Lena sabía que la felicidad que imaginó hace dos años había sido una ilusión, una mentira. Pensó que Arturo la amaría cuando sintiera que su amor por él era sincero, pero él no hizo más que despreciarla desde el primer día.
Nunca esperó que dos años después de su matrimonio, él la humillaría tanto que ella sentiría un inmenso dolor por el tiempo perdido, pero no podía hacer nada, no se arrepentía de su decisión. Ese día ella tenía algo que ganar también con ese matrimonio, así que, si lo tendría que hacer de nuevo, lo haría. Lo que le daba pesar era no haberse divorciado antes.
"Están en la misma habitación juntos, Lena," dijo Oscar, su mejor amigo, desde el teléfono, "se escucha..." Oscar no podía describir los gemidos de esa mujer en el teléfono, le daba asco. "Yo... ¿qué quieres que haga, amiga? Dime, ¿quieres que los humille? Traeré a cámaras, a los reporteros, les echaré agua. Tú dime. Haré lo que sea."
Lena suspiró sentada en su cama, ese día era su segundo aniversario de bodas. El día en que se casaron y en el que se supone debían ser felices juntos. Pero parece que solo uno de ellos era feliz, con otra mujer.
El día en que firmaron el acuerdo de matrimonio, solo había dos personas más con ellos presentes, los abuelos de ambos. Aunque nunca acordaron mantenerlo en secreto, era evidente que Arturo no quería que el mundo lo supiera.
Así que, si los reporteros se enteraban de su infidelidad, solo se humillaría así misma porque nadie sabía que el grandioso Arturo Sanders estaba casado.
"N-no hagas nada..." dijo Lena apretando lo spuños, "ya no importa."
"Lena, amiga... esto..."
"Me tengo que ir, nos vemos más tarde."
Oscar escuchó el tono del teléfono y suspiró con tristeza. Su mejor amiga de toda la vida, la única que lo comprendía de verdad y le había dado todo su apoyo cuando más lo necesitaba, estaba muriendo por dentro.
Al principio no sabía cómo decirle lo que había visto, a esos dos caminando a un cuarto de hotel después del evento de clausura de la pasarela. Él los siguio y los gemidos de esa mujer tan agudos que parecía gallina se escuchaban en el pasillo, le provocaban náuseas. Era asqueroso.
Si tan solo pudiera hacer algo para aliviar esa frustración, para vengarse en nombre de Lena, lo haría, pero el esposo de Lena, Arturo Sanders, millonario y heredero de un gran imperio, era de temer. Con un chasquido de sus dedos podía arruinar a cualquiera, y ahora, ese idiota estaba en la cama con su exnovia mientras que su hermosa esposa estaba esperándolo en casa.
No podía soportarlo, no podía dejar que ese cretino le hiciera la vida imposible a su mejor amiga. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué.
Por otra parte, Lena no desaprovechó el tiempo, ya había hecho su maleta y había llamado al abogado de Arturo para que le entregara los papeles de divorcio. Arturo siempre los tuvo preparados y firmados para cuando ella los quisiera firmar y terminar con esa farsa.
"¿Estás segura de esto, Lena?" Daniel Burton, el abogado de Arturo, dijo en el teléfono. "Hace un año..."
"No importa, estoy segura, firmaré los papeles, solo envíalos por correo a la dirección que te envío, creo que él ya los ha firmado, ¿no?"
Daniel suspiró, "si... pero creo que es necesario hablar con él primero."
"Sabes que no cambiará de opinión y es mejor darle las buenas noticias de una vez por todas, ahora que ya acepté separarme de él, no querrás que cambie de opinión, ¿o sí?"
Daniel sabía que Arturo estaba desesperado por divorciarse de Lena, aunque no entendía por qué. Lena era una mujer extremadamente hermosa, inteligente y sincera. Se podía notar en su mirada cuánto amaba a Arturo y cómo lo había tratado con gentileza desde que se casaron, era la esposa perfecta para él. Sin embargo, Arturo nunca la apreció, y siempre buscaba una excusa para no estar cerca de ella.
"Está bien, te los enviaré," dijo Daniel resignado.
"Bien," Lena colgó el teléfono y se subió a su auto. Dese ese día, ya no volverá a esa casa que solo le traía recuerdos de humillaciones y soledad.
***
Por otra parte, Oscar ya había llamado a todos sus amigos de la industria de la moda, y tenía muchos.
En los últimos años, Oscar se había vuelto un muy influyente diseñador de ropa y propietario de una de las marcas más importantes de moda y tendencias de Ciudad Estrella. Aunque todo se lo debía a Lena, quién había sido su mayor inversionista y quien fue la primera en creer en él. Si no fuera por ella, él estaría perdido y tal vez en el otro mundo.
"¿Qué quieres que haga, Oscar? Sabes que Arturo Sanders no es alguien con quien podamos jugar... es muy fuerte."
"Lo sé, pero solo quiero que hagas algo con la diva con la que se está acostando, se llama Mina Walsh, es la disque modelo y actriz, ¿puedes hacer algo?"
Julio en la otra línea suspiró, "¿esa horrible arpía? Ya sabía que tenía a alguien cubriéndole la espalda pero no sabía que era Arturo Sanders. Por supuesto que la haré sufrir un poco, en realidad no tienes que pedírmelo porque todos aquí la odian, y Tamara más..."
"¿Tamara? ¿Está de regreso?"
"Sí, y viene con todo, le diré de tu plan, sabes que Lena es su alma gemela, así que se vengará en su nombre. No te preocupes, lo grabaré todo. Pronto esa diva sabrá lo que es el infierno."
Los ojos de Oscar brillaron de entusiasmo. Si no podía hacer nada en contra de Arturo Sanders, podía hacer algo en contra de esa mosquita muerta de Mina Walsh.
En cuanto a Lena, ya había llegado a su antiguo departamento. En el que solía vivir con su madre antes de casarse con Arturo. Su madre había muerto un año atrás de una enfermedad del corazón. Si hubiera estado con ella, cuidándola, si tan solo no se hubiera ido a vivir con Arturo, le hubiera prestado más atención y ella seguiría con vida.
Lena abrió la alcoba de su mamá, estaba limpia. Toda la casa estaba limpia, ella solía ir a limpiar cada fin de semana.
Se acostó en la cama y abrazó la almohada, entonces lloró, solo podía hacer eso, pero sería la última vez que una lágrima caería por ese hombre.
Horas más tarde el sonido del timbre la hizo despertar. Eran pasadas las siete de la noche, se levantó con cansancio y llegó a la puerta. Era un mensajero del despacho de Daniel Burton.
"Esperaré aquí, señorita Sanders," el joven educado dijo.
"Señorita Reed," lo corrigió Lena, "no más apellido Sanders para mí," dijo Lena con una sonrisa un poco amarga.
Lena abrió el sobre y leyó el contenido del contrato de divorcio. La repartición de bienes se haría conforme a lo establecido en el contrato prenupcial, y Arturo le dejaría dos propiedades más y dinero suficiente para vivir cómodamente toda su vida. No tenía nada qué objetar, aunque quería irse sin nada de él, sentía que ese dinero era sucio y sin sentido, como si vendiera su cuerpo y alma. Pero no quería desperdiciar más tiempo de su vida.
Tomó una pluma y firmó las hojas marcadas, después metió todo de vuelta en el sobre y se lo entregó al joven mensajero.
"Gracias," dijo Lena con una sonrisa.
El joven mensajero asintió, sabía de qué eran los papeles, Daniel, su jefe, le había dicho, así que sintió un poco de pena por la hermosa mujer. Aunque, de acuerdo con los rumores, su esposo era Arturo Sanders, el aclamado multimillonario pero también mujeriego. 'Era mejor estar sin ese idiota', pensó el joven y se subió al ascensor.
Lena se quedó sentada en el sofá, estaba cansada de esos años viviendo sola, esperándo por un hombre que jamás la quiso y que se divertía viéndola sufrir. Un día la humillaba, otro día le decía que la quería, incluso tenía relaciones con ella y le enviaba regalos, pero al siguiente día se escuchaba que le había regalado un apartamento o joyas costosas a otra mujer, o que había asistido a un evento glamoroso con alguna actriz, modelo o empresaria. Era como si se burlara de ella, como si le dijera que ella no era más que otra de las mujeres que podía comprar con dinero. Pero ella seguía ahí como una tonta.
Ya no podía continuar desperdiciando su vida y juventud así. Se levantó de inmediato y miró la agenda de su día, aunque iba a trabajar todos los días, él jamás se enteraba de a dónde iba o lo que hacía. No le importaba. Ahora le tocaba a ella, ya no volvería a hacer caso de lo que pasaba con él, ya no le importaría si él salía con alguien o tenía problemas, ya no era nada para ella.
"Oscar, ya firmé los papeles del divorcio," llamó a Óscar de inmediato, quería hacer algo salvaje, algo que jamás pudo hacer cuando estaba en esa casa, encerrada y restringida, "quiero festejar... llévame a un lugar."
Del otro lado, Óscar ya estaba saltando de alegría y gritando a los cien vientos aleluya. "Te llevaré al mejor lugar, amiga."
Unos minutos despueś, Lena llegaba a un club muy exclusivo, Oscar ya la esperaba en la entrada, y se abalanzó a ella cuando la vió usando el vestido rojo sexy de satén y que le contorneaba la figura que le había mandado. Se veía realmente preciosa. Todos en la entrada la miraban con la boca abierta, no importaba si era hombre o mujer.
"¡Amor! ¡Te ves extraordinaria! ¡Majestuosa!"
Lena se sonrojó, jamás había usado un vestido así, pero está vez quería intentarlo.
"Me siento extraña," dijo un poco avergonzada. Su espalda estaba descubierta y su pecho parecía estar a punto de salir de su lugar. Además el vestido era muy corto, sentía como si no tuviera nada encima.
"Te ves fabulosa," dijo Oscar, "ahora, tengo personas que presentarte y que necesitas conocer. Ya que eres libre, tienes que empezar a cogerte a medio mundo pero con precaución, además puedes hacer lo que quieras, tienes el dinero, eres hermosa y sexy."
Lena le cubrió la boca. "No digas eso... yo..."
"Te entiendo amiga, pero ya no tienes que seguir las reglas de esa familia conservadora e hipócrita. Debes ser libre y abrir tus hermosas alas. Mira a tu alrededor, aquí hay un montón de florecitas que te esperan."
Lena podía notar las miradas de los hombres sobre ella, la hacían sentir desnuda.
Oscar la llevó a una sala VIP donde solo podían entrar quienes tenían invitación. Dentro había un grupo de personas que saltaron al ver a Óscar y a Lena entrar.
"Les presento a Lena Reed," dijo Oscar con una gran sonrisa. "Mi amiga soltera, rica, inteligente, hermosa, sexy, magnifica."
Todos se riéron y saludaron a Lena con grandes sonrisas. Algunas estaban repletas de adulaciones falsas, pero otras parecían llenas de interés, después de todo, Oscar no era una figura fácil de impresionar y siempre obtenía a las mejores modelos y los mejores tratos.
Lena, en particular, notó la mirada de un hombre de ojos verdes y tez bronceada que se había acercado a ella con una extraña sonrisa. La tomó de la mano y le dió un beso.
Oscar la empujó hacia él y le dijo que le invitara una copa. Lena no tuvo opción y se fue al rincón de la sala.
"Me llamo Raúl," dijo el hombre con una sonrisa hermosa. Era encantador y se veía interesante, pero Lena que había convivido con Arturo por tanto tiempo, no sentía esa sensación de atracción que debía hacia un hombre tan atractivo.
"Me llamo Lena, ¿cómo conoces a Óscar?" dijo Lena tratando de hacer conversación.
"Óscar es... se puede decir que es el diseñador preferido de mis hermanas, y también el que las contrató como modelos. Yo solo soy el hermano que las cuida y financía parte de sus eventos. Ya sabes, el hermano que debe cuidar a sus hermanitas."
Lena tomó un sorbo de su cocktel y sonrió. "También es mi diseñador favorito."
Raúl asintió, "sí, parece que te sienta bien su estilo de ropa."
Lena se sonrojó, jamás usaba ropa tan provocadora, pero Óscar siempre le regalaba atuendos atrevidos, aunque también tenía una línea más conservadora que había creado solo para ella, o más bien con ella en mente. No mucho después esa línea se vlvió un boom en la industria de la moda y se había promovido como el símbolo de la elegancia para mujeres de negocios.
"Él tiene muchas ideas, a veces, muy audaces," dijo Lena un poco nerviosa. Podía sentir la mirada de ese hombre en su cuerpo. Nunca había pasado eso. Solo Arturo la había visto así alguna vez, pero era para llevarla a la cama como una de sus cientos de conquistas, toda una farsa.
"¿Quieres ir a bailar, Lena?" dijo Raúl tomándola de la mano con gentileza.
Lena tragó saliva pero asintió con determinación. Ese sería el día en que cambiaría por completo. Su atuendo, su estilo de vida y su estatus marital, además, ya nada la detenía para sentir el abrazo de otro hombre. Si Arturo podía, ella también.
Raúl la guió a la pista de baile en el primer piso y la tomó de la cintura. La música era lenta, romántica pero sensual, para parejas, pero Raúl mantuvo su distancia. Lena sabía que lo hacía para ser caballeroso y le dió las gracias por eso.
Por otra parte, en la sala VIP del otro lado del club, un hombre con el ceño fruncido miraba atentamente a la pareja de abajo.
Daniel le había llamado esa tarde para decirle que Lena había firmado los papeles del divorcio y que solo tenía que llevarlo al registro civil para continuar con el proceso para emitir el certificado. Al principio, Arturo se había sorprendido, pero después, un dolor de cabeza lo hizo perder la concentración.
Toda la semana había estado ocupado atendiendo cenas de negocios con clientes e inversionistas. Estaba cansado y quería un día de paz. Entonces se encontró a Mina en el coctel después de la pasarela. Un idiota le había puesto droga a su bebida y la tuvo que llevar a un cuarto de hotel, hasta que un médico llegó para ayudarla. Tuvo que esperar varios minutos, incluso tuvo que meterla al baño con agua helada para que dejara de gemir y quitarse la ropa esperando por la ayuda de un hombre.
Cuando por fin llegó el médico y las enfermeras para ayudarla, tuvo tiempo de relajarse, pero no mucho después escuchó que su esposa había firmado el divorcio.
No sabía si sentir alivio o rabia. Esa mujer era... era un caos en su vida. Entró cuando quiso, sin su consentimiento lo hizo casarse con ella, solo porque el abuelo Sanders había recibido ayuda del abuelo de Lena, y le había dejado una promesa a cambio. Si no fuera por eso, él se habría casado con Mina hace dos años. Ese era el plan, con eso obtendría la inversión de los Walsh, los padres de Mina. Si no fuera por Lena y su familia presionando al abuelo.
Apretó el puño, aún podía recordar el día de su boda, ella se veía inocente, indudablemente hermosa en su vestido blanco corto. No era un vestido de bodas, solo un simple vestido blanco que la hacía ver como un ángel.
Pero esos ojos verdes, atrevidos, llenos de pasión, eran difíciles de soportar. Sus mejillas sonrojadas, su sonrisa tímida, su expresión amorosa. Siempre que cerraba los ojos y pensaba en ella, esa era la imagen que veía.
A veces, se sentía sumergido en esos sentimientos, se envolvía en ellos y la buscaba, sabía que estaba esperándolo en la casa. Ella era sexy, hermosa y tímida. Lo dejaba hacer todo lo que quisiera con su cuerpo sin pedir nada a cambio, lo dejaba quererla sin pedir amor de regreso, lo dejaba tomarla hasta saciarse. Su mirada deseosa nunca cambiaba. En cambio, él empezaba a dudar de sí mismo, empezaba a quererla más, a desearla más.
Pero no podía dejarse manipular, esa mujer era una sinvergüeza. Los reportes de Keira, su hermana menor y su madre, sobre Lena, le hicieron entender que esa mujer solo fingía ser inocente y pura. En realidad era vanidosa, grosera y sin educación, trataba mal a los empleados de la casa que decidieron renunciar a los pocos días, y los gastos de la tarjeta siempre eran excesivos.
No podía continuar con ella, no podía, pero ahora la veía bailando con otro hombre, con una sonrisa nerviosa luciendo su actuación de inocencia seductora, con su espalda descubierta y la mano de ese cretino tocándo su piel desnuda y apretándola a él. Sabía lo que ese hombre buscaba. La quería en su cama, gimiendo bajo de él.
"¿Es esa... Lena?" escuchó a Bruno decir, uno de sus amigos de la infancia y uno de los que sabía de su relación con Lena.
Arturo se levantó de inmediato y salió de la sala VIP, no podía soportar ver esa escena, la mano de ese idiota estaba sobre la piel de su esposa.
Se dirigió a la pista de baile.
"¿Qué pasa? ¿Por qué se va?" dijo Javier, también era otro de los amigos de Arturo de la infancia y conocía la situación de la pareja.
Bruno le señaló a la despampanante mujer de cabello negro y vestido rojo en la pista de baile.
"¡Lena!" Javier miró a la mujer atentamente, sabía que Lena era hermosa pero nunca pensó que sería tan sensual. Siempre la había visto con ropa muy conservadora, cubierta de arriba abajo y sin maquillaje. No parecía del estilo de mujer que usara esos atuendos o que fuera a fiestas de ese estilo.
"¿Qué está pasando?" dijo Javier mirando a Bruno. "Ella, ¿qué pretende?"
Bruno alzó los hombros. "Tal vez quiere llamar la atención de Arturo."
"Pero nadie sabía que Arturo había regresado. Ella... debe estar engañándolo."
"Pues... lo tiene merecido. ¿No esperaba que una mujer como ella lo esperara todo este tiempo, o sí?"
Javier apretó los labios, sabía de los múltiples escándalos de Arturo y otras mujeres. Aunque muchos eran puras mentiras hechas y difundidas por el hermanastro de Arturo, Rafael.
En la pista, Raúl reía al mismo tiempo que le contaba chistes a Lena para que se relajara y se dejara llevar. La hacía dar vueltas al ritmo de la música y ella sonreía de oreja a oreja.
Lena sentía que hace mucho tiempo no se sentía tan liberada y contenta. Podía seguir así toda la noche.
"Entonces, ¿qué te parece, Lena? ¿Quieres ir mañana conmigo a dar una vuelta?"
Lena asintió pero de repente dos manos aparecieron detrás de ella y la jalaron hacía atrás.
"¿Qué demonios estás haciendo con mi esposa?"
La voz era de Arturo y por un instante todo se escuchó como un eco. Lena se dió vuelta para mirarlo. Estaba furioso.
Lo empujó hacía atrás pero Arturo no la soltaba, incluso la jaló más hacía él.
"¡Suéltame! ¡No soy tu esposa! ¡Estamos divorciados!"
Arturo la miró con ojos más enojados que nunca, esa mujer se veía tan sensual, pero todos en ese lugar la miraban como si fuera una pieza de carne. Se quitó el saco y lo puso sobre los hombros de esa mujer.
"¡¿Qué haces?! ¡Suéltame!"
"¡Dijo que la sueltes!" Raúl se acercó y enfrentó a Arturo. "¿No escuchaste?"
Arturo rió y abrochó el saco frente a Lena. "No te metas o haré que te arrepientas. Ella es mi esposa."
"Parece que ella no está de acuerdo, ¿verdad, Lena?"
Lena asintió, "él ya no es mi esposo, estamos divorciados."
Arturo la miró y sonrió. "Aún no... y tal vez no lo estemos."
La tomó de la cintura y la cargó sin esfuerzo hasta el estacionamiento mientras le hacía señas a sus guardaespaldas para retener al idiota que quería seguirlos.
"¡Suéltame!" Lena estaba harta, no entendía cómo es que Arturo estaba ahí cuando solo hace unas horas estaba con Mina en un cuarto de hotel. "¡Ahora bájame!"
Arturo la ignoró y la subió a una de las camionetas que lo escoltaban y cerró la puerta después de hacer que ella se acomodara en el otro asiento.
Lena trató de bajar del auto del otro lado pero el chofer ya había cerrado con seguro.
"Pon la partición," dijo Arturo mientras se quitaba la corbata. Sentía que lo asfixiaba, sentía calor recorrerle la espalda.
"Arturo, déjame ir, tú y yo estamos divorciados. ¿No te lo dijo Daniel? Ya firme el acuerdo como tú lo quisiste. Ahora déjame en paz antes de que llame a la policía."
Arturo se desabrochó los botones de arriba de la camisa y la miró. Ella ya no tenía el saco puesto, y su pecho se podía notar perfectamente aún con el vestido puesto. Jamás la había visto vestida así.
"¿Qué esperabas hacer usando ese vestido? ¿Cogerte al primero que te dijera cosas bonitas? No pensé que fueras una cualquiera."
Lena lo miró con disgusto. Él jamás le decía nada que la hiciera sentir hermosa. Jamás le había dado un cumplido, a excepción de cuando estaban en la cama, y no eran precisamente cumplidos lo que le decía.
"Eso no te importa, y a quién me coja es mi decisión," Lena no tenía su teléfono, y no podía hacer nada. Sentía tanta frustración, aún así, no quería seguir en el mismo espacio que él. "Déjame salir."
"¿Así? ¿Con ese vestido? ¿Quieres ver si alguien te recoge?"
Lena apretó los dientes, "prefiero cogerme al primero que se detenga que estar aquí contigo. Tú y yo no tenemos ninguna relación."
Arturo ya no podía soportarlo más. Ella en ese vestido se había mostrado ante todos los hombres de ese club. Algunos seguramente le habían tomado fotos mientras movía las caderas, y sus piernas desnudas danzaban bajo la vista de todos.
No podía soportarlo. Aunque él no la quisiera, ella no podía hacer eso.
La tomó de la cintura y la hizo sentarse frente a él, con las piernas abiertas a cada lado, sus muslos suaves se veían y se sentían como recordaba, casi como la misma seda de su vestido.
Lena no pudo reaccionar al instante, solo cuando sintió la palma de ese hombre subir desde su pierna hasta su su trasero entendió lo que estaba por pasar. No podía dejarlo.
"¿Llevas lencería?" susurró Arturo, sintiendo la tela fina sobre la piel de Lena. Ella jamás había usado algo así frente a él, pero ¿pensaba en mostrársela a alguien más?. "¡¿Estás loca?!"
"¡Suéltame!"
Lena lo empujó y trató de bajarse de sus piernas pero él le rompió la ropa interior y la apretó más a él, después le descubrió el pecho de un solo jalón y la miró. Era tan perfecta como recordaba, pero sus ojos ya no lo miraban con deseo pero con desprecio.
"Suéltame," Lena le dijo pero estaba temblando. Jamás lo había visto tan enojado y jamás le había hecho algo así. Se sentía tan humillada que apenas podía contener las lágrimas en los ojos. Se cubrió los pechos al instante y trató de cubrirse con el vestido roto. "¿Por qué haces esto?"
Arturo tragó saliva al verla cubrirse con tanto pudor y con los ojos llorosos. No sabía lo que había pasado, solo que estaba furioso, quería... quería castigarla por tratar de bailar con otro hombre de forma tan coqueta, por sonreír felizmente cuando él estaba irritado, por dejar que alguien más la tocara y la viera como si fuera una pieza de carne y ella parecía disfrutarlo.
"Yo..."
"Ya no quiero estar contigo, Arturo," dijo Lena con una voz casi apagada. "No soporto estar más contigo. Ya no puedo más. Desprecio tu forma de hablarme, y de tratarme. No me he sentido feliz... y sé que tú tampoco. Solo déjame ir."
Arturo la miró por un segundo sin hablar, su expresión triste, sus súplicas, pero no podía seguir mirando esos ojos llorosos que solo ocultaban mentiras.
Sí, la quería dejar ir, quería divorciarse de ella, pero al mismo tiempo, había algo de ella que lo volvía loco. Desde que la vió por primera vez, con su cara llena de inocencia, de gentileza y cariño, pensaba en ella constantemente, pensó que si era ella podría intentar tener una relación amorosa, sintió que podía ser feliz, pero eso no era cierto.
La realidad era que ella era falsa, su verdadera cara era esa mujer de vestido corto y rojo, sensual y seductora, que tentaba a los hombres y los envolvía en sus redes para que siguieran sus órdenes. No dejaría que ella lo hiciera con él. No dejaría que lo malipulara.
"Bien," dijo Arturo y la empujó a un lado. Ella se cubrió lo mejor que pudo y tomó el saco de Arturo. "Pero no quiero volver a verte otra vez, si escucho de tí o te cruzas en mi camino otra vez, te arrepentirás."
Lena dió un suspiro de alivio. "¿Me prestarías tu teléfono?"
Arturo la miró.
"Quiero llamar a un amigo para que pase por mí."
"Te llevaré a donde quieras," Arturo miró al frente, apretaba el puño con fuerza. No podía creer que esa mujer pudiera pensar en llamar a un hombre a que la recogiera en ese estado. "Dile la dirección al señor Haiz."
Lena le mencionó la dirección de su apartamento y por varios minutos, el camino transcurrió en silencio. Cuando llegaron a su vieja calle, Arturo salió del coche primero y Lena lo siguió, tratando de cubrirse lo mejor que podía, recogiendo su ropa interior rota del asiento. Sin embargo, antes de que pudiera abrir la puerta con el código, Arturo le tomó el brazo.
"Más te vale que cumplas lo que te dije, si te veo de nuevo..."
"Señor Sanders, solo lo veré una vez más para que nos entreguen el certificado de divorcio. ¿Le parece mañana a las ocho?"
Arturo la miró fijamente, y asintió. "Más te vale no llegar tarde."
"Le prometo que no llegaré tarde. A esto jamás," dijo Lena, abrió la puerta rápido y la cerró sin mirar atrás.
Cuando llegó a su apartamento, se cambió de ropa de inmediato y llamó a Oscar que ahora estaba como loco buscándola en todos lados.
"¿Estás bien, cariño? Yo no sabía que él estaba ahí, ¿cómo puede ser esto? ¿Qué pasó? Si te hizo daño yo..."
"Estoy bien," Lena miró por la ventana el auto de Arturo que seguía ahí afuera. "Estoy en mi apartamento. Perdona por lo que pasó, yo..."
"No te preocupes, amor. Tengo tus cosas conmigo, te las haré llegar más tarde," Oscar suspiró de alivio, "Por lo pronto descansa un poco y no te preocupes por ese bastardo."
Lena se volteó y cerró la cortina. "Sí, tú también."
Cuando colgó el teléfono, apagó la luz de la sala y se fue al baño. Quería quitarse esa sensación en el cuerpo, la de él observándola sin ropa, la de él humillándola de nuevo. Al menos ya no lo volvería a ver otra vez, después de que firmaran el certificado de divorcio, haría todo lo que estuviera a su alcance para sacarlo de su vida y su mente.
Se metió al baño y cuando salió preparó algo ligero de cenar antes de irse a la cama. No podía esperar para que llegara el día siguiente y poder alejarse de Arturo para siemrpe.
***
Al día siguiente, Lena se levantó muy temprano, apenas había conciliado el sueño, pero su mente no dejaba de pensar en lo que pasaría en unas horas. Se vistió rápido y desayunó algo ligero. No quería retrasarse.
Era eso o perder la oportunidad de vivir y ser libre de nuevo. Bajó las escaleras y esperó por el taxi que había llamado unos minutos antes. Sin embargo, un auto se estacionó frente a ella, era el mismo de la noche anterior, el de Arturo.
La puerta se abrió de inmediato y Arturo bajó del auto. Su cara se veía igual que el día anterior, furiosa, como si estuviera observando a su peor enemigo, al que había odiado toda su vida.
"¿Q-qué es lo que está haciendo aquí, señor Sanders?" preguntó Lena asustada. No esperaba que él viniera. "Nos veríamos en el registro civil a las ocho, ¿qué es lo que quiere?"
Arturo tomó su teléfono y le mostró los videos de Mina saliendo del bar. Estaba drogada, y a unos metros se veía la imagen de una mujer que tenía el aspecto de Lena. "Fuiste tú... ¡Fúiste tú!"
Lena miró el video pero no entendía lo que se supone que estaba ocurriendo. "No... yo estuve en la casa todo el día de ayer antes de ir con Oscar. No sé qué es lo que está diciendo. Yo... no entiendo."
Arturo rió al verla, pero su risa no llegaba a sus ojos. "Eres una gran actriz, pero esto no se quedará así."
"¡Yo no hice eso! ¡No era yo!" Lena le gritó. No entendía cómo podía ser su imagen en la pantalla. "Esto tiene que estar mal. Yo estuve en la casa, puedes verificarlo, en las cámaras de seguridad, no salí a esas horas... yo..."
"No te creo," dijo Arturo con disgusto en cada palabra. "Eres detestable."
"Yo..." Lena palideció y su boca trató de formular palabras para defenderse pero sabía que él no le creería, jamás lo hacía. Nunca la defendió frente a su madre y hermana, jamás habló por ella cuando la humillaban en los eventos de su familia y cuando su madre murió, él jamás vino a ofrecerle consuelo. Respiró profundo y cerró los ojos. "Haga lo que quiera, lo espero en el registro civil."
El taxi ya había llegado y la esperaba.
Al verla marcharse con paso decidido, Arturo no podía creerlo. Pero no le daría lo que quería, no la dejaría ir sin castigo.
"Vamos," le dijo al chofer para que siguiera al taxi.
En el edificio del registro civil, Lena se bajó del taxi y caminó hacia la entrada. Tenía miedo de que él no llegara, pero a lo lejos observó el auto estacionarse.
Arturo caminó hacia ella y la miró con frialdad.
Lena solo se dió vuelta y se dirigió a la entrada sin decir una sola palabra, pero antes de poder entrar, Arturo la tomó de la cintura y la cargó sobre su hombo.
"¡Suéltame! ¡Déjame ir!" gritó pero Arturo no le hacía caso. "¡Bájame ahora!"
Los expectadores solo los veían como un par de esposos que estaban teniendo una riña. El hombre se veía bien parecido, de traje costoso, y la mujer era evidentemente hermosa y juvenil. No parecía un rufián queriendo herir o secuestrar a una mujer.
Arturo la llevó al auto y la dejó adentro sin cuidado. Después entró él.
"¡¿Qué hace?!"
Lena trató de abrir la puerta pero era demasiado tarde.
"Pagarás por lo que le hiciste a Mina," dijo Arturo dando instrucciones en su teléfono.
"¡Yo no hice nada!" Lena gritó. Ya estaba harta de esto, de todo. "No tendría por qué hacerle algo, ella no me ha quitado nada que yo quiera, ni siquiera me importa su relación con usted. Para mí, usted es solo un error con el que me topé y quiero enmendar. Nada más. Solo espero que usted me deje en paz. ¡Yo no le hice nada!"
Arturo la miró con sorna. Esa mujer sí que supo esconder su verdadero ser por tantos años, ya no se veía la gentil mujer de antes, ahora se podía ver la fiereza en sus ojos, incluso parecía que lo odiaba de verdad.
"No te creo, ya te dije, y no te daré lo que quieres."
"¿De qué habla? ¿El divorcio? Usted me pidió el divorcio y yo solo lo obedecí. ¿No debería estar agradecido? Pero si quiere, quédese con todo... no quiero nada de usted. Quédese con todo el dinero y propiedades del contrato. ¿Qué le parece? Solo aléjese de mi vista."
Arturo no la escuchó porque no podía creer nada de lo que salía de su boca.
La llevó a una mansión un poco más chica que la de él y la hizo salir a la fuerza. Lena no reconoció al principio el lugar, pero cuando entraron, el la llevó por los pasillos de la mansión hasta la sala principal, ahí la aventó al suelo y la hizo arrodillarse. Frente a ella estaba la familia de Mina, los Walsh y Mina. Todos los observaban con sorpresa.
"¿Qué es esto, Arturo?" la señora Walsh dijo confundida. "¿Quién es esta mujer?"
Nadie sabía del matrimonio de Arturo con Mina, ni los conocidos de la familia más cercanos.
"La mujer que le provocó esto a Mina," dijo Arturo observando a Lena que estaba con los puños apretados y mirando al suelo.
"¿Qué significa esto? ¿Por qué haría algo tan horrible a nuestra niña? ¿Qué es lo que quiere?"
Lena alzó los ojos a los señores y a Mina, después a Arturo.
"Soy la esposa de ese imbécil," dijo Lena sin la gentileza de antes.
Arturo la miró con sorpresa pero sin retroceder.
Lena sonrió. "Ese idiota piensa que hice esto a propósito, aunque ni siquiera sé qué se supone que hice. Quiere que me disculpe y me humille como siempre cuando estábamos a punto de divorciarnoss. Pero no lo logrará. No me importa lo que haga. ¡Yo no fui!"
Despacio se levantó y con una extraña agilidad tomó un vaso de vidrio que estaba sobre la mesa de centro y lo rompió.
"Más te vale dejarme ir o no sé lo que haré," dijo apuntándole con el pedazo roto a Arturo.
Arturo la miró con una sonrisa sarcástica mientras caminaba hacia ella. No la creía capaz de hacerle daño, pero solo dió un paso más y el vaso roto le pasó cerca de la oreja.
"¡Tú!"
Lena salió corriendo de la sala hasta la puerta sin pensarlo un segundo más. Pero Arturo la alcanzó en las escaleras de la entrada y sin querer, la empujó provocando que Lena resbalara.
Lena sintió que su pie no tocaba el piso cuando cayó de frente sobre el pavimento duro.
***
Dos días después...
"La señorita Reed sufrió una contusión, Arturo. Pronto despertará, pero..."
"¿Qué?" Arturo observaba a la mujer sobre la cama. Ya llevaba dos días sin abrir los ojos, como si se mofara de él haciéndolo esperar.
"Hay algo extraño en sus análisis," el doctor pasaba las hojas del reporte en sus manos mientras fruncía el ceño y movía la cabeza en negativa, "también en la inspección que la enfermera realizó al cambiarla. Casi llama a la policía para acusarte de maltrato."
"¿De qué demonios hablas? ¿Maltrato?"
El joven doctor se acomodó los anteojos y le mostró a Arturo el reporte. "Parece que ha tenido múltiples fracturas y golpes los últimos meses. También... notamos cortaduras de cuchillos en el abdomen y en los brazos y piernas... y una herida de bala cerca del costado derecho. Todos han cicatrizado y está estable, de hecho casi no se notan pero... Quienquiera que le haya dado el tratamiento, hizo un excelente trabajo. Pero no entiendo ¿qué es lo que está pasando? ¿Sabías algo de esto?"
El doctor Jason Sanders era primo de Arturo, y siempre habían sido cercanos, así que sabía de su relación con Lena.
Arturo frunció el ceño. Hace tiempo que no estaba con Lena, hace un año que no había estado con ella en la cama y nunca había visto semejantes marcas. El día del club, apenas notó algo más que sus bellos ojos y su piel tersa, no notó nada más.
Además, no sabía nada de ella en realidad. Solo que su padre era un cerdo que la había abandonado hace años y que su madre había muerto hace tiempo. En cuanto a su abuelo, parece que tenían poca relación con ella, nunca la escuchó hablar con él.
"Despertará pronto..." dijo Jason suspirando y meneando la cabeza de un lado a otro. No tenía sentido seguir discutiendo esto cuando estaba enterado que la relación de ambos no era buena. Aunque Arturo fuera el esposo de Lena, era como si hablara con un extraño de ella.
Cuando Jason salió, Arturo miró con cuidado el reporte. No sabía porqué pero no le gustaba pensar que ella pudo estar en peligro sin que él lo supiera. Tantos golpes y atentados. No podía dejar que eso quedara así. Tenía que saber quién demonios era ella.
Al final tomó su teléfono y marcó el número de su asistente, Adrián Curtis.
"Buenas tardes, señor..."
"Investiga a Lena," dijo en tono impaciente, "busca todo y verifica la información de ayer, sin informar a Lee."
Algo le decía que ella tal vez no era responsable, su acto de hace dos días era demasiado desesperado, pero no estaba sguro.
"¿Señor?"
"Solo tú, no le digas a Lee, y busca a Rain para que te ayude. Quiero saber todo de ella esta noche."
"S-si, señor."
Arturo colgó de inmediato y observó a Lena. Tenía la frente vendada y varios golpes y raspones en los brazos y rostro.
Ese día, cuado la vió caerse y no despertar, con sangre saliendo de su ccabeza, sintió como si el piso se hundiera debajo de él. Su corazón se había detenido por un momento con el pensamiento de que ella no despertaría.
Aún así, ya no entendía nada, no sabía lo que estaba pasando, no sabía quién era su esposa, esos golpes, esas marcas, y su personalidad tan diferente.
"Ella no era así," se dijo así mismo pero comprendió que en realidad no sabía cómo era tampoco en el pasado. Se casaron y ese mismo día la abandonó, hasta que unos meses después la vió llorar sola en la sala y la abrazó sin saber por qué. Entonces fue como una extraña burbuja rosa los cubriera a ambos, desde entonces se reían juntos, charlaban, sonreían y dormían en la misma cama.
Pero los rumores acerca de ella, de su extraña y horrible personalidad lo hicieron dudar. Su madre y su hermana decían que ella era envidiosa, soberbia y grosera. Al principio no le importó. No les creía, pero un día su abuela le dijo que había visto a Lena robar sus joyas y ponerlas en el boslo de Keira, su hermana. No lo podía creer, pero su abuela jamás mentiría. Ella era la única en la que podía confiar ciegamente.
Sin embargo, para estar seguro, decidió verificar las cámaras que terminaron por revelar la verdad. Esa mujer realmente no era la inocente Lena que creía.
***
En la noche...
Arturo recibió la llamada de Adrián. "¿Qué encontraste?"
Adrián suspiró, su mano temblaba. "Señor, información sobre su esposa... fue muy difícil de obtener. Además de ser hija de Adam Reed y Helena Nelson, solo sabemos que no asistió a la universidad, que cuidaba a su madre que tenía una enfermedad del corazón. Parece que el señor Reed, el abuelo de la señorita y padre del señor Adam, fue quien cubría los gastos médicos... creemos... creo que fue chantajeada para casarse con usted."
"¿De qué hablas?"
"Esa es mi opinión, señor. Parece que la señora Helena necesitaba una cirugía con urgencia y la obtuvo después de algunos días de que usted se casara con la señorita Reed. T-También... hay algo muy extraño en todo... la señorita Reed casi nunca salía de su casa cuando vivía con su madre, ni la de usted cuado se mudó, pero recibía visitas a menudo... de una mujer... que siempre tenía el rosto cubierto cuando entraba o salía de la mansión..."
"¿Quién?"
"No lo sé señor, pero se quedaba a dormir en la mansión seguido, hasta por días. A veces salían las dos, la señorita Reed y esa mujer extraña, pero jamás se le vió la cara."
"¿Tienes los videos? Quiero verlos."
"Se los he enviado a su correo, señor."
"¿Qué otra cosa?"
"La señorita Reed parece ser buena amiga de Óscar Leroy y de Tamara Jacobs, los dos son muy exitosos en sus medios y han dedicado parte de su trabajo a la señorita Reed, también es amiga de los hermanos Rivera y Agustina Hill."
"¿Hill?"
"Así es, señor, la señora Hill de la empresa de tecnología EONTEC."
"¿Cómo es que...?"
"Aún investigamos la conexión entre ellas, pero parece que la señorita Reed era muy cercana a ella antes de su matrimonio. Y... respecto a la noche anterior, con el incidente con la señorita Mina. Parece que los videos de seguridad fueron modificados para insertar la imagen de la señorita Reed. Alguien lo hizo a propósito para hacernos creer que ella fue..."
"Investiga a Lee," Arturo apretó el teléfono con furia.
"¡¿Señor?!"
"Hazlo sin que se de cuenta."
Adrián suspiró con angustia. Lee y el señor Sanders eran buenos amigos desde la infancia, además del señor Bruno y Javier. No podía creer que Lee pudiera hacer algo para engañarlo.
"Bien, lo haré, señor."
Arturo colgó el teléfono y miró con confusión y culpa la cama de Lena. Ahora no sabía qué pensar.
Unas horas después, los párpados de Lena comenzaron a moverse para despertar. Había estado soñando con su madre todo ese tiempo, o eso creía, apenas podía recordar trozos de ese sueño, pero tenía la sensación de que su madre estaba ahí diciéndole algo importante. Cuánto la extrañaba.
"Mamá..." susurró Lena con tristeza. Desde que la vió por última vez, con los ojos cerrados, sin respirar, entendió que no había valido la pena aferrarse a ese hombre cruel.
Desde entonces sus emociones estaban al borde del colapso, apenas tenía energía para salir de casa para ir a trabajar o para hacer algo, incluso comer o ducharse. Había días que dormía y no salía de cama hasta el siguiente día. Al fin y al cabo, no había nadie cerca de ella que la esperara. Su padre la despreciaba, su madre ya no estaba, su abuelo solo la había utilizado como moneda de cambio y Arturo la odiaba más que nadie. Además sus amigos ya habían hecho suficiente por ella, y tenían sus propias vidas, no quería preocuparlos.
Abrió los ojos lentamente y observó el techo de color blanco, estaba iluminado por la luz blanca de la lámpara mientras se escuchaban los pitidos de monitores a su lado. "¿Qué es lo que pasó? ¿Dónde...?"
Giró la cabeza y observó a un hombre sentado cerca de ella. También la observaba con sus ojos azules profundos y su expresión casi tan helada como el hielo, entonces recordó todo. Ese hombre fue quién le había hecho tanto daño, no solo la caída, pero la humillación.
"Váyase de aquí," le dijo Lena con un susurro, su garganta estaba seca y apenas tenía energía para pensar. "No quiero verlo... váyase... no se acerque a mí, váyase."
"Tenemos que hablar."
"No hablaré con usted," dijo Lena tratando de calmarse. "Lo demandaré por secuestro y por provocarme esto."
Arturo frunció el ceño y apretó los puños. "¿Quién te provocó esas heridas?"
"Fue usted, usted me empujó," dijo Lena sintiendo furia subir por su cuerpo, "¿O va a mentir, o va a decir que fui yo? ¿Me va a hechar la culpa también? ¡Váyase! ¡No lo quiero ver!"
No hablaba de la herida en la frente pero del resto. "¡Cálmate!"
Arturo caminó hacia ella y la hizo recostarse, presionándola con un poco de fuerza en los hombros.
"¿Qué es lo que quiere de mí, señor Sanders? ¿Que me disculpe? ¡No lo haré!"
Arturo se sentó en la cama junto a ella y suspiró. "Perdona, no fue mi intención... lastimarte, eso fue un accidente."
"Solo váyase," respondió Lena con calma y quitándole las manos de sus hombros, ya estaba harta. No quería una disculpa de ese hombre, no serviría de nada. Solo no quería verlo más.
Por otra parte, Arturo cerraba los ojos. No sabía qué hacer con ella, con lo que sentía por ella. No la entendía, no sabía quién era esa mujer, pero no estaba preparado para dejarla ir sin saber.
Arturo la miró pero ella volteó su rostro para ver otro lugar, después cerró los ojos. Se notaba su rechazo.
No tuvo opción, apretó los puños y salió.
Lena suspiró con alivio y esperó un momento hasta que una enfermera y doctores entraron. Arturo los había llamado.
Después de unas cuantas revisiones, medicamentos para el dolor, Jason, primo de Arturo y el doctor a cargo, dejó que Lena descansara, pero no la dió de alta, por órdenes de Arturo tenía que dejarla otro día más hasta descubrir lo que había pasado con ella. ¿De dónde había sacado tantas heridas?
Lena suspiró sentada en la cama, ya le había llamado a Oscar para que no se preocupara por ella.
Después de unos minutos, su teléfono resonó. Era el tono de su jefe, Darío.
"Lena, ¿qué ha pasado? Óscar me contó sobre tu accidente..."
"No es nada, solo una contusión..."
"¿Cómo ocurrió? ¿Qué es lo que pasó? ¿Cómo te sientes?"
"Fue un accidente," dijo Lena con una sonrisa. Dario era amgio de la infancia de su mamá, y siempre la trataba como su propia hija. "Nada grave, me quedaré otro día en el hospital para descansar."
Dario suspiró. "Iré a verte, no te preocupes. Todo estará bien."
Lena volvió a sonreír. Dario era muy amable con ella, pero sabía que la esposa de Darío y su hija no la querían. No quería darle más problemas.
"No es necesario, solo dormiré un poco. Mañana nos vemos..."
Del otro lado había se escuchaban los autos y la calle.
"Pero iré a visitarte, es..."
"No es necesario, solo quiero descansar un poco. Mejor nos vemos mañana. No te preocupes."
Lena colgó el teléfono y se quedó mirándolo por varios segundos. Aún tenía mucho trabajo pendiente y varias misiones que completar. No podía quedarse en la cama sin hacer nada, aunque eso es lo que más quería en ese momento. Pero si lo hacía, Darío se preocuparía como siempre, y esa mujer... esa mujer se aprovecharía de su ausencia para hacer de las suyas. No podía dejar que eso pasara.
Se sentó en la cama y comenzó a abrir los documentos que había recibido para ese día. Uno ya estaba casi completado, el otro apenas estaba por empezar. Respiró profundo y empezó a escribir, aunque era un poco difícil en su teléfono.
"No deberías estar escribiendo así," Arturo llegó con una bolsa con comida.
"¿Qué hace aquí? ¡Váyase!"
Arturo respiró profundo, no quería enojarse con ella. Sabía que debía disculparse por inculparla y por el golpe pero ella no lo estaba haciendo fácil.
"Traje ensalada y algo de pollo," dijo con calma mientras habría la bolsa y ponía la comida en la mesita. "Debes comer algo antes de que hablemos."
"No tengo nada de qué hablar con usted, nos divorciaremos y lo demandaré por agresión."
Arturo la miró y se sentó frente a ella. "El video que te mostré hace dos días era de Mina, había sido drogada. Alguien quiso hacer que pensara que fuiste tú. Si entrego esa evidencia a la policía, te acusarán."
Lena abrió los ojos con sorpresa. "Yo no hice eso, ya se lo he dicho. Yo estaba en la casa."
"No hay testigos, y parece que las cámaras de la mansión de ese día estaban descompuestas," Arturo esperó un momento después de decir esto. Habían revisado las cámaras de seguridad, alguien las había desabilitado desde hace varios días sin dejar rastro.
Lena se sorprendió al oír esto. "Yo... yo no fui, yo..."
"Alguien manipuló todo, el video era falso..." Arturo la miró a los ojos. "Perdóname."
Lena lo miró sin saber qué decir, Arturo jamás se disculpaba, y ahora ya iban dos veces que le ofrecía perdón. "No hay nada de qué disculparse, usted también fue engañado. Solo quiero divorciarme de usted lo más pronto posible."
"No creo que sea buena idea," dijo Arturo recorriendo la mesita cerca de Lena. "Al menos no por ahora. Alguien hizo esto para hacerte daño. Es mejor que encontremos a esa persona antes de..."
"No es necesario," respondió Lena, "si esa persona está detrás de mí y envió ese video a usted antes que a la policía, entonces debe querer separarme de usted. Creo que es mejor que nos divorciemos pronto."
Los ojos de Lena estaban decididos, ya no había cariño amor en esa mirada, solo un vacío profundo y frío.
Arturo no sabía por qué le molestaba tanto verla así.
"No."
"¿Qué?" respondió Lena con sequedad.
"No me divorciaré de tí, no ahora," Arturo desvió la mirada, no soportaba ver esos ojos verdes llenos de desprecio. "No es buen momento."
"¿Quiere ponerme en peligro? Ya le dije que hay alguien tras de mí, y de usted. Alguien que sepa de nuestro matrimonio y quiere que nos divorciemos."
"Tú eres la que quieres divorciarte..."
"Usted es quien me pidió el divorcio desde hace un años. Los papeles ya estaban preparados."
"No," Arturo se levantó de la cama y miró hacia la ventana. "No ahora. Cuando termine la investigación, continuaremos el proceso. Mientras tanto..."
Lena apretó los puños. Estaba cansada de seguir siempre las indicaciones de ese hombre. Todo debía ser cómo él quería.
"Mientras tanto vivirás conmigo en el penthouse."
Lena lo miró por el reflejo de la ventana. El penthouse era su residencia privada, y ella no tenía permitido poner un pie ahí. De hecho, nadie tenía permitido entrar a menos que fuera una emergencia. Aunque había rumores de que Mina Walsh tenía llaves y se le había visto salir de ahí de vez en cuando.
"No lo haré," dijo Lena sin titubear, en otro momento, tal vez, habría estado contenta de saber que él le abría las puertas de su mundo, pero ahora no sentía nada más que incomodidad. "Prefiero quedarme en mi apartamento."
"No estás segura ahí."
"Estoy menos segura estando con usted."
Arturo se volteó. "¿Qué no entiendes? Quién haya provocado todo esto tiene a su disposición información privilegiada, y recursos. No teme meterse en problemas conmigo tampoco."
Lena solo sonrió con sarcasmo. "Usted es quién me causa problemas a mí. Si nos divorciamos, entonces todo esto acaba."
"Eso no es seguro, solo son suposiciones. ¿Qué pasa si estás en peligro? ¿Y si el objetivo eres tú?"
"Eso ya no sería de su incumbencia, señor Sanders. Ya no estaríamos casados para entonces."
Los dos se miraron fijamente, pero, al final, Arturo fue quién desvió la mirada primero. "No tienes opción, no entregaré los papeles del divorcio y vendrás a vivir conmigo."
"Ya le dije que no lo haré."
"Y yo te acabo de decir que no tienes opción, o entregaré la evidencia a la policía y estarás en una celda," no quería amenazarla pero no había otra forma para hacerla enteder. Era por su propio bien, no quería que la lastimarán, por qué era tan difícil de entender. "También te asignaré un par de guardaespaldas."
"Está yendo demasiado lejos, señor Sanders," Lena apretó los puños. "No tiene que hacer esto, yo estaré bien por mi cuenta. Además, es más factible que estén haciendo esto para causarle problemas a usted, y no a mí. Así que me pone en peligro."
"Estarás más protegida a mi lado, mientras no hagas estupideces y te quedes donde puedas estar vigilada."
"Tengo trabajo que hacer, señor Sanders, y no quiero estar con usted, o donde usted esté. No me parece conveniente siendo que nos vamos a divorciar pronto. Si quiere mande a los guardaespaldas a mi apartamento, pero no viviré con usted."
Arturo se quedó sin poder refutarle. No había conocido a nadie que le hablara de esa forma, y ella jamás era así, siempre estaba callada y era obediente.
"Vendré a verte mañana, mis guardias te llevarán a mi apartamento."
"¡Ya le dije que no!"
Arturo salió sin mirar atrás, mientras la cara de Lena solo se sumergía en disgusto. No podía creer que ese hombre tratara de controlar su vida a ese grado. Pero no lo dejaría pasar, después de todo, lo único que podían hacer era investigar quién había sido el culpable de todo ese fiasco y capturarlo.
Respiró profundo y marcó un número, esperó varios tonos hasta que por fin alguien contestó, sin hacer ruido.
"..."
"¿Agustina?" dijo Lena despacio. "Yo... yo necesito de tu ayuda."
"Ja... ¡claro! Ahora si quieres mi ayuda. Esta es un milagro, la gran Lena Reed necesita mi ayuda."
"Por favor Agustina, yo..."
"¡Tú!" del otro lado se escuchaba un grupo de personas. "¡Fuera todos!"
Lena esperó un momento, sabía que Agustina no la olvidaría pero tendría que soportar su regaño.
"Ahora dime, ¿qué es lo que quiere Lena?"
"Yo..." Lena cerró los ojos, "Necesito de tu ayuda. Tengo un problema..."
"¿Y no lo puede resolver la sabelotodo y poderosa Lena Reeds?"
"Por favor, Agus..."
Después de unos segundos, "Bien, dime..."
Lena le contó todo lo que había pasado y su situación con Arturo.
"Ja... jajajajaja... lo sabía, ese malnacido no era más que una basura. Te dije que no te casaras con ese hombre. Te dije que no valía la pena, pero no me hiciste caso. Ahora tendré que ir y recoger los pedacitos que me dejó. Te volveré a hacer la mujer que eras antes. ¿Dónde estás? Iré por tí..."
Agustina le había dicho desde el inicio que no hiciera el trato con el abuelo, que ella podía financiar la cirugía de su madre, pero Lena no podía imponer una carga en ella cuando sabía que Augstina apenas podía resolver el dilema de su familia. Sintió mucho decepcionarla.
"Lena, dime, ya estoy bajando al estacionamiento."
"Estoy en el hospital, te mandaré la dirección."
No muchos minutos después, Lena se vistió. No quería esperar el alta del hospital porque sabía que Arturo no la dejaría irse. Pero no esperaba que ya hubiera enviado los guardaespaldas que custodiaban su habitación.
"Señorita Reed, ¿necesita algo?" uno de los guardaespaldas dijo después de que Lena abriera la puerta.
"No es nada, ella tiene que venir conmigo," una mujer con bata, lentes y cabello corto sonrió. "Tengo que sacarle una resonancia magnética."
"Iremos con usted," dijo el guardaespaldas.
"Bien, pero no entren a la sala, tiene que cambiarse para ponerse la bata."
Lena siguió a su querida amiga Agus por varios pasillos, era como si supiera exáctamente a dónde ir, mientras que los guardaespaldas no tenían idea y cada vez sospechaban más. Al final se metió en un cuarto, después Agus cerró la puerta y la llevó hasta otra puerta.
"Pensé que eran más listos," dijo Augs después de quitarse la bata. "Con ese tipo de seguridad..."
No pudo decir mucho cuando los guardaespaldas las encontraron con las cámaras de seguridad.
"Bueno, eso es bueno, alguien más les brinda la inteligencia."
Agus jaló a Lena al ascensor y llegaron rápido a su auto. Se subieron a su camioneta antes de que los guardaespaldas las siguieran.
"Deberías llamarle al idiota de tu ex-esposo."
"Todavía no estamos divorciados."
"Ahora, después... ya firmaste los papeles, ya ni le quieres ver la cara y no han vivido juntos en más de un año, así que... para mí es tu ex-esposo idiota."
Lena sonrió y se reclinó en el asiento. "No pensé que llegaras tan rápido."
"Si, bueno, tuve que evadir a mi asistente o habría llegado antes."
"Que bueno verte de nuevo, Agus..." Lena miró a su amiga. Ahora llevaba el cabello corto y pintado de blanco, y usaba lentes cuadrados y un traje sastre de mujer de negocios exitosa. Ya no era la misma de hace dos años, la joven emprendedora que apenas tenía para comer un plato de ramen instantáneo.
Agus asintió y sonrió. "Sí, que suerte tienes de que conserve mi número anterior y no te haya bloqueado."
Lena sabía que no lo decía en serio.
"Ahora que ya eres libre, tendremos que buscar al responsable de esos videos. Cuando lo tengamos, ya verás lo que les haré. Por cierto, Tamara está de regreso. ¿Lo sabías?"
Lena abrió los ojos con sorpresa. No sabía que Tammy había regresado, no le había dicho nada. "N-no... ¿cuando regresó? ¿Por qué?"
"Ah... eso... no lo sé, pero no creo que sea nada malo," Agus tomó una curva y llegó a un edificio rápido, las rejas se cerraron tras de ella. "Le diré que se ponga en contacto contigo."
Lena se quedó pensativa, ni siqueira se dió cuenta de que Agus ya no conducía el coche pero se manejaba solo en el estacionamiento subterráneo del edificio.
"Lena," dijo Agus mirando a su amiga que seguía con el ceño fruncido. "¿Nos vamos?"
Lena la miró distraída y salió. El auto había bajado tres niveles y se había detenido frente a las puertas del ascensor. Cuando bajaron, el auto arrancó de nuevo y se estacionó por sí solo.
No había nada de extraño en eso, la empresa de Agus se enfocaba en inteligencia artificial y aprendizaje automático.
"Bien, entonces te quedarás conmigo hasta que encontremos al idiota que trató de hacerte daño."
Lena asintió y se dejó caer en el sofá. Entonces miró su teléfono, lo había silenciado. Desde que escapó no dejaba de sonar con las llamadas y mensajes de Arturo.
En sus dos años de matrimonio, jamás le había hablado tantas veces, y jamás le había enviado tantos mensajes. Era casi ridículo pensar que ahora que los papeles del divorcia se había firmado, él tratara de acercarse a ella y protegerla.
"Deberías contestarle y mandarlo al carajo," dijo Agus trayendo algo de comida. Sabía que su dulce Lena no habría comido lo que ese hombre le había dado en el hospital.
Lena suspiró y contestó el teléfono. Muy pronto la voz de Arturo estalló.
"¿Dónde estás?"
"Estoy con mi amiga, creo que es mejor opción a quedarme con usted, señor Sanders," dijo Lena con frialdad. "No sabemos si mi teoría es correcta o no, pero es mejor no dejar la posibilidad abierta."
"Iré por tí, te quedarás conmigo, ya te dije que..."
"No le estoy preguntando, señor Sanders. Si no tiene otra cosa que discutir, entonces no me moleste."
Lena colgó y silenció el teléfono de nuevo. No le contestaría a ese hombre.
Agus la miró y sonrió. "Por fin veo tus agallas, ahora querida, ¿por dónde comenzamos?"
***
Por otra parte...
Arturo estaba furioso, sus guardaespaldas eran unos inútiles, aún con la ayuda de Rain, no pudieron seguirle la huella a esa mujer.
"¿Quién la ayudó a escapar?"
Los guardaespaldas estaban arrodillados frente a él. Jamás pensaron que un par de mujeres indefensas y sin entrenamiento podrían escapárseles tan fácil.
Del otro lado de la habitación estaba un hombre con una camisa cómoda y jeans. Tenía ojeras y estaba por dormirse si no fuera porque Arturo estaba emitiendo rayos peligrosos.
"Fue Agustina Hill," dijo el hombre cerrando un poco los ojos. Había trabajado toda la noche anterior buscando información de la esposa de su jefe. Nunca pensó que sería tan difícil, y ahora que no tenía la ayuda de Lee, bueno, se hacía todavía más difícil.
Arturo apretó los puños. "¿A dónde se fueron?"
"A su torre estrella, donde tiene sus laboratorios principales. Es un lugar con mucha seguridad, y casi impenetrable. Cualquier movimiento extraño o sospechoso es detectado por su sistema de seguridad que está conectado a inteligencia artificial avanzada. Creo que es mejor que ella esté ahí..."
Arturo miró al hombre y frunció el ceño, después se dejó caer en el respaldo del asiento. Solo quería que ella estuviera segura.
"Rain... ¿dónde está Lee?"
Rain suspiró. "No lo sé, se fue a esconderse. Pero no entiendo por qué hizo esto. No tiene sentido."
Habían descubierto que Lee había falsificado el video, pero la persona que drogó a Mina era otra. En los videos de seguridad no se identifica al atacante y los meseros no lo reconocen. Sin embargo, la droga que se identificó no era común y corriente, era una que no se encontraba en ese país.
"Busca a Lee, investiga dónde está y haz que me dé una explicación de todo esto."
Rain apretó los labios. "No será tan fácil, pero si le comentas esto a Agustina Hill, con su tecnología podremos encontrar a..."
"No, Lena no puede saber esto."
Rain casi pone los ojos en blanco. "¿Por qué no? ¿Cuál es el problema con que ella lo sepa? ¿No querías divorciarte de ella?"
Arturo no contestó. No estaba seguro de nada en ese momento. Solo quería llegar al fondo del asunto y aclarar sus pensamientos.
"Solo haz lo que te pido, usa todos los recursos que necesites," Arturo ordenó. "¿Has encontrado algo más de Lena?"
Rain miró a Adrián y los dos asintieron. "Parece que Lena no es la idiota sin educación que conociste."
Arturo frunció el ceño con desagrado al escucharlo hablar de esa forma de ella. Él jamás la consideró una idiota, aunque apenas tuviera un grado de preparatoria, ella era una mujer astuta y educada.
"Ella fue aceptada en una escuela privada llamada Instituto Taleo, pero sus estudios o especialidad es un misterio, tampoco se sabe mucho de esa escuela pero se dice que es para gente dotada. Parece que Agustina Hill también fue a esa escuela, al igual que Tamara Jacobs. Pero..." Adrián se detuvo y suspiró. "No solo ellas fueron a ese Instituto, parece que la señorita Carolina Owen también fue... es posible que se conocieran ahí..."
El nombre de Carolina Owen dejó a Arturo helado. Recordaba bien a esa mujer, y lo que había hecho. Le había causado tanto dolor y sufrimiento a su familia y en especial a él.
"La mujer en el video junto a Lena."
"N-no estamos seguros señor, pero es posible que sea alguna de las mujeres que fueron con la señorita Reed al colegio. Todas tienen la misma complexión y altura, aunque debido a la capucha que llevaban y a la máscara que les cubría el rostro más los lentes, no podemos identificarlas."
Arturo sentía un dolor de cabeza, "búsquen a Carolina y contacta a David Owen, quiero hablar con él de inmediato. Si esa mujer ha estado en contacto con Lena... no la perdonaré."
***
Por otra parte, en la mansión de los Walsh, la familia estaba teniendo una cena con una atmósfera complicada.
"Señorita Owen," dijo el señor Walsh mostrando una sonrisa complaciente. "Nos aseguró que Mina sería la próxima esposa de Arturo, pero... ¿qué es lo que pasó?"
La mujer en el asiento de honor de la mesa y bebiendo de una copa de vino rojo sonrió. "Todo irá bien, antes de que sea su esposa, debe estar divorciado, ¿no?"
Los tres de la familia Walsh se miiraron entre ellos. La noticia de que Arturo estaba casado los había tomado por sorpresa, en especial a Mina.
"¿Q-Quién es esa mujer?" preguntó Mina con un temblor lleno de rabia. Siempre pensó que Arturo sería de ella al final, que sería la única que podría ocupar el lugar de su esposa. Por tantos años, él estuvo al pendiente de ella, la llevaba a eventos como su acompañante, le regalaba joyas, y hablaba con sus padres como si fueran futuros parientes. No esperaba esta traición. Él era de ella, de nadie más.
Carolina miró a la mujer despechada y sonrió. Eso era lo que necesitaba precisamente. El juicio de una mujer despechada se nubla con celos y ansias de venganza, además Mina no era como las demás mujeres, era una maníatica. Su pensamiento corría en un solo sentido y era difícil hacerla cambiar de parecer cuando se acostumbraba a una idea. Y sabiéndo encaminar ese carácter, se puede crear una obsesión demencial.
"Ella se llama Lena Reeds, la familia Reeds forzó a los Sanders para aprobar el matrimonio. Arturo no tuvo opción y se tuvo que casar, y Lena es una mujer codiciosa, por dos años ha tenido a la fuerza la atención de Arturo, pero él no ha podido dar una razón que su abuelo apruebe para divorciarse. Es por eso que necesitaba que algo así pasara."
"Dices que la droga y todo ese show..."
"Fue creado para que ellos se divorciaran y te pusieran a tí en la mira como la única persona en el corazón de Arturo. Si logra culparla, él naturalmente se haría responsable de tí."
Mina sonrió con los ojos brillando de expectativa. Si lo que decía esa mujer misteriosa era cierto, pronto sería la futura señora Sanders.
Por otra parte, la señora Walsh miró a Carolina con poca confianza, no entendía por qué esa mujer los ayudaba. No parecía que fuera solo por dinero.
"¿Cómo estás tan segura de que funcionará? Arturo no es ningún tonto y tiene recursos para descubrir cualquier farsa."
Carolina asintió, "si, los tiene, pero si no funciona lo intentaremos de nuevo, y si no sigue funcionando, entonces lo dejaremos viudo y triste. Entonces Mina podrá llegar como su ángel guardián a consolarlo."
Mina asintió sin sorprenderse como sus padres del acto terrible que Carolina estaba por anunciar. Ella solo quería a Arturo de cualquier forma. Había crecido con esa idea y haría todo para que se hiciera realidad.
***
"Está de regreso," dijo un joven de cabello rojizo y traje gris. Era David Owen, hermano menor de Carolina. "Mis padres recibieron la noticia hace unos días y la estuvieron buscando. Yo también, pero... sabes que ella..."
Arturo apretó la copa de whisky en su mano. "¿La policía sabe de esto?"
David asintió, "el detective Grey fue quien nos avisó, y la ha estado buscando pero parece que ella se ha escondido bien.