Lailah se alarmó cuando su madre de repente cayó al suelo frente a ella y comenzó a sollozar.
Su madre, que siempre había sido una figura regia y autoritaria en su vida, ahora estaba lamentándose y hablando palabras incomprensibles.
Afortunadamente, uno de los superpoderes que venían con ser madre era la capacidad de entender el llanto incoherente.
Lailah era una experta en este campo después de las innumerables veces que tuvo que consolar a Mira después de que se golpeara el dedo del pie o cuando Abadón tenía que estar lejos de casa.
—*Sollozo ininteligible* —musitó Sei.
—No, no estoy molesta contigo por tomar la sangre de mi esposo... —aseguró Lailah.
—*Sollozo ahogado y habla forzada* —continuó Sei.
—No creo que estuvieras intentando ignorar mis deseos... Mi amor debe haber visto algo cuando ingeriste su sangre, así que si tus intenciones eran verdaderamente impuras ya no seguirías sentada aquí. —explicó Lailah.
—*Balbuceo y divagaciones con la nariz mocosa* —balbuceó Sei.
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