual es el de la batalla". Respondió Federick ignorando a sus palabras, mientras se enfocaba en su diminuto enemigo.

Extrañas transformaciones habían ocurrido en él, al estar en contacto del conocimiento daoista. No fueron resultados físicos, sino interiores.

El Tao era misterioso, cubierto en un velo inamovible, sin siquiera Santos o Emperadores ser capaces de desvelar el velo de la esposa; a partir de ello, fue que Federick no podía dignificarlo en palabras a sus cambios.

Pero era conscientes de ellos; pero la mayor evidencia, fue como había notado, que en realidad las luces que rodeaban a su contricante, portaban un sentido taoista.

Fue en ese momento que se enfocó, preparado para emerger a una nueva realidad en cualquier momento; el de las batallas...

Como resultado mágico, el ambiente se tensó, ante la coalición de dos intenciones palpables en el aire. Las referidas, pertenecían al vello que cantaba y al joven que tensaba sus músculos.

Y como un acto natural, sin necesidad de pronunciar palabras, ni la presencia de un referente, se lanzaron a la batalla.

Una luz multicolor brillaba en la punta de la espada pulcra que sostenía Federick.

En paralelo, otra espada ilusoria acompañaba al vello, quién avanzaba sin temor ante su gigantesco contricante.

Y con un intercambio de filos, se efectuó el primer choque entre los dos; con un color brillante, que cegaría a los mortales.