[Pov – Unzen]
A medida que la batalla en el mar se intensificaba, me encontraba en medio de un enfrentamiento que desafiaba cada fibra de mi ser. El vicealmirante con el que estaba luchando era un adversario formidable, y su habilidad con la espada y su dominio del Haki de Armamento representaban un desafío que no podía subestimar.
Mi katana, Uminari, estaba imbuida con Haki de Armamento, y cada golpe que intercambiábamos resonaba con una energía casi palpable. La destreza del vicealmirante era evidente en cada uno de sus movimientos. Su espada cortaba el aire con una precisión milimétrica, y su habilidad para anticipar mis ataques hacía que cada encuentro fuera una prueba de astucia y reflejos.
El sol brillaba alto en el cielo, reflejando su luz sobre el acero de las espadas que chocaban sin descanso. La presión del combate se hacía cada vez más intensa, y podía sentir la fuerza del vicealmirante resonar a través de cada golpe que intercambiábamos. Su mirada era firme, decidida, y su postura apenas dejaba espacio para errores. Cada movimiento suyo estaba lleno de intención, mientras el viento salado del mar zumbaba a nuestro alrededor, como si la naturaleza misma respondiera a nuestra batalla.
Tomé una profunda respiración, ajustando mi agarre en el mango de Uminari. La hoja, imbuida con mi Haki de Armamento, vibraba con energía. Sabía que no sería una victoria fácil. El vicealmirante no solo era hábil con la espada, sino que también dominaba las técnicas de Rokushiki, lo que lo convertía en un oponente con un arsenal casi infinito de habilidades.
El vicealmirante avanzó primero. Con una explosión de velocidad, desapareció de mi vista por un breve segundo, utilizando Soru para cerrar la distancia. Sabía lo que venía, así que activé mi Haki de Observación, sintiendo su intención asesina antes de que su espada descendiera desde mi izquierda en un corte diagonal. Giré Uminari, bloqueando el golpe a tiempo. El impacto resonó por mi cuerpo como un trueno. Sus habilidades físicas eran monstruosas, pero me mantuve firme.
El vicealmirante se replegó y lanzó una ráfaga de golpes con su espada, cada uno más rápido que el anterior, combinando ataques con el uso del Geppo, saltando en el aire para atacar desde diferentes ángulos. Me obligó a moverme rápidamente, bloqueando y desviando sus cortes. Los golpes eran precisos y cortaban el aire con fuerza. Mi Haki de Armamento me protegía de sentir el filo completo de su espada, pero aún podía sentir el peso de cada impacto en mis brazos.
En uno de sus ataques, intentó cortar mi pierna con un barrido bajo, pero salté hacia atrás para ganar distancia, respondiendo con una estocada dirigida a su abdomen. Sabía que debía golpear con precisión, pero el vicealmirante, con un movimiento casi imperceptible, utilizó Tekkai. Mi katana chocó contra su cuerpo endurecido como si hubiera golpeado una pared de acero, enviando una vibración a través de mis manos.
"Es inútil", dijo el vicealmirante con una sonrisa burlona, su cuerpo inamovible. Sus músculos estaban tensos por la técnica de endurecimiento, haciéndolo prácticamente invulnerable.
Pero no iba a dejarme intimidar. Sabía que la técnica Tekkai solo endurecía el cuerpo cuando estaba inmóvil, y decidí aprovechar esa limitación. Repliqué su sonrisa y cargué mi espada nuevamente con Haki de Armamento, lanzando una serie de cortes rápidos y precisos, apuntando a sus puntos de menor movilidad: los tendones de las rodillas y los hombros.
El vicealmirante tuvo que moverse para evitar el daño, desactivando su Tekkai. Logré cortar su brazo derecho ligeramente, sintiendo cómo la hoja de mi espada cortaba la carne. Un rastro de sangre se esparció en el aire, pero su herida no fue lo suficientemente profunda como para ralentizarlo.
De inmediato, lanzó un Rankyaku, una patada que envió una hoja de viento cortante hacia mí. Giré sobre mis talones, usando mi Haki de Observación para anticipar su trayectoria, y me agaché a tiempo para esquivarla. La hoja de viento pasó rozando mi cabeza, cortando varios mechones de mi cabello. Su técnica era tan precisa que sentí la amenaza real de ser cortada en pedazos si cometía un solo error.
Decidí contraatacar con todo. Corrí hacia él, canalizando mi Haki de Observación para sentir sus intenciones. Sabía que él esperaría un ataque frontal, así que a mitad del camino hice una finta, reapareciendo a su costado. Mi espada bajó con fuerza, buscando un corte diagonal en su torso. Pero el vicealmirante no cayó en la trampa. Giró rápidamente usando Geppo, elevándose unos metros en el aire, evadiendo mi ataque.
"¿Eso es todo lo que tienes?", rugió desde arriba mientras se preparaba para un ataque devastador. Con un grito feroz, descendió como un cometa usando Shigan, su dedo extendido imbuido con Haki. El aire a su alrededor vibraba, y la fuerza de la técnica amenazaba con atravesarme si me quedaba quieta.
"Shigan"
Mis reflejos se dispararon. esquivando su ataque por poco. En ese momento, intercambiando golpes rápidos en una danza mortal. Nuestras espadas chocaban con chispas mientras el sonido metálico reverberaba en el aire. Ambos imbuíamos nuestras armas con Haki de Armamento, pero sentía que cada golpe se volvía más pesado, más peligroso.
En un momento crucial, encontré una apertura. El vicealmirante había bajado su guardia, y vi la oportunidad para un ataque decisivo. Cargué todo mi Haki en un corte vertical, buscando partirlo en dos. Mi katana bajó con una fuerza devastadora, pero él anticipó mi movimiento. Con una maniobra rápida, activó Kami-e, una técnica que hizo su cuerpo flexible como una hoja de papel, esquivando mi corte con una fluidez asombrosa.
Mi ataque pasó rozando su rostro, cortándole una ceja. Era un corte pequeño, pero el vicealmirante sonrió con una mezcla de respeto y desafío.
Antes de que pudiera reaccionar, sentí un impacto brutal en mi costado. El vicealmirante me había golpeado con un Shigan directo. El dolor fue inmediato y agudo, y sentí el aire salir de mis pulmones. Mi cuerpo fue lanzado hacia atrás, chocando contra la cubierta del barco con un estruendo que sacudió la madera.
Sentí el ardor del golpe en mi costado, pero ese dolor solo encendió mi determinación. El vicealmirante era fuerte, más de lo que había anticipado, pero aún no había sacado todo mi potencial. Había estado conteniéndome, confiando solo en mi Haki y mis habilidades con la espada. Sin embargo, ahora era momento de llevar la batalla a otro nivel. Respiré profundamente, centrando mi energía, y en mi interior sentí el poder de la Ryu Ryu no Mi, despierto, rugiendo, esperando ser liberado.
Mi piel comenzó a vibrar con una energía rojiza que pronto se convirtió en destellos de electricidad, surcando mi cuerpo como serpientes furiosas. La electricidad no era común; brillaba de un tono escarlata, cargada con la furia de un dragón ancestral. Sentía mi sangre hervir, como si cada célula en mi cuerpo estuviera llena de energía pura. Era hora de ponerme más seria.
"Veamos cómo manejas esto", murmuré, con una sonrisa feroz, mientras mi katana, Uminari, comenzaba a brillar con la misma electricidad roja.
El vicealmirante me observaba con cautela. Pude notar cómo sus ojos se estrechaban, y aunque mantenía su postura confiada, podía sentir que la incertidumbre comenzaba a brotar en él. No me iba a tomar a la ligera ahora. Apreté el mango de Uminari y canalicé mi Haki de Observación, intentando anticipar su siguiente movimiento.
El vicealmirante fue el primero en atacar, utilizando Soru una vez más para desaparecer de mi vista, pero esta vez mis reflejos, potenciados por la electricidad, lo captaron. Giré sobre mis talones justo a tiempo para interceptar su espada con la mía. Las chispas volaron en el aire cuando nuestras hojas chocaron, pero mi electricidad fluía a través de Uminari, sobrecargando su espada. Sentí cómo el vicealmirante retrocedía, su brazo temblando por la descarga que había recibido.
Aproveché su desconcierto y, con una velocidad superior a la que había mostrado hasta ahora. Sabía que el vicealmirante dominaba el Rokushiki, pero era una buena oportunidad para aprender de él, estudiar su uso de las técnicas mientras lo presionaba con todo mi poder.
"Veamos qué tan rápido puedes moverte ahora", susurré mientras levantaba mi mano libre, acumulando la electricidad roja en mis dedos. Desde arriba, lancé una ráfaga de rayos hacia él, cada uno cortando el aire con una fuerza devastadora. El vicealmirante no tuvo más remedio que activar Tekkai, endureciendo su cuerpo para soportar el impacto de los rayos, pero la electricidad no solo atacaba su exterior. Sentí que la descarga penetraba en su sistema nervioso, ralentizando sus movimientos.
Aprovechando su breve parálisis, ataque con furia, utilizando mi electricidad para potenciar mi cuerpo y aparecer frente a él en un abrir y cerrar de ojos. Mis movimientos eran más rápidos, más letales. Uminari cortó el aire con una precisión quirúrgica, buscando abrir brechas en su defensa. El vicealmirante logró bloquear la mayoría de mis ataques, pero estaba claro que el flujo de la batalla había cambiado. Ahora estaba a la defensiva, forzado a utilizar su Tekkai repetidamente para soportar los golpes.
Decidí entonces probar su habilidad con el Rokushiki. Su Shigan había sido una técnica interesante, un ataque rápido y preciso que podía atravesar el cuerpo como una bala. Sin embargo, con mi velocidad y Haki, podría observar y aprender. Cuando intentó nuevamente un Shigan directo a mi pecho, lo dejé venir, utilizando mi Haki de Observación para anticipar el momento exacto de impacto. En el último segundo, giré mi cuerpo hacia un lado, dejando que su dedo pasara junto a mí, mientras mi espada descendía en un corte lateral, rozando su costado.
El vicealmirante se tambaleó hacia atrás, sorprendido por mi maniobra, pero no tuve intención de darle tiempo para recuperarse. Con un salto, me posicioné por encima de él, y esta vez, con toda la furia de mi fruta del diablo, envolví mi espada en una tormenta de electricidad roja.
Descendí como un rayo, lanzando un corte cargado de energía hacia su torso. El vicealmirante levantó su espada para bloquear, pero la electricidad atravesó su guardia, enviando una descarga violenta a través de su cuerpo. Un grito de dolor escapó de sus labios mientras su brazo temblaba incontrolablemente. Aproveché el momento y deslicé un corte limpio en su hombro, sintiendo cómo la carne se desgarraba bajo mi hoja.
"¡Tekkai!", gritó mientras endurecía su cuerpo nuevamente, pero la electricidad roja de mi ataque ya había causado estragos en su sistema. Aunque su cuerpo se endurecía, noté que sus movimientos se hacían más torpes, más lentos.
Mi regeneración, cortesía de mi fruta, estaba comenzando a surtir efecto. El golpe que había recibido antes en mi costado ya no era más que un recuerdo distante, el dolor desapareciendo mientras la energía roja fluía a través de mí, cerrando las heridas rápidamente. Me sentía revitalizada, casi invencible, y eso solo alimentaba mi hambre de victoria.
Con un rugido de determinación, cargué hacia adelante, mis golpes se volvían más fuertes, más rápidos. La combinación de mi Haki, mi espada y mi fruta del diablo me colocaba en una posición dominante. Cada uno de mis cortes iba dirigido a los puntos clave del vicealmirante, obligándolo a utilizar todas sus técnicas de Rokushiki para mantenerse a flote.
El vicealmirante lanzó otro Rankyaku, una poderosa hoja de viento con una patada rápida, pero mis reflejos, potenciados por el Haki, me permitieron esquivarla fácilmente. Aparecí detrás de él en un abrir y cerrar de ojos, con un Soru a medio hacer, y lancé una descarga directa de electricidad a su espalda. Lo sentí estremecerse, sus músculos contrayéndose involuntariamente.
"Eres fuerte, pero te falta algo", murmuré, casi para mí misma, mientras me preparaba para el golpe final. Aún no estaba a nivel de un almirante, todavía estaba lejos de eso. Este vicealmirante no era un oponente sencillo, pero ahora estaba claro que tenía la ventaja.
El aire olía a ozono, cargado de la electricidad roja que envolvía mi cuerpo. Sabía que ahora tenía la ventaja, pero mi mente trabajaba rápido, analizando cada movimiento, cada técnica que el vicealmirante había mostrado.
había visto muy poco de sus habilidades. Sin embargo, esta pelea era mi oportunidad de aprender, de absorber todo lo que pudiera de este combate. Si quería alcanzar niveles más altos, tenía que estudiar de cada batalla, incluso de los enemigos más difíciles.
El vicealmirante me observaba con una mezcla de respeto y cautela. Estaba agotado, su cuerpo temblaba por las descargas eléctricas que lo habían atravesado, pero aún no se rendía. Lo vi flexionar los músculos, endureciéndose con lo que reconocí como Tekkai, una técnica que lo volvía tan duro como el acero. Supe que sería inútil atacarlo directamente en ese estado, al menos no sin una planificación cuidadosa. Este era el momento de estudiar, de observar con precisión cada uno de sus movimientos.
Respiré profundamente, enfriando mi mente. Sentí la energía de mi Haki de Observación, lista para captar cualquier cambio en su postura, en su intención de ataque. De repente, desapareció de mi vista en un parpadeo. Soru. Ahí estaba de nuevo esa técnica de velocidad extrema, y esta vez la seguí con la mirada, no solo con mi Haki. Soru le permitía moverse a una velocidad que lo hacía casi invisible, pero mi mente ya estaba buscando formas de anticipar ese movimiento.
"Está bien, si quieres jugar a las escondidas, te seguiré," murmuré, más para mí misma que para él. Flexioné mis piernas, concentrándome en la energía de mi fruta, y con un destello de electricidad roja, desaparecí en mi propio movimiento de velocidad mejorado por mi poder.
Soru no era una técnica complicada si la entendías. El vicealmirante apareció detrás de mí, lanzando una estocada rápida con su espada, pero ya lo había anticipado. Desvié su ataque con un giro de mi espada, contrarresté con un corte descendente. Sin embargo, en lugar de retroceder, activó de nuevo Tekkai justo antes de que mi espada lo alcanzara, endureciendo su cuerpo.
La hoja de Uminari chocó contra él con fuerza, pero el sonido metálico que resonó me confirmó lo que ya sabía: no lograría penetrar Tekkai con simples golpes. Aun así, el impacto lo hizo retroceder unos pasos. Era evidente que esta técnica no hacía inmune al vicealmirante, pero sí le permitía resistir el daño directo.
"Mmm..." No necesitaba derrotarlo de un solo golpe. Podía desgastarlo.
Me acerqué, simulando otro ataque directo, pero esta vez observé con más detenimiento. El vicealmirante lanzó una patada giratoria, liberando una onda cortante de viento. Rankyaku, pensé. Una técnica basada en el uso del aire para atacar a distancia, como si fuera una cuchilla. Salté hacia atrás, esquivando la hoja de viento, pero mientras lo hacía, analizaba la precisión y la velocidad de su patada. Podía sentir cómo manipulaba el aire a través de sus piernas, cortando a través de él con la fuerza del movimiento.
De nuevo, Soru. Otra vez desapareció, pero ahora me concentré en sentir su intención con mi Haki. Apareció a mi derecha, y esta vez, en lugar de evadir, me lancé hacia él con toda la energía de mi fruta del diablo acumulada en Uminari. La electricidad roja chisporroteó cuando nuestras espadas chocaron, pero esta vez mi descarga fue más poderosa. Sentí cómo su cuerpo se estremecía bajo la carga, aunque Tekkai seguía protegiéndolo de un daño mayor.
"Sabes mucho, pero te estás volviendo predecible", le dije, sonriendo ligeramente.
El vicealmirante, jadeando, me observó con ojos entrecerrados. Sabía que empezaba a agotarse. A pesar de sus técnicas de Rokushiki, la constante activación de Tekkai y Soru debía estar consumiendo su energía. Cada vez que usaba una técnica, podía sentir la pequeña demora antes de que la ejecutara. Mis reflejos mejorados por el Haki estaban empezando a notar esos pequeños detalles.
"Shigan"
De repente, lanzó otro ataque. Su dedo índice se extendió hacia mí con una velocidad asombrosa. Shigan. El dedo, endurecido y afilado como una bala, voló hacia mi pecho con una precisión mortal. Esta vez, no tuve tiempo para esquivar completamente, pero giré mi cuerpo lo suficiente para evitar que me golpeara en el corazón. Aun así, el ataque impactó en mi costado, y sentí un dolor agudo mientras mi carne se perforaba. Sangre brotó de la herida, pero mi regeneración ya comenzaba a hacer su trabajo, cerrando lentamente la herida.
"Eso... dolió un poco," murmuré, apretando los dientes. Pero este ataque también me había enseñado algo. Shigan no era simplemente un ataque rápido; era una técnica de precisión. Requiere un control perfecto sobre los músculos para endurecer el dedo y dispararlo con fuerza suficiente para atravesar carne.
Estaba aprendiendo. Cada ataque que me lanzaba era una oportunidad para estudiar el Rokushiki. Mi Haki y mis reflejos me permitían esquivar o contrarrestar la mayoría de sus movimientos, pero sabía que cada vez que usaba una de estas técnicas, aprendía más sobre sus puntos fuertes y débiles.
Decidí que era hora de poner a prueba lo que había aprendido.
El vicealmirante se preparaba para otra ronda de ataques, pero yo lo anticipé, desapareciendo con mi propia versión mejorada de Soru. Sabía que no estaba usando la técnica correctamente, pero mi velocidad, potenciada por la electricidad de mi fruta, la hacía más efectiva. Aparecí detrás de él justo cuando lanzaba otra Rankyaku en dirección equivocada. Mi espada se movió en un arco descendente, apuntando a su espalda.
"¡Tekkai!" gritó, endureciendo su cuerpo de nuevo. Pero esta vez, yo también había aprendido.
Concentré toda la electricidad roja en Uminari, y cuando mi espada impactó contra su armadura, la descarga atravesó su cuerpo, ignorando parcialmente el endurecimiento de Tekkai. Sentí cómo su sistema nervioso se descontrolaba, sus músculos convulsionando bajo la corriente eléctrica. Su cuerpo, rígido por Tekkai, no pudo moverse lo suficientemente rápido para contraatacar.
Mi regeneración seguía cerrando la herida que me infringió, y mi cuerpo estaba al máximo de energía. Podía seguir manteniendo este nivel de poder por mucho más tiempo, pero estaba segura de que él no. Me lancé nuevamente, utilizando Soru para aparecer frente a él y lanzando una serie de cortes con Uminari, cada uno envuelto en una tormenta de rayos rojos. Aunque lograba bloquear algunos, otros ataques se filtraban, cortando su carne y dejando marcas de quemaduras por la electricidad.
Esta vez, sin embargo, no iba a ser tan fácil. Sabía que no había visto todas sus cartas.
El aire se tensaba a mi alrededor, cargado con electricidad roja y una nueva energía. Mi cuerpo vibraba con la emoción del combate, pero más allá de la adrenalina, estaba la sensación de descubrimiento. Había aprendido algo nuevo. En medio de esta batalla feroz, estaba captando los secretos del Rokushiki. No lo dominaba por completo, pero ya podía empezar a utilizar algunos de sus principios.
El vicealmirante me observaba con cautela, sus movimientos más lentos debido al desgaste de la batalla. Su Tekkai seguía siendo un obstáculo, pero sabía que había formas de superarlo. No sólo con fuerza bruta o poder de mi fruta del diablo, sino con técnica. Había notado el patrón de sus ataques, cómo endurecía su cuerpo o desaparecía con Soru, y ahora podía imitar, aunque de forma imperfecta, sus técnicas.
Un pensamiento cruzó mi mente mientras ajustaba el agarre de mi espada: si Shigan podía endurecer los dedos para lanzar a altas velocidades estocadas mortales, ¿por qué no aplicar el mismo principio con mi katana? El aire a mi alrededor empezó a vibrar mientras canalizaba mi Haki en la hoja de Uminari.
El vicealmirante cargó hacia mí con otra ráfaga de velocidad, intentando atraparme con Soru, pero yo ya estaba preparada. Mis ojos seguían cada uno de sus movimientos, y antes de que pudiera acercarse lo suficiente, giré mi cuerpo y lancé una estocada con Uminari hacia él.
"¡Ittō-ryū - ten o tsuku!"
Susurré, imitando la técnica que había aprendido. Pero en lugar de mi dedo, fue la hoja de la katana la que se lanzó hacia adelante, concentrando el Haki en un punto afilado. Una ráfaga de aire cortante surgió de la punta de mi espada, viajando hacia él a una velocidad asombrosa. La onda de choque era casi como una extensión de mi espada, una cuchilla de aire que se dirigía directamente a su pecho.
El vicealmirante, sorprendido por el uso de su propia técnica contra él, apenas tuvo tiempo de activar Tekkai para bloquear el ataque. La estocada de aire golpeó su pecho, y aunque no perforó completamente su defensa, lo empujó varios metros hacia atrás, dejando una leve herida en su piel endurecida.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro. No era perfecto, pero funcionaba.
"Así que esto es Shigan," murmuré para mí misma. El vicealmirante me miraba con ojos entrecerrados, claramente molesto por la imitación de sus habilidades.
"¿Crees que puedes usar nuestras técnicas contra nosotros?" rugió, pero su voz tenía un tono de duda.
"No lo creo," respondí, avanzando hacia él con confianza renovada, "ya lo estoy haciendo."
El vicealmirante se lanzó de nuevo, esta vez con más ferocidad, moviéndose en un patrón irregular con Soru, intentando confundirme. Pero mi Haki de Observación lo captaba todo. Pude anticipar su posición antes de que apareciera, y en lugar de esquivarlo, decidí atacar de frente.
Alzando mi espada, la envolví en una corriente de electricidad roja, combinando mi poder de la fruta con lo que había aprendido del Rokushiki. Lancé otra serie de estocadas rápidas, pero esta vez usando mi nueva versión de Shigan con Uminari.
"¡Ittō-ryū - sora o tsukisasu!"
Cada golpe de mi espada lanzaba ráfagas de aire electrificadas, afiladas y cargadas de energía. Las cuchillas de viento rojo volaban hacia él desde todos los ángulos.
El vicealmirante intentó contrarrestarlas con sus propias ondas cortantes de Rankyaku, pero las mías eran más rápidas y llevaban la ventaja de mi poder eléctrico. Lograba bloquear algunas, pero las que no podía desviar le hacían cortes en los brazos y el torso, dejando rastros de quemaduras por el paso de la electricidad.
Me movía con fluidez, casi danzando entre las técnicas de Rokushiki. Podía sentir que aún me faltaba precisión y control absoluto, pero con cada golpe, me acercaba más a dominar las habilidades que el vicealmirante había perfeccionado durante años. Él lo sabía también, y aunque su resistencia era impresionante, empezaba a mostrar signos de cansancio.
Al ver que sus defensas comenzaban a debilitarse, decidí que era momento de probar una combinación más devastadora. Salté hacia atrás, alejándome lo suficiente para tomar distancia y respirar por un momento. Concentré todo mi haki en mi brazo y la hoja de Uminari, dejando que la electricidad roja fluyera por toda mi espada. Mi regeneración ya había cerrado las heridas menores que él me había infligido, y aunque todavía sentía el peso del combate, me encontraba en mejores condiciones que él.
"Esta es tu oportunidad de retirarte," le dije con seriedad, bajando la punta de mi espada hacia el suelo. Pero él, terco y orgulloso, no cedió. Activó Tekkai una vez más y lanzó un último ataque, esta vez combinando Soru con Shigan, intentando atraparme con una ráfaga de golpes precisos.
Era rápido, pero yo ya había aprendido su ritmo. Desvié sus golpes con precisión, observando cada movimiento con mi Haki de Observación. Cuando vi una abertura, activé mi propia versión de Soru, desapareciendo de su vista por un momento y reapareciendo a su espalda.
Giré la espada hacia él, apuntando al centro de su espalda endurecida por Tekkai. Pero esta vez no usé solo una estocada común. Utilicé lo que había aprendido del Shigan, concentrando mi fuerza y energía en un solo punto en la punta de la hoja.
"¡Ittō-ryū - ten kara no kōsen!" grité, mientras lanzaba una estocada cargada de electricidad roja. La cuchilla de aire, esta vez reforzada por mi Haki y mi fruta del diablo, atravesó su defensa de Tekkai. Sentí cómo el ataque rompía su armadura y penetraba en su carne.
El vicealmirante gritó de dolor, tambaleándose hacia adelante mientras su cuerpo se sacudía por la descarga eléctrica. El golpe no lo había matado, pero había sido lo suficientemente devastador para herirlo gravemente.
El vicealmirante jadeaba, pero seguía en pie, tambaleándose tras el golpe devastador. Aunque herido, no estaba derrotado. Su voluntad era inquebrantable, y con una mueca de dolor y determinación, se levantó. Sabía que estaba en desventaja, pero no era un hombre que retrocediera.
"¡No voy a caer aquí!" rugió, activando nuevamente su Tekkai para endurecer su cuerpo, esta vez con más intensidad que antes. El aire a su alrededor vibraba con la fuerza del Haki que emanaba, y pude sentir su resolución. Iba a darlo todo en este último asalto.
Después de toda la batalla respiración era pesada, y aunque la adrenalina mantenía mi cuerpo en movimiento, podía sentir el agotamiento empezando a acumularse. Había estado jugando con mis técnicas, intentando aprender de él, pero ahora la batalla se había prolongado demasiado. Mi cuerpo estaba pidiendo descanso.
El vicealmirante, en un último intento desesperado, cargó hacia mí con su Soru, moviéndose más rápido de lo que había hecho en toda la batalla. Lo vi venir, pero mis músculos no respondían con la misma rapidez. Logré bloquear sus primeros golpes con Uminari, pero cada impacto resonaba a través de mis brazos, debilitándome más.
Sabía que, si continuaba así, eventualmente me superaría por desgaste. Necesitaba hacer algo drástico.
"Ya es suficiente," murmuré entre dientes, cerrando los ojos y permitiendo que la transformación tomara el control. Mi cuerpo comenzó a cambiar, y el vicealmirante detuvo su avance por un momento, sorprendido por lo que veía.
Mis extremidades se alargaron, y una gruesa capa de escamas comenzó a cubrir mi piel. Mi esqueleto se expandió, mis músculos se fortalecieron, y una sensación de poder puro se apoderó de mí. Mis alas se desplegaron con un crujido, y mi cola azotó el aire con fuerza. Mi boca se llenó de colmillos afilados, y mis ojos brillaban con una furia roja y eléctrica.
"¡Roooaaarr!" rugí, mi voz resonando como un trueno. Mi forma completa de dragón ahora dominaba el campo de batalla, y el cielo, como si respondiera a mi poder, comenzó a oscurecerse. Nubes negras se arremolinaban sobre nosotros, y el viento comenzó a rugir mientras una tormenta se formaba rápidamente. Rayos rojos crujían en el cielo, respondiendo a mi llamada.
El vicealmirante, a pesar de estar herido, no retrocedió. Sabía que enfrentarse a un dragón era un suicidio, pero no iba a rendirse. "¡VAMOS!" gritó, su voz ahogada por el rugido de la tormenta.
En mi forma de dragón, mi control sobre la electricidad se intensificó. Sentí el poder fluyendo a través de mí con una libertad que no podía alcanzar en mi forma humana. El cielo rugía conmigo, y los rayos rojos comenzaron a concentrarse alrededor de mí, envolviendo mi cuerpo en una armadura de energía pura.
Sabía que esta sería mi última jugada. Si no acababa con él ahora, no tendría la fuerza para continuar. Así que decidí concentrar todo mi poder en un solo ataque.
Bajé la cabeza y comencé a canalizar la energía de la tormenta, atrayendo rayos de todas partes hacia mi cuerpo. Mi aliento se volvió incandescente, y en el aire, justo frente a mí, comencé a formar una enorme espada de electricidad roja. Era gigantesca, más larga que mi propio cuerpo, y crepitaba con energía destructiva. Esta no era una técnica refinada, no era algo que había aprendido. Era puro instinto.
El vicealmirante observó con asombro y terror cómo la espada tomaba forma. Sabía que no podría resistir algo de esa magnitud, pero no retrocedió. En lugar de huir, activó su Tekkai al máximo, endureciendo su cuerpo hasta el límite, preparándose para recibir el impacto.
"¡Ittō-ryū - sekai o korosu mono!" rugí, y con un movimiento devastador, lancé la espada de electricidad roja hacia él. El aire crujió cuando la espada descendió, dividiendo el cielo y el aire mientras se dirigía hacia su objetivo.
El vicealmirante intentó bloquear el golpe, levantando ambos brazos para resistir, pero el impacto fue demasiado. La espada atravesó su defensa de Tekkai, envolviendo su cuerpo en una explosión de electricidad que iluminó el campo de batalla como si fuera de día. Su grito de dolor fue ahogado por el rugido de la tormenta, y su cuerpo fue lanzado hacia atrás, estrellándose contra un barco de los marines con una fuerza abrumadora.
Cuando el polvo se asentó, pude ver al vicealmirante tirado en el suelo, su cuerpo humeante y cubierto de quemaduras. Todavía respiraba, pero apenas. Estaba al borde de la muerte, derrotado, pero no destruido.
Yo, en mi forma de dragón, respiraba con dificultad. Había usado una cantidad masiva de energía, y ahora sentía el peso del agotamiento caer sobre mí. Mi regeneración, aunque potente, no podía seguir el ritmo del desgaste. Lentamente, mi cuerpo comenzó a volver a su forma humana, las escamas desapareciendo y la electricidad disipándose.
Me acerqué al vicealmirante, que apenas podía mover la cabeza para mirarme. Sabía que había ganado, pero no había satisfacción en mis ojos. Sólo cansancio.
"Deberías haberte rendido," murmuré, sabiendo que había sido una batalla más larga y dura de lo que había anticipado. Pero también sabía que me había hecho más fuerte. Había aprendido, había crecido, y me había acercado un paso más a la cima.
El vicealmirante, a pesar de estar herido de muerte, soltó una débil sonrisa. "Eres... demasiado fuerte... para ser tan joven," susurró, antes de perder la conciencia.
Me quedé de pie en silencio, observando el cielo, mientras la tormenta comenzaba a disiparse.
Cada músculo dolía, y aunque la regeneración de mi fruta del diablo comenzaba a curar las heridas más profundas, la fatiga mental era abrumadora. Aun así, me mantuve de pie, mirando el campo de batalla devastado. El vicealmirante estaba fuera de combate, apenas vivo. Sabía que esta victoria no había sido fácil, pero también había aprendido mucho de él y de su Rokushiki. Shigan, Soru... técnicas que ya podía incorporar en mi estilo de lucha. Pero más importante que eso, había dado un paso más hacia la cima que buscaba alcanzar.
Con un último suspiro, di media vuelta y comencé a caminar hacia el puerto donde el barco Kuja debía estar esperando. Las tormentas eléctricas, provocadas por mi transformación, se estaban disipando, y en el cielo comenzaba a asomarse la luz del sol. Las nubes oscuras retrocedían lentamente.
Cuando llegué al barco, las guerreras Kuja ya estaban en sus posiciones, preparándose para partir. Algunas tenían pequeñas heridas, pero ninguna de gravedad. Hancock estaba de pie en la cubierta, su figura altiva y serena, observando el horizonte, donde todavía se veían los restos del enfrentamiento que habíamos librado.
Me acerqué a ella, aun sintiendo el peso de la batalla. "¿Todo está en orden?" le pregunté, mi voz algo ronca por el esfuerzo.
Hancock se giró hacia mí, con una ligera sonrisa en los labios. "Todo salió como esperaba. El vicealmirante que enfrenté no fue un rival sencillo, pero..." dejó la frase en el aire, como si el resultado fuera obvio. Suspiró y me miró con más atención, notando mi estado. "Tú tampoco lo tuviste fácil, ¿verdad?"
Sacudí la cabeza. "No, pero aprendí mucho. Estos vicealmirantes son fuertes, pero nada que no podamos manejar." Aunque había aprendido valiosas lecciones, sabía que aún me faltaba camino para enfrentar a un almirante. Aun así, me sentía más confiada que nunca.
Hancock asintió, su mirada recorriendo mi cuerpo como si evaluara las secuelas de mi batalla. "Eso es bueno. Cada batalla nos fortalece. Ahora, debemos continuar. Volvamos a Drum Island."
Con un asentimiento, me volví hacia las guerreras Kuja que estaban listas para zarpar. "¡Preparen todo para la partida!" ordené en voz alta. "Nuestro próximo destino es Drum Island."
Las Kuja, eficientes como siempre, comenzaron a movilizarse. Las velas fueron izadas, las cuerdas ajustadas, y el barco comenzó a moverse con suavidad. Aunque el viento todavía llevaba un ligero olor a ozono de la tormenta que había desatado, el mar estaba calmado y listo para llevarnos a nuestro siguiente destino.
Mientras el barco comenzaba a alejarse del puerto, me apoyé en la barandilla, observando el horizonte. Pensaba en Drum Island, el entrenamiento que estaban haciendo las kuja. El viaje seguía siendo largo, pero ahora, después de este enfrentamiento, me sentía más preparada. Sabía que Hancock también tenía sus planes, y juntos, estábamos construyendo algo más grande para nuestra gente.
Miré de reojo a Hancock, quien también observaba el mar con una expresión pensativa. A pesar de todo, compartíamos la misma meta, proteger lo que habíamos construido y, al mismo tiempo, hacernos más fuertes.
"Este es solo el principio," murmuré para mí misma. Mi camino hacia la cima continuaba, y con cada paso que daba, me acercaba más a mi sueño de enfrentar a los más fuertes del mundo.
El barco avanzaba en silencio hacia su destino, y en mi mente, ya me preparaba para los próximos desafíos que vendrían.