Mientras Caen estaba allí, luchando con el peso de sus acciones pasadas y sus repercusiones en el presente, sintió un impulso de determinación.
Sabía que no podía cambiar el pasado, pero podía asumir la responsabilidad de sus elecciones y matar a los bastardos que atacaron su hogar. Solo su ira era su salvación, porque lo protegía de desmoronarse completamente a nivel emocional.
Solo su ira mantenía su mente distraída de la realidad de su pérdida.
Con un profundo suspiro, se dirigió a los Dioses Ancianos y dijo —Yo los lideraré en esta batalla. Nos enfrentaremos juntos a Ezequiel y a Gabriel, y haré todo lo que esté en mi poder para corregir las cosas.
Los Ancianos mostraron una mirada de regocijo. Con el apoyo de Caen, creían que todo iba a salir bien.
—Pero primero, necesitamos un plan. Llévenme donde están los otros dioses —dijo.
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