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[El Dao es bello, un vello es el Dao]

El ambiente que rondaba a los campos místicos, había cambiado absolutamente; a pesar que la hoguera aún ardía con desespero, llegando su llama a alturas considerables, había cambiado rotundamente.

Pero incluso con tal esplendida llama, ninguno de los presentes secretaba sudor. Amagatzu mantenía una complexión erguida, sin ningún cambio en absoluto, Infinitum bebía licor desde un recipiente hecho de piel, mientras disfrutaba de la danza de las llamas.

Por otra parte, Federick no llegaba a sentir nada... Su estado especial de presencia siendo el causante de ello; no tenía tacto ni un cuerpo material, únicamente manteniendo sentidos como la visión y la audición.

La mirada del joven se intercambiaba entre las figuras del adulto y el anciano. Después de oír las palabras de Infinitum, estaba repleto de inseguridad... Respecto a él; ya que le había recordado a un horóscopo al azar de algún diario sin portada.

"Veo que desconfias de mí porte, Joven". Dijo repetinamente Infinitum, mientras el licor que estaba bebiendo manchaba su barba descuidada.

Su afirmación era causada debido a leves ondulaciones mentales que había sentido durante su tiempo de ocio.

"Me recuerdas a un viejo alegre, pero que reparte únicamente cizaña, intentando engañar a los más crédulos". Respondió Federick sin dudar. Su honestidad impecable, capaz de hacer tambalear el experimentado corazón taoista de cualquier viejo inmortal.

Acción que causó una sorpresa innegable en Infinitum, quién se ahogó con el licor que bebía en un espectáculo humillante.

"¡Tonto crédulo, tú...!". Fueron las palabras que pudo formular el anciano en su estado de shock.

"Lamento profundamente la insolencia de mis palabras, pero por mí anterior creencia en tú... Viejo". Fue el discurso que formuló en poco tiempo Federick, el cual empezó espléndido; como el acto de un joven celestial, bien instruido en la retórica, intentando arreglar la adulación infructuosa dirigida a un pez gordo, pero finalizó peor que antes...

Esas palabras fueron las que terminaron de sepultar la situación. De repente, un extraño aire se situó sobre los terrenos mágicos, opresivo y extenso.

No volaron chispas, ni las rimas taoístas brillaron, sin siquiera presentarse ningún fenómeno espiritual...

Pero se escucharon leves gemidos; gemidos que rápidamente se convirtieron en pequeños gritos.

"Joven, eres bastante gracioso pero al igual, ignorante... Te enseñaré un poco de sentido común, más allá de tus pobres tierras baldias". Fueron las palabras que expresó de manera temeraria el anciano.

Y como una expresión de obediencia mundial a sus palabras, un pequeño pelo se despegó de su cuerpo y voló sin rumbo. Diminuto, pero era rodeado por ligeras luces.

"Pequeño, déjame decirte que mí dominio es el infinito... Rotundo y sin menguar, infinito". Murmuró con absoluta confianza Infinitum.

"Todo aquello que pueda suceder, se ejecutará bajo el infinito". Se escuchó a través de los aires, proveniente de un origen desconocido.

Fue en ese momento de epifanía, que Federick logró visualizar que las luces que rodeaban al anterior vello de Infinitum, en realidad se escribían símbolos con poder espiritual absoluto.

¡En realidad se trataba de poder taoista!

E incluso para el ridículo, ese no fue el acto sarcástico final, sino que, ¡del vello empezaron a emerger extremidades!

Y en realidad, quién había sido un vello común y corriente ínfimos segundos antes, ahora tenía extremidades, boca y ojos.

"¡Yo!". Fue el grito ridículo.

Fue en ese momento que Federick dudó si se encontraba en un libro de género fantástico.

La única acción a la que pudo recurrir, fue concederle una mirada lastimera a su padre; cual cachorro pequeño.

Pero increíblemente, el perpetuamente sereno y serio Amagatzu, reaccionó ante ello.

Sin una distinción espléndida, runas o rimas taoístas, expresó un ligero pero infinito rayo de luz transparente a través del espacio entre sus cejas.

Luz que se formuló en la forma de una espada simple, pero elegante. La cual se situó a una pequeña distancia de Federick, ejerciendo un aura constante a pesar de no accionar ninguna fuerza.

"Haz lo que consideres necesario". Fueron las únicas palabras de Amagatzu, quién regó pero no recogió los frutos.

Con un pensamiento de no duró ni siquiera un segundo, Federick empuño firmemente la espada.

A pesar de su inexperiencia y la situación irreal, su porte era de absoluta confianza. Portando la espada con únicamente la mano derecha, mientras situaba la izquierda en su espalda baja.

Su postura levemente encorvada y sus ojos dudosos; ¿alguien en el mundo sabría como actuar contra un vello diminuto?

En cambio, el vello estaba completamente loco, temerario hasta su raíz, mientras enloquecía entre gritos de guerra.

"Por mí libertad, ¡yo te mataré!". Fueron los balbuceos inentendibles que expresaba la diminuta forma.

"Un pequeño merodeador... Tu fin es a raíz de comparación de tus acciones". Sentenció el anciano con total seriedad, mientras mantenía una figura cerrada.

"¡¿A raíz de mis acciones... Acaso te he dejado calvo?!". Vociferó Federick perdido ante la lógica de la situación.

"¿Mhm? De qué hablas, niño; mí cabellera es reluciente, no como las de tus ancestros". Dijo Infinitum confundido ante la lógica del aparente ciego observador.