Los ojos de Caen brillaron con un interés recién encontrado. Esperaba una masacre unilateral, pero la tenacidad de los mortales lo había impresionado. Decidió echarles una mano.
Con un movimiento de su mano, Caen invocó una ráfaga de energía que envolvió a los mortales, otorgándoles aún más mejoras temporales. Su fuerza y velocidad aumentaron, permitiéndoles asestar golpes más poderosos y esquivar los ataques de las Bestias de la Pesadilla con mayor agilidad.
Los mortales siguieron luchando, envalentonados por este repentino aumento de poder. Sus espadas golpearon con precisión, atacando las defensas de las Bestias de la Pesadilla e infligiendo heridas más considerables. Rugidos de dolor se mezclaron con gritos triunfales mientras la marea de la batalla comenzaba lentamente a cambiar.
Caen, Elysia y Fortunay observaban cómo los mortales, contra todo pronóstico, lograban mantener su posición. Era un testimonio de su resiliencia y el potencial no explotado dentro de la humanidad.
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