El ruido de una conversación la trajo de vuelta desde el abismo oscuro. Alia no sabía qué tiempo había permanecido inconsciente, pero ya había oscurecido del todo. Lo otro que advirtió, además del miedo que estaba tratando de ignorar, fue que sus manos estaban amarradas firmemente a su espalda y así mismo sus piernas estaban atadas a la altura de sus rodillas. Se encontraba acostada sobre su hombro izquierdo cerca de un crepitante fuego que acariciaba su piel con ondas de calor.
Tras algunos intentos infructuosos de aflojar la cuerda alrededor de sus muñecas; entrecerrando suavemente sus ojos, mientras procuraba mantener su respiración acompasada, Alia trató de estudiar su alrededor.
Había dos figuras sentadas alrededor de la fogata y una de ellas era de grandes proporciones. Ante el hallazgo, olvidando toda prudencia, Alia lo miró con puro rencor. Sus ojos estaban a punto de perforar la capa del extraño, pues aquel había sido sin dudas el bruto que la había apresado y casi estrangulado; no obstante, cuando sintió un divertido resoplo, su mirada viajó hasta el otro individuo.
- Veo que te has ganado un enemigo, Atlas.
Inmediatamente el que era enorme se volteó y la miró. Llevaba la capucha retirada y la joven se dijo por un momento que su asaltante no podía ser un trol. No con aquellos rasgos tan bien proporcionados y hermosos. Preguntándose aún qué era aquel ser, Alia notó que el otro se incorporaba y avanzaba hacia ella hasta llegar muy cerca.
Era muy alto, pero con todo y eso no debía alcanzar ni los hombros de su compañero. Por otra parte, los rasgos de este quedaban ocultos bajo la capucha y al verlo casi encima de ella, por puro instinto Alia trató de retroceder fallando patéticamente. En una mano el extraño llevaba una esfera que emitía la bella luz verdosa que la había cegado antes. Sin embargo, esta vez él la mantuvo a una distancia prudente como para no herir sus ojos.
- Saludos niña de primavera con colores de otoño, espero que esté cómoda en su lecho.
Su tono era una constante burla y a Alia le ardió la piel en respuesta. Ella no pudo resistirse a hablar.
- Si quieren mis tres deseos, ya los he dado. Por qué si no iba a estar descuidada durante las horas no seguras para mi gente.
Una risa divertida y refinada le llegó desde el interior de la capucha. Al escucharla Alia sintió que podía rugir en respuesta hacia su captor y hasta escupir en su rostro, pero se calmó a duras penas. El extraño al parecer no se dio cuenta del furor de la chica porque simplemente continuó riendo.
- Empiezo a creer lo que dicen que eres, niña, has mentido descaradamente. Un hada común no podría ¿Has visto eso Atlas?
El otro captor vaciló antes de contestar, mirando desde la acorralada hada de primavera hasta su compañero.
- Déjala tranquila Iaago, parece como si quisiera morderte.
- Oh sí… eso parece ¿no? El furor abrillanta más esos ojos. ¿Has visto cosa igual?
Alia se sorprendió al sentir real admiración en el tono del extraño llamado Iaago. De pronto un escalofrío la recorrió y sin saber por qué se dio cuenta de que prefería que continuara con la burla. El otro se había volteado lanzando un juramento, pero el tal Iaago pareció notar algo extraño en ella porque le habló con voz muy seria entonces:
- No te haremos daño, niña. - También había sonado un tanto desdeñoso.
- Al menos no más del que ya me han hecho. - Tuvo que soltar Alia antes de que se pudiera contener.
- Oh bueno, conque podemos ser cáusticos. A propósito, no creo que seas tan blanda.
- Como me suelte de aquí verá que tan blanda puedo ser.
Por toda respuesta, pese a su tono amenazador, Alia sintió que su interlocutor reía de buena gana por lo que con un bufido le volteó el rostro como pudo. El resultado fue una risa más estridente hasta que finalmente el otro intervino con tono cansado.
- Iaago…
- Oh por favor, es tan divertida… Bien, bien. Iré a descansar. Te dejo la primera guardia, amigo. Lo cierto es que la pelea con aquel Grifo me dejó realmente extenuado.- Dijo como si nada y bostezó.
Los ojos de Alia se abrieron a toda capacidad; un grifo era una de las bestias más poderosas en la dimensión mágica. En su reino, sólo Syd había conseguido salir victorioso tras enfrentar a uno de aquellos y la empresa le había costado. Alia volteó la cara totalmente intrigada para encontrarse al desconocido llamado Iaago acostado muy cerca de ella. Ante esta sorpresa ella casi dejó escapar un grito y al cabo, dado que no lo había sentido para nada, concluyó que el encantamiento de la no percepción debía haber sido obra suya. Ahora sintió con fuerza el olor a madera recién cortada, venía de aquel individuo cercano a ella. Por otro lado, el fuerte olor a alcohol provenía del gigante trol que no parecía un trol del todo. Alia se mordió el labio inferior sintiéndose completamente acorralada. ¿Qué podía hacer para escapar de aquellos extraños? Mientras suspiraba sintiéndose desvalida y angustiada, resolvió arrastrase lejos del desconocido. No obstante, no acababa de moverse ni cinco pulgadas cuando escuchó enseguida la voz de Iaago.
- No querrás alejarte mucho en esa dirección, niña. Verás, nuestro amigo el grifo está atado por allá.
Alia casi dio un salto, no sabía por qué razón, pero no dudaba de sus palabras. Las hadas no podían mentir después de todo, aunque muchas se las arreglaban para torcer la verdad de algún modo astuto casi siempre. En este caso la expresión: por allá, era realmente muy amplia, Sin embargo, tratándose de un grifo ella no quiso andarse con astucias. Alia se quedó muy quieta e incluso se acercó un poquito más al encapuchado llamado Iaago, tratando siempre de mantener una distancia adecuada. Esto pareció no escapársele al otro porque su sutil risa le llegó suavemente a través de la capa y del breve espacio que los separaba. Otra ola de furor la abatió. Mas, transcurridos algunos tranquilos minutos, finalmente Alia se rindió al sueño justo después de sentir la respiración del extraño acompasarse durante algún tiempo.