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Grimmjow Jaegerjaques.

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[CAPÍTULO ÚNICO]

"¿Odio o Amor?"

Podía decir que tenía un odio por aquellos Shinigamis que se apoderaron del dominio de sus tierras. Hueco Mundo era su hogar, y lo único que pudieron darle fue un puesto. El Espada seis, comenzaba a ser una molestia para él. Odiaba a auto-proclamado rey de Hueco Mundo, a los secuaces del castaño y a sus propios compañeros Arrancar.

E incluso a aquella mujer que había nombrado su fracción, detestaba el hecho de que se volviera más fuerte de lo que alguna vez había esperado.

—Grimm...— las palabras quedaron atrapadas en su boca cuando observo al peliceleste fulminarla con aquella sensual mirada. Se mantuvo en silencio, esperando no molestarlo con su presencia.

—¿Qué quieres?— pregunto con molestia el Espada, deseando estar en su tranquila soledad.

Lo felinos ojos del arrancar miraron a la mujer, viajando con su mirada por todo el cuerpo de la hermosa mujer. Lo había pensado desde la primera vez que la vio, ella y su cuerpo eran demasiado tentadores. Sin embargo, le era fastidiosa.

Todo de ella le era en extremo fastidioso. Su actitud dulce, demasiado empalagosa; e incluso su forma de pelear. No era ni la mitad de fuerte que él, aun se preguntaba porque la había nombrado su fracción sino era digna de estar a su nivel.

Mentiras, decía más que mentiras. Y eso él lo sabía, sin embargo, su orgullo le impedía admitir que realmente deseaba a aquella hermosa mujer. Él era un hombre en extremo orgulloso, eso todos en Las Noches lo sabían. Incluso su misma aprendiz, quien, a pesar de su actitud tan prepotente y su infinito orgullo, seguía estando a lado de él. Siguiéndolo fielmente.

No por obligación, sino por mera admiración.

No supo que decirle cuando formulo pregunta, ¿necesitaba razones para verlo? Dudaba de aquello. Sin embargo, parándose derecha, segura de sí misma lo miro a la cara. Jamás se había atrevido a tanto en su vida.

—¿Podemos entrenar?— pregunto tratando de que su nerviosismo no se reflejara en su voz.

El peliceleste gruño con molestia, no estaba de humor para pasar el rato con esa Arrancar. Aun así, pensó que podía desquitar su creciente ira con ella.

Ambos se miraban frente a frente, el sonido de las espadas chocando, con las chispas brotando ante la fricción que hacían al atacarse mutuamente. Ella pudo notar lo molesto que se veía su mentor, parecía que había tenido otra pelea con Ulquiorra, Nnoitra o el mismo rey de Hueco Mundo, Sōsuke Aizen.

—¿Hay algo que le moleste Grimmjow-sama?— pregunto mientras mantenía distancia con el Espada.

Grimmjow no dijo nada, se acercó velozmente hacia la mujer con la sola intención de atacarla; dañarla sin importarle que pasara con ella. Solo quería desquitar todo el odio que creía en él.

Su sorpresa creció cuando vio como esquivaba su ataque, ella jamás podría si quiera llegar a su nivel. ¿Cómo había si quiera logrado esquivarlo?

La furia se apodero de su cuerpo, su Reiatsu se volvía aún más intenso de lo que ya era antes de comenzar aquella cruda batalla contra la hermosa mujer que era su fracción.

La odiaba, odiaba el hecho de que fuese tan fuerte, de que le estuviera alcanzando, odiaba como los demás Arrancar la miraban cuando caminaba por los pasillos de Las Noches, odiaba que cualquier mal nacido le coqueteara. ¿Qué no veían que ella era suya? Su aprendiz, su fracción, Suya.

—Ya me cansaste mujer— gruño molesto mientras la tomaba del antebrazo y la jalaba hacia él. Apegándola a su cuerpo.

Malory jadeo ante la brusquedad con la que había sido tratada. Grimmjow no era el más delicado al momento de tratar a alguien. Y quizá por eso le gustaba tanto.

—Malory...— susurro a su oído, logrando que la Arrancar se estremeciera en sus brazos —Voy a follarte hasta que me dejes seco— sentencio mientras la arrastraba con el hasta su habitación.

No soportaría un día más sabiendo que aquella mujer podía ser marcada por alguien más. Él la quería para sí mismo, por algo la había escogido como su única fracción. Sorprendiendo incluso al inexpresivo Ulquiorra, pues por muchos años había dicho que no necesitaba a nadie más.

Pero en cuanto conoció a la pelinegra de brillantes ojos dorados, supo que en cuanto pusiera una mano en ella. Jamás la podría dejar ir...

Creyó haber dejado claro que la "odiaba", sin embargo, ahora solo podía demostrarle cual mentiroso había sido en todos esos años que ella llevaba a su lado como su fiel estudiante.

¿Odio o amor? ¿Amor u Odio? Siempre la había amado, solo fue su orgullo el que lo hizo actuar de aquella forma.