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Mundo Shinobi - La falsa paz - 91

-¿Qué estás haciendo?- pregunto el guardia, un shinobi de la prisión de Konoha.

Kain, quien llevaba ya su segundo día en la celda, estaba sentado en una litera de madera apegada a la pared, dentro de la celda. La luz del día entraba por una ventana con barrotes que iluminaba en el ángulo perfecto sobre el pergamino. Kain sostenía el pergamino con la mano derecha, mientras que se sujetaba el mentón con la mano izquierda. Levanto su rostro para darle una breve mirada al carcelero, un tipo promedio con la chaqueta verde pasto, sin mangas, de Konoha. Después agacho la mirada sin nunca contestar y siguió leyendo el pergamino.

El carcelero frunció el ceño y le grito -¿Tus mayores nunca te enseñaron a contestar cuando un adulto te pregunta algo?-

-Sí- dijo Kain en total calma, sin nunca apartar los ojos del papel y de su contenido -pero tu pregunta está mal hecha. Primero, creo que es obvio que estoy leyendo. Segundo, no te puedo decir a menos que te quieras unir a mí en esta celda. Puedes venir cuando quieras, pero habrá consecuencias. Por último, deja de gritar, solo estoy de paso y no pienso quedarme. No soy un traidor ni un criminal-

El carcelero se enfureció, se acercó y se afirmó de los barrotes para gritarle -¡Tu…!-

La puerta que daba acceso al corredor, donde estaba la celda de Kain y otras muchas más, rechino. El guardia se contuvo de gritar y fue a mirar quien era. Para su sorpresa vio a una mujer con una larga capucha negra empujando la puerta. El carcelero se cuadro como un militar, con la espalda recta como una lanza y el canto de la mano derecha sobre su frente.

-Buenas tardes, señora- grito el carcelero a todo pulmón.

Mari Hatake, la cual iba sin su mascara de búho, lo miró con cierta frialdad y asintió -descansa- dijo

El carcelero puso ambas manos detrás de su espalda y abrió sus piernas a la altura de los hombros, en una postura firme.

-¿Fuiste ya por la comida de Kain?- pregunto Mari

-Señora- dijo el carcelero -faltan treinta minutos para que esté lista la comida para los prisioneros-

-La comida de Kain es diferente a la del resto. Creo haberte dicho que las circunstancias de Kain son diferentes ¿o no?-

-Sí, señora-

-Por favor, ve- dijo Mari -yo vigilaré a Kain mientras tanto-

-No podría pedirle a usted que haga tal cosa-

Mari frunció el ceño y dijo en tono firme -es una orden. Vuelve solo cuando hayas obtenido la comida-

El carcelero inflo su pecho y soltó un -¡sí, señora!- y salió de inmediato. Sin embargo, notó a los dos niños que iban a la cola de Mari Hatake. Chasqueo la lengua, pensando en que se estaban tomando la prisión de Konoha a la ligera. Primero mandan a un niño, que es inocente (un poco arrogante, pero inocente) y ahora traían más niños. Este es un lugar serio, pensó el carcelero.

Mari Hatake vio irse al carcelero y entrar a Akane y Sakumo. Ambos niños miraban medio asustados al carcelero. Entonces miraron a Mari y ella les hizo el ademan para que cerraran la puerta del pasillo. Sakumo se movió y la cerró de un portazo. Akane lo quedo mirando feo y le murmuro que podía haberlo hecho con más cuidado. Sakumo le puso poca atención y solo camino por delante, pensando en reencontrarse con su amigo. Por otro lado, Mari negó con una sonrisa en los labios y se preguntó ¿Qué ve Akane en un muchacho tan despistado como Sakumo?

-Oh- dijo Sakumo en un tono grandilocuente. Llego a la celda de Kain, apoyo ambas manos en los barrotes y continuo con una sonrisa burlona -llegaste al lugar que perteneces. Siempre pensé que algún día terminarías aquí, pero nunca esperé que fuera tan pronto-

Kain hizo una gran sonrisa, empezó a enrollar el pergamino hasta formar un cono y saco otro pergamino de la manga de su kimono -ya lo quisieras- dijo y guardo el pergamino dentro de un sello del otro pergamino, para después meterlo dentro de su manga y guardarlo dentro de otro sello. Kain era muy cuidadoso con esta información. Durante los pasados dos días había estado leyendo mucho y ahora entendía más o menos la estructura de toda esta conspiración. Estaba molesto, inspirado y decepcionado, todo junto y al mismo tiempo. Hay personas sin corazón.

Kain se acercó a los barrotes y miró a su amigo, Sakumo -¿Trajiste algo bueno para comer?- pregunto

-Claro- dijo Sakumo con una sonrisa, entonces metió su mano en la mochililla que llevaba en la espalda, a la altura de la cintura y saco una pequeña bolsa de papel, no más grande que sus dos manos juntas. Se la tendió a Kain, él la tomo y reviso el contenido. Su amigo lo conocía bien, eran cuatro enormes dangos. Sin embargo, antes de que pudiera escarbar en la bolsa, alguien más estiro su mano y se la quito.

-¡Oye!- dijo Kain con el ceño fruncido -eso es mío- y vio que la inquisidora había sido Akane.

-Primero tu comida- dijo Akane con el ceño fruncido

-¿Eres mi Okaa-sama?-

-No, pero lo que no es bueno, no es bueno- respondió Akane cruzándose los brazos -así que primero tu comida-

Kain vio a Mari Hatake acercarse y ponerse detrás de los niños -¿Para que la trajiste?- preguntó -ya tengo suficiente con toda esta tortura-

Mari negó con una pequeña sonrisa en sus labios y dijo -ellos querían verte, Kain-

Por su parte, Sakumo también frunció el ceño al ver lo que había hecho Akane y le quito la bolsa de las manos y se la dio a Kain.

-Sakumo, debe comer primero- dijo Akane en un tono mandón

-Deja de molestar, Akane, esto es una prisión. Debe ser súper incomodo-

-Sí, pero…-

-Has la vista gorda-

-Hombre- dijo Kain mientras masticaba un dango. Hizo una sonrisa pícara y continuo -todavía no se casan y ya están peleando-

Sakumo y Akane agacharon la mirada y se sonrojaron.

-Suficiente Kain, deja de molestarlos- dijo Mari Hatake. Miró por el pasillo y vio la silla en la que se debe sentar el carcelero. Le dio una palmada en el hombro a Sakumo para sacarlo de su estado de mocoso enamorado y le señalo la silla para que se la trajera. Sakumo frunció el ceño, pero de todos modos fue y trajo la silla para su madre.

Mari se sentó frente a los barrotes con las piernas cruzadas y miró a Kain con ojos serios -¿Cómo te han tratado?- pregunto

-Bien, tía. Salvo por ese tipo mandón que todo el tiempo quiere saber que hago. Todo está bien-

Mari soltó un suspiro y negó con la cabeza. Estaba en una prisión, pensó, no en unas aguas termales ¿Qué esperaba? Se supone que ni siquiera debería poder leer, pero aquí estaba este pequeño alborotador. Leyendo como si estuviera haciendo algo para matar el tiempo.

-¿Cuándo va a venir Hokage-sama?- pregunto Kain mientras se llevaba otro dango a la boca

-Tobirama-sama vendrá esta tarde- dijo Mari -trata de ser respetuoso ¿Ok?-

-Claro, como si estuviera hablando con mi tío- dijo Kain, con una sonrisa burlesca.

Mari soltó un suspiro y se preguntó qué es lo que se proponía Kain. Ya era bastante raro que lo tomaran prisionero y se negara a hablar con alguien, a menos que fuera el hokage. Ayer se supone que ella haría el interrogatorio sobre todo lo que había ocurrido en la prisión del Bosque de la Muerte. En la mañana había pasado a decirle a Kain que lo interrogaría, lo cual acepto de buen agrado. Sin embargo, cuando volvió por la tarde, algo había cambiado en su mirada y se negó a decir cualquier cosa ¿Quizá que cosa descubrió en esos papeles que lee? Se pregunto Mari. Solo estaba teniendo un trato tan excepcional a petición de Hashirama. Sin embargo, por alguna razón, Tobirama había aceptado todas sus demandas. Las incógnitas en la cabeza de Mari solo crecían y crecían.

-Ayer estaba un poco enojado- dijo Kain con una sonrisa, guardo la bolsa de papel con dangos en una manga. Después busco en su otra manga, toco uno de los sellos de almacenaje y saco un pergamino. Después extendió ese pergamino en el suelo y comenzó a mirar el papel. Habían alrededor de veinte pequeños sellos, ninguno más grande que su puño. Kain recordó donde dejo lo que estaba buscando y puso su mano en el quinceavo sello. Del sello emergió un pequeño frasco de greda. Debía medir unos diez centímetros de alto. Kain lo tomo con su mano derecha y después enrollo el pergamino y lo guardo.

-Para usted, tía- dijo Kain tendiéndoselo a Mari. Ella se sorprendió, ya que rara vez alguien le regalaba algo, aparte de Sakumo.

-¿Para mí?- pregunto Mari un poco sorprendida

-Claro ¿Para quién más?-

Mari tomo el frasco y se lo paso a Sakumo para que lo abriera. Sakumo le quito la tapa que era una especie de sello hecho con tela y cera. Al abrir el frasco salió un fuerte y agradable aroma a hierbas medicinales. Sakumo se lo acerco a Mari y ella olió el contenido, quedando casi intoxicada por el exquisito aroma.

-¿Es para las heridas?- pregunto Mari con una pequeña sonrisa -muchas gracias-

-Es para las heridas- dijo Kain levantando su dedo -pero tiene otro uso mejor. Cicatrices-

Mari se quedó congelada por un breve instante y después hizo una sonrisa más amplia -gracias- dijo

-Tía, lo digo en serio, es más que solo un montón de hierbas mescladas para dar un rico aroma. Esto realmente curara su cicatriz. Bueno, no puede reponer el hueso perdido por el corte, pero al menos, su cicatriz ya no se verá como una marca roja que le cruza de lado a lado-

-¡Kain, hijo de puta!- grito Sakumo furioso, estaba a punto de arrojarle el frasco a la cara por darle falsas esperanzas a su madre. Sin embargo, Mari le sujeto la mano. Sakumo la miró enojado y de dijo -okaa-sama, no le creas-

-Está bien, Sakumo- dijo Mari -incluso si no sirve, son las buenas intenciones de Kain ¿Por qué te enojas?-

-Pero, es qué…-

-Está bien, Sakumo- dijo Mari con una pequeña sonrisa y le peino el cabello con su mano en un gesto amoroso. Estaba un tanto feliz de que su hijo se preocupara por sus complejos. Mari puede ser shinobi, pero nunca diría que es indiferente a su gran cicatriz.

-Sakumo estúpido- dijo Kain frunciendo el ceño -solo le estoy dando un regalo a tu okaa-sama, porque es tu okaa-sama. Yo no soy como tu-

Sakumo se encrespo como si fuera un perro enojado y le grito -¿A qué te refieres idiota?-

Kain bufo y dijo en un tono burlesco -A, A, A, Yo, creo que me llamo Sakumo- e hizo una mirada tonta -Naoko-sama, soy Sakumo. Soy tan idiota porque veo a una mujer bonita que mi cerebro no funciona-

Sakumo se puso rojo como tomate y miró a Akane y Mari que lo miraban con rostros llenos de incredulidad. Eso solo lo hizo ponerse más nervioso y gritó a Kain -maldito seas, debí envenenar esos dangos. Maldito, te mataré-. Entonces se aferró a los barrotes y comenzó a tirarlos y empujarlos para botar la reja que los separaba.

Al mismo tiempo, Kain se largó a reír y eso solo hizo enfurecer más a Sakumo. Este último se volvió loco, se encaramo en la reja y empezó a gritar como un mono enloquecido. Por su parte, Mari y Akane se taparon la boca y comenzaron a reír hasta que les dolió el estómago.